Argen­ti­na. La pasión a pesar de la pan­de­mia: pos­ta­les de un 17 de Octu­bre que no fue virtual

Por Demián Ver­du­ga – 17 de octu­bre de 2020.

Des­de la maña­na hubo cara­va­nas de autos y camio­nes de los sin­di­ca­tos. Colo­res, cán­ti­cos y bar­bi­jos. Por la tar­de, la cara­va­na espon­tá­nea des­bor­dó las calles del Centro.

Los pro­to­co­los sani­ta­rios y las pasio­nes popu­la­res no se lle­van bien. Hay un gru­po de jóve­nes en Ave­ni­da de Mayo y Car­los Pelle­gri­ni, jun­to al res­tau­rant Ronas. Son las 11:45 del sába­do 17 de Octu­bre de 2020, 75º ani­ver­sa­rio del Día de la Leal­tad Pero­nis­ta. Todos tie­nen algo ver­de: la reme­ra, o la gorra, o el pañue­lo, o el atuen­do que la pan­de­mia de Covid-19 puso de moda, el bar­bi­jo. El color no es por­que sea una mar­cha por la lega­li­za­ción del abor­to. Son camio­ne­ros. Es un gre­mio como el ves­tua­rio des­pués del par­ti­do, 90 por cieno mas­cu­lino. Al menos la mitad de los jóve­nes tie­ne un ins­tru­men­to: bom­bos, redo­blan­tes, trom­pe­tas. El cli­ma car­na­va­le­ro con­ta­gia, el coro­na­vi­rus tam­bién, diría el doc­tor Cahn.

Uno de los jóve­nes toca el bom­bo y sal­ta. El bar­bi­jo ver­de cae deba­jo de la boca y se lo tie­ne que aco­mo­dar a cada rato. Mal­di­ta vacu­na que no ter­mi­na de nacer.

Al mirar por enci­ma del hom­bro el con­tras­te impac­ta. Todo el cen­tro está igual a esta hora. Miles de autos, camio­nes, taxis, tocan­do boci­na, algu­nos gru­pos de a pie con­cen­tra­dos al esti­lo clá­si­co. Y de tan­to en tan­to calles vacías. Así se ve aho­ra Ave­ni­da de Mayo entre 9 de Julio y el Con­gre­so. Pare­ce que podría escu­char­se el vien­to via­jan­do por las vere­das, bor­dean­do las mesas que los bares pusie­ron afue­ra, rodean­do los pues­tos de dia­rios. Por suer­te, lo que se escu­cha son las trom­pe­tas, redo­blan­tes y el gri­to: “Vamos, camione…”.

Al cami­nar hacia la Casa Rosa­da, la Ave­ni­da de Mayo está lle­na. Camio­nes reco­lec­to­res de resi­duos, Sca­nias sin el aco­pla­do, autos par­ti­cu­la­res con la gen­te sacan­do las ban­de­ras por la ven­ta­na. Los camio­nes resul­tan más poten­tes que las camio­ne­tas 4×4 de las mar­chas opo­si­to­ras, si qui­sie­ra prac­ti­car­se la com­pe­ten­cia fut­bo­le­ra que tan segui­do se le pone a la polí­ti­ca en la Argen­ti­na. Serían los Sca­nia con­tra las Ran­ge Rover.

Más allá apa­re­ce un camión con un gran glo­bo en el techo con for­ma de bom­bo. “Comer­cio”, dice en lo que sería el par­che para iden­ti­fi­car el sin­di­ca­to. En el con­torno del bom­bo hay fotos de Evi­ta. A unos pasos hay una parri­lla de metal en la vere­da y un hom­bre de pelo blan­co dan­do vuel­ta los cho­ri­zos con un tene­dor. El olor al car­bón y al cho­ri­zo se per­ci­ben de inme­dia­to. Enfren­te está el bar Tor­to­ni, con sus puer­tas de made­ra talla­da y vidrio. La esta­tua de Hora­cio Ferrer pare­ce que­rer cruzar.

