Colom­bia: Res­pues­ta de Iván Már­quez y Jesús San­trich a misi­va de Pie­dad Cór­do­ba Ruiz

Mon­ta­ñas de Colom­bia, Diciem­bre 9 de 2020

Doc­to­ra
PIEDAD CÓRDOBA RUIZ
Bogo­ta

Cor­dial saludo.

Com­par­ti­mos su preo­cu­pa­ción por el hun­di­mien­to del Acuer­do de Paz en el pro­fun­do mar de la per­fi­dia del Esta­do, sen­ti­mien­to que tam­bién impac­ta a la inmen­sa mayo­ría de nues­tros com­pa­trio­tas que, como usted, tam­bién qui­sie­ran hacer algo por sal­var el más her­mo­so sue­ño de los colombianos.

Con las recien­tes reve­la­cio­nes del Espec­ta­dor ‑dia­rio que prac­ti­ca un nue­vo perio­dis­mo- el país nacio­nal tie­ne más razo­nes para reto­mar, con toda su fuer­za, la lucha por la paz, el más ele­va­do de todos los dere­chos; el dere­cho sín­te­sis sin el cual no tie­nen vida los demás dere­chos; por­que paz con masa­cres no es paz, paz sin tie­rra, sin demo­cra­cia, sin ali­men­to, sin techo, sin empleo, sin edu­ca­ción, sin un buen sala­rio, no es paz.

Nos pre­gun­ta Pie­dad Cór­do­ba, «¿Qué se requie­re para recom­po­ner el mal­tre­cho Acuer­do de La Haba­na del que uste­des son sus­crip­to­res bajo el carác­ter de ple­ni­po­ten­cia­rios? ¿Es fac­ti­ble ‑inda­ga- el res­ta­ble­ci­mien­to de lo acor­da­do en La Haba­na por uste­des y el Esta­do colom­biano? ¿Es posi­ble repa­rar el daño a la paz infli­gi­do por el Esta­do colom­biano y sus funcionarios?».

El daño ya está con­su­ma­do, Pie­dad. Debie­ra haber san­ción para los que des­tru­ye­ron e hicie­ron tri­zas la paz de un país que la nece­si­ta­ba y la sigue nece­si­tan­do más que nadie. Para des­ple­gar hoy cual­quier esfuer­zo que bus­que la solu­ción polí­ti­ca del con­flic­to, tene­mos que enca­de­nar pri­me­ro la trai­ción y la per­fi­dia del Esta­do, y al mis­mo tiem­po levan­tar un altar con­sa­gra­do al res­pe­to del prin­ci­pio de la nego­cia­ción Pac­ta Sunt Ser­van­da, por­que los acuer­dos son para cum­plir­los. Las con­di­cio­nes de la Juris­dic­ción Espe­cial y las obli­ga­cio­nes que esta­ble­ce, deben ser para todas las par­tes invo­lu­cra­das en el con­flic­to, no para una sola. Los deter­mi­na­do­res de la vio­len­cia des­de la cúpu­la del Esta­do actúan como unos cobar­des muer­tos de mie­do fren­te a la ver­dad. Es el caso del expre­si­den­te Uri­be que, habien­do sido el cere­bro de los fal­sos posi­ti­vos y coman­dan­te en jefe del para­mi­li­ta­ris­mo, pien­sa que pue­de escon­der su res­pon­sa­bi­li­dad tras los estruen­dos de una gue­rra per­pe­tua. La gen­te quie­re que ter­mi­ne ya ese jue­go de exten­der en el tiem­po la impu­ni­dad del mons­truo con manio­bras des­ver­gon­za­das de su bufe­te de abo­ga­dos, que aspi­ra a que el cie­rre del ciclo bio­ló­gi­co de su defen­di­do haga inapli­ca­ble, por edad o por lo que sea, la san­ción judi­cial que se mere­ce. Debe gene­rar con­flic­to moral defen­der crí­me­nes de lesa huma­ni­dad y sen­tir que se actúa como abo­ga­do del diablo.

Como por una inter­ven­ción del cie­lo y gra­cias al ejer­ci­cio de una pren­sa inde­pen­dien­te, se han iden­ti­fi­ca­do ya, ple­na­men­te, a los per­so­na­jes e ins­ti­tu­cio­nes que, en con­cier­to para delin­quir, sabo­tea­ron la paz de Colom­bia. De izquier­da a dere­cha ‑como en una foto­gra­fía- apa­re­cen el gobierno de los Esta­dos Uni­dos repre­sen­ta­do por el Depar­ta­men­to de Jus­ti­cia y a su lado el ban­di­do Nés­tor Hum­ber­to Mar­tí­nez, exfis­cal gene­ral de la Nación (quien siem­pre ame­na­zó con ini­ciar una gue­rra judi­cial tan pron­to cesa­ra la gue­rra con las armas). Ellos se encar­ga­ron de los mon­ta­jes judi­cia­les para entram­par la paz.

