Femi­nis­mos. Nancy Car­do­so: “El papel de las teo­lo­gías fun­da­men­ta­lis­tas es ofre­cer a la socie­dad una cla­ve de inter­pre­ta­ción en la que no se nece­si­ta orga­ni­za­ción social”

Por Denis­se Legran­do, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 de diciem­bre de 2020 ·

Para la teó­lo­ga femi­nis­ta, a par­tir del avan­ce del movi­mien­to femi­nis­ta y de otras luchas se gene­ra­ron avan­ces que pro­vo­ca­ron pavor en las cla­ses domi­nan­tes, que tuvie­ron una “revan­cha patriarcal”

Nancy Car­do­so es bra­si­le­ña y tie­ne 61 años. Es teó­lo­ga femi­nis­ta, hizo su maes­tría y doc­to­ra­do en Cien­cias de la Reli­gión. Es pas­to­ra meto­dis­ta hace 35 años. En los últi­mos 25 años ha sido pas­to­ra en la Comi­sión Pas­to­ral de la Tie­rra, una comi­sión de las igle­sias para los con­flic­tos rela­cio­na­dos con la tie­rra. Ahí for­jó su expe­rien­cia con los movi­mien­tos cam­pe­si­nos en Bra­sil, más que nada de muje­res campesinas.

¿Qué es la teo­lo­gía feminista?

La teo­lo­gía femi­nis­ta se da cuan­do nos damos cuen­ta de que el cris­tia­nis­mo que nos fue impues­to es un ves­ti­do muy apre­ta­do, en el que no pode­mos mover­nos. Reci­bi­mos un impac­to muy fuer­te de los movi­mien­tos femi­nis­tas a lo lar­go del últi­mo siglo. Esta incon­for­mi­dad, esta inquie­tud den­tro de las igle­sias, suma­da al impac­to que vie­ne de afue­ra, fue gene­ran­do sos­pe­chas y ahí vino la pre­gun­ta: ¿por qué que­re­mos seguir sien­do cris­tia­nas y hacien­do teo­lo­gía? Ahí toma­mos una deci­sión: la mane­ra de seguir fue crean­do una voz pro­pia, una voz colec­ti­va. Y a par­tir de ahí, tener la expe­rien­cia de la espi­ri­tua­li­dad y la mís­ti­ca sin los lími­tes del patriar­ca­do. La teo­lo­gía femi­nis­ta es esta voz per­so­nal y colec­ti­va de gru­pos de muje­res que quie­ren seguir en lo que, influen­cia­das por la teo­lo­gía de la libe­ra­ción, ya no lla­ma­mos cris­tia­nis­mo, sino Movi­mien­to de Jesús. Fue para tener una voz para noso­tras mis­mas y para las muje­res que sea una espi­ri­tua­li­dad libe­ra­do­ra, y no de dis­ci­pli­na y de con­trol, como nos hacen aprender.

Decís que las muje­res pobres son “cap­tu­ra­das por los fundamentalismos”.

Las muje­res son mayo­ría en las igle­sias. De algu­na mane­ra fun­cio­na para las muje­res lo que las igle­sias ofre­cen: la vida comu­ni­ta­ria, poder tener un espa­cio común para hablar de sus dolo­res y preo­cu­pa­cio­nes. Por­que, en gene­ral, están invi­si­bi­li­za­das y ais­la­das en la socie­dad. Aho­ra se encuen­tran cada vez más en las luchas socia­les, pero para la mayo­ría de las muje­res la fe es este espa­cio de cons­truc­ción de víncu­los y lazos. Al mis­mo tiem­po, es un espa­cio que no garan­ti­za auto­no­mía; lo dis­fru­tan mucho, pero tie­ne toda una par­te de con­trol y dis­ci­pli­na. La reli­gión cum­ple un rol en las socie­da­des bur­gue­sas y en las peri­fe­rias: “aguan­tar”, “sopor­tar”. Hay una poe­sía que dice que la reli­gión tie­ne tres aspec­tos: opio, paraí­so y anal­gé­si­cos. La reli­gión es eso: para esca­par, para la uto­pía, o por­que está dolien­do, y cuan­do due­le quie­ro algo que lo cure. La reli­gión y los ritua­les tie­nen este papel. Todo esto, que tie­ne una fun­ción cul­tu­ral y antro­po­ló­gi­ca fun­da­men­tal, está mani­pu­la­do y con­tro­la­do por sec­to­res del patriar­ca­do y de los fun­da­men­ta­lis­mos. Esta es la con­tra­dic­ción de las muje­res en las igle­sias cristianas.

