Argen­ti­na. Ali­cia Jrap­ko: “Cuba es mi esca­pe para reno­var la esperanza”

Por Yasel Tole­do Gar­na­che, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de noviem­bre de 2020.

Vivió su infan­cia cer­ca de un arro­yo en un lugar de la serra­nía en Argen­ti­na, don­de todo trans­cu­rría con nor­ma­li­dad, pero sien­do ape­nas una niña per­dió a su papá. La fami­lia se tras­la­dó a la ciu­dad de Cór­do­ba, y allí rea­li­za­ba esfuer­zos para subsistir.

A los 14 años de edad la pro­ta­go­nis­ta de esta his­to­ria empe­zó a tra­ba­jar para ayu­dar a los suyos, y tiem­po des­pués ocu­rrió otro suce­so que la mar­có para siem­pre: el gol­pe mili­tar de 1976. Per­dió así a sus mejo­res ami­gos, a gen­te muy que­ri­da, y tuvo que salir del país. “Era una épo­ca de terror, de sál­ve­se quien pue­da”, dice ella aho­ra, 44 años des­pués, y uno ima­gi­na aque­llos momen­tos de tris­te­za y dolor. El padre de su enton­ces espo­so vivía en Esta­dos Uni­dos, y ambos se tras­la­da­ron a esa nación.

Ali­cia Jrap­ko es su nom­bre, y actual­men­te es una des­ta­ca­da acti­vis­ta social por la paz, la dig­ni­dad y los sue­ños. Su soli­da­ri­dad con Cuba trans­cien­de cual­quier dimen­sión. Fue inte­gran­te de la Cara­va­na de Pas­to­res por la Paz y coor­di­na­do­ra del Comi­té Inter­na­cio­nal por la Liber­tad de los Cin­co. Actual­men­te impul­sa la cam­pa­ña a favor del Pre­mio Nobel de la Paz para los médi­cos de la bri­ga­da Henry Reeve.

Esta mujer de ojos ver­des y hablar sereno trans­mi­te una con­fian­za inusual. Con ella con­ver­sa­mos median­te video­lla­ma­das y, en varias oca­sio­nes, a tra­vés de WhatsApp.

Ase­gu­ra que nun­ca pen­só salir de su país natal. Duran­te sus pri­me­ros años en Esta­dos Uni­dos se sen­tía mal, sin poder hacer nada para evi­tar la muer­te de los suyos. Envia­ba y reci­bía men­sa­jes con fre­cuen­cia. El car­te­ro se con­vir­tió en un ami­go fun­da­men­tal al que espe­ra­ba con ansias cada día. “Argen­ti­na es par­te de mi iden­ti­dad. Salir de la tie­rra que uno ama es trau­má­ti­co. Me vie­ne a la men­te la can­ción de Mer­ce­des Sosa que dice ‘Solo le pido a Dios/​que el futu­ro no me sea indi­fe­ren­te. Desahu­cia­do está el que tie­ne que marchar/​a vivir una cul­tu­ra diferente’”.

Cuba y la esperanza

Ali­cia Jrap­ko narra que cre­ció sin­tien­do amor por Cuba, pues todos los años iba jun­to a su her­mano a las sie­rras de Cór­do­ba, un sitio muy rela­cio­na­do con Ernes­to Gue­va­ra, don­de niños y jóve­nes de varias par­tes del país par­ti­ci­pa­ban en acti­vi­da­des socia­les y cul­tu­ra­les. Allí apren­dió sobre Cuba, Fidel y el Che.

Para mí Cuba era un con­cep­to lejano, una fan­ta­sía, pero fue­ron cre­cien­do en noso­tros valo­res de soli­da­ri­dad que lue­go me ayu­da­ron a com­pren­der mejor la reali­dad. Ya en Esta­dos Uni­dos tra­ba­ja­mos en la soli­da­ri­dad con Chi­le y Argen­ti­na, y des­pués de unos cuan­tos años aquí escu­ché sobre un gru­po que desa­fia­ba el blo­queo para ayu­dar a Cuba.

Era la Cara­va­na de Pas­to­res por la Paz. Cuan­do cono­cí al Reve­ren­do Lucius Wal­ker, con gran­des valo­res huma­nis­tas, sen­tí haber reen­con­tra­do a com­pa­ñe­ros que había per­di­do en Argen­ti­na. Mi pri­mer via­je desa­fian­do el blo­queo fue impor­tan­te, por­que pude ver todo con mis pro­pios ojos y con­fir­mar cómo los medios de comu­ni­ca­ción aquí mien­ten des­ca­ra­da­men­te sobre el país de uste­des. Tam­bién pude com­par­tir con el pue­blo cubano. Fue la ense­ñan­za más gran­de. Cuba me robó el cora­zón, y des­de enton­ces siem­pre he esta­do conec­ta­da a dife­ren­tes pro­yec­tos de soli­da­ri­dad con esa nación y su gente.

