Esta­dos Uni­dos. ¿Qué se pue­de espe­rar de Biden con res­pec­to a Venezuela?

Por Ociel Alì Lòpez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 12 de noviem­bre de 2020. 

Biden lle­ga en un momen­to cru­cial para Vene­zue­la en mate­ria eco­nó­mi­ca y sani­ta­ria debi­do a que, según lo anun­ció el 30 de octu­bre Elliott Abrams, repre­sen­tan­te del gobierno para asun­tos sobre Vene­zue­la, la Casa Blan­ca tra­ta de esta­ble­cer un blo­queo efec­ti­vo al sumi­nis­tro de die­sel, el com­bus­ti­ble que uti­li­za el trans­por­te públi­co y pri­va­do de ali­men­tos, medi­ci­nas y personas.

Es el últi­mo misil repu­bli­cano con­tra Venezuela.

Será el gobierno de Biden al que le corres­pon­da deci­dir si con­ti­núa la polí­ti­ca de blo­quear el sumi­nis­tro interno de com­bus­ti­ble que, de incor­po­rar el die­sel, dis­pa­ra­rá aún más la cri­sis en el país.

Para deci­dir, Biden debe­rá ubi­car­se en un con­ti­nen­te que no es el que dejó cuan­do salió de la vicepresidencia. 

Otro con­ti­nen­te espera

Cuan­do Biden era vice­pre­si­den­te, su gobierno se había acer­ca­do a Cuba y tenía evi­den­tes rela­cio­nes con Vene­zue­la; ade­más, los gobier­nos pro­gre­sis­tas de Bra­sil y Argen­ti­na esta­ban cayen­do. En 2020, las cosas no son iguales.

Pri­me­ro por­que el pro­pio EE.UU. vive una cri­sis inter­na iné­di­ta y pro­fun­da. Tan­to la pan­de­mia como las deman­das de las revuel­tas anti­rra­cis­tas hacen de ese país un lugar ines­ta­ble. La obse­sión de la nue­va ges­tión, por ende, ten­drá que ubi­car­se en la polí­ti­ca inter­na.

Lue­go por­que Amé­ri­ca Lati­na ha cam­bia­do. Va a tener que enfo­car su polí­ti­ca den­tro de una nue­va reali­dad. Colom­bia ya no es una «cabe­za de pla­ya» esta­ble. Chi­le ha baja­do la per­sia­na como mode­lo eco­nó­mi­co exi­to­so y vive una ver­da­de­ra rebe­lión constituyente.

Los pro­gre­sis­mos están de vuel­ta en la región. Las pre­si­den­cias de Argen­ti­na y Méxi­co son exce­len­tes inter­lo­cu­to­res, que pue­den tra­du­cir­le a la nue­va ges­tión las vías para des­mon­tar la situa­ción de con­flic­ti­vi­dad que están dejan­do los hal­co­nes en Amé­ri­ca Latina. 

Muy posi­ble­men­te Biden que­rrá reto­mar las rela­cio­nes con Cuba, que pro­mo­vió la ges­tión de Oba­ma, como un acto de reco­no­ci­mien­to hacia Amé­ri­ca Latina.

El apa­ra­to de Biden, de mane­ra pro­gra­ma­da, vie­ne a esta­ble­cer otro esce­na­rio a esca­la mun­dial, mucho más pla­ne­ta­rio y com­pro­me­ti­do con con­flic­tos como el de Medio Orien­te, Ucra­nia, Tai­wán, y mucho menos dis­pues­to a pro­li­fe­rar pug­nas vio­len­tas en su fron­te­ra ame­ri­ca­na. Tam­bién debe­rá deci­dir cómo replan­tear la inter­ven­ción en los paí­ses inva­di­dos des­de su ges­tión con Oba­ma, como Siria y Libia, y la de sus ante­ce­so­res repu­bli­ca­nos, como Irak y Afga­nis­tán. Todos ellos, tea­tros en situa­ción de replie­gue del ejér­ci­to de EE.UU. por deci­sión del gobierno de Trump.

