Bra­sil. Más de mil res­tos óseos encon­tra­dos en cen­tros clan­des­ti­nos de la dic­ta­du­ra mili­tar aún espe­ran ser identificados

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 5 de sep­tiem­bre de 2020.

La fosa clan­des­ti­na del cemen­te­rio de Vala de Perus, des­cu­bier­to en São Pau­lo hace 30 años, ocul­ta víc­ti­mas del régi­men mili­tar. El coor­di­na­dor del tra­ba­jo de iden­ti­fi­ca­ción de los res­tos ve ries­go de inte­rrup­ción bajo gobierno de Bolsonaro.

Des­pués de 34 años de bús­que­da, Gil­ber­to Moli­na pudo ente­rrar a su her­mano menor, Flá­vio Moli­na, en la tum­ba fami­liar en el cemen­te­rio São João Batis­ta en Río de Janei­ro. Ase­si­na­do en São Pau­lo en vís­pe­ras de cum­plir 24 años, el enton­ces estu­dian­te fue dete­ni­do y tor­tu­ra­do en 1971, en las ins­ta­la­cio­nes del temi­do cuer­po de repre­sión polí­ti­ca de la dic­ta­du­ra mili­tar, cono­ci­do como Des­ta­ca­men­to de Ope­ra­cio­nes e Infor­ma­ción – Cen­tro de Ope­ra­cio­nes de Defen­sa Inter­na (DOI ‑Codi).

Recién en 1981 Gil­ber­to logró acer­car­se a los res­tos de su her­mano des­apa­re­ci­do. Con la ayu­da de Antô­nio Pires Eus­tá­quio, quien diri­gía el cemen­te­rio Dom Bos­co, en el barrio pau­lis­ta de Perus, fue tes­ti­go de cómo una retro­ex­ca­va­do­ra saca­ba a la super­fi­cie bol­sas lle­nas de hue­sos escon­di­dos en una zona. El sitio clan­des­tino se deno­mi­na­ría Vala de Perus, en refe­ren­cia al barrio que alber­ga el cemen­te­rio cons­trui­do en 1970, bajo la direc­ción del alcal­de Pau­lo Maluf. Pero la his­to­ria aún tar­da­ría casi diez años en hacer­se pública.

En ese momen­to, Bra­sil toda­vía esta­ba bajo el man­do de los mili­ta­res, quie­nes orde­na­ron el arres­to de quie­nes con­si­de­ra­ban enemi­gos polí­ti­cos. Fue solo hace exac­ta­men­te 30 años, el 4 de sep­tiem­bre de 1990, des­pués de la rede­mo­cra­ti­za­ción, que final­men­te se abrió la zan­ja para el reco­no­ci­mien­to de los huesos.

«La fase de iden­ti­fi­ca­ción de mi her­mano duró des­de la aper­tu­ra de la ace­quia has­ta 2005», dijo Gil­ber­to Moli­na duran­te un even­to en línea impul­sa­do por el Ins­ti­tu­to Vla­di­mir Herzog.

Flá­vio Moli­na fue miem­bro del Movi­mien­to de Libe­ra­ción Popu­lar (Moli­po). Cono­ci­do por los agen­tes del Depar­ta­men­to de Orden Polí­ti­co y Social (Dops), fue ente­rra­do como indi­gen­te y bajo un nom­bre fal­so, median­te car­ta fir­ma­da por Romeu Tuma, enton­ces direc­tor de la agen­cia. La fami­lia de Flá­vio nun­ca fue comunicada.

En el Vala de Perus, 1.049 hue­sos fue­ron des­alo­ja­dos clan­des­ti­na­men­te duran­te la dic­ta­du­ra mili­tar. Habían sido some­ti­dos a una «exhu­ma­ción masi­va» den­tro del cemen­te­rio entre 1975 y 1976 y des­apa­re­cie­ron, sin nin­gún regis­tro. Para que los ase­si­na­dos por el régi­men nun­ca fue­ran loca­li­za­dos, el agu­je­ro clan­des­tino en el cemen­te­rio fue la sali­da que encon­tra­ron los militares.

