Méxi­co. EZLN: «La liber­tad es hacer­se res­pon­sa­ble de lo que se hace y de la deci­sión tomada”

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 30 de diciem­bre de 2020

¿Calen­da­rio? El actual. ¿Geo­gra­fía? Cual­quier rin­cón del mundo.

Usted no sabe bien a bien por qué, pero cami­na de la mano de una niña. Está a pun­to de pre­gun­tar­le a dón­de se diri­gen, cuan­do pasan fren­te a una gran can­ti­na. Un gran letre­ro lumi­no­so, como la mar­que­si­na de un cine, decla­ra: “LA HISTORIA CON MAYÚSCULAS. Can­ti­na-bar”, y más aba­jo “No se admi­ten muje­res, infan­tes, indí­ge­nas, des­em­plea­dos, otroas, ancian@s, migran­tes y demás dese­cha­bles”. Algu­na mano blan­ca ha agre­ga­do “In this pla­ce, Black Lives does not mat­ter”. Y otra mano varo­nil sumó: “Muje­res pue­den entrar si se com­por­tan como hom­bres”. A los lados del esta­ble­ci­mien­to, se amon­to­nan cadá­ve­res de muje­res de todas las eda­des y, a juz­gar por las ropas hechas jiro­nes, de todas las cla­ses socia­les. Usted se detie­ne y, resig­na­da, la niña tam­bién. Se aso­man por la puer­ta y ven un des­or­den de hom­bres y muje­res con modos mas­cu­li­nos. Sobre la barra o mos­tra­dor, un varón esgri­me un bate de béis­bol y con él ame­na­za a dies­tra y sinies­tra. La muche­dum­bre está cla­ra­men­te divi­di­da: en un lado quie­nes aplau­den y en el otro quie­nes abu­chean. Todos están como embria­ga­dos: la mira­da furio­sa, la baba escu­rrién­do­les por la bar­bi­lla, el ros­tro enrojecido.

Se acer­ca a usted quien debe ser el por­te­ro o algo así y le pregunta:

“¿Quie­re pasar? Pue­de ele­gir el ban­do que gus­te. ¿Quie­re aplau­dir o cri­ti­car? No impor­ta cuál eli­ja, le garan­ti­za­mos que ten­drá muchos segui­do­res, likes, pul­ga­res arri­ba y más aplau­sos. Usted será famo­so si se le ocu­rre algo inge­nio­so, sea a favor o en con­tra. Y aun­que no sea muy inte­li­gen­te, bas­ta con que haga rui­do. Tam­po­co impor­ta si es cier­to o fal­so lo que gri­te, siem­pre y cuan­do gri­te fuerte”.

Usted valo­ra la ofer­ta. Le sue­na atrac­ti­va, sobre todo aho­ra que a usted no le sigue ni el perro.

“¿Es peli­gro­so?”, aven­tu­ra usted con timidez.

El cade­ne­ro lo tran­qui­li­za: “De nin­gu­na mane­ra, aquí rei­na la impu­ni­dad. Vea usted a quien está en turno al bate. Dice cual­quier ton­te­ría y unos le aplau­den y otros lo cri­ti­can con otras ton­te­rías. Cuan­do esa per­so­na ter­mi­ne su turno, otra subirá. Ya le dije antes que no nece­si­ta ser inte­li­gen­te. Es más, la inte­li­gen­cia aquí es un estor­bo. Aní­me­se. Así se olvi­da de las enfer­me­da­des, de las catás­tro­fes, de las mise­rias, de las men­ti­ras hechas gobierno, del maña­na. Aquí la reali­dad no impor­ta en reali­dad. Lo que vale es la moda en turno”.

Usted: “¿Y de qué discuten?”.

“Ah, de cual­quier cosa. Ambos lados se empe­ñan en fri­vo­li­da­des y estu­pi­de­ces. Como que la crea­ti­vi­dad no es lo suyo. Y así.”, res­pon­de el guar­dia mien­tras ojea, teme­ro­so, a lo alto de la edificación.

La niña sigue la direc­ción de la mira­da y, seña­lan­do a lo más alto del edi­fi­cio, don­de se alcan­za a ver un piso com­ple­to ‑todo vidrio espejo‑, pregunta:

“¿Y ésos de allá arri­ba están a favor o en contra?”

“Ah, no”, res­pon­de el hom­bre y agre­ga en un susu­rro: “Ésos son los due­ños de la can­ti­na. No nece­si­tan mani­fes­tar­se por nada, sim­ple­men­te se hace lo que ellos mandan”.

Afue­ra, más allá en el camino, se mira un gru­po de per­so­nas que, supo­ne usted, no tuvo inte­rés en entrar a la can­ti­na y siguió su camino. Otro tan­to sale del esta­ble­ci­mien­to con moles­tia, mur­mu­ran­do: “es impo­si­ble razo­nar ahí den­tro” y “en lugar de “La His­to­ria”, debe­ría lla­mar­se “La His­te­ria””. Ríen, se alejan.

La niña se le que­da miran­do. Usted duda…

Ella le dice: “Pue­des que­dar o seguir. Sólo haz­te res­pon­sa­ble de tu deci­sión. La liber­tad no es sólo poder deci­dir qué hacer y hacer­lo. Es tam­bién hacer­se res­pon­sa­ble de lo que se hace y de la deci­sión tomada”.

Sin deci­dir­se aún, usted le pre­gun­ta a la niña: “¿Y tú a dón­de vas?”

“A mi pue­blo”, dice la niña, y extien­de sus mani­tas al hori­zon­te como dicien­do “al mundo”.

Des­de las mon­ta­ñas del Sur­es­te Mexicano.

El Sup­Ga­leano.
Es Méxi­co, es 2020, es diciem­bre, es madru­ga­da, hace frío y una luna lle­na mira, asom­bra­da, cómo las mon­ta­ñas se incor­po­ran, se arre­man­gan un poco las naguas y des­pa­cio, muy des­pa­cio, se echan a andar.

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Del Cua­derno de Apun­tes del Gato-Perro: Espe­ran­za le cuen­ta a Defen­sa un sue­ño que tuvo.

“De ahí que estoy dor­mi­da y estoy soñan­do. Cla­ro lo sé que estoy soñan­do por­que estoy dor­mi­da. Enton­ces, de ahí que lo miro que estoy muy lejos. Que hay hom­bres y muje­res y otroas muy otros. Que sea que no los conoz­co. Que sea que hablan una len­gua que no entien­do. Y tie­nen muchos colo­res y modos muy dis­tin­tos. Hacen mucha bulla. Can­tan y bai­lan, hablan, dis­cu­ten, llo­ran, ríen. Y no conoz­co nada de lo que miro. Hay cons­truc­cio­nes gran­des y peque­ñas. Hay árbo­les y plan­tas como los de acá, pero dife­ren­tes. Muy otra la comi­da. O sea que todo muy raro. Pero lo más extra­ño es que, no sé por qué ni cómo, pero lo sé que estoy en mi casa”.

Espe­ran­za que­da en silen­cio. Defen­sa Zapa­tis­ta ter­mi­na de tomar apun­te en un su cua­derno, se le que­da miran­do y, des­pués de unos segun­dos, le pregunta:

“¿Sabes nadar?”.

Doy fe.
Guau-Miau.

Dibu­jos Zapatistas

FUENTE: Pozol

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