¿Vol­ver a des­ple­gar­se o hacer una reti­ra­da defi­ni­ti­va? He allí una de las prin­ci­pa­les cues­tio­nes a deter­mi­nar, antes inclu­so de mirar hacia su ‘patio tra­se­ro’. Para saber a cien­cia cier­ta cuál será la polí­ti­ca real de Biden sobre Vene­zue­la habrá que espe­rar cómo desa­rro­lla su mira­da hacia Chi­na y Rusia.

Para Trump, la polí­ti­ca de san­cio­nes hacia Vene­zue­la no obe­de­cía a la pre­sión de las pro­tes­tas opo­si­to­ras o a la situa­ción del país, sino a la inten­ción de cer­ce­nar, con pin­zas, los nego­cios de Rusia, Chi­na e Irán en el Cari­be. Pero Biden pro­ba­ble­men­te esta­blez­ca otra estra­te­gia menos pug­naz (eco­nó­mi­ca­men­te hablan­do) con estos países. 

Vene­zue­la enton­ces pue­de vol­ver a ser mini­mi­za­da como pro­ble­ma, en tan­to se vie­nen un mon­tón de otros pro­ble­mas, otras exi­gen­cias y otros lob­bies que Trump tra­tó de ir cerran­do, y que aho­ra pue­den ten­der a activarse.

Lo que ten­drán que tomar en cuen­ta tan­to los opo­si­to­res vene­zo­la­nos como nor­te­ame­ri­ca­nos es que la foto de Biden con Madu­ro, que insa­cia­ble­men­te publi­ca­ron los algo­rit­mos repu­bli­ca­nos en cam­pa­ña, ya ha per­di­do vigencia.

Si con esa foto son­reí­da Biden logró ven­ta­ja elec­to­ral, es por­que una ante­rior rela­ción con Madu­ro no es tan con­tun­den­te como para vol­tear una elec­ción en EE.UU. Flo­ri­da ha per­di­do impor­tan­cia, una vez que el triun­fo de Trump en ese esta­do no sig­ni­fi­có el gol­pe defi­ni­ti­vo que espe­ra­ban los coman­dos de cam­pa­ña. Los lob­bies cuba­nos pue­den debi­li­tar­se en la toma de deci­sio­nes de la Casa Blanca.

Pue­de hacer peso tam­bién el peque­ño giro en torno al tema que se atre­vió a dar la Unión Euro­pea, con Josep Borrell a la cabe­za, con­si­de­ran­do la posi­bi­li­dad de acom­pa­ñar el pro­ce­so elec­to­ral de las par­la­men­ta­rias que han sido boi­co­tea­das des­de Washing­ton. Aun­que final­men­te se haya abor­ta­do la acción, solo plan­tear­lo era un des­co­no­ci­mien­to de las líneas del depar­ta­men­to de Estado.

Biden y su equi­po tie­nen la opor­tu­ni­dad de dise­ñar polí­ti­cas post-Trump. Todo ello, sin olvi­dar el tipo vio­len­to de inter­ven­cio­nis­mo que sue­len apli­car los gobier­nos demó­cra­tas en diver­sos plei­tos mundiales.

Superan­do la voce­ría béli­ca del Coman­do Sur, el dis­cur­so sobre nar­co­trá­fi­co y las bases ira­níes en Vene­zue­la, todas acu­sa­cio­nes sin prue­ba algu­na y difun­di­das por los hal­co­nes, el nue­vo gobierno comen­za­rá a pri­vi­le­giar el tema de los dere­chos huma­nos, los infor­mes de la alta comi­sio­na­da para los dere­chos huma­nos de la ONU, Miche­lle Bache­let, y el infor­me pre­sen­ta­do por la misión inter­na­cio­nal inde­pen­dien­te de deter­mi­na­ción de los hechos sobre la Repú­bli­ca Boli­va­ria­na de Vene­zue­la, y se ten­de­rá a dele­gar en orga­nis­mos inter­na­cio­na­les la apli­ca­ción de posi­bles medidas.

