Colom­bia. El arres­to de Uri­be: La mala hora del parapresidente

Por Decio Macha­do. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 12 de agos­to de 2020.

Líder de la extre­ma dere­cha en Colom­bia y opo­si­tor al acuer­do de paz con las FARC, Uri­be es el pri­mer exman­da­ta­rio de ese país en ser dete­ni­do por la Jus­ti­cia. A pesar del apo­yo que reci­be del gobierno de Iván Duque, los pro­fu­sos víncu­los de su entorno con el para­mi­li­ta­ris­mo y los escán­da­los que rodean sus gobier­nos lo han pues­to bajo la mira de los tribunales.

La Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia de Colom­bia orde­nó, el 4 de agos­to, la deten­ción domi­ci­lia­ria del expre­si­den­te Álva­ro Uri­be Vélez. Se lo inves­ti­ga por supues­to frau­de y soborno de tes­ti­gos en un pro­ce­so vin­cu­la­do a escua­dro­nes para­mi­li­ta­res de la ultraderecha.

La situa­ción care­ce de pre­ce­den­tes: nun­ca antes un tri­bu­nal colom­biano había orde­na­do la pri­va­ción de liber­tad de un expre­si­den­te. Mien­tras tan­to, en los pasi­llos y salas de la Cor­te se deci­de si Uri­be será acu­sa­do y se lo lle­va­rá a jui­cio o si, por el con­tra­rio, el caso que­da­rá, como sue­le ocu­rrir, archi­va­do. Debe tener­se en cuen­ta que, más allá de que Uri­be es el men­tor del actual pre­si­den­te colom­biano, Iván Duque, ejer­ce, ade­más, como sena­dor de la repú­bli­ca y es el líder indis­cu­ti­ble de los sec­to­res con­ser­va­do­res más fun­da­men­ta­lis­tas en un país ideo­ló­gi­ca­men­te muy polarizado.

Las inves­ti­ga­cio­nes judi­cia­les y perio­dís­ti­cas que invo­lu­cran a Uri­be con el para­mi­li­ta­ris­mo vie­nen de lejos, des­de sus orí­ge­nes como polí­ti­co local en la capi­tal antio­que­ña de Mede­llín, aun­que una y otra vez –por arte de magia– que­da­ron sis­te­má­ti­ca­men­te archi­va­das. En el caso de la actual inves­ti­ga­ción, las supues­tas pre­sio­nes ejer­ci­das por Uri­be sobre los tes­ti­gos se die­ron a tra­vés de ter­ce­ros, cuan­do el exman­da­ta­rio se desem­pe­ña­ba como con­gre­sis­ta tras dejar la presidencia.

Lue­go del anun­cio públi­co de las medi­das cau­te­la­res, los uri­bis­tas impul­sa­ron en Bogo­tá una lar­ga cara­va­na de auto­mó­vi­les como demos­tra­ción de apo­yo a su líder; en para­le­lo, cace­ro­las y boci­nas se hicie­ron notar en barrios popu­la­res y de cla­se media de muy diver­sas urbes colom­bia­nas como cele­bra­ción de la orden de pri­sión preventiva.

Los escán­da­los del presidente

Decla­ra­do enemi­go del acuer­do de paz esta­ble­ci­do con la insur­gen­cia, Uri­be es hoy el líder prin­ci­pal del par­ti­do Cen­tro Demo­crá­ti­co. La orga­ni­za­ción es la base del apo­yo legis­la­ti­vo al actual pre­si­den­te, Iván Duque, quien por estos días bus­ca pro­fun­di­zar sus refor­mas de cor­te neo­li­be­ral en el mer­ca­do de tra­ba­jo, apro­ve­chan­do las con­di­cio­nes socia­les gene­ra­das por el impac­to de la pan­de­mia. Duque salió de inme­dia­to a defen­der a su padrino polí­ti­co y dijo ser un cre­yen­te de su «ino­cen­cia y honorabilidad».

Lo cier­to es que, ele­gi­do pre­si­den­te de Colom­bia en 2002, el pri­mer obje­ti­vo de Uri­be fue modi­fi­car la Cons­ti­tu­ción –en aquel momen­to la car­ta mag­na prohi­bía a los pre­si­den­tes gober­nar por más de un man­da­to con­se­cu­ti­vo– con el fin de poder ser reele­gi­do en 2006. Apro­ba­da la refor­ma, sal­dría pos­te­rior­men­te a la luