Nues­tra­mé­ri­ca. La lega­li­za­ción del Abor­to en Argen­ti­na y su reper­cu­sión en Boli­via y Amé­ri­ca Latina

Por Veró­ni­ca Zapa­ta, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de diciem­bre de 2020. 

Amé­ri­ca Lati­na se encuen­tra en un con­tex­to de lucha popu­lar por la auto­de­ter­mi­na­ción de los pue­blos, que ha logra­do tomar fuer­te impul­so con el ejem­plo a nivel mun­dial de la recien­te vic­to­ria con­tra el gol­pe de esta­do vio­len­to, que se sos­tu­vo solo 11 meses en Boli­via. Esta lucha por la auto­de­ter­mi­na­ción de los pue­blos es una lucha ances­tral ori­gi­na­ria, es lucha por el terri­to­rio, por la defen­sa de los recur­sos natu­ra­les, por la sobe­ra­nía, la iden­ti­dad, la inde­pen­den­cia y la libertad.

Estas luchas no pue­den ser leí­das sin ser inter­re­la­cio­na­das con la lucha de las muje­res y las iden­ti­da­des disi­den­tes por la auto­de­ter­mi­na­ción de sus cuer­pos, el dere­cho bási­co a deci­dir sobre el cuer­po de una mujer, el dere­cho a deci­dir si quie­re, o no, una mujer ser madre, cómo y cuán­do. Ya no se dis­cu­te el dere­cho a deci­dir sobre el cuer­po del hom­bre, pero duran­te siglos sí estu­vo res­trin­gi­do el dere­cho a deci­dir de las muje­res sobre su pro­pio cuerpo.

En Argen­ti­na esos días han ter­mi­na­do. Empe­zan­do una nue­va eta­pa en la lucha de las muje­res por la igual­dad de dere­chos ante sus pares mas­cu­li­nos, por una socie­dad con genui­na equi­dad para todas y todos con jus­ti­cia social. Sin dudas esta con­quis­ta his­tó­ri­ca en Argen­ti­na reper­cu­ti­rá en los paí­ses de la región don­de aún la igle­sia, la jus­ti­cia patriar­cal, los fun­cio­na­rios machis­tas y la hipo­cre­sía legis­lan el cuer­po de las muje­res y des­de ahí ejer­cen un con­trol sobre su pen­sa­mien­to y acciones.

El 29 de Diciem­bre del 2020 será recor­da­do como un día his­tó­ri­co, se aprue­ba en Argen­ti­na una ley que pro­te­ge a las muje­res de morir clan­des­ti­na­men­te mien­tras se rea­li­zan un abor­to en con­di­cio­nes infra­hu­ma­nas, en sole­dad y con la cul­pa como mochi­la. Al menos en Argen­ti­na se ter­mi­nan esos días de dolor y some­ti­mien­to a los man­da­tos y a los roles de géne­ro patriar­ca­les sobre las muje­res. Las nue­vas gene­ra­cio­nes de muje­res serán más libres y más feli­ces que muchas de noso­tras, ten­drán, al menos, un camino alla­na­do, pero debe­rán con­ti­nuar con la lucha his­tó­ri­ca has­ta con­quis­tar la igual­dad de dere­chos entre el hom­bre y la mujer.

Esta ley que garan­ti­za el abor­to legal, segu­ro y gra­tui­to no fue gra­tis, cos­tó miles y miles de muer­tes de muje­res, ado­les­cen­tes y niñas en situa­cio­nes de vio­la­ción cruel de su dere­cho humano a deci­dir sobre su pro­pio cuer­po, algo tan bási­co, incues­tio­na­do en un hombre.

Ade­más, rom­pe con los man­da­tos y roles de géne­ro que con­fi­gu­ran el mito opre­sor de que es obli­ga­ción ser madre para ser mujer en las socie­da­des machis­tas. Des­ar­ti­cu­la la afir­ma­ción falaz de que para ser una mujer, sí o sí, hay que ser madre y que ese rol es el «natu­ral» des­tino de todas las muje­res. Se demues­tra que no hay nada de natu­ral en esa afir­ma­ción machis­ta, sino que hay una cons­truc­ción cul­tu­ral de roles de géne­ro de some­ti­mien­to y con­trol del cuer­po de la mujer para diri­gir el pen­sa­mien­to y la con­duc­ta de las mujeres.

El man­da­to opre­sor patriar­cal de que «el des­tino de toda mujer es ser madre» con­fi­gu­ra una for­ma de pen­sar, sen­tir y accio­nar en las muje­res en refe­ren­cia a la obe­dien­cia, la doci­li­dad y el some­ti­mien­to. Las muje­res en Argen­ti­na y las migran­tes boli­via­nas, para­gua­yas, colom­bia­nas, etc., que radi­can allí, no ten­drán que sen­tir ver­güen­za, ni dolor, ni pedir per­mi­so a nin­gún hom­bre para deci­dir sobre sus cuer­pos, ya nadie será madre por obli­ga­ción y man­da­to, será madre si es su deseo y deci­sión. La mater­ni­dad será desea­da o no será.

Muchos pen­sa­rán que este dere­cho solo tie­ne que ver con el ámbi­to de la salud por­que se evi­ta­rán miles de muer­tes de muje­res al año por abor­tos clan­des­ti­nos rea­li­za­dos por muje­res pobres. Los mis­mos que rea­li­zan las muje­res ricas, pero en clí­ni­cas pri­va­das en bue­nas con­di­cio­nes de higie­ne e infra­es­truc­tu­ra, evi­tan­do ser un núme­ro más en la esta­dís­ti­ca de mor­ta­li­dad mater­na. Pero esta con­quis­ta his­tó­ri­ca de las muje­res se tra­du­ci­rá en mayor liber­tad en la mujer en todos los ámbi­tos, sobre todo en mayor liber­tad de pen­sa­mien­to y acción. Aquí radi­ca la revo­lu­ción y el tsu­ma­ni que des­ata­rá este hoy reco­no­ci­do dere­cho humano a deci­dir de la mujer sobre el pro­pio cuer­po no solo en Argen­ti­na, sino en toda la región.

Un ámbi­to don­de esta con­quis­ta será un terre­mo­to es el ámbi­to polí­ti­co, el más machis­ta y patriar­cal de todos los ámbi­tos en las socie­da­des capi­ta­lis­tas de Abya Yala, don­de una mujer debe tra­ba­jar el tri­ple para ser reco­no­ci­da por su tra­ba­jo, debe con­ver­tir­se en «mujer mara­vi­lla» para figu­rar en una lis­ta elec­to­ral y/​o en un car­go polí­ti­co de deci­sión. Son pocas las muje­res que acce­den a esos car­gos, con­ta­das con los dedos. Se debe exi­gir que se res­pe­ten los cupos de géne­ro tipi­fi­ca­dos en la cons­ti­tu­ción de cada país y/​o se defi­nan cupos don­de fal­tan para garan­ti­zar la igualdad.

Ser “mujer mara­vi­lla” no garan­ti­za ser toma­da en cuen­ta en car­gos polí­ti­cos, ni reco­no­ci­da por los pares hom­bres, a no ser para la foto polí­ti­ca­men­te correc­ta y en dis­cur­sos boni­tos de una supues­ta bús­que­da de la igual­dad y del muy de moda dis­cur­so de la bús­que­da del «Cha­cha- War­mi». Y esto se pue­de obser­var tan­to en los dis­cur­sos de la dere­cha como de la izquier­da por­que el patriar­ca­do es mile­na­rio, ante­ce­de el mode­lo capi­ta­lis­ta y atra­vie­sa cada sec­tor e ins­ti­tu­ción de la socie­dad: la edu­ca­ción, los medios de comu­ni­ca­ción, la igle­sia, las fuer­zas arma­das y la poli­cía, la fami­lia, la cien­cia, etc., des­de don­de se mol­dean a las muje­res con el for­ma­to de doci­li­dad y obe­dien­cia como «prin­ce­sas sumi­sas» y a los hom­bres como «machos vio­len­tos». Estas ins­ti­tu­cio­nes nos atra­vie­san des­de el naci­mien­to y nos con­fi­gu­ran y mol­dean sin per­ca­tar­nos de ello de for­ma sutil y permanente.