La Revo­lu­ción Cuba­na es una luz que ilu­mi­na nues­tro camino, un ejem­plo de heroís­mo que nun­ca esca­ti­ma al exten­der su mano amo­ro­sa a otros pue­blos. Es el país de la dig­ni­dad que con­ti­núa luchan­do por defen­der su sobe­ra­nía, y mues­tra con su ejem­plo los mejo­res valo­res. Pobre de espí­ri­tu el que no pue­da o no quie­ra ver­lo. El ejem­plo de resis­ten­cia es enor­me, bajo un cri­mi­nal blo­queo por más de sesen­ta años.

Es bueno recor­dar que den­tro de Esta­dos Uni­dos hay muchas per­so­nas que reco­no­cen la con­tri­bu­ción de Cuba en el mun­do, espe­cial­men­te en los sec­to­res de la edu­ca­ción y la salud. Cuan­do visi­té La Haba­na y otras ciu­da­des de allá por pri­me­ra vez com­pren­dí que real­men­te hubo una revo­lu­ción, un cam­bio muy pro­fun­do, algo que no suce­dió en nin­gún otro país de la región. Esa es la razón fun­da­men­tal por la que dife­ren­tes admi­nis­tra­cio­nes esta­dou­ni­den­ses nun­ca le per­do­nan ser un mal ejem­plo, o mejor, un buen ejem­plo para los pue­blos que luchan y resisten.

Ali­cia siem­pre habla de una mane­ra muy espe­cial sobre nues­tro país. En el tono de su voz, en los ges­tos y la mira­da se reco­no­ce a una ami­ga de con­vic­ción profunda.

Mani­fies­ta que hace bas­tan­te tiem­po apren­dió que no impor­ta don­de este­mos, lo impor­tan­te es sen­tir­nos útiles.

Nues­tra par­ti­ci­pa­ción en la lucha por el regre­so de los Cin­co nos hizo apren­der más deta­lla­da­men­te la his­to­ria de terro­ris­mo con­tra Cuba, y nos dio la opor­tu­ni­dad de cono­cer per­so­nas sen­ci­llas y mara­vi­llo­sas, como son ellos y sus fami­lia­res. Su humil­dad, su valen­tía y entre­ga son impre­sio­nan­tes, un ver­da­de­ro ejem­plo de amor que nos lle­nó de satis­fac­ción el alma.

Gerar­do Her­nán­dez, a quien visi­tá­ba­mos con fre­cuen­cia en la pri­sión, mar­có nues­tras vidas, y la de mis hijos. Nun­ca ima­gi­né cono­cer un ser tan extra­or­di­na­rio, que has­ta en los peo­res momen­tos o cir­cuns­tan­cias nos reci­bía como si estu­vié­se­mos en su casa y nos hacía reír al pun­to de que más de una vez los guar­dias nos lla­ma­ron la atención.

Le decían Cuba, y real­men­te eso era Gerar­do, toda Cuba den­tro de una pri­sión de alta segu­ri­dad, con su dig­ni­dad, su orgu­llo, su ale­gría, sus sue­ños y espe­ran­zas. Per­ci­bía­mos el gran res­pe­to hacia él por par­te de los otros pre­sos, y has­ta de los guar­dias. Fue­ron muchos años de bata­llar, pero siem­pre tuvi­mos la cer­te­za de que ellos regre­sa­rían a su patria, por­que eso nos tras­mi­tía Gerardo.

Fue muy gra­ti­fi­can­te la expe­rien­cia con los Cin­co, y ten­go muchí­si­mas anéc­do­tas para com­par­tir. Ade­más de tener la opor­tu­ni­dad de visi­tar a Gerar­do y de cono­cer a los fami­lia­res de los Cin­co, tam­bién com­par­ti­mos con otras per­so­nas mara­vi­llo­sas: sin­di­ca­lis­tas, inte­lec­tua­les, artis­tas, abo­ga­dos e inte­gran­tes de comi­tés de soli­da­ri­dad de todas par­tes del mundo.

Duran­te las Jor­na­das en Washing­ton por la libe­ra­cion de los Cin­co héroes cubanos

La soli­da­ri­dad es algo que se sien­te, se hace par­te de la vida de uno. Pien­so que eso se lo debe­mos a Cuba tam­bién, por­que apren­di­mos de su ejem­plo. No es difí­cil man­te­ner la labor de res­pal­do a Cuba des­de Esta­dos Uni­dos. Hay muchas per­so­nas que han visi­ta­do ese país, y regre­san trans­for­ma­das con la expe­rien­cia. Lo difí­cil es sopor­tar tan­ta hipo­cre­sía y tan­tas men­ti­ras que se dicen sobre la Isla aquí.

