Colom­bia. Entre fal­sos posi­ti­vos, ocul­ta­mien­to de infor­ma­ción y pare­cer­se a la OTAN: la intrín­gu­lis de las Fuer­zas Arma­das colombianas

Por Ser­gio Rodrí­guez Gel­fens­tein, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 diciem­bre 2020.-

La cri­sis ins­ti­tu­cio­nal de Colom­bia es de lar­ga data a un pun­to tal que ya es par­te del sis­te­ma polí­ti­co, dicho de otra mane­ra, las éli­tes dise­ña­ron un mode­lo a tra­vés del cual la cri­sis es vis­ta y acep­ta­da como expre­sión de demo­cra­cia. Cla­ro, el res­que­bra­ja­mien­to del Esta­do tie­ne lími­tes en tan­to no afec­te los intere­ses oli­gár­qui­cos que con­tro­lan ese país des­de la independencia.

Las fuer­zas arma­das no son aje­nas a este fenó­meno. Fue­ron crea­das para “… la defen­sa de la sobe­ra­nía, la inde­pen­den­cia, la inte­gri­dad del terri­to­rio nacio­nal y del orden cons­ti­tu­cio­nal” según reza el artícu­lo 217 de la Cons­ti­tu­ción polí­ti­ca. Sin embar­go, toda vez que los úni­cos con­flic­tos exter­nos que ha teni­do Colom­bia des­de 1948 han sido pro­vo­ca­dos por Bogo­tá: la incur­sión de la cor­be­ta Cal­das en 1987 en aguas juris­dic­cio­na­les de Vene­zue­la y la inva­sión a Ecua­dor en 2008, el esta­men­to cas­tren­se ha sido invo­lu­cra­da en una gue­rra inter­na ‑que no han podi­do ganar en el terreno mili­tar- por más de 60 años en defen­sa de ese “orden cons­ti­tu­cio­nal” que sir­ve a las éli­tes y mar­gi­na al pue­blo que se encuen­tra sumi­do en altos nive­les de pobre­za y exclusión.

En el caso de las fuer­zas arma­das, el más alto gra­do de des­com­po­si­ción se mani­fes­tó a tra­vés de la polí­ti­ca de fal­sos posi­ti­vos median­te la cual el bino­mio Uri­be-San­tos pros­ti­tu­yó a una par­te impor­tan­te del com­po­nen­te mili­tar colom­biano. Ese deli­to que según la Cor­te Penal inter­na­cio­nal (CPI) “pue­de ser cata­lo­ga­do como de lesa huma­ni­dad y de gue­rra” se con­vir­tió en 2012 en polí­ti­ca de Esta­do si se con­si­de­ra que estos ase­si­na­tos fue­ron come­ti­dos para aumen­tar los índi­ces de éxi­to mili­tar, trans­for­man­do la muer­te de civi­les en ins­tru­men­to de obten­ción de mayo­res recur­sos inter­na­cio­na­les para el logro de sus objetivos

Al res­pec­to, en un infor­me ela­bo­ra­do en noviem­bre de 2012, la Cor­te seña­ló que: “Una polí­ti­ca de Esta­do no nece­sa­ria­men­te tie­ne que con­ce­bir­se en el más alto nivel de la maqui­na­ria esta­tal, sino que pue­de ser adop­ta­da por órga­nos esta­ta­les loca­les o regio­na­les. Inclu­so una polí­ti­ca adop­ta­da local o regio­nal­men­te pue­de ser cata­lo­ga­da como polí­ti­ca de Estado”.

Estos hechos que no sólo mani­fes­ta­ron el horror de la gue­rra que el Esta­do libra con­tra el pue­blo, fue­ron expre­sión de un des­con­ten­to en cier­tos sec­to­res de las fuer­zas arma­das colom­bia­nas que no acep­ta­ban que se les uti­li­za­ra para for­ma­li­zar la vio­la­ción de dere­chos huma­nos, habi­da cuen­ta la impu­ni­dad que en lo interno ha teni­do la oli­gar­quía de ese país a tra­vés de la his­to­ria, y en lo externo el aval que Esta­dos Uni­dos le ha con­ce­di­do para come­ter todo tipo de crí­me­nes en nom­bre de la democracia.

