Esta­dos Uni­dos. La polí­ti­ca de san­cio­nes con­tra Vene­zue­la: ¿El pol­vo­rín que debe­rá des­ac­ti­var Biden en Amé­ri­ca Latina?

Por Ociel Ali Lopez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de diciem­bre de 2020.

Si hay un tema álgi­do para el pre­si­den­te elec­to de EE.UU., Joe Biden, con rela­ción a Amé­ri­ca Lati­na, es el de las san­cio­nes a Venezuela.

La región ha cam­bia­do mucho des­de que bue­na par­te del gabi­ne­te entran­te, como Janet Yellen, la nue­va secre­ta­ria de Teso­ro y Antony Blin­ken, el nue­vo secre­ta­rio de Esta­do, así como el pro­pio Biden (entre muchos otros), deja­ran sus car­gos una vez cul­mi­na­da la ges­tión Obama.

Para aquel enton­ces, los gobier­nos de Colom­bia, Chi­le, Perú y Méxi­co gene­ra­ban un sóli­do sis­te­ma de alian­zas en torno al gobierno norteamericano.

A par­tir de allí, si bien el pén­du­lo se aba­lan­zó hacia la dere­cha en Argen­ti­na, Bra­sil y Ecua­dor, rápi­da­men­te devol­vió su giro y hoy todos son gobier­nos débi­les o ya han cam­bia­do su signo polí­ti­co. Mau­ri­cio Macri fue des­pla­za­do y el radi­ca­lis­mo del pre­si­den­te Jair Bol­so­na­ro comien­za a ver­se mucho más imper­ti­nen­te una vez que Trump sale de jue­go. Chi­le es otro país des­pués del esta­lli­do social, y Colom­bia ya no es una cabe­za de pla­ya esta­ble. Ocu­rre algo tan iné­di­to como que en Méxi­co gobier­na la izquier­da. Y Perú es una qui­me­ra que en abril va a elecciones.

En medio del mare­mág­num regio­nal, Vene­zue­la es obje­to de unas seve­ras san­cio­nes eco­nó­mi­cas apli­ca­das por el Depar­ta­men­to del Teso­ro duran­te la ges­tión del pre­si­den­te Donald Trump, que ter­mi­na­ron de liqui­dar una eco­no­mía que ya esta­ba caotizada.

Dichas san­cio­nes son la par­te más hirien­te de la estra­te­gia del gobierno repu­bli­cano hacia Vene­zue­la, acom­pa­ña­da casi uná­ni­me­men­te por los gobier­nos de Amé­ri­ca Lati­na y Europa.

Cam­bios en la región

Los gobier­nos pro­gre­sis­tas de Méxi­co y Argen­ti­na se han intere­sa­do mucho por adop­tar una posi­ción dis­tin­ta al Gru­po de Lima, una coa­li­ción cuyo obje­ti­vo era exclu­si­va­men­te derro­car al gobierno del pre­si­den­te vene­zo­lano Nico­lás Madu­ro, y que res­pal­dó las polí­ti­cas del gobierno de Trump de cer­car finan­cie­ra­men­te al país sur­ame­ri­cano, inde­pen­dien­te­men­te del impac­to que ten­dría en la pobla­ción civil.

Este gru­po fue muy acti­vo y avi­vó los inten­tos de inter­ve­nir Vene­zue­la por varias vías. Inclu­yen­do el res­pal­do al frus­tra­do gol­pe mili­tar del 30 de abril de 2019, que Juan Guai­dó y Leo­pol­do López diri­gie­ron de mane­ra públi­ca, apo­ya­dos abier­ta­men­te por Elliot Abrams, el repre­sen­tan­te de la Casa Blan­ca para asun­tos sobre Venezuela.

Por su par­te, la Unión Euro­pea tam­bién cam­bió de ros­tros. Ya no son los tiem­pos de Fede­ri­ca Moghe­ri­ni. A media­dos de diciem­bre, Josep Borrell, el actual can­ci­ller euro­peo, plan­teó lo que era un tabú para el trum­pis­mo latino: «Hay que vol­ver a plan­tear una nego­cia­ción entre las par­tes». Esto sig­ni­fi­ca un cam­bio de direc­ción de su oficina.