Esta mujer amo­ro­sa actual­men­te dedi­ca muchos esfuer­zos a la cam­pa­ña en favor del Pre­mio Nobel de la Paz para los médi­cos de la bri­ga­da Henry Reeve. Ella expli­ca que el obje­ti­vo más impor­tan­te no es lograr el Nobel, sino con­tri­buir a que se conoz­ca la ver­dad, el huma­nis­mo de una isla peque­ña, blo­quea­da duran­te más de seis déca­das, capaz de ayu­dar desin­te­re­sa­da­men­te a otros paí­ses y de com­par­tir lo que tiene.

Has­ta el momen­to, 36.000 per­so­nas se han adhe­ri­do a la cam­pa­ña en Esta­dos Uni­dos. Qui­sié­ra­mos que fue­sen más, y esta­mos hacien­do mucho en ese sen­ti­do. Aho­ra esta­mos tra­ba­jan­do para lograr que pro­fe­so­res uni­ver­si­ta­rios unan sus nom­bres a la nomi­na­ción. Ya tene­mos casi 200, y nues­tra meta es de 250. Creo que lo logra­re­mos y eso habla del gran pres­ti­gio de Cuba y su per­so­nal médico.

He visi­ta­do Cuba muchí­si­mas veces. Es mi esca­pe para reno­var la ale­gría y la espe­ran­za, y no hay expe­rien­cia más rica y bella que con­vi­vir con ese pue­blo y con los muchos ami­gos que hemos hecho a tra­vés del tiempo.

El pano­ra­ma esta­dou­ni­den­se actual

Coor­di­na­do­ra de la Red de Inte­lec­tua­les en Defen­sa de la Huma­ni­dad en Esta­dos Uni­dos, Ali­cia refie­re que el pano­ra­ma actual en aque­lla nación resul­ta aterrador.

La polí­ti­ca de Trump es racis­ta, xeno­fó­bi­ca y dis­cri­mi­na­to­ria. Tene­mos en la Casa Blan­ca un inqui­lino que es res­pon­sa­ble de la muer­te de cien­tos de miles de per­so­nas por su polí­ti­ca equi­vo­ca­da para enfren­tar la Covid-19; que está en con­tra de la cien­cia y ni siquie­ra abo­ga por el uso de las mas­ca­ri­llas y el dis­tan­cia­mien­to social. Solo le impor­ta él mis­mo. Care­ce de com­pa­sión, y está dis­pues­to a sacri­fi­car las vidas has­ta de quie­nes lo apoyan.

Duran­te estos meses de cam­pa­ña elec­to­ral, nos vie­nen bom­bar­dean­do con pro­pa­gan­da, un des­per­di­cio de recur­sos que podrían solu­cio­nar pro­ble­mas bási­cos como son la fal­ta de ali­men­tos y vivien­da. Miles de per­so­nas, sobre todo niños, no tie­nen acce­so a una bue­na ali­men­ta­ción. Hay miles y miles de per­so­nas dur­mien­do en car­pas deba­jo de auto­pis­tas para pro­te­ger­se del frío; esta­mos hablan­do de fami­lias ente­ras. Eso es lo que lla­man demo­cra­cia aquí.

Aun­que hubo ante­rior­men­te supre­sión de votos, aho­ra con Trump se ha hecho evi­den­te. Él no quie­re que la gen­te vote. Por ejem­plo, en Geor­gia o India­na la gen­te debe per­ma­ne­cer lar­gas horas para poder votar; en otros luga­res hay pocos sitios asig­na­dos para que la gen­te lo haga. En Texas, los votan­tes deben reco­rrer gran­des dis­tan­cia. Es algo ridícu­lo, cuan­do votar por un can­di­da­to es un dere­cho que todas las per­so­nas debe­rían tener.

Si gana será un terri­ble gol­pe para la huma­ni­dad, y si pier­de no se que­rrá ir tan fácil. La ver­dad es que no sabe­mos cómo ter­mi­na­rán las elec­cio­nes ni cuán­do se cono­ce­rán los resul­ta­dos. Lamen­ta­ble­men­te, el peor virus de este país es el de la ignorancia.

La sepa­ra­ción de los niños y niñas inmi­gran­tes fue un des­per­tar para muchos. Es muy difí­cil pre­sen­ciar cosas así, y no poder hacer nada para evi­tar­las. Requie­re de per­so­nas que sien­tan el dolor ajeno como propio.

Sue­ños

Casi al final de nues­tro diá­lo­go, ase­gu­ra que sue­ña con el levan­ta­mien­to del blo­queo y con que el terri­to­rio ocu­pa­do por la Base Naval de Guan­tá­na­mo vuel­va a ser pro­pie­dad cuba­na. Anhe­la un mun­do más jus­to, sin egoís­mo, un futu­ro en el que todos los pue­blos pue­dan coexis­tir pací­fi­ca­men­te. “Creo en la feli­ci­dad ple­na de todos los seres huma­nos, espe­cial­men­te los niños y niñas. Agra­dez­co a Cuba por su ejemplo”.

Fuen­te: Resu­men en Cuba

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