Según el ana­lis­ta polí­ti­co colom­biano Juan Car­los Tanus, en su país hay tres sec­to­res den­tro de las fuer­zas arma­das: los que viven del nar­co­trá­fi­co, los que viven de la lucha con­tra el nar­co­trá­fi­co y un ter­ce­ro que se opo­ne a vin­cu­lar a la ins­ti­tu­ción mili­tar con el deli­to nacio­nal y trasnacional.

Las con­ver­sa­cio­nes de paz en La Haba­na entre las Farc y el gobierno colom­biano mani­fes­ta­ron un deba­te en las sesio­nes ofi­cia­les y fue­ra de ellas entre los líde­res gue­rri­lle­ros y los jefes mili­ta­res colom­bia­nos que for­ma­ban par­te de la dele­ga­ción guber­na­men­tal. Tal como ocu­rrie­ra en un even­to simi­lar a comien­zos de los años 90 del siglo pasa­do en las nego­cia­cio­nes que cul­mi­na­ron con un acuer­do de paz entre las fuer­zas enfren­ta­das en la gue­rra civil de El Sal­va­dor, la comu­ni­ca­ción entre gue­rri­lle­ros y mili­ta­res se tor­na­ba flui­da y aus­pi­cio­sa. Solo los que cono­cen la gue­rra y han par­ti­ci­pa­do direc­ta­men­te en ella apre­cian con pro­fun­di­dad el valor de la paz.

Por el con­tra­rio, en uno y otro caso, las éli­tes polí­ti­cas guber­na­men­ta­les dila­ta­ron, tor­pe­dea­ron y menos­pre­cia­ron el valor del diá­lo­go y la nego­cia­ción. No obs­tan­te, los resul­ta­dos obte­ni­dos fue­ron disi­mi­les: en El Sal­va­dor, don­de des­de 1992 impe­ra un ambien­te de paz en el que las armas die­ron paso a la polí­ti­ca, mien­tras que en Colom­bia, ello ha sido impo­si­ble, inclu­so cuan­do des­de el gobierno de Iván Duque se ha esta­ble­ci­do un per­ma­nen­te bom­bar­deo con­tra los acuer­dos, lo cual ha gene­ra­do un cli­ma de impu­ni­dad que ha pro­vo­ca­do el ase­si­na­to de alre­de­dor de 250 com­ba­tien­tes, apro­xi­ma­da­men­te un 4% del total de des­mo­vi­li­za­dos tras el apa­ren­te fin del con­flic­to. Una cifra simi­lar de diri­gen­tes socia­les, cam­pe­si­nos, indí­ge­nas y acti­vis­tas de dere­chos huma­nos tam­bién han sido ase­si­na­dos con total impunidad.

No se pue­de supo­ner que todas los mili­ta­res colom­bia­nos ava­lan tal com­por­ta­mien­to. Un sec­tor, como dijo Tanus, cree que hay que dar­le una opor­tu­ni­dad a la paz. Final­men­te, debe pasar por la cabe­za de algu­nos, que esas fuer­zas arma­das son here­de­ras de las tra­di­cio­nes de Pan­tano de Var­gas y de Boya­cá, saben que el fun­da­dor de su ejér­ci­to fue el Liber­ta­dor Simón Bolí­var, quien en medio del fra­gor del com­ba­te en 1820, fue capaz de com­pren­der e impul­sar una nego­cia­ción con los espa­ño­les ‑en un momen­to en que la vic­to­ria final se otea­ba en la cer­ca­na- solo para evi­tar mayo­res sufri­mien­tos y dolo­res al pueblo.

Es sabi­do que en Colom­bia son los estra­tos medios los que envían a sus hijos a las aca­de­mias mili­ta­res, la oli­gar­quía no man­da sus des­cen­dien­tes a la gue­rra, sino a las uni­ver­si­da­des esta­dou­ni­den­ses para for­mar­se a fin de asu­mir el poder y con­tro­lar la eco­no­mía del país, así mis­mo van a los semi­na­rios para for­mar­se como sacer­do­tes capa­ces de vigi­lar el alma de los feli­gre­ses y la sacro­san­ta pro­pie­dad pri­va­da, son los que per­sis­ten en una gue­rra absur­da que uti­li­za a los hijos de los cam­pe­si­nos como car­ne de cañón en un con­flic­to que no les pertenece.