El mode­lo colo­nia­lis­ta ante­ce­de el mode­lo capi­ta­lis­ta de socie­dad y los 200 años de Marx, es por ello que la lucha por des­mon­tar el colo­nia­lis­mo en Abya Yala y su heren­cia colo­nial, el patriar­ca­do, es una lucha ances­tral. La lucha anti­co­lo­nial va de la mano de la lucha anti­pa­triar­cal, entién­dan­lo, no va por cami­nos dife­ren­tes. La bata­lla cul­tu­ral es una bata­lla anti­co­lo­nial y anti­pa­triar­cal por­que si no se lucha con­tra el patriar­ca­do, no se podrá des­mon­tar el colo­nia­lis­mo como pro­yec­to polí­ti­co de domi­na­ción cul­tu­ral a nivel mundial.

Es fun­da­men­tal dar esa bata­lla cul­tu­ral en Boli­via por­que el colo­nia­lis­mo ha atra­ve­sa­do cada error del ex gobierno del MAS-IPSP que lle­vó a crear las con­di­cio­nes que hicie­ron posi­ble un gol­pe de esta­do vio­len­to que puso en jaque a toda la región y sen­tó un pre­ce­den­te nefas­to y ame­na­zan­te para los pue­blos que no se ali­nean con los desig­nios de la Casa Blanca.

Esta des­igual­dad pro­fun­da­men­te injus­ta entre el hom­bre y la mujer es inde­pen­dien­te­men­te del ori­gen de cla­se, étni­co, racial y/​o cul­tu­ral de las muje­res, todas son atra­ve­sa­das por el patriar­ca­do, pero toma las carac­te­rís­ti­cas más crue­les en las muje­res indí­ge­nas de polle­ra que has­ta el Siglo XXI no han logra­do ser par­te de un bino­mio pre­si­den­cial en nin­gún país del Abya Yala.

Las vio­len­cias son de todo tipo psi­co­ló­gi­ca, físi­ca, sim­bó­li­ca, eco­nó­mi­ca, polí­ti­ca, etc., y son mone­da corrien­te no solo en Argen­ti­na, sino en Boli­via, Colom­bia, Ecua­dor y en toda Abya Yala don­de una feroz colo­ni­za­ción en 1492 nos dejó esta heren­cia patriar­cal que como favo­re­ce la posi­ción y los pri­vi­le­gios de los hom­bres no es cues­tio­na­da de mane­ra con­tun­den­te y el tra­ba­jo cul­tu­ral rea­li­za­do para des­mon­tar­lo es insuficiente.

La vio­len­cia de géne­ro en su máxi­ma expre­sión es el femi­ci­dio o femi­ni­ci­dio don­de una mujer es ase­si­na­da por el solo hecho de ser mujer a manos de un hom­bre, que gene­ral­men­te es par­te del entorno cer­cano de la mujer: la pare­ja, el mari­do, el ex novio o fami­liar direc­to. En Argen­ti­na un país de 44 millo­nes de habi­tan­tes, ocu­rre un femi­ni­ci­dio cada 30 horas, una cifra alar­man­te que va en aumen­to. “En Boli­via un país con 11 millo­nes de habi­tan­tes la Fis­ca­lía Gene­ral de Esta­do repor­tó 104 femi­ni­ci­dios, regis­tra­do en 11 meses en todo el país, solo se dic­ta­mi­nó 17 sen­ten­cias eje­cu­to­rias. Esto quie­re decir que una mujer mue­re cada 72 horas en Boli­via”, afir­mó el Minis­tro de Gobierno boli­viano Eduar­do del Cas­ti­llo. El infor­me fue pre­sen­ta­do recien­te­men­te en el Día Inter­na­cio­nal de No Vio­len­cia con­tra la Mujer. Es decir, mue­ren muje­res como mos­cas con la indi­fe­ren­cia de gran par­te de la socie­dad patriar­cal y prin­ci­pal­men­te de la jus­ti­cia patriar­cal, pese al pedi­do de refor­ma judi­cial y de inclu­sión obli­ga­to­ria de la pers­pec­ti­va de géne­ro en la región.

La mili­tan­cia pro­gre­sis­ta pare­ce no tomar real cons­cien­cia que no se pue­de luchar con­tra el colo­nia­lis­mo, el capi­ta­lis­mo, el impe­ria­lis­mo y el racis­mo sin luchar con­tra el patriar­ca­do. Sin la igual­dad de dere­chos genui­na entre las muje­res y los hom­bres, no exis­te lucha posi­ble con­tra estos gran­des males, no exis­te revo­lu­ción posi­ble. De los agu­je­ros que deja­mos con res­pec­to a esta temá­ti­ca, la dere­cha ha entra­do y apro­ve­cha­do esos erro­res para des­es­ta­bi­li­zar gobier­nos y des­tro­zar la ima­gen de líde­res y diri­gen­tes popu­la­res. Erro­res que siguen sien­do sub­es­ti­ma­dos y ponen en jaque pro­ce­sos de lucha en la región, que han sido con­quis­ta­dos con mucho esfuer­zo colec­ti­vo, tan­to de hom­bres como de mujeres.

