Méxi­co. EZLN: «Ésa es nues­tra misión: ser semi­lla que bus­ca otras semillas”

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de diciem­bre de 2020

LA MISIÓN.

De cómo Defen­sa Zapa­tis­ta tra­ta de expli­car­le a Espe­ran­za cuál es la misión del zapa­tis­mo y otros feli­ces razonamientos.

“Bueno, de ahí que te voy a expli­car algo muy impor­tan­te. Pero no lo pue­des tomar apun­te, sino que quie­re que lo guar­das en tu cabe­za. Por­que el cua­derno don­de quie­ra lo dejas bota­do, pero la cabe­za la tie­nes que car­gar todo el tiempo”.

Defen­sa Zapa­tis­ta cami­na de un lado a otro, como dice que hacía el fina­do cuan­do expli­ca­ba algo muy impor­tan­te. Espe­ran­za está sen­ta­da sobre un tron­co y, pre­vi­so­ra, ha colo­ca­do un nai­lon sobre la made­ra húme­da, flo­re­cien­te de mus­go, hon­gos y rami­tas secas.

“¿Aca­so lo vamos a mirar el lugar don­de lle­ga­mos con la lucha?”, suel­ta Defen­sa Zapa­tis­ta seña­lan­do con sus mani­tas a nin­gu­na parte.

Espe­ran­za está pen­san­do una res­pues­ta, pero es evi­den­te que Defen­sa hizo una pre­gun­ta retó­ri­ca, es decir, no le intere­sa la res­pues­ta, sino las pre­gun­tas que le siguen a la pri­me­ra cues­tión. Según ella, Defen­sa Zapa­tis­ta está siguien­do el méto­do científico.

“La pro­ble­ma no es enton­ces lle­gar, sino hacer­se un camino. Que sea que si no hay camino, pues hay que hacer­lo, por­que si no, cómo”, la niña blan­de un mache­te que a saber de dón­de salió, pero segu­ro en algu­na cham­pa lo están buscando.

“Enton­ces, la pro­ble­ma como que se cam­bió y lo más pri­me­ro es el camino. Por­que si no hay camino para don­de quie­res ir, pues de bal­de estás con esa preo­cu­pa­ción. Enton­ces, ¿qué vamos a hacer si no hay camino para don­de vamos?”.

Espe­ran­za res­pon­de con satis­fac­ción: “Espe­ra­mos a que deje de llo­ver para que no nos moja­mos cuan­do hace­mos el camino”.

Defen­sa se mesa los cabe­llos ‑y arrui­na el pei­na­do que a sus mama­ces le tomó media hora aco­mo­dar- y gri­ta: “¡No!”.

Espe­ran­za duda y aven­tu­ra: “Ya sé: le deci­mos una men­ti­ra al Pedri­to de que hay cara­me­los allá don­de vamos, pero no hay camino y vie­ra quién hace un su camino pri­me­ro, pues se atas­ca de caramelos”.

Defen­sa reac­cio­na: “¿Aca­so vamos a pedir apo­yo a los pin­ches hom­bres? Nun­ca­men­te. Noso­tras lo vamos a hacer como muje­res que somos”.

“Cier­to”, dice Espe­ran­za, “qué tal y de repen­te hay chocolates”.

Defen­sa sigue: “Pero ¿qué tal que nos per­de­mos cuan­do vamos abrien­do el camino?”.

Espe­ran­za res­pon­de: “¿Gri­ta­mos pidien­do ayu­da? ¿Saca­mos cohe­tón o toca­mos el cara­col para que oyen en el pue­blo y vie­nen a rescatarnos?”.

Defen­sa entien­de que Espe­ran­za está toman­do el asun­to lite­ral­men­te y, ade­más, está obte­nien­do el con­sen­so del res­to del públi­co. Por ejem­plo, el gato-perro aho­ra se rela­me los bigo­tes ima­gi­nan­do la olla lle­na de cho­co­la­tes al final del arcoí­ris, y el caba­llo cho­co sos­pe­cha que tal vez tam­bién hay maíz con sal y la olla rebo­sa de bote­llas de plás­ti­co. La Cala­mi­dad ensa­ya la coreo­gra­fía que le dise­ñó el Sup­Ga­leano, lla­ma­da “pas de cho­co­lat”, que con­sis­te en aba­lan­zar­se, en modo “rino­ce­ron­te”, sobre la olla.

Elías Con­tre­ras, por su par­te, des­de el pri­mer cues­tio­na­mien­to sacó su lima y afi­la su mache­te de doble canto.

Más allá, un ser inde­fi­ni­do, extra­or­di­na­ria­men­te pare­ci­do a un esca­ra­ba­jo, por­ta una pan­car­ta don­de se lee: “Lla­mad­me Ismael”, dis­cu­te con el Vie­jo Anto­nio las ven­ta­jas de la inmo­vi­li­dad en tie­rra fir­me, y así argu­men­ta: “Pues sí, mi esti­ma­do Quee­quog, no hay balle­na blan­ca que se acer­que a puer­to”. El anciano indí­ge­na y zapa­tis­ta, maes­tro invo­lun­ta­rio de la gene­ra­ción que se alzó en armas en 1994, se for­ja un ciga­rri­llo con dobla­dor y escu­cha aten­to los argu­men­tos del bichito.

