Argen­ti­na. La car­ta de la denun­cian­te de Alpe­ro­vich, a un año de su denuncia

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 23 de noviem­bre de 2020. 

A un año de la denun­cia por abu­so sexual con­tra el sena­dor José Alpe­ro­vich, la denun­cia­te envió una car­ta públi­ca don­de rela­ta los nulos avan­ces de la Jus­ti­cia para inves­ti­gar al ex gober­na­dor tucumano. 

Repro­du­ci­mos carta:

“¡Aquí estoy! Ha pasa­do un año. Sigo espe­ran­do, día a día, res­pues­tas, inves­ti­ga­cio­nes serias, medi­das, jus­ti­cia. Y mien­tras espe­ro, acu­mu­lo demo­ras poco pro­fe­sio­na­les. Y mien­tras acu­mu­lo esas demo­ras miro a mi alre­de­dor y advier­to que ni el horror que me tocó vivir, ni los infier­nos que atra­vie­san miles de muje­res y niñas son sufi­cien­tes para que tra­ten las cau­sas con la res­pon­sa­bi­li­dad y debi­da dili­gen­cia que mere­cen. Me aler­ta y me asus­ta, por­que nos están matan­do. Me para­li­za el hecho de que para este sis­te­ma, que nos “repre­sen­ta” y nos “pro­te­ge”, la muer­te no sig­ni­fi­que un lími­te sino más bien una cons­tan­te. ¿Aca­so la muer­te no es un límite?

Cuan­do deci­dí hacer mi denun­cia sen­tí que era una lucha entre la vida y la muer­te que oca­sio­na el silen­cio, como una enfer­me­dad ter­mi­nal. Ele­gí la vida. Estar bien des­pués de vivir expe­rien­cias trau­má­ti­cas es un tra­ba­jo dia­rio y minu­cio­so por lo que hoy, ante todo, cele­bro la deter­mi­na­ción de denun­ciar y res­pe­to pro­fun­da­men­te mi pro­ce­so y mis avan­ces. Una mujer que des­cu­brió su voz sabe que el silen­cio es asfi­xia y lucha por no vol­ver nun­ca más a esos luga­res de oscu­ri­dad y dolor. Recu­pe­rar­se es difí­cil, no es esta­ble ni cons­tan­te. Tam­po­co hay una fór­mu­la mágica.

Ir a la Jus­ti­cia repre­sen­ta un ver­da­de­ro desa­fío, en el que expe­ri­men­té un vér­ti­go estre­me­ce­dor que logré ali­viar con la tem­plan­za que me otor­ga la cer­te­za de la ver­dad. Así entien­do mi valen­tía, la cual me impul­sa a defen­der­me a pesar del espan­to de lo atra­ve­sa­do y de lo que gene­ra estar fren­te a un sis­te­ma que inti­mi­da, con­tan­do con lujo de deta­lles los abu­sos a los que fui sometida.

Reco­no­cer el valor y la impor­tan­cia de acu­dir a la Jus­ti­cia no me hace ser obse­cuen­te con la reali­dad impe­ran­te. Exis­te una pro­fun­da incohe­ren­cia en el sis­te­ma, que nos hace sen­tir libres al denun­ciar pero nos some­te y nos expo­ne a una len­ta ago­nía de silen­cios y demo­ras. Me resul­ta per­ver­so y con­tra­dic­to­rio. A un año de mi denun­cia quie­ro dar cuen­ta de las des­via­cio­nes, con­tra­tiem­pos y demo­ras que las cau­sas atra­vie­san, accio­nes que hacen que 365 días des­pués con­ti­núe en el pun­to de inicio.