En días recien­tes se ha sabi­do como el ex fis­cal gene­ral Nés­tor Hum­ber­to Mar­tí­nez, un ada­lid del beli­cis­mo y la con­fron­ta­ción fra­guó en alian­za con la DEA esta­dou­ni­den­se prue­bas para incri­mi­nar a Iván Már­quez y a Jesús San­trich en el nar­co­trá­fi­co, obli­gán­do­los a dar con­ti­nui­dad a la lucha arma­da en res­guar­do de su vida y la de miles de com­ba­tien­tes que le die­ron una opor­tu­ni­dad a una paz que por segun­da vez ha sido trai­cio­na­da por las éli­tes. El uri­bis­mo en Colom­bia pre­ten­de obte­ner por vía del ase­si­na­to y las masa­cres lo que las fuer­zas arma­das no pudie­ron lograr en el terreno bélico.

En este mar­co tam­bién se ha hecho públi­ca la denun­cia del Ins­pec­tor Gene­ral de la Poli­cía Nacio­nal gene­ral William José Sala­man­ca en con­tra del direc­tor de esa ins­tan­cia gene­ral Óscar Atehor­túa y otros jefes poli­cia­les por la posi­bi­li­dad de que éste haya inten­ta­do borrar infor­ma­ción rela­cio­na­da con inves­ti­ga­cio­nes al inte­rior de la institución.

Así mis­mo, se han mani­fes­ta­do dudas en la socie­dad colom­bia­na res­pec­to de quie­nes son real­men­te los auto­res de las reite­ra­das masa­cres a la pobla­ción, en par­ti­cu­lar de jóve­nes humil­des, las que Duque y Atehor­túa se han empe­ci­na­do en res­pon­sa­bi­li­zar a la gue­rri­lla del ELN y a “disi­den­tes” de las FARC, sin que has­ta el momen­to hayan pre­sen­ta­do nin­gu­na prue­ba al res­pec­to. Se sabe que Atehor­túa es un pro­te­gi­do del minis­tro de defen­sa Car­los Hol­mes Tru­ji­llo quien aspi­ra a ser el aban­de­ra­do del uri­bis­mo en las pró­xi­mas elec­cio­nes, de mane­ra que una vez más se está usan­do a las fuer­zas de segu­ri­dad en fun­ción de mez­qui­nos intere­ses de un grupo.

Otro tan­to está ocu­rrien­do en el ejér­ci­to. El 22 de sep­tiem­bre pasa­do, el coro­nel Pedro Javier Rojas Gue­va­ra, Direc­tor del Cen­tro de Doc­tri­na del Ejér­ci­to Nacio­nal pre­sen­tó su renun­cia a las fuer­zas arma­das. Rojas, que cuen­ta con 33 años de ser­vi­cio diri­ge la ins­tan­cia que se encar­ga de ela­bo­rar la doc­tri­na que sus­ten­ta la pla­ni­fi­ca­ción y eje­cu­ción de las ope­ra­cio­nes mili­ta­res. Esta ins­ti­tu­ción es la res­pon­sa­ble ade­más des­de 2011, de ins­tru­men­tar el “Plan Damas­co”, orien­ta­do a pro­du­cir una moder­ni­za­ción del Ejér­ci­to para hacer­lo más acor­de a sus pares de la OTAN, alian­za a la que Colom­bia se incor­po­ró en 2013.

En su car­ta de renun­cia diri­gi­da al pre­si­den­te Iván Duque, Rojas le hizo saber que: “Debo mani­fes­tar­le de mane­ra res­pe­tuo­sa pero enfá­ti­ca […] que he per­di­do abso­lu­ta­men­te la con­fian­za en el Alto Man­do ins­ti­tu­cio­nal, enca­be­za­da por el señor gene­ral Eduar­do Enri­que Zapa­tei­ro, coman­dan­te del Ejér­ci­to Nacio­nal, lo que, sin atis­bo de duda no solo me impi­de con­ti­nuar bajo sus órde­nes sino, ade­más, va con­tra mis prin­ci­pios cris­tia­nos y valo­res como la leal­tad, fide­li­dad y transparencia”.