La niña Defen­sa Zapa­tis­ta asu­me que, al igual que las cien­cias y las artes, está en el difí­cil lugar en que se es incom­pren­di­da: como un pas de deux aguar­dan­do el abra­zo para las piro­uet­tes y el sos­tén para un por­té; como un fil­me pre­so en una lata, espe­ran­do una mira­da que lo res­ca­te; como un puer­to sin embar­ca­ción; como una cum­bia pen­dien­te de unas cade­ras que le den voca­ción y des­tino; como un Ciga­la cón­ca­vo sin con­ve­xo; como Luz Casal yen­do al encuen­tro de la flor pro­me­ti­da; como Louis Lingg sin las bom­bas del punk; como Pan­chi­to Varo­na bus­can­do, detrás de un acor­de, un abril roba­do; como un ska sin slam; como un hela­do de nuez sin un Sup que le haga los honores.

Pero Defen­sa es defen­sa, pero tam­bién es zapa­tis­ta, así que nada de que nada, resis­ten­cia y rebel­día, y con la mira­da bus­ca el soco­rro del Vie­jo Antonio.

“Pero las tor­men­tas no res­pe­tan nada: lo mis­mo en mar y en tie­rra, en cie­lo y sue­lo. Has­ta las tri­pas de la tie­rra se retuer­cen y sufren huma­nos, plan­tas y ani­ma­les. No impor­tan su color, su tama­ño, su modo”, dice con voz apa­ga­da el Vie­jo Antonio.

Todos guar­dan un silen­cio mitad res­pe­to y mitad terror.

Sigue el Vie­jo Anto­nio: “Las muje­res y los hom­bres ven de gua­re­cer­se de vien­tos, llu­vias y sue­los rotos, y espe­ran a que pase para ver qué que­dó y qué no. Pero la tie­rra hace más por­que se pre­pa­ra para des­pués, para lo que sigue. Y en su guar­dar­se empie­za ya a cam­biar. La madre tie­rra no espe­ra a que ter­mi­ne la tor­men­ta para ver qué hacer, sino que des­de antes empie­za a cons­truir. Por eso dicen los más sabe­do­res que la maña­na no lle­ga así nomás y apa­re­ce de pron­to, sino que está ya ace­chan­do entre las som­bras y, quien sabe mirar, la encuen­tra en las grie­tas de la noche. Por eso los hom­bres y muje­res de maíz, cuan­do siem­bran, sue­ñan con la tor­ti­lla, el ato­le, el pozol, el tama­le y el mar­que­so­te. No hay toda­vía, pero saben que habrá y es lo que man­da su tra­ba­jo. Miran su tra­ba­ja­de­ro y miran el fru­to inclu­so antes de que la semi­lla toque el suelo.

Los hom­bres y muje­res de maíz, cuan­do miran este mun­do y sus dolo­res, miran tam­bién el mun­do que habrá que levan­tar y se hacen un su camino. Tres mira­das tie­nen: una para lo ante­rior; la otra para lo de aho­ra, y otra una para lo que sigue. Así saben que siem­bran un teso­ro: la mirada”.

Defen­sa asien­te entu­sias­ma­da. Entien­de que el Vie­jo Anto­nio entien­de el argu­men­to que no alcan­za a expli­car. Dos gene­ra­cio­nes dis­tan­tes en calen­da­rio y geo­gra­fía tien­den un puen­te que va y vie­ne… como los caminos.

“¡Correc­to!”, casi gri­ta la niña y mira con cari­ño al anciano.

Y sigue ella: “Si ya sabe­mos dón­de vamos, quie­re decir que ya sabe­mos dón­de no que­re­mos ir. Enton­ces en cada paso vamos ale­ján­do­nos de unos lados y nos vamos acer­can­do a otro uno. No hemos lle­ga­do toda­vía, pero el camino que hace­mos nos va mar­can­do ya por ese des­tino. Si que­re­mos comer tama­les, no vamos a estar sem­bran­do calabazas”.

El audi­to­rio en pleno hace un com­pren­si­ble ges­to de asco, ima­gi­nan­do una horri­ble sopa de calabazas.

“Aguan­ta­mos la tor­men­ta con lo que sabe­mos, pero ya esta­mos pre­pa­ran­do lo que sigue. Y lo pre­pa­ra­mos ya de una vez. Por eso hay que lle­var la pala­bra lejos. No impor­ta si quien la dijo ya no va a estar, sino que lo que impor­ta es que lle­gue la semi­lla a bue­na tie­rra y que, don­de ya hay, se desa­rro­lle. O sea apo­yar. Ésa es nues­tra misión: ser semi­lla que bus­ca otras semi­llas”, sen­ten­cia Defen­sa Zapa­tis­ta y, diri­gién­do­se a Espe­ran­za, pre­gun­ta: “¿Enten­dis­te?”.