Todo esto ten­de­ría la mesa para un giro polí­ti­co de la admi­nis­tra­ción demó­cra­ta, aun­que no se espe­ra que haya una eli­mi­na­ción total de la polí­ti­ca de sanciones.

La agen­cia Bloom­berg publi­có a media­dos de diciem­bre una nota en la que se afir­ma que el equi­po de Biden esta­ría pre­pa­ran­do un esce­na­rio de diá­lo­go con el gobierno de Madu­ro, y ubi­can la cri­sis en Vene­zue­la como «el mayor desa­fío diplo­má­ti­co que enfren­ta­rá [el nue­vo pre­si­den­te] en el hemis­fe­rio Occidental».

Según un infor­me del Ins­ti­tu­to de Las Amé­ri­cas de la Uni­ver­si­dad de San Die­go en Cali­for­nia, un aná­li­sis rea­li­za­do por Energy & Envi­ron­ment (E&E), habrá cam­bios impor­tan­tes en la polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se sobre Venezuela.

En estas cir­cuns­tan­cias inter­na­cio­na­les, el equi­po de Biden, casi el mis­mo que gene­ró la decla­ra­ción de «ame­na­za inusual» sobre Vene­zue­la, ten­drá que eva­luar si va a man­te­ner esta situa­ción de ase­dio o bus­ca­rá una sali­da elec­to­ral como la que logró la opo­si­ción en 2015, jus­to antes de la lle­ga­da de Trump. 

Y ten­drá que deci­dir­lo ya por­que el gabi­ne­te repu­bli­cano dejó ins­ta­la­da una bom­ba de tiem­po con el blo­queo al dié­sel, com­bus­ti­ble impres­cin­di­ble para el tras­por­te de per­so­nas y alimentos.

San­cio­nes al dié­sel 

Los hal­co­nes han deja­do infla­ma­do el ‘patio tra­se­ro’ por­que Vene­zue­la es un tema difí­cil de resol­ver y que va a ganar cen­tra­li­dad en las rela­cio­nes de EE.UU. con Amé­ri­ca Lati­na. Y tam­bién con la Unión Euro­pea. Es com­pli­ca­do, sobre todo, debi­do a la agre­si­vi­dad dis­cur­si­va del lobby cubano y vene­zo­lano de Flo­ri­da, un esta­do que se man­tu­vo trum­pis­ta en las presidenciales.

La eva­lua­ción que haga el equi­po de ase­so­res de Biden sobre la impor­tan­cia de Flo­ri­da como cam­po de bata­lla elec­to­ral impac­ta­rá sobre la polí­ti­ca hacia Vene­zue­la. A decir ver­dad, los demó­cra­tas no nece­si­ta­ron de Flo­ri­da y es pro­ba­ble que ya estén dejan­do de dar­le tan­ta pre­pon­de­ran­cia como en las últi­mas elecciones.

Pero antes de irse, el fun­cio­na­ria­do repu­bli­cano de la ges­tión salien­te, espe­cí­fi­ca­men­te Elliott Abrams, ha rocia­do con gaso­li­na las rela­cio­nes, sacan­do al dié­sel de la lis­ta de exen­cio­nes esta­ble­ci­das por el Depar­ta­men­to del Tesoro.

El dié­sel no esta­ba con­tem­pla­do en la lis­ta de san­cio­nes y la esta­tal Petró­leos de Vene­zue­la (PDVSA) podía inter­cam­biar­lo por cru­do. Esto ha cam­bia­do según el anun­cio de Abrams a fina­les de octu­bre, lo que evi­den­te­men­te agra­va­rá la cri­sis eco­nó­mi­ca en medio de una pandemia.