Es Impe­ra­ti­vo tener en cuen­ta la lucha del movi­mien­to de muje­res, sus recla­mos, sus voces, su teo­ría femi­nis­ta des­pa­triar­ca­li­za­do­ra y lograr cohe­ren­cia en los dis­cur­sos anti­pa­triar­ca­les de los polí­ti­cos con sus accio­nes, si es que real­men­te se quie­re cons­truir una socie­dad dife­ren­te, sin nin­gún tipo de racis­mo y dis­cri­mi­na­ción. Es impe­ra­ti­vo avan­zar en cupos de géne­ro y con pro­to­co­los para denun­ciar abu­sos y/​o vio­la­cio­nes en dife­ren­tes áreas del Esta­do y la socie­dad. Un gran ejem­plo de ello es el inten­to de lograr un cupo de muje­res del 50% en los medios audio­vi­sua­les en Argen­ti­na, un sec­tor tam­bién muy misó­gino y vio­len­to al que debían some­ter­se anta­ño las muje­res cineas­tas, actri­ces, perio­dis­tas, etc., para poder tra­ba­jar en dichas pro­fe­sio­nes. Allí la humi­lla­ción, los abu­sos y las vio­la­cio­nes eran “nor­ma­les” y/​o esta­ban natu­ra­li­za­dos has­ta la explo­sión de denun­cias con el mediá­ti­co caso en Holly­wood del pro­duc­tor de cine Har­vey Weins­tein en Esta­dos Uni­dos y en Argen­ti­na con el caso Darthés.

Por otro lado, el abor­to legal, segu­ro y gra­tui­to obli­ga a pen­sar la mater­ni­dad com­par­ti­da entre la mujer y el hom­bre, obli­ga a pen­sar la crian­za de las hijas e hijos como com­par­ti­da, obli­ga a pen­sar las tareas domés­ti­cas como com­par­ti­das y ya no como una res­pon­sa­bi­li­dad exclu­si­va de las muje­res. Lo que pro­yec­ta a la mujer en su desa­rro­llo pro­fe­sio­nal, equi­li­bran­do las con­di­cio­nes de par­ti­da des­igua­les entre hom­bres y mujeres.

La bús­que­da de la igual­dad de dere­chos entre los hom­bres y ese sec­tor que es el 51% de la pobla­ción mun­dial que inte­gran las muje­res, cons­ti­tu­ye par­te de una ver­da­de­ra revo­lu­ción cul­tu­ral don­de todas, todos y todes esta­mos inclui­dos, no sólo en la retó­ri­ca boni­ta de los polí­ti­cos y diri­gen­tes, sino en las accio­nes. Las muje­res somos dife­ren­tes a los hom­bres psi­co­fi­so­nó­mi­ca­men­te, pero que­re­mos ser reco­no­ci­das como pares igua­les en derechos.

Paí­ses como Boli­via y Ecua­dor, tie­nen cons­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas ejem­pla­res redac­ta­das des­de una pers­pec­ti­va de géne­ro, pero ello no se tra­du­ce en un cam­bio real en la vida coti­dia­na de las muje­res. Ello que­dó deve­la­do pos gol­pe de esta­do don­de el obje­to de ata­que fue­ron las muje­res de polle­ra y lue­go con la recu­pe­ra­ción de la demo­cra­cia de 17 minis­tros desig­na­dos, solo 4 son muje­res. Las suer­te de las muje­res es peor si obser­va­mos las can­di­da­tu­ras a las gober­na­cio­nes en las pró­xi­mas elec­cio­nes sub nacio­na­les del 7 de Mar­zo del 2021, increí­ble­men­te no hay muje­res can­di­da­tas sien­do que es inne­ga­ble y visi­ble el rol pro­ta­go­nis­ta de la mujer indí­ge­na en el derro­ca­mien­to del gol­pe de esta­do en Bolivia.