Hablás tam­bién del “des­per­tar eró­ti­co” que se da en las iglesias.

La espi­ri­tua­li­dad es expre­sión de áni­ma. Opio, paraí­so y anal­gé­si­cos. El opio y el paraí­so tie­nen que ver con el sen­ti­mien­to de pla­cer que una tie­ne con la vida, con­si­go mis­ma, de vivir y gozar la vida, pero tam­bién de esta­ble­cer rela­cio­nes huma­ni­za­do­ras y pla­cen­te­ras. Estos espa­cios comu­ni­ta­rios son luga­res para que las muje­res pue­dan pro­mo­ver esta expe­rien­cia eró­ti­ca. La reli­gión tie­ne mucho que ver con el éxta­sis. Esto es muy mani­pu­la­do por las reli­gio­nes neo­pen­te­cos­ta­les. Con la músi­ca, la ala­ban­za y el bai­le, lo que hacen es crear un cli­ma de liber­tad y goce, pero des­pués lo con­tro­lan y lo admi­nis­tran. Enton­ces, ponen todo en cla­ve de rela­ción a Dios. Por­que des­pués te van a decir cómo debe ser la fami­lia, la pare­ja, y cómo vivir la sexua­li­dad. La reli­gión es una olla de con­tra­dic­cio­nes. Enton­ces, la teo­lo­gía femi­nis­ta no es sólo denun­cia, sino que quie­re ser un len­gua­je eró­ti­co sobre noso­tras mis­mas, sobre estar vivas, y sobre la fe. Por­que hay que tener mucha fe para creer que pode­mos derri­bar el patriar­ca­do y cam­biar las cosas. Para eso hay que tener este áni­mo, este goce, esta mís­ti­ca que el movi­mien­to femi­nis­ta tam­bién tiene.

Hablás tam­bién del páni­co moral.

En Bra­sil esto fue muy fuer­te. A par­tir del avan­ce del movi­mien­to femi­nis­ta y de otras luchas se gene­ra­ron avan­ces que pro­vo­ca­ron pavor en las cla­ses domi­nan­tes. Por eso los gol­pes en Bra­sil y en Boli­via. Es una mane­ra de las éli­tes de no abrir espa­cio para esta demo­cra­cia. Las igle­sias han ofre­ci­do una cla­ve inter­pre­ta­ti­va para eso. Es decir, han pues­to en el femi­nis­mo, en la juven­tud, en el movi­mien­to LGBT los pun­tos de cri­sis de la socie­dad. Enton­ces, es cul­pa de las femi­nis­tas, de los jóve­nes, de los gays. Así se gene­ra un páni­co moral. En Bra­sil fun­cio­nó con la elec­ción de Bol­so­na­ro. Las noti­cias fal­sas esta­ban todas rela­cio­na­das con esto. Y la gen­te lo creía. Se toma­ron los recla­mos de los movi­mien­tos y los trans­for­ma­ron en una cla­ve de temor y de mie­do para la socie­dad. Se va gene­ran­do un páni­co y una pola­ri­za­ción median­te los que la socie­dad se tor­na anti­fe­mi­nis­ta. Esta­mos en un momen­to de fake news y men­ti­ras. La infor­ma­ción está en dispu­ta, se mani­pu­la lo que está pasando.

¿El dis­cur­so femi­nis­ta está en un pun­to de saturación?