Denun­cié penal­men­te a José Alpe­ro­vich por hechos de vio­len­cia sexual, físi­ca y psi­co­ló­gi­ca con­tra mi per­so­na, ocu­rri­dos tan­to en Bue­nos Aires como en Tucu­mán des­de diciem­bre de 2017 has­ta mayo de 2019. Al día de la fecha mi cau­sa aún no tie­ne defi­ni­da su com­pe­ten­cia, cabe acla­rar que las denun­cias son dis­tin­tas por eso su asen­ta­mien­to en cada juris­dic­ción según corres­pon­da. En ese mar­co, asis­tí a dos ins­tan­cias de rati­fi­ca­ción en las que decla­ré 4hs ante la fis­ca­la Reuter y el juez Mag­gio en Tucu­mán y 5hs en Bue­nos Aires ante el juez Rap­pa, segui­do a ello me puse a ente­ra dis­po­si­ción de la Jus­ti­cia para avan­zar según me requieran.

Tras cara­tu­lar las cau­sas se deter­mi­nó el ini­cio de las inves­ti­ga­cio­nes corres­pon­dien­tes en cada juz­ga­do con pla­zos deter­mi­na­dos has­ta tan­to la Cor­te Supre­ma de la Nación deci­die­ra sobre el asun­to de la com­pe­ten­cia, ante el impe­di­men­to de los jue­ces a car­go en ins­tan­cias ante­rio­res de defi­nir don­de sería tra­ta­da mi causa.

En Tucu­mán la inves­ti­ga­ción nun­ca estu­vo liga­da a la cro­no­lo­gía de los hechos que denun­cié, lo cual me resul­ta lla­ma­ti­vo y preo­cu­pan­te. Asis­tí a dos audien­cias en mi pro­vin­cia. La Jus­ti­cia se dedi­có a inda­gar a los tes­ti­gos de la defen­sa sobre cues­tio­nes vin­cu­la­das a la supues­ta cons­pi­ra­ción polí­ti­ca que inten­tó ins­ta­lar José Alpe­ro­vich, quien ade­más solo se pro­nun­ció públi­ca­men­te para ampliar sus licen­cias en el Sena­do y men­tir que la cau­sa avan­za­ba a su favor.

En el caso de Bue­nos Aires, esti­mo que la inves­ti­ga­ción está dada acor­de a lo decla­ra­do ya que al menos allí acu­dí a una ins­tan­cia de ins­pec­ción ocu­lar orde­na­da por el juez en el lugar de los hechos. Sin embar­go, no cuen­to con mayor infor­ma­ción ni ten­go acce­so a los deta­lles de la cau­sa. Suma­do a ese des­alen­ta­dor pano­ra­ma gene­ral y atra­ve­sa­do por una pan­de­mia que sir­vió de excu­sa para dete­ner­se aún más, reci­bí como últi­ma nove­dad la noti­cia de la sus­pen­sión de los pla­zos de las inves­ti­ga­cio­nes judi­cia­les en Tucu­mán has­ta tan­to la Cor­te Supre­ma de la Nación se expi­die­ra res­pec­to al asun­to de la jurisdicción.

Asu­mí los cos­tos mate­ria­les, físi­cos y emo­cio­na­les de todo este difí­cil pro­ce­so por el cual nun­ca ima­gi­né atra­ve­sar. Este pano­ra­ma de esca­sos avan­ces me hace sen­tir pos­ter­ga­da y mi repa­ra­ción está en jue­go. Pue­do resar­cir­me en lo per­so­nal y expe­ri­men­tar pro­fun­dos avan­ces pero exi­jo al Esta­do que asu­ma su impli­can­cia en mi repa­ra­ción inte­gral, por su obli­ga­ción de impar­tir jus­ti­cia. Lo per­so­nal es colec­ti­vo y el Esta­do es responsable.