Para este esce­na­rio el gobierno de Vene­zue­la se ha pre­pa­ra­do, insis­tien­do en el diá­lo­go con las ins­ti­tu­cio­nes inter­na­cio­na­les y baján­do­le el volu­men al recha­zo auto­má­ti­co de estos infor­mes, como ocu­rrió en un pri­mer momen­to con el docu­men­to de Bache­let, emi­ti­do en sep­tiem­bre de 2019.

Aho­ra el len­gua­je es mucho más diplo­má­ti­co con la alta comi­sio­na­da y acep­tan su interlocución. 

Estos infor­mes, ade­más, cuen­tan con el apo­yo de gobier­nos pro­gre­sis­tas, como el de Argen­ti­na, que esta­rán pre­sio­nan­do no solo para que EE.UU. dero­gue las medi­das toma­das, sino tam­bién para que haya cam­bios en la situa­ción inter­na de Vene­zue­la, tan­to en el gobierno como en la oposición.

No deja de ser pro­ba­ble que la nue­va agen­da sobre Vene­zue­la, basa­da en acu­sa­cio­nes en torno al tema de los dere­chos huma­nos, ter­mi­ne cris­pan­do aun más la situación.

En todo este pano­ra­ma quien no apa­re­ce es Guaidó.

Guai­dó, una pesa­da carga

Juan Guai­dó es un inven­to de los hal­co­nes, al que Trump le dio luz ver­de y ha ter­mi­na­do total­men­te des­gas­ta­do. Per­pe­tuar el rédi­to de un gobierno para­le­lo, débil e inefi­caz, nom­bra­do por el gobierno repu­bli­cano ante­rior, no pare­ce tener mucho sen­ti­do. Aun­que Biden no pue­de aban­do­nar a los vene­zo­la­nos de Mia­mi, debi­do a lo estra­té­gi­co de su voto en las pró­xi­mas elec­cio­nes de medio tér­mino de 2022.

Es muy pro­ba­ble que el gobierno de Biden y Kama­la Harris se carac­te­ri­ce por su prag­ma­tis­mo, espe­cial­men­te a la hora de deci­dir sobre los acti­vos de Vene­zue­la que mane­ja la emba­ja­da del inte­ri­na­to de Guai­dó en Washing­ton, espe­cial­men­te la petro­le­ra esta­tal Cit­go, que está sien­do dispu­tada entre tene­do­res de bonos a los que el gobierno vene­zo­lano adeu­da (y para los que ha pues­to a la petro­le­ra como garan­tía de pago).

Guai­dó es quien ha sido impac­ta­do nega­ti­va­men­te con la derro­ta del par­ti­do repu­bli­cano. Ya sin capa­ci­dad de nego­cia­ción inter­na ni casi mar­gen de manio­bra, su ‘gobierno’ cada vez se acer­ca más al asi­lo. Ha per­di­do su úni­co apoyo.

El resul­ta­do que logró Biden per­mi­ti­rá a su nue­va ges­tión replan­tear­se las rela­cio­nes con Amé­ri­ca Lati­na, y es muy pro­ba­ble que el gobierno vene­zo­lano y el esta­dou­ni­den­se logren esta­ble­cer otro tipo de inter­ac­ción, media­da por estos nue­vos fac­to­res y lle­va­da por un camino más diplo­má­ti­co, aun­que igual­men­te convulso.

Por lo pron­to, que­da por ver si la nue­va admi­nis­tra­ción con­ti­nua­rá los pla­nes de la actual ges­tión de blo­quear el acce­so a com­bus­ti­ble, y eso debe­rá deci­dir­se ape­nas tome el con­trol del gobierno. Esta­re­mos atentos.

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