No satu­ró, recién esta­mos empe­zan­do. Hay un lema: “Diver­sas, pero no dis­per­sas”. El movi­mien­to femi­nis­ta tie­ne visión y per­cep­ción de que hay una tarea de edu­ca­ción popu­lar, de masi­fi­car y tener un víncu­lo de cla­se. Tam­bién de que hay inter­sec­cio­na­li­da­des de géne­ro, cla­se, raza. El femi­nis­mo es cons­cien­te de eso. Lo que muchas veces con­si­de­ra­mos femi­nis­mo es la expre­sión más evi­den­te de un pro­ce­so social mucho mayor. Hay femi­nis­mos de muchos tipos. Muchos movi­mien­tos comu­ni­ta­rios son lucha femi­nis­ta, aun­que no ten­gan la cara evi­den­te del femi­nis­mo. Los movi­mien­tos más orga­ni­za­dos saben que es una cues­tión de diver­si­dad, pero no de dis­per­sión. El femi­nis­mo en Lati­noa­mé­ri­ca es muy plu­ral. No hay que tener la pre­ten­sión de hablar en nom­bre de todo el movi­mien­to. Si un gru­po femi­nis­ta tie­ne la pre­ten­sión de repre­sen­tar a las otras, ahí no.

¿Cómo se conec­tan los femi­nis­mos con la espiritualidad?

Las femi­nis­tas cree­mos que vamos a crear rela­cio­nes dis­tin­tas; de igual­dad, de diver­si­dad, en un mun­do que está podri­do. Pero cree­mos. Tene­mos las ganas y la crea­ti­vi­dad para pro­mo­ver­lo. Eso es para mí el áni­ma. Tener esta fe de que se pue­de, de que nada es impo­si­ble de cam­biar. No tie­ne que tener el nom­bre de un dios o de una reli­gión. Tan­to la crí­ti­ca como la crea­ti­vi­dad de los femi­nis­mos gene­ran mucha ener­gía, goce y ale­gría, en el medio del dolor. Cuan­do gri­ta­mos que Amé­ri­ca Lati­na va a ser toda femi­nis­ta no es de locas, es que cree­mos en eso. Esa es la mís­ti­ca: cómo tor­nar eso más popu­lar para que lle­gue a las muje­res de las cla­ses popu­la­res que tie­nen otros sig­nos cul­tu­ra­les y otras musi­ca­li­da­des. Tam­bién hay algo muy fuer­te en cómo nos tra­ta­mos las muje­res: “Ni una menos”, “Tocan a una, tocan a todas”. Es muy impac­tan­te y muy nue­vo. Lo que yo quie­ro para mi hija o hijo lo quie­ro para el tuyo tam­bién. Lo que a vos te pasa me intere­sa. Y así vamos crean­do estas cla­ves. Esto para mí es espi­ri­tua­li­dad. Es bas­tan­te mate­rial, pero esta mate­ria­li­dad tie­ne mucho de uto­pía. Es lucha, pero tam­bién es fiesta.

Si bien esta­mos en el momen­to de mayor emer­gen­cia del movi­mien­to femi­nis­ta, en dis­tin­tos paí­ses las urnas les die­ron el apo­yo a opcio­nes más con­ser­va­do­ras, inclu­so antifeministas.