Mi denun­cia es con­si­de­ra­da como un hie­rro calien­te por muchas de las per­so­nas a car­go, lo cual evi­den­cia su con­di­ción de pro­ble­má­ti­ca social ¿Por qué en estos casos exis­te una cla­ra vul­ne­ra­ción al dere­cho a la inti­mi­dad? ¿Es nece­sa­rio dar a cono­cer los deta­lles minu­cio­sos de una cau­sa para infor­mar? Pido a la Jus­ti­cia que se res­pon­sa­bi­li­ce en garan­ti­zar la pri­va­ci­dad del tra­ta­mien­to de las cau­sas para evi­tar la revic­ti­mi­za­ción mediá­ti­ca. Cual­quier fil­tra­ción de los deta­lles de mi decla­ra­ción resul­ta de su res­pon­sa­bi­li­dad e incum­ben­cia. No se tra­ta de una acti­tud capri­cho­sa sino moral y bási­ca de garan­tía. Vul­ne­rar mi dere­cho a res­guar­dar mi inti­mi­dad me daña y me revic­ti­mi­za. La gra­ve­dad radi­ca en que se expo­ne una vez más a mi per­so­na a tra­vés del rela­to de los hechos que en car­ne pro­pia atra­ve­sé y que no corres­pon­de que tomen esta­do públi­co, no es nece­sa­rio que todo el mun­do conoz­ca en deta­lle el infierno que pasé. La sen­sa­ción es que me vuel­ven a poner en el lugar de víc­ti­ma, vuel­vo a cada esce­na, a cada hecho. Las con­se­cuen­cias no tie­nen que seguir sien­do para mí, soy una mujer que lucha a dia­rio por sanar­me y recons­truir­me. Los hechos están expues­tos en don­de deben estar, denun­ciar legal­men­te es dejar en manos de quién corres­pon­de dicha infor­ma­ción. Pido sim­ple­men­te res­pe­to. Como socie­dad tene­mos que apren­der a tra­tar los casos con pers­pec­ti­va de géne­ro; empa­ti­zar, tomar posi­ción, apo­yar, no tie­ne que ser a tra­vés de revi­vir el horror de una per­so­na. Pon­ga­mos la mira­da en don­de corresponde.

No nece­si­ta­mos una socie­dad con ham­bre de dolor y deba­te de lo que nos pasó. Nos esta­mos murien­do o nos están ase­si­nan­do ¿No es un lími­te? El dere­cho a la vida es un dere­cho fun­da­men­tal y debe­ría estar garan­ti­za­do, ¿es mucho pedir garan­tía a una vida libre de vio­len­cia? Si denun­cia­mos es por­que lo vivi­mos, ¿cree­mos como socie­dad que una per­so­na se expon­dría a seme­jan­te mons­truo­si­dad que sig­ni­fi­ca denun­ciar deli­tos de este tipo de mala fe? Luche­mos por una socie­dad con ham­bre de jus­ti­cia, de empa­tía, de ser capaz de decir las cosas que suce­den a dia­rio y poner a los abu­sa­do­res y femi­ci­das en su lugar.

No quie­ro ser más la víc­ti­ma aver­gon­za­da, sen­tir­se así supo­ne estar opri­mi­da por par­ti­da doble, pri­me­ro por lo que ocu­rrió y segun­do por la sen­sa­ción de poca valía que lo suce­di­do deja en una. Ocul­tar en for­ma de secre­to me con­vir­tió en una víc­ti­ma, sola con mi sufri­mien­to. Temer que la ver­dad se sepa fue mi con­de­na, rom­per el silen­cio, mi sal­va­ción. Cuan­do logré la for­ta­le­za sufi­cien­te para decir la ver­dad, me comen­cé a libe­rar del horror que me tenía como rehén. Ya no soy una víc­ti­ma, hoy me sien­to una denun­cian­te. En el modo en como reac­ciono a lo que me suce­dió encuen­tro mi supera­ción. Hacer es trans­for­mar­se. Denun­ciar fue libe­rar­me. Hoy cele­bro y reco­noz­co en ese difí­cil pro­ce­so el bien­es­tar y la mejo­ría que cada día expe­ri­men­to y me con­fir­man que callar no es para mí nun­ca más una opción de vida.

A las víc­ti­mas de vio­len­cia de géne­ro quie­ro hablar­les des­de mi vívi­da expe­rien­cia y decir­les que denun­ciar repre­sen­ta una ver­da­de­ra opor­tu­ni­dad de sana­ción inter­na y per­so­nal, más allá de los resul­ta­dos y de las dila­cio­nes a las que nos expo­ne­mos, por­que no ter­mi­na allí, sino que comien­za una nue­va eta­pa de la lucha pero con total con­vic­ción y sen­sa­ción de que no estás nun­ca más sola, con mucho ali­vio de la car­ga, de la ver­güen­za, de la cul­pa trans­fe­ri­da y del horror.

