Argen­ti­na. Una mujer, un hom­bre y un pibe, indu­ci­dos por el Esta­do, se sui­ci­da­ron en las cár­ce­les de mala muerte

Por María Pue­blo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 01 de sep­tiem­bre de 2020.

Este fin de sema­na, un mujer, Micae­la (33) ‑madre de dos hijas‑, per­dió la vida en la U‑8 de Los Hor­nos. Tam­bién se sui­ci­dó Ángel en la Uni­dad 9 de La Pla­ta y Lucas (17) en una cár­cel para pibes en Pablo Nogués. Todas las muer­tes pudie­ron y debie­ron ser evi­ta­das tan­to por el SPB y por del Orga­nis­mo Pro­vin­cial de Niñez y Ado­les­cen­cia. Las con­di­cio­nes de deten­ción en toda la pro­vin­cia dan cuen­ta de una situa­ción crí­ti­ca que no resis­te más dila­cio­nes ni excu­sas. La emer­gen­cia car­ce­la­ria colo­ca­da en la esce­na públi­ca tras las mani­fes­ta­cio­nes sos­te­ni­das por las per­so­nas pri­va­das de liber­tad y sus fami­lias, expre­sa­das en todas las for­mas posi­bles (huel­gas, cha­po­neos, hábeas colec­ti­vos, auto­le­sio­nes) y con la par­ti­ci­pa­ción de orga­ni­za­cio­nes socia­les y refe­ren­tes en la lucha con­tra el sis­te­ma de la cruel­dad, no han logra­do tor­cer el bra­zo de hie­rro que encar­ce­la y cri­mi­na­li­za a la pobla­ción más cas­ti­ga­da por la des­igual­dad y la pobre­za. Ni el poder judi­cial logra que sus agen­tes res­pe­ten el debi­do pro­ce­so y el prin­ci­pio de pro­gre­si­vi­dad de la pena, ni el sis­te­ma de encie­rro y tor­tu­ra toma debi­da nota de la urgen­cia de cui­dar las vidas que deci­dió ence­rrar. Estos dos vec­to­res de apri­sio­na­mien­to se poten­cian y fun­cio­na­li­zan cas­ti­gan­do con dure­za cuer­pos y almas ya quebrados.

El rigor del sis­te­ma se poten­cia con el con­tex­to de ASPO, duran­te el cual el gra­do de ais­la­mien­to se extre­ma, en per­jui­cio de la cali­dad de vida. Mien­tras el ser­vi­cio de salud del sis­te­ma ase­ve­ra que tie­nen con­di­cio­nes favo­ra­bles para dar res­pues­ta a las deman­das de aten­ción sani­ta­ria de la pobla­ción encarcelada.

En este con­tex­to, este fin de sema­na, tres vidas se can­ce­lan por apa­ren­te mano pro­pia; los regis­tros dirán que Ángel, Lucas y Micae­la ter­mi­na­ron con sus vidas. Pero sabe­mos que sus vidas esta­ban sig­na­das por la desidia y el aban­dono des­de hacía tiem­po. Morir joven en la cár­cel es una pro­ba­bi­li­dad cer­ca­na. Las auto­le­sio­nes y el sui­ci­dio son leí­dos como pro­ble­mas indi­vi­dua­les, como deci­sio­nes personalísimas.

No cree­mos que estos sea así, cree­mos que el sis­te­ma que des­hu­ma­ni­za, aco­rra­la y rom­pe con los esca­sos res­guar­dos que aún man­tie­nen con vida a una par­te sig­ni­fi­ca­ti­va de las y los pri­va­dos de liber­tad. Y sabe­mos que el sis­te­ma no regis­tra estas muer­tes como un pro­ble­ma de salud públi­ca, que no hay un pro­gra­ma real y sos­te­ni­do de pre­ven­ción del sui­ci­dio ni de con­ten­ción y acom­pa­ña­mien­to para quie­nes deben afron­tar el día des­pués del sui­ci­dio de unx comnpañerx.

Por eso se deci­de colec­ti­va­men­te expre­sar el dolor y la indig­na­ción ante el silen­cio cóm­pli­ce de quie­nes regis­tran este geno­ci­dio como un epi­so­dio más. De ese modo, con­flu­ye­ron el cha­po­neo de las com­pa­ñe­ras, así como la pro­tes­ta orga­ni­za­da por fami­lia­res y orga­ni­za­cio­nes socia­les y polí­ti­cas en la puer­ta del penal 8, este 31 de agos­to, de Los Hor­nos, ubi­ca­da en calle 70 y 149. «La fal­ta de higie­ne y aten­ción medi­ca, la ali­men­ta­ción defi­ci­ta­ria, los cas­ti­gos, el ais­la­mien­to y la repre­sión por par­te del ser­vi­cio peni­ten­cia­rio se sigue cobran­do vidas», denun­cia­ron las dete­ni­das. Y pidie­ron «liber­tad ya a todas las pre­sas con con­de­na cum­pli­da, madres con hijxs, muje­res con dis­ca­pa­ci­dad y en ries­go por enfer­me­da­des gra­ves. Ni una menos tam­bién en las cárceles».

Fuen­te Agen­cia para la libertad

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