Espe­ran­za se pone de pie y, con toda la solem­ni­dad de sus 9 años, res­pon­de seria:

“Sí, cla­ro lo enten­dí que de por sí vamos a morir miserablemente”.

Y, casi inme­dia­ta­men­te, agre­ga: “Pero vamos a hacer que val­ga la pena”.

Todos aplau­den.

Para refor­zar el “que val­ga la pena” de Espe­ran­za, el Vie­jo Anto­nio saca de su morra­le­ta una bol­sa de los cho­co­la­tes que lla­man “besi­tos”.

El gato-perro se hace de una bue­na can­ti­dad con un zar­pa­zo y el caba­llo cho­co pre­fie­re seguir con su bote­lla de plástico.

Elías Con­tre­ras, comi­sión de inves­ti­ga­ción del ezln, repi­te por lo bajo: “vamos a hacer que val­ga la pena”, y man­da el cora­zón y el pen­sa­mien­to al her­mano Samir Flo­res y a quie­nes se enfren­tan, sólo con su dig­ni­dad, al rui­do­so ladrón del agua y de la vida que se escon­de detrás de las armas del capa­taz, ése que ocul­ta en su pala­bre­río la cie­ga obe­dien­cia que debe al Man­dón: pri­me­ro dine­ro, des­pués dine­ro, dine­ro al final. Nun­ca jus­ti­cia, liber­tad tam­po­co, jamás la vida.

El bichi­to empie­za a pla­ti­car de cómo una barra de cho­co­la­te lo sal­vó de morir en la este­pa sibe­ria­na mien­tras iba, pro­ce­den­te de las tie­rras del Sami –don­de ento­nó el Yoik‑, a terri­to­rio de los Sel­kup a ren­dir hono­res al Cedro, el árbol de la vida. “Fui a apren­der, que para eso son los via­jes. Por­que hay resis­ten­cias y rebel­días que no por apar­ta­das en calen­da­rios y geo­gra­fías, son menos impor­tan­tes y heroi­cas”, dice mien­tras, con sus múl­ti­ples pati­tas, libe­ra al cho­co­la­te de su pri­sión de bri­llan­te papel alu­mi­nio, aplau­de y se zam­pa una por­ción, todo al mis­mo tiempo.

Por su par­te, Cala­mi­dad ha enten­di­do bien eso de que hay que pen­sar en lo que sigue y, con el cho­co­la­te emba­rra­do en sus mani­tas, decla­ra entu­sias­ma­da: “¡Vamos a jugar a las palomitas!”.

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Des­de el Cen­tro de Adies­tra­mien­to Marí­ti­mo-Terres­tre Zapatista.

El Sup­Ga­leano impar­tien­do el taller “El Gómi­to Inter­na­cio­na­lis­ta”.
Méxi­co, Diciem­bre del 2020.

Del cua­derno de apun­tes del gato-perro: El teso­ro es lo otro.

“Al ter­mi­nar, des­pa­cio me miró con su úni­co ojo y me dijo: «Lo espe­ra­ba Don Duri­to. Sepa usted que soy el últi­mo de los pira­tas ver­da­de­ros que vive en el mun­do. Y digo lo de «ver­da­de­ros» por­que aho­ra hay infi­ni­dad de «pira­tas» que roban, matan, des­tru­yen y saquean des­de los cen­tros finan­cie­ros y los gran­des pala­cios guber­na­men­ta­les, sin tocar más agua que la de la tina. Aquí está su misión (me entre­ga un lega­jo de per­ga­mi­nos vie­jos). Encuen­tre usted el teso­ro y pón­ga­lo a buen recau­do. Aho­ra dis­cúl­pe­me, pero ten­go que morir­me». Y al decir esto últi­mo, dejó caer la cabe­za sobre la mesa. Sí, esta­ba muer­to. El lori­to levan­tó vue­lo y se salió por una ven­ta­na dicien­do: «Paso al exi­lia­do de Miti­le­ne, paso al hijo bas­tar­do de Les­bos, paso al orgu­llo del mar Egeo. Abrid vues­tras 9 puer­tas temi­do infierno, que allá va a des­can­sar el gran­de Bar­ba­rro­ja. Ha encon­tra­do quien le siga los pasos y duer­me aho­ra quien hizo del océano ape­nas una lágri­ma. Con Escu­do Negro nave­ga­rá aho­ra el orgu­llo de los Pira­tas ver­da­de­ros». Bajo la ven­ta­na se exten­día el puer­to sue­co de Göte­borg y a lo lejos una nyc­kelhar­pa lloraba…”

Don Duri­to de La Lacan­do­na. Octu­bre de 1999.

Videos: Sec­ción: Tres deli­rios, dos gru­pos y un amotinado.

FUENTE: Pozol

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