SI bien Boli­via tie­ne leyes de avan­za­da res­pe­to al géne­ro que no se cum­plen, nin­gu­na ley es sufi­cien­te para cam­biar siglos de men­ta­li­dad patriar­cal y colo­nial machis­ta, se debe exi­gir una edu­ca­ción y una comu­ni­ca­ción revo­lu­cio­na­rias con pers­pec­ti­va de géne­ro y des­co­lo­ni­za­do­ra. Se debe exi­gir la obli­ga­to­rie­dad de for­ma­ción de géne­ro y des­co­lo­ni­za­do­ra, obli­ga­to­ria y con­ti­nua en todos los pode­res del esta­do. Se debe exi­gir cohe­ren­cia entre el dis­cur­so y las accio­nes en los her­ma­nos y/​o com­pa­ñe­ros hom­bres que luchan jun­to a las muje­res con­tra el colonialismo.

La colo­ni­za­ción ha hecho estra­gos en Abya Yala, dejan­do un geno­ci­dio indí­ge­na des­de la lle­ga­da de Colón, pero tam­bién un patriar­ca­do feroz que some­te y opri­me a las muje­res cada día de sus vidas, des­de el naci­mien­to has­ta la muer­te y pro­vo­ca tam­bién un geno­ci­dio de muje­res con femi­ni­ci­dios que se con­ta­bi­li­zan todos los días en la región.

Las muje­res ya no quie­ren ser ven­di­das en la tele­vi­sión, en las pelí­cu­las, nove­las, libros, etc., como obje­tos por­que somos suje­tos de dere­chos, ni que ven­dan que nues­tro des­tino es ser madres y amas de casa. Que ese es el mejor rol que pode­mos desem­pe­ñar. El rol de madre no pue­de ser el des­tino de una mujer, sino una opción entre muchas, que pue­de ser des­car­ta­da por una mujer sin tener que pagar una pena de cas­ti­go social machis­ta y ser seña­la­da como «rara». El rol de ama de casa ya no debe ser cir­cuns­crip­to sola­men­te a las muje­res. Los roles de géne­ro crean des­igual­dad, opre­sión y dis­cri­mi­na­ción, deben ser decons­trui­dos y recons­trui­dos sin ads­crip­ción a un géne­ro en particular.

Las muje­res per­die­ron el mie­do a denun­ciar a sus aco­sa­do­res, a sus abu­sa­do­res, a sus vio­la­do­res y los que cer­ce­nan el camino al desa­rro­llo pro­fe­sio­nal de las muje­res impo­nien­do un “techo de cris­tal”, que hace refe­ren­cia a las barre­ras que la mujer tie­ne para avan­zar en la esca­la labo­ral hacia pues­tos de alta jerar­quía y que no son fácil­men­te detec­ta­bles por­que son invi­si­bles, pero son cau­sa de su estan­ca­mien­to. Este “techo de cris­tal” es una metá­fo­ra que desig­na un tope para la rea­li­za­ción de la mujer en la vida públi­ca gene­ra­do por este­reo­ti­pos y las cons­truc­cio­nes cul­tu­ra­les de las socie­da­des a lo lar­go de la historia.

La socie­dad boli­via­na está orga­ni­za­da des­de pará­me­tros de pig­men­to­cra­cia don­de “el cono­ci­mien­to y la capa­ci­dad” están pues­tos en los lla­ma­dos “per­fi­les pro­fe­sio­na­les”, siem­pre blan­cos. Se pue­de obser­var lo que con­cep­tua­li­zo como un “techo de cris­tal indí­ge­na”, que no es otro que el mis­mo que se impo­ne a las muje­res y que se pro­fun­di­za sin disi­mu­lo con los pue­blos ori­gi­na­rios, espe­cial­men­te con la mujer de pollera.

La recu­pe­ra­ción de la demo­cra­cia pos gol­pe de esta­do vio­len­to, que obli­ga a la auto­crí­ti­ca de los acier­tos y los erro­res del MAS-IPSP, brin­da una opor­tu­ni­dad de rom­per este techo que impu­so a san­gre y fue­go la visión euro­cén­tri­ca del mun­do duran­te más de 5 siglos, no sólo en Boli­via, sino en toda Abya Yala.

Fuen­te: Pressanza

Itu­rria /​Fuen­te

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