Es por eso que más allá de las incon­gruen­cias del sis­te­ma, estoy con­ven­ci­da de que denun­ciar me hizo bien. “Bien”, una sim­ple pala­bra que duran­te mucho tiem­po no pude usar ni sen­tir natu­ral­men­te. Tran­si­tar este pro­ce­so me devol­vió la vida. Vol­ví a sen­tir, vol­ví a reír­me, encon­tré la feli­ci­dad en vol­ver a tener pro­ble­mas coti­dia­nos, reco­nec­té con mi entorno, mi casa, mi fami­lia, vol­ví a tra­ba­jar con entu­sias­mo, a con­cen­trar­me para estu­diar, a dis­fru­tar de la vida y ver el vaso medio lleno. Logré un ver­da­de­ro cam­bio en la pers­pec­ti­va del mirar, aho­ra no todo es des­es­pe­ran­za. Atra­ve­sar un desier­to de dolor nos ense­ña a dar­le a las cosas su ver­da­de­ra dimen­sión. Así, reto­mé mi vida, mien­tras reco­rro este camino de incer­ti­dum­bre, pro­fun­di­dad y resi­lien­cia. Por eso me cele­bro y me sien­to una mujer libre y des­po­ja­da del peso de mucho pade­ci­mien­to y dolor aun­que muy cons­cien­te y res­pe­tuo­sa de todo lo que esto impli­ca y requie­re de mane­ra per­ma­nen­te de mi ener­gía físi­ca, psí­qui­ca y emocional.

El tiem­po nos apre­mia, los abu­sa­do­res siguen res­pon­dien­do igual, la polí­ti­ca sigue res­pon­dien­do igual, la Jus­ti­cia sigue res­pon­dien­do igual, en este mar­co de indi­fe­ren­cia las muje­res No pode­mos res­pon­der igual, segui­mos lamen­tan­do atro­pe­llos, abu­sos y ase­si­na­tos. El lema de nues­tra lucha se ve vul­ne­ra­do por­que cada día la vio­len­cia de géne­ro impe­ran­te con­tri­bu­ye a que sea­mos menos, vio­len­cia que devie­ne no solo de quie­nes nos abu­san o nos matan sino de aque­llos que no hacen su tra­ba­jo como corres­pon­de, los que nos dejan solas, no nos defien­den, nos expo­nen, nos demo­ran, se corrom­pen. Vio­len­cia coti­dia­na que nos exi­ge que este­mos aler­ta en todos nues­tros con­tex­tos vin­cu­la­res. Nos til­dan de locas y en detri­men­to de eso la jus­ti­cia nos peri­cia pri­me­ro a noso­tras y no a los acu­sa­dos. Somos las exa­ge­ra­das, las pro­vo­ca­ti­vas, las que nos la bus­ca­mos. Nos cues­tio­nan el tiem­po que nos lle­va ani­mar­nos a hablar, ¿por qué mejor no nos cues­tio­na­mos como socie­dad el tiem­po que tar­dan en defen­der­nos y las con­se­cuen­cias irre­ver­si­bles que esas demo­ras oca­sio­nan? Sea­mos “locas”, “exa­ge­re­mos”, ten­ga­mos mie­do, no calle­mos nada, con­fie­mos en la per­cep­ción del dolor, de lo que está mal, de lo que nadie debe hacer­nos y por sobre todo en la reali­dad que nos mues­tra a dia­rio como nos siguen vul­ne­ran­do y asesinando.

¡Aquí estoy! Ha pasa­do un año, e insis­to por­que estoy acá. Por las que callan, por las que no y no fue­ron escu­cha­das, por las que aun muer­tas no encuen­tran un lími­te a la vio­len­cia, a la expo­si­ción y vul­ne­ra­ción a la que nos enfren­ta­mos a dia­rio, por­que ya es tar­de, por­que ya no sir­ve, por­que ya no están. Por­que la muer­te no es un lími­te. El Esta­do es responsable.”

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