«El Vala de Perus es par­te de un pro­ce­so de mucha vio­len­cia en Bra­sil, impul­sa­do por la dic­ta­du­ra mili­tar y que pro­vo­có la muer­te de más de 400 polí­ti­cos des­apa­re­ci­dos. Pero miles de per­so­nas fue­ron ase­si­na­das por una polí­ti­ca de des­apa­ri­ción impul­sa­da por la dic­ta­du­ra», rela­ta a la DW Bra­sil Rogé­rio Soti­lli, direc­tor eje­cu­ti­vo del Ins­ti­tu­to Vla­di­mir Her­zog, crea­do en memo­ria del direc­tor de perio­dis­mo de TV Cul­tu­ra ase­si­na­do en 1975.

Her­zog, perio­dis­ta, había asis­ti­do a la sede de DOI-Codi para dar una decla­ra­ción. Allí, fue enca­pu­cha­do, ata­do a una silla, asfi­xia­do con amo­nía­co, sufrió gol­pi­zas y des­car­gas eléc­tri­cas y nun­ca fue vis­to con vida, según la Comi­sión de la Ver­dad de la Aso­cia­ción de Salud Públi­ca de São Pau­lo. En 2014, la fami­lia Her­zog reci­bió un nue­vo cer­ti­fi­ca­do de defun­ción con­fir­ma­do a muer­te bajo tor­tu­ra.
Repre­sión y vio­len­cia reveladas

La bata­lla por la iden­ti­fi­ca­ción de las víc­ti­mas del Vala de Perús en 1990 fue lide­ra­da por muje­res, madres y acom­pa­ñan­tes de los des­apa­re­ci­dos que con­ta­ron con el apo­yo de la alcal­de­sa elec­ta del año ante­rior, Lui­za Erundina.

El escán­da­lo de la zan­ja clan­des­ti­na lle­gó al públi­co con la ayu­da del inves­ti­ga­dor Caco Bar­ce­llos, quien pasó años inves­ti­gan­do la vio­len­cia poli­cial para escri­bir un libro. En 1990, había escu­cha­do de Antô­nio Pires Eus­tá­quio el mis­mo rela­to dado a Gil­ber­to Moli­na casi diez años antes, y los infor­mes die­ron a cono­cer el caso en todo el país.

El tra­ba­jo cien­tí­fi­co dedi­ca­do exclu­si­va­men­te a la iden­ti­fi­ca­ción de hue­sos, sin embar­go, solo comen­zó real­men­te en 2014. Ese año, un con­ve­nio de coope­ra­ción téc­ni­ca per­mi­tió la crea­ción del Cen­tro de Antro­po­lo­gía y Arqueo­lo­gía Foren­se (CAAF), den­tro de la Uni­ver­si­dad Fede­ral de São Pau­lo (Uni­fesp).

Monu­men­to en memo­ria de 1.049 víc­ti­mas cuyos hue­sos fue­ron arro­ja­dos a la Fosa de Perus.

El cen­tro reci­bió los res­tos de 1.049 per­so­nas, empa­que­ta­dos en cajas indi­vi­dua­les. De estos, has­ta el momen­to se han iden­ti­fi­ca­do dos polí­ti­cos des­apa­re­ci­dos: Dimas Antô­nio Case­mi­ro, en enero de 2018, y Aluí­sio Palhano, en diciem­bre del mis­mo año. Otras cua­tro víc­ti­mas habían sido loca­li­za­das pre­via­men­te a tra­vés de otras ini­cia­ti­vas, como Flá­vio Molina.

«Todos pasa­ron por DOI-Codi. Fue­ron dete­ni­dos, sin denun­cia poli­cial, tras­la­da­dos a cen­tros clan­des­ti­nos de repre­sión y tor­tu­ra coman­da­dos por [el coro­nel Car­los Alber­to] Brilhan­te Ustra», deta­lla Edson Teles, coor­di­na­dor de CAAF, a DW Brasil.

Car­los Brilhan­te Ustra enca­be­zó el DOI-Codi de 1970 a 1974. Se esti­ma que al menos 45 muer­tes y des­apa­ri­cio­nes for­za­das ocu­rrie­ron bajo su super­vi­sión, según un infor­me de la Comi­sión Nacio­nal de la Verdad.

«Y el res­pon­sa­ble de estas muer­tes es decla­ra­do por el actual pre­si­den­te como un héroe», comen­ta Teles, en refe­ren­cia a Jair Bolsonaro.