Entre­vis­ta­do ayer 1° de diciem­bre por el perió­di­co “El Tiem­po” de Bogo­tá, el ofi­cial decla­ró que: “Hay una cri­sis de lide­raz­go interno evi­den­te. Tene­mos 25 gene­ra­les menos de los que debe­ría haber y tam­bién han sali­do ofi­cia­les de otros ran­gos”. Y sobre el Plan Damas­co, según El Tiem­po, el coro­nel Rojas seña­ló “que la siguen matri­cu­lan­do como una doc­tri­na desa­rro­lla­da por uno de los ban­dos: el del gene­ral Alber­to Mejía, ex coman­dan­te de las Fuer­zas Mili­ta­res. Y que por ello le han qui­ta­do apoyo”.

El mili­tar con­ti­núa dicien­do que: «Des­de 2011, los gene­ra­les Navas, Man­ti­lla, Rodrí­guez, Las­pri­lla, Mejía, Gómez y Mar­tí­nez apo­ya­ron la evo­lu­ción doc­tri­nal deno­mi­na­da Damas­co en el mar­co del plan de trans­for­ma­ción del Ejér­ci­to (2011−2030). Lo extra­ño es que el actual coman­dan­te quie­ra borrar algo que ha sido bene­fi­cio­so para la ins­ti­tu­ción”. El Tiem­po cree que “para Rojas es cla­ro que esa fal­ta de lide­raz­go y una incom­pe­ten­cia inter­na no gene­ran con­fian­za en los man­dos medios y la tropa”.

Resul­ta evi­den­te que todo este com­pli­ca­do tran­ce es expre­sión de la pro­fun­di­za­ción de la cri­sis inter­na en la ins­ti­tu­ción cas­tren­se. Lo que ha ocu­rri­do es la mani­fes­ta­ción de una res­pues­ta públi­ca de un sec­tor mili­tar que vio en los Acuer­dos de La Haba­na una ruta posi­ti­va para salir del entram­pa­mien­to de la gue­rra. De esa mane­ra está dan­do res­pues­ta al gru­po más recal­ci­tran­te del uri­bis­mo gue­rre­ris­ta que no está acos­tum­bra­do a deve­lar estos asun­tos a la opi­nión públi­ca, pero que sub­ya­ce a pesar de lo poco que se ha cono­ci­do abiertamente.

La actual cúpu­la mili­tar, impues­ta arbi­tra­ria­men­te por Duque, remo­vió de sus car­gos a todos los mili­ta­res sim­pa­ti­zan­tes del pro­ce­so de paz e ini­ció una “cace­ría” inter­na. Lo que ha hecho el coro­nel Rojas es atre­ver­se a dar la cara para mos­trar que hoy exis­te una alter­na­ti­va al uri­bis­mo y a la gue­rra. En este sen­ti­do, es pro­ba­ble que otros uni­for­ma­dos acti­vos o en situa­ción de reti­ro apo­yen a Rojas, si no es que antes, tam­bién sean some­ti­dos a fuer­tes san­cio­nes y/​o a su expul­sión de la ins­ti­tu­ción armada.

En un artícu­lo escri­to por el perio­dis­ta Andrés Dávi­la y publi­ca­do por el por­tal “Razón Públi­ca” el 22 de julio de 2019 se seña­la que tras las nego­cia­cio­nes de paz: “El Ejér­ci­to enten­dió que, aun­que en La Haba­na no se dis­cu­tie­ron su tama­ño ni sus fun­cio­nes, tenía que adap­tar­se y anti­ci­par los cam­bios que trae­ría el post acuer­do. Des­de lue­go, en orga­ni­za­cio­nes jerár­qui­cas tre­men­da­men­te con­ser­va­do­ras, adver­sas al cam­bio e iner­cia­les, estos cam­bios toman tiem­po, y pro­du­cen ten­sio­nes, divi­sio­nes y deba­tes inter­nos”, Es pro­ba­ble que estas mani­fes­ta­cio­nes disi­den­tes sean expre­sión de esas “ten­sio­nes, divi­sio­nes y deba­te inter­nos” de los que habla Dávila.