Es la revan­cha patriar­cal. El cre­ci­mien­to expre­si­vo tan sig­ni­fi­ca­ti­vo que se expre­sa­ba en polí­ti­cas públi­cas, en cam­bios en los modos de orga­ni­zar la vida públi­ca, gene­ró un temor en los sec­to­res más con­ser­va­do­res y en las éli­tes. Por­que el femi­nis­mo es un recla­mo que tra­ba­ja con los intere­ses de la mayo­ría de las pobla­cio­nes, no sólo de las muje­res. Des­de las muje­res, pero para todas y todos; de dere­chos y demo­cra­cia. Esto gene­ra este temor, que en cla­ve reli­gio­sa se va a tra­du­cir como un páni­co moral y a par­tir del que los sec­to­res de la polí­ti­ca van a ope­rar. En Bra­sil fui­mos gol­pea­dos. Las éli­tes par­la­men­ta­rias, eco­nó­mi­cas y de los medios se orga­ni­za­ron y sos­tu­vie­ron un pro­ce­so de gol­pe que la socie­dad bra­si­le­ña no tuvo con­di­cio­nes de enfren­tar. Es otro tipo de gol­pe, ya no es más el gol­pe mili­tar. Es un gol­pe más sola­pa­do. Por­que hubo un pro­ce­so par­la­men­ta­rio. Lo que nos está dicien­do es que la demo­cra­cia aho­ra es un pro­ble­ma. Lo que tene­mos aho­ra es una expre­sión de demo­cra­cia enfer­ma, que fue achi­ca­da, que fue nega­da y gol­pea­da. La demo­cra­cia libe­ral bur­gue­sa nun­ca expre­só los intere­ses de las mayo­rías de Lati­noa­mé­ri­ca. Y aho­ra, mucho menos. Hay meca­nis­mos par­la­men­ta­rios y judi­cia­les para inte­rrum­pir y cri­mi­na­li­zar los movi­mien­tos y los lide­raz­gos. No tene­mos con­di­cio­nes reales de expre­sión demo­crá­ti­ca. Lo que pasó en Boli­via es intere­san­te: hubo un resur­gir des­de los movi­mien­tos socia­les, por izquier­da, y en un año logra­ron una sali­da con las elec­cio­nes. Mucho mejor que lo que pasó en Bra­sil, que con la cri­mi­na­li­za­ción de Lula y del Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res demo­ni­za­ron lo par­ti­da­rio y gene­ra­ron páni­co moral.

¿El resur­gir para dar pelea a estos movi­mien­tos será des­de los movi­mien­tos socia­les ante la cri­sis de repre­sen­ta­ción de los par­ti­dos políticos?

El gobierno de Lula tenía un pro­gra­ma de vivien­da que fue muy gran­de, tam­bién uno de inclu­sión en la uni­ver­si­dad. Cosas muy con­cre­tas, que no par­tie­ron de Lula, sino des­de los movi­mien­tos socia­les, que apor­ta­ron des­de aba­jo para crear las polí­ti­cas de inclu­sión. Sin embar­go, la cla­ve de inter­pre­ta­ción la ofre­cie­ron las igle­sias. La gen­te no tenía casa, y aho­ra tie­ne casa “gra­cias a Dios”. Por­que hicie­ron una pro­me­sa en la igle­sia con el pas­tor y “Dios cum­plió”. Ese es el papel de las teo­lo­gías fun­da­men­ta­lis­tas: ofre­cer a la socie­dad una cla­ve de inter­pre­ta­ción en la que no se nece­si­ta orga­ni­za­ción social. No tie­nen que escu­char a nadie por­que Dios mis­mo les va a garan­ti­zar todo. Enton­ces, todos los pro­yec­tos de lucha por la vivien­da de Bra­sil tuvie­ron como cla­ve de inter­pre­ta­ción la reli­gión. La demo­cra­cia que tene­mos no garan­ti­za dere­chos a todas y todos, son demo­cra­cias incom­ple­tas y vivi­mos en una moder­ni­dad que no cum­ple sus pro­me­sas. Esto gene­ra frus­tra­ción con la polí­ti­ca que no cum­ple con sus pro­me­sas. Así se crea una frus­tra­ción a nivel social. Des­pués vie­nen las cla­ves inter­pre­ta­ti­vas que pro­po­nen que la gen­te quie­re un sal­va­dor, un mesías. Como fue Bol­so­na­ro. Ahí vie­ne otro ima­gi­na­rio mági­co: alguien que no tie­ne nada que ver con la polí­ti­ca, un tipo de afue­ra es lo que la polí­ti­ca nece­si­ta. La gen­te aho­ra en Bra­sil ya se está dan­do cuen­ta, y está cam­bian­do de nue­vo el ima­gi­na­rio expli­ca­ti­vo de la socie­dad. Aho­ra la extre­ma dere­cha nue­va no logró mucho. Tam­po­co la izquier­da. Vol­ve­mos a un perío­do en que los intere­ses se están aco­mo­dan­do. Si des­de la izquier­da no se enfren­tan todas las estruc­tu­ras que gene­ran des­igual­dad social, no se pue­de hacer polí­ti­ca de inclu­sión. Si una izquier­da lle­ga y dice que sin enfren­tar estos pro­ble­mas estruc­tu­ra­les va a hacer polí­ti­ca, va a ter­mi­nar gene­ran­do frus­tra­ción y des­con­ten­to social. Esto gene­ra esta cri­sis en los ima­gi­na­rios y en los deseos.