En agos­to del año pasa­do, al con­ver­sar con los perio­dis­tas sobre un almuer­zo entre él y la viu­da de Brilhan­te Ustra, el pre­si­den­te cali­fi­có al coro­nel como «un héroe nacio­nal que impi­dió que Bra­sil caye­ra en lo que hoy quie­re la izquierda».

Tam­bién cuan­do era dipu­tado, Bol­so­na­ro rin­dió home­na­je al exje­fe del DOI-Codi. Al decla­rar su voto a favor de abrir un jui­cio polí­ti­co con­tra la enton­ces pre­si­den­ta, Dil­ma Rous­seff, en 2016, el actual man­da­ta­rio dijo: «En memo­ria del coro­nel Car­los Alber­to Brilhan­te Ustra, el pavor de Dil­ma Rousseff».

Fal­ta de memoria

Para Eugê­nia Gon­za­ga, fis­cal del Minis­te­rio Públi­co Fede­ral, el epi­so­dio de Vala de Perus mues­tra cuán­to se ha enmas­ca­ra­do la dic­ta­du­ra mili­tar y cuán­ta vio­len­cia se ha ocul­ta­do a todos.

«Un ter­cio de los hue­sos en la cune­ta eran niños. Otro ter­cio eran niños meno­res de 16 años, posi­bles víc­ti­mas de la epi­de­mia de menin­gi­tis de los años 70 que la dic­ta­du­ra no pudo afron­tar», dice Gon­za­ga duran­te el deba­te en línea pro­mo­vi­do por el Ins­ti­tu­to Vla­di­mir Her­zog. «Cual­quier coin­ci­den­cia con el pre­sen­te no es coin­ci­den­cia», agre­gó, en refe­ren­cia a la actual pan­de­mia de covid-19, que mató a más de 124 mil bra­si­le­ños has­ta este jue­ves (09÷03), según el Minis­te­rio de Salud.

Arqueó­lo­gos tra­ba­jan­do en Vala de Perus, SP

Para Soti­lli, del Ins­ti­tu­to Vla­di­mir Her­zog, la polí­ti­ca de des­apa­ri­cio­nes nun­ca ha deja­do de exis­tir. «Esta vio­len­cia se repi­te por­que todo el pro­ce­so de ren­di­ción de cuen­tas de quie­nes come­tie­ron este pro­ce­so de vio­len­cia nun­ca se lle­vó a cabo en pro­fun­di­dad», argu­men­ta. “Esto sigue pasan­do y ha lle­va­do a la Pre­si­den­cia de la Repú­bli­ca a quien pide dis­cul­pas por el cri­men de daño a la huma­ni­dad”, cri­ti­ca, refor­zan­do que las muer­tes vio­len­tas por par­te del Esta­do, hoy, vic­ti­mi­zan a jóve­nes negros de la periferia.

Aho­ra la his­to­ria com­ple­ta de Vala de Perus se está reu­nien­do en un libro, escri­to por el perio­dis­ta y escri­tor Cami­lo Vanuc­chi. “Si cono­cié­ra­mos bien la his­to­ria, hoy no esta­ría­mos en un momen­to en el que tan­ta gen­te dice que la dic­ta­du­ra mili­tar no exis­tió, que no fue gra­ve, que fue ‘sosa’ y que solo ‘terro­ris­tas’ fue­ron ase­si­na­dos”, seña­la. Vanuc­chi en una entre­vis­ta con DW Brasil.

De los 1.049 hue­sos arro­ja­dos a la cune­ta, se esti­ma que 42 eran acti­vis­tas polí­ti­cos. «Los otros mil son ase­si­na­tos de ‘gen­te común’. Enton­ces es men­ti­ra decir que la dic­ta­du­ra no fue vio­len­ta», argu­men­ta el periodista.

Edson Teles, quien coor­di­na el esfuer­zo de iden­ti­fi­ca­ción en CAAF, advier­te del ries­go de inte­rrum­pir el pro­ce­so bajo el gobierno de Bol­so­na­ro. “Es impor­tan­te recor­dar cuán­to tra­ba­jo está en ries­go. Por­que acla­rar la his­to­ria de cada des­apa­re­ci­do y devol­ver el cuer­po a la fami­lia es mos­trar cuán fal­so era el dis­cur­so del gobierno actual sobre lo que fue la dic­ta­du­ra mili­tar en Bra­sil”, dice.

Fuen­te: DW​.com

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