En medio del aprie­to, el Ejér­ci­to se apre­su­ró a refu­tar al Coro­nel Rojas en el mis­mo medio de comu­ni­ca­ción en el que el mili­tar hizo sus afir­ma­cio­nes, dicien­do que la Doc­tri­na Damas­co está «ins­tau­ra­da, y con base en la mis­ma sigue la capa­ci­ta­ción. No es cier­to que se vaya a parar». De igual for­ma, seña­ló que en este momen­to se está tra­ba­jan­do en 30 manua­les de ins­truc­ción sobre la mis­ma ase­gu­ran­do que: «No es un tema polí­ti­co, son los linea­mien­tos tác­ti­cos, ope­ra­cio­na­les y estra­té­gi­cos del actuar cas­tren­se”, según infor­mó un alto mili­tar que recha­zó identificarse.

Curio­sa­men­te, como si fue­ra una olla que se está des­ta­pan­do, en el mis­mo momen­to en que se pro­du­ce este deba­te públi­co sobre la inte­gri­dad y las capa­ci­da­des de las fuer­zas arma­das, el perió­di­co “El Espec­ta­dor” de Bogo­tá en su edi­ción de hoy 2 de diciem­bre da a cono­cer que el pasa­do 26 de noviem­bre, dan­do res­pues­ta a la soli­ci­tud que había hecho en julio pasa­do el pre­si­den­te de la Comi­sión de la Ver­dad, Fran­cis­co de Roux, las Fuer­zas Mili­ta­res entre­ga­ron tres infor­mes sobre la géne­sis y las ope­ra­cio­nes de las Auto­de­fen­sas Uni­das de Colom­bia (AUC), negan­do a prio­ri cual­quier víncu­lo de las fuer­zas arma­das con el paramilitarismo.

Reco­no­cien­do que las jun­tas de auto­de­fen­sas se hicie­ron con el obje­ti­vo de “per­mi­tir a los ciu­da­da­nos la defen­sa de sus bie­nes del ata­que de las orga­ni­za­cio­nes gue­rri­lle­ras”, los mili­ta­res opi­nan que dichas estruc­tu­ras tuvie­ron “la incor­po­ra­ción de orga­ni­za­cio­nes de nar­co­trá­fi­co en el esce­na­rio nacio­nal” que se con­vir­tie­ron en gru­pos arma­dos irre­gu­la­res como las AUC. A par­tir de ello, el infor­me las jus­ti­fi­ca con el argu­men­to de que en el con­tex­to en que dichas orga­ni­za­cio­nes fue­ron crea­das “aumen­ta­ba la pre­sen­cia de gru­pos delin­cuen­cia­les gene­ran­do con­di­cio­nes de inse­gu­ri­dad para muchos de los pobla­do­res de dis­tin­tas regio­nes del país”, inten­tan­do de esta mane­ra esta­ble­cer una dife­ren­cia inacep­ta­ble entre para­mi­li­ta­ris­mo y AUC como si estas no fue­ran expre­sión de lo anterior.

El Espec­ta­dor opi­na que: “… aun­que en el docu­men­to se nie­ga la exis­ten­cia de accio­nes sis­te­má­ti­cas entre las Fuer­zas Arma­das y las Auc, la Cor­te, has­ta sep­tiem­bre de 2019, había pro­fe­ri­do 22 sen­ten­cias con­tra el Esta­do colom­biano por la vio­la­ción a los dere­chos huma­nos: varias de estas por “omi­sión” a su deber fren­te a hechos delic­ti­vos per­pe­tra­dos por paramilitares”.

En fin, como se afir­ma en el argot popu­lar: “si el río sue­na, pie­dras trae”. Es evi­den­te que al inte­rior de las fuer­zas arma­das colom­bia­nas están ocu­rrien­do hechos que a la luz de los acon­te­ci­mien­tos recien­tes en el país, son sólo el ini­cio de accio­nes de sec­to­res cada vez más amplios (inclu­yen­do de las fuer­zas arma­das) que inten­ta­rán res­ca­tar la decen­cia y el deco­ro de la ins­ti­tu­cio­na­li­dad del país.

Itu­rria /​Fuen­te

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