Pare­ce que es cla­ve que ade­más de que haya polí­ti­ca públi­ca haya una pro­pues­ta de cla­ve de inter­pre­ta­ción que cons­tru­ya el relato.

Eso se hace con edu­ca­ción popu­lar, dan­do con­di­cio­nes a las per­so­nas de inter­pre­tar su pro­pia reali­dad. Gene­ran­do una apro­pia­ción de la his­to­ria y de la dispu­ta polí­ti­ca, y tam­bién de la inter­pre­ta­ción sobre la prác­ti­ca. La edu­ca­ción popu­lar aho­ra es fun­da­men­tal. Si no enfren­ta­mos la con­cen­tra­ción de rique­za y opor­tu­ni­da­des se va a gene­rar frus­tra­ción. La gen­te va a bus­car ele­men­tos por los que expre­sar­se, por­que no ve con­di­cio­nes crea­ti­vas de par­ti­ci­pa­ción en los pro­ce­sos socia­les de cam­bio. Opio, paraí­so, anal­gé­si­cos. Para las femi­nis­tas esto es muy impor­tan­te, por­que nos ofre­ce­mos a noso­tras mis­mas una voz pro­pia para la inter­pre­ta­ción. Es un canal de expre­sión y es una mane­ra de tra­tar la frus­tra­ción y gene­rar la fe de que sí vamos a cam­biar las cosas. Las igle­sias son una res­pues­ta a esto. Opio, paraí­so, anal­gé­si­cos. Des­pués está lo que que­da en los terri­to­rios, que es la mili­cia, la poli­cía y el trá­fi­co de dro­gas. Todo eso es con­tra los pobres en los territorios.

Muchas de las per­so­nas que com­po­nen estos tres gru­pos tam­bién son pobres.

Sí, pero están en los terri­to­rios bajo esa for­ma, y el Esta­do no lle­ga. O lle­ga de una mane­ra super­fi­cial. Hay que tra­tar de encon­trar estos ele­men­tos de resis­ten­cia, de seguir vivien­do. Como hacen tra­ba­ja­do­ras domés­ti­cas: una seño­ra sale a las seis de la maña­na de su casa, tra­ba­ja todo el día en la casa de otra fami­lia, invi­si­ble, explo­ta­da, con peque­ños sala­rios, sin dere­chos. A la noche vuel­ve a su casa, se toma un bus, via­ja un mon­tón. Pero, antes de lle­gar a su casa, pasa por la igle­sia. Se encuen­tra con sus ami­gas y va a can­tar, a ala­bar y a gozar. Opio, paraí­so y anal­gé­si­cos. Des­pués se va a su casa, hace la cena, lava la ropa y sufre vio­len­cia, pero en ese momen­to está gozan­do. Esa es la fun­ción de la reli­gión. Pue­de ser que un día estén todos los dere­chos garan­ti­za­dos, que la revo­lu­ción ya haya lle­ga­do, y enton­ces no se pre­ci­se más de la reli­gión y la mís­ti­ca. Pero toda­vía no lle­gó, y así vive la gente.

¿Es posi­ble sin pre­sen­cia direc­ta en los terri­to­rios ofre­cer una cla­ve de interpretación?

