Argen­ti­na. Hace 111 años, el anar­quis­ta Simón Rado­witzky aten­ta­ba con­tra el jefe de poli­cía Ramón Falcón

14-11-2019

Simón Rado­witzky, un joven anar­quis­ta emi­gra­do de la Rusia zaris­ta, aten­ta­ba hace 110 años con­tra la vida del jefe de la Poli­cía de la Capi­tal, el coro­nel Ramón Fal­cón, quien el 1 de mayo de 1909 había orde­na­do una cruen­ta repre­sión con­tra una mani­fes­ta­ción obre­ra reu­ni­da en la Pla­za Lorea, en un hecho que dejó varios muer­tos y dece­nas de heridos.

Con ape­nas 17 años, Rado­witzky come­tió un mag­ni­ci­dio que le valió una con­de­na de más de 20 años en la cár­cel de Ushuaia, don­de sopor­tó duras con­di­cio­nes de deten­ción, pro­ta­go­ni­zó una fuga y se con­vir­tió en un emble­ma de la lucha libertaria.

Simón, de ori­gen judío, había lle­ga­do a Argen­ti­na un año antes y se vin­cu­ló con los sin­di­ca­tos anar­quis­ta y se sumó a la Fede­ra­ción Obre­ra Regio­nal Argen­ti­na (FA).

El 1 de mayo de ese año, los sin­di­ca­tos anar­quis­tas y socia­lis­tas se movi­li­zan por las calles de Bue­nos Aires, como lo hacían des­de 1890, para ren­dir tri­bu­to a los Már­ti­res de Chica­go, un gru­po de tra­ba­ja­do­res con­de­na­dos a muer­te en un dudo­so pro­ce­so judicial.

Ese día, las colum­nas se con­gre­ga­ron en Pla­za Lorea, y Fal­cón dis­pu­so una car­ga con caba­lle­ría e infan­te­ría que dis­per­só a la mul­ti­tud y pro­vo­có ocho muer­tos y más de 40 heri­dos tras horas de enfren­ta­mien­tos en las calles.

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El gobierno del pre­si­den­te José Figue­roa Alcor­ta encar­ce­la a varios diri­gen­tes anar­quis­tas y se decla­ra la huel­ga gene­ral, en suce­sos que serán cono­ci­dos como los de «La Sema­na Roja».

Duran­te la pro­tes­ta que se exten­dió has­ta el 4 de mayo se exi­gió la renun­cia de Fal­cón como res­pon­sa­ble de las muer­tes, pero la divi­sión entre las orga­ni­za­cio­nes y la repre­sión deter­mi­nó que la pro­tes­ta se diluyera.

En el sen­tir vin­di­ca­dor que pre­do­mi­na­ba en las filas anar­quis­tas, el jefe de Poli­cía debía pagar por la repre­sión que había eje­cu­ta­do y Rado­witzky asu­mió para sí el man­da­to de eje­cu­tar al coronel.

El 14 de noviem­bre de 1909, un carrua­je que lle­va­ba al jefe poli­cial y a su secre­ta­rio, Alber­to Lar­ti­gau cir­cu­la­ba por la ave­ni­da Quin­ta­na, y el joven anar­quis­ta se lan­zó sobre el vehícu­lo para arro­jar en su inte­rior un arte­fac­to explo­si­vo casero.

La bom­ba deto­nó sobre el rega­zo de los ocu­pan­tes y les cau­só heri­das que horas más tar­de le gene­ra­rían la muer­te a ambos funcionarios.

Rado­witzky inten­ta huir de los agen­tes poli­cia­les que le per­si­guen; en un momen­to se ve rodea­do y se dis­pa­ra en el pecho al gri­to de «viva la anar­quía», sin embar­go, ape­nas se pro­vo­ca heri­das que son cura­das en el Hos­pi­tal Fernández.

Es lle­va­do a una comi­sa­ría y se nie­ga a dar su nom­bre, lo que cau­sa inquie­tud en el gobierno que espe­cu­la que detrás del cri­men de Fal­cón hay una gran cons­pi­ra­ción, y decla­ra el esta­do de sitio.

Los ante­ce­den­tes del acu­sa­do fue­ron obte­ni­dos por la emba­ja­da argen­ti­na en París, que pudo esta­ble­cer que Simón había naci­do en Ucra­nia, enton­ces una nación con­tro­la­da por el Impe­rio Ruso.

Pero como no podía deter­mi­nar­se su edad, un tío suyo rabino se acer­có a las auto­ri­da­des con docu­men­tos que pro­ba­ban que era menor de edad.

Esto le per­mi­tió elu­dir una con­de­na a muer­te, a días de enfren­tar un pelo­tón de fusilamiento.

Rado­wit­tzky resul­tó sen­ten­cia­do a cade­na per­pe­tua en el penal de Ushuaia. Allí sopor­tó mal­tra­tos, tor­tu­ras y ais­la­mien­tos, has­ta que en noviem­bre de 1918 logró huir y cru­zar en un bar­co hacia Chi­le, don­de tras cin­co días, la poli­cía lo recapturó.

A par­tir de enton­ces, la pren­sa obre­ra y anar­quis­ta ini­ció una cam­pa­ña en pos de su libe­ra­ción, y su figu­ra era exal­ta­da como la «un már­tir de la cau­sa libertaria».

El 22 de abril de 1930, el pre­si­den­te Hipó­li­to Yri­go­yen le con­mu­tó la pena, le otor­gó una amnis­tía a cam­bio de que aban­do­na­ra el país con des­tino hacia Uru­guay, para reca­lar más tar­de en Espa­ña, en pleno desa­rro­llo de la gue­rra civil.

En 1936, Simón era toda una figu­ra para del anar­quis­mo, y aun­que qui­so com­ba­tir con­tra los fas­cis­tas, la Con­fe­de­ra­ción Nacio­nal del Tra­ba­jo se lo impi­dió, para pre­ser­var­lo de los riesgos.

Tras la vic­to­ria de Fran­cis­co Fran­co cru­zó a Fran­cia y lue­go emi­gró a Méxi­co, don­de tra­ba­jó en una fábri­ca de jugue­tes has­ta que murió en 1956.

Sería ente­rra­do en tie­rras azte­cas con el nom­bre de Raúl Gómez Saa­ve­dra, tal como lo acre­di­ta­ba el pasa­por­te que le había expe­di­do España.

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