Sobre la calle Bolí­var, jus­to antes de cru­zar para lle­gar a la Pla­za de Mayo, hay un gru­po de la UTA. Están subi­dos a los techos de dos colec­ti­vos de la línea 150, agi­tan ban­de­ras y can­tan la mar­cha pero­nis­ta. Tra­tan, con mayor o menor éxi­to, de con­ser­var la dis­tan­cia entre ellos. Es que la pan­de­mia es enemi­ga de la pasión y pare­ce que hay pasio­nes difí­ci­les de con­te­ner. PUBLICIDAD

Dia­go­nal Nor­te y Bolí­var, en dia­go­nal a la Cate­dral con sus colum­nas roma­nas y dos filas de taxis esta­cio­na­das jun­to a la vere­da. Una mujer está jun­to a tres sacos en los que guar­da car­to­nes. Está levan­tan­do basu­ra de la calle y barrien­do. Hay dos nenas, pelo lar­go y sucio, sen­ta­das en el cor­dón de la vere­da a pocos pasos de la mujer, que sigue barrien­do y mue­ve la cade­ra al rit­mo de los redo­blan­tes y las trom­pe­tas que vie­nen des­de Ave­ni­da de Mayo. Es como si bai­la­ra. Un hom­bre con una reme­ra que dice UTA en medio de la pan­za pasa por la vere­da y le grita:

–Feliz Día de la Leal­tad, vecina.

La mujer deja de barrer y levan­ta la cabeza.

–Feliz día.

No es posi­ble evi­tar que emer­ja la pre­gun­ta: por qué una mujer que cla­ra­men­te está pasan­do nece­si­da­des, ella y sus hijas, res­pal­da al gobierno. Una res­pues­ta rápi­da, aun­que exis­te, sería: la pasión. La más pre­jui­cio­sa diría: la enga­ñan, la mani­pu­lan. Y una ter­ce­ra opción: la con­fian­za. Esa per­cep­ción ínti­ma de que ser teni­do en cuen­ta, más allá de la dis­cu­sión que esta afir­ma­ción pue­de habi­li­tar. Con­fian­za de los pos­ter­ga­dos, des­con­fian­za de ese eufe­mis­mo lla­ma­do “los mercados”.

Llue­ve. El día había empe­za­do con sol, calor y pesa­dez. Aho­ra, alre­de­dor de las 12, el cie­lo se cubrió de nubes gri­ses y llue­ve. Deba­jo del techo de un pues­to de dia­rios, un joven con un carri­to con cer­ve­zas le dice a un hom­bre de pelo blan­co que pasa a su lado:

–¿Dios es macris­ta? Se largó.

El anciano se detiene.

–El Papa es peronista.

Ambos se ríen.

Sigue llo­vien­do. Bolí­var y Bel­grano. El semá­fo­ro se pone rojo y un auto gris, vie­jo, fre­na. Aden­tro está a todo volu­men la mar­cha pero­nis­ta como si se tra­ta­ra de un dis­co de los Redon­dos. El joven que mane­ja abre la puer­ta del con­duc­tor y baja del auto. Movien­do los bra­zos ade­lan­te y atrás se pone a can­tar miran­do a los otros autos esta­cio­na­dos delan­te del semá­fo­ro. La llu­via le cae y le moja la cabe­za, la cara, el bar­bi­jo con el escu­do del PJ.

Unas rato des­pués, lue­go de que la pla­ta­for­ma 75 Octu­bres colap­sa­ra, según los orga­ni­za­do­res por un ata­que vir­tual masi­vo, las cara­va­nas de autos se mul­ti­pli­ca­rían. Sal­drán a cons­truir una ima­gen que que­da­rá gra­ba­da como la que cam­bió el rum­bo de la Argen­ti­na hace 75 años. Es la pasión a pesar de la pandemia.

La cara­va­na peronista

Ima­gen: Kala Moreno Parra

Fotos de Lean­dro Teys­sei­re y Kala Moreno Parra. 

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