A con­ti­nua­ción, apa­re­cen los pode­res públi­cos. A pesar de que las par­tes habían admi­ti­do que la razón prin­ci­pal del con­flic­to repo­sa­ba en el asun­to de la tenen­cia de la tie­rra, el eje­cu­ti­vo resol­vió no titu­lar ni dar­le tie­rra a los cam­pe­si­nos para no des­atar la ira de las vacas sagra­das del lati­fun­dio. Cam­bió arbi­tra­ria­men­te el com­pro­mi­so de sus­ti­tu­ción de cul­ti­vos de uso ilí­ci­to por erra­di­ca­ción for­za­da. Per­si­gue solo al cam­pe­sino pobre y no moles­ta a los ban­que­ros y empre­sa­rios lava­do­res de acti­vos pro­ve­nien­tes del nar­co­trá­fi­co. Por ausen­cia de com­pro­mi­so el Gobierno pre­fi­rió hun­dir la refor­ma polí­ti­ca enfo­ca­da en la par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na, en la refor­ma elec­to­ral, la lucha con­tra el frau­de y la com­pra de votos, las cir­cuns­crip­cio­nes elec­to­ra­les espe­cia­les de paz. Tam­bién se des­en­ten­dió de las garan­tías de segu­ri­dad físi­ca que tenía que brin­dar a los líde­res socia­les en los terri­to­rios y a los excom­ba­tien­tes. Duque ter­mi­nó hablan­do de «paz con lega­li­dad», un sofis­ma para acu­chi­llar por la espal­da a la JEP. Y cie­rran la foto los legis­la­do­res. Muchos de ellos arma­ron en el Con­gre­so la baca­nal de las fie­ras, y con el pre­tex­to de la imple­men­ta­ción nor­ma­ti­va de los Acuer­dos alte­ra­ron a su ama­ño la letra de los mis­mos. En esto tuvo una enor­me res­pon­sa­bi­li­dad la Cor­te Cons­ti­tu­cio­nal (el otro poder) que, de mane­ra incohe­ren­te, des­pués de fallar en el sen­ti­do de que el acuer­do no se podía modi­fi­car en los pró­xi­mos tres gobier­nos, ter­mi­nó auto­ri­zan­do a unos legis­la­do­res sin sen­ti­do común, a vol­ver­lo trizas.

A eso se le lla­ma per­fi­dia y trai­ción. No hay dere­cho para que se arre­ba­te de esta mane­ra a los colom­bia­nos el dere­cho a la paz. Por aho­ra logra­ron que la posi­bi­li­dad de poner fin a 50 años de con­flic­to interno se nos escu­rrie­ra como agua entre los dedos.

La paz solo la pue­de ase­gu­rar el pue­blo, sus diri­gen­tes, el movi­mien­to social y polí­ti­co vol­ca­do en las calles y en toda la geo­gra­fía de la patria. Nos asis­te la cer­te­za de que pue­de ser alcan­za­da a tra­vés de una gran alian­za de las fuer­zas de la con­cor­dia, con el pro­pó­si­to abier­ta­men­te polí­ti­co de cons­ti­tuir­se en gobierno. Solo un gobierno de coa­li­ción demo­crá­ti­ca con todos los lide­raz­gos mul­ti­co­lo­res, apo­ya­do por el voto popu­lar podrá esta­ble­cer la paz com­ple­ta que recla­ma el país con­vo­can­do inme­dia­ta­men­te al diá­lo­go a las orga­ni­za­cio­nes insur­gen­tes, y por otro lado, a las agru­pa­cio­nes suce­so­ras del para­mi­li­ta­ris­mo. Pero nece­si­ta­mos unir­nos todos, el movi­mien­to social y los par­ti­dos (de izquier­da, libe­ral, con­ser­va­dor, los sin par­ti­do), los mili­ta­res que siem­pre han anhe­la­do paz para Colom­bia. Uni­dos todos habre­mos con­for­ma­do la poten­cia trans­for­ma­do­ra del cam­bio polí­ti­co y social garan­te de la paz.

Pie­dad, en reali­dad nues­tros ami­gos de cora­zón no están tris­tes por­que regre­sa­mos al mon­te, sino feli­ces por­que segui­mos vivos y en liber­tad, con una visión de paz más pre­ci­sa, más com­ple­ta y huma­na, res­guar­da­da de toda per­fi­dia, y sobre todo ben­de­ci­da por el anhe­lo infi­ni­to de todo un pue­blo; visión que fue cla­ra­men­te expues­ta en el mani­fies­to de las FARC-EP, Segun­da Mar­que­ta­lia, de agos­to de 2019.

Aten­ta­men­te,

Iván Már­quez Jesús Santrich

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