Pero ya nadie pien­sa que logre des­es­ta­bi­li­zar al gobierno de Madu­ro. El nivel de pre­sión pre­bé­li­ca de 2017 y 2019, con lla­ma­do a inva­sio­nes, gue­rras civi­les y levan­ta­mien­tos mili­ta­res de una par­te de la opo­si­ción vene­zo­la­na ha cedi­do, mien­tras para­le­la­men­te el ofi­cia­lis­mo ha avan­za­do en el con­trol polí­ti­co nacio­nal, sobre todo con el resul­ta­do de las par­la­men­ta­rias, en las que la opo­si­ción per­dió el úni­co espa­cio que con­tro­la­ba y que fue gana­do con­tun­den­te­men­te por el par­ti­do de gobierno. 

En este esce­na­rio —como decía­mos, muy dife­ren­te al del 2016 — , la nue­va Secre­ta­ria del Teso­ro ten­drá que deci­dir sobre este tipo de san­cio­nes, ape­nas lle­gue al cargo.

Y más com­pli­ca­do aún, debe­rá deci­dir qué va a hacer con las empre­sas vene­zo­la­nas como la petro­le­ra Cit­go, que fue cedi­da al inte­ri­na­to de Juan Guai­dó por el gobierno de Trump, que con­cen­tró su polí­ti­ca en las san­cio­nes apli­ca­das por el Depar­ta­men­to del Tesoro. 

¿Dón­de que­da Guaidó?

Casi dos años des­pués de su auto­ju­ra­men­ta­ción, el «inte­ri­na­to» de Guai­dó es un cadá­ver polí­ti­co que nadie quie­re car­gar. Es posi­ble que cuan­do los ase­so­res del nue­vo gobierno demó­cra­ta se pre­gun­ten cómo lle­ga­ron a ese nivel de simu­la­cro, todos vol­tea­ran y verán a un exi­lia­do vene­zo­lano, hijo de un dipu­tado euro­peo del Par­ti­do Popu­lar espa­ñol, lla­ma­do Leo­pol­do López, quien les con­ven­ció de un esce­na­rio fantástico.

Pero nadie podrá olvi­dar tam­po­co el aplau­so bipar­ti­dis­ta que reci­bió Guai­dó a comien­zos de este 2020, en el dis­cur­so del Esta­do de la Unión de Trump. Así que, en lo que con­cier­ne a Vene­zue­la, el salien­te man­da­ta­rio repu­bli­cano tuvo un espal­da­ra­zo de los demó­cra­tas y estos tie­nen su cuo­ta de responsabilidad.

Mucho se han recor­da­do las pala­bras de Antony Blin­ken con­tra Madu­ro, en el que ala­ba­ba la polí­ti­ca de san­cio­nes de Trump. Pero como secre­ta­rio de Esta­do, y en un esce­na­rio nacio­nal y regio­nal muy dife­ren­te al de 2019 cuan­do lo dijo, debe­rá tomar deci­sio­nes estra­té­gi­cas. Este fun­cio­na­rio estu­vo muy cer­ca de los acuer­dos con Irán en mate­ria ener­gé­ti­ca y ope­ra­rá en un gabi­ne­te acos­tum­bra­do a coha­bi­tar con Chi­na.

Des­de una pers­pec­ti­va tra­di­cio­nal­men­te demó­cra­ta, Vene­zue­la es una fron­te­ra calien­te que debe­ría ser apla­ca­da por­que su ines­ta­bi­li­dad eco­nó­mi­ca gene­ra pro­ble­mas en la región, en momen­tos en los que el con­ti­nen­te vive una con­vul­sa situa­ción, en para­le­lo a la cri­sis eco­nó­mi­ca y sani­ta­ria que ha traí­do la pan­de­mia. Es muy difí­cil para la nue­va ges­tión afron­tar pro­ble­mas geo­po­lí­ti­cos si tie­ne el ‘patio tra­se­ro’ ardiendo.

Para ello, debe­rá comen­zar por acla­rar qué esta­tus le da a Guai­dó y al fun­cio­na­ria­do que este man­tie­ne en la emba­ja­da vene­zo­la­na en Washington. 

Mucho que deci­dir en muy poco tiempo.

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