Con las muje­res de las cla­ses popu­la­res no, por eso insis­to en la edu­ca­ción popu­lar. El femi­nis­mo no es una voz que sus­ti­tu­ya la voz de otras muje­res. No somos muje­res ilu­mi­na­das. Eso es lo más patriar­cal que hay. No habla­mos por otras. Sabe­mos que las muje­res que toda­vía están dis­per­sas tie­nen que tener su pro­pia voz y sus orga­ni­za­cio­nes. Es una ten­sión den­tro del femi­nis­mo. Pero las ilu­mi­na­das no van a hablar por la mayo­ría de las mujeres.

¿El for­ta­le­ci­mien­to de las igle­sias neo­pen­te­cos­ta­les tie­ne que ver con la ausen­cia del Estado?

Con un Esta­do que no cum­ple sus pro­me­sas y que no radi­ca­li­za la democracia.

¿Hay dis­po­si­ción en la hiper­in­te­gra­ción de habi­li­tar el deseo y la expre­sión de la pobreza?

Los cam­bios que tene­mos que hacer no los vamos a hacer con las van­guar­dias ilu­mi­na­das. Esta es una tarea que el pue­blo, las mayo­rías deben asu­mir. Si segui­mos sien­do sec­to­res que repre­sen­tan otros sec­to­res, las cosas no van a cam­biar. Hay que acer­car­se a la gen­te, com­pro­me­ter­nos des­de aba­jo. Sin eso los cam­bios no van a pasar. Van a haber cam­bios super­fi­cia­les, y muy fácil­men­te las con­tra­dic­cio­nes socia­les los van a absor­ber y todo va a seguir igual.

Pare­ce aho­ra que el mun­do cam­bió. ¿Qué cambió?

Hay que tener una lec­tu­ra de cla­se de lo que está pasan­do. Con los blo­queos sani­ta­rios se afec­tó a las cla­ses más bajas, mien­tras las otras cla­ses tie­nen acce­so a que los mer­ca­dos les entre­guen lo que nece­si­tan a domi­ci­lio. Las polí­ti­cas de aus­te­ri­dad de nues­tros gobier­nos sacri­fi­ca­ron la posi­bi­li­dad de que haya salud uni­ver­sal de cali­dad para toda la pobla­ción. Hay una cri­sis sani­ta­ria y hay una cri­sis eco­nó­mi­ca, ali­men­ta­ria, cli­má­ti­ca, que ya exis­tía y aho­ra se agra­vó. No soy apo­ca­líp­ti­ca, pero si no logra­mos garan­ti­zar salud uni­ver­sal de cali­dad para todas las per­so­nas vamos a tener peo­res pro­ble­mas. La pan­de­mia nos reve­ló esta fra­gi­li­dad sis­té­mi­ca. Y van a venir otras. Es algo que vamos a tener que enfren­tar. Quie­ro hablar de la pan­de­mia, pero quie­ro hablar de la cri­sis más allá de eso. Pode­mos tener una vacu­na, pero si segui­mos tenien­do el sis­te­ma que tene­mos no van a cam­biar las cosas. Tene­mos que ver cómo se trans­for­ma todo esto en polí­ti­ca. Se cues­tio­na mucho en el mun­do el fun­da­men­ta­lis­mo reli­gio­so, y estoy para hacer eso, pero no se cues­tio­na el fun­da­men­ta­lis­mo de las indus­trias. En la pan­de­mia hay mucha mani­pu­la­ción y des­igual­dad. Y vino para quedarse.

¿La pan­de­mia nos hizo razo­nar que no somos inmortales?

La cul­tu­ra tie­ne muchas mane­ras de lidiar con esto. Como la cul­tu­ra fit­ness o el elo­gio de la juven­tud. Son todas expre­sio­nes de que sabe­mos que vamos a morir, e inten­ta­mos enlen­te­cer­lo. A veces no enfren­ta­mos la muer­te de mane­ra crea­ti­va, sabe­mos que somos mor­ta­les y por eso inten­ta­mos crear estra­te­gias de per­du­rar, pero en reali­dad son meca­nis­mos de con­trol. No sólo hay que garan­ti­zar la vida, sino que hay que lograr que sea una vida de cali­dad. Somos mor­ta­les, garan­ti­zar la vida de cali­dad para todas y todos es el desa­fío. La vejez es un pro­ble­ma. Tene­mos que hablar sobre cómo enve­je­ce­mos. De eso se tra­ta la vida, nos vamos mar­chi­tan­do. Tene­mos que apren­der a vivir eso con cali­dad, dig­ni­dad y con su pro­pia belle­za. Que somos mor­ta­les creo que todos lo sabemos.

¿Todas las muer­tes valen lo mismo?

Todos vamos a morir, pero tene­mos que ver cómo hace­mos para evi­tar muer­tes inne­ce­sa­rias. En Bra­sil, todas las sema­nas hay sie­te jóve­nes negros ase­si­na­dos por la Poli­cía. Todos vamos a morir, pero hay muer­tes que pue­den ser evi­ta­das, como las que son por el ham­bre o por la vio­len­cia poli­cial. La muer­te es lo más demo­crá­ti­co que hay. Vol­ve­mos todos a lo mis­mo. Tie­rra, tie­rra. La muer­te nos igua­la. Lo que no nos igua­la son las con­di­cio­nes de des­igual­dad existenciales.

¿Cómo se tra­tó des­de la reli­gión con este nue­vo páni­co social?

Los pas­to­res y los curas al prin­ci­pio dije­ron “esto no es nada”, “Dios nos va a sanar”. Se tra­tó con nega­ción y anti­cien­ti­fi­cis­mo. Se nega­ba la evi­den­cia. Todo eso fue supe­ra­do, por­que la his­to­ria lo mos­tró. Por otro lado, la socie­dad no tie­ne cómo ofre­cer salud uni­ver­sal de cali­dad, enton­ces toda­vía van a exis­tir espa­cios para elu­cu­bra­cio­nes mági­cas en torno a la pan­de­mia. Estas cla­ves exis­ten, pero no sobre­vi­ven. Como fue en su momen­to la idea del VIH como “cas­ti­go de Dios”. Exis­ten, pero no sobre­vi­ven, por­que la reali­dad golpea.

¿Cómo hubie­ra sido si el virus pan­dé­mi­co de esta épo­ca fue­ra por trans­mi­sión sexual? ¿Hubie­ra sido un rela­to ganador?

El patriar­ca­do nos vigi­la todos los hue­cos cor­po­ra­les. Por­que por los hue­cos cor­po­ra­les pasa la vida: lo que vemos, lo que come­mos. Todos los hue­cos de los cuer­pos tie­nen que ver con la vida. Esta pan­de­mia es por nariz y boca, enton­ces no gene­ra tan­to páni­co como si fue­ra por los hue­cos sexua­les. Si hubie­ra sido así se iba a com­bi­nar con el ima­gi­na­rio social sobre la sexua­li­dad. En los cuer­pos en rela­ción entran y salen cosas. Esto es algo muy impor­tan­te para la reli­gión. Por eso los pas­to­res y los curas creen que pue­den hablar sobre el sexo, por­que quie­ren con­tro­lar las entra­das y las sali­das, las per­so­na­les y las socia­les. En la pan­de­mia se enfla­que­ció un poco esta capa­ci­dad. Era muy fácil decir que los homo­se­xua­les eran res­pon­sa­bles de la trans­mi­sión del VIH, aun­que no fue­ra ver­dad, aun­que la trans­mi­sión de varo­nes a muje­res fue­ra muy fuer­te. Pero era muy fácil, por el ima­gi­na­rio social de trans­gre­sión que había ahí. Pero nadie está intere­sa­do en la nariz y en la boca, que es por don­de entra la covid-19. No nos intere­sa la cali­dad del aire ni de lo que come­mos. Estos hue­cos no están den­tro de esas pau­tas. No intere­san estos hue­cos. Los hue­cos que intere­san son los sexuales.

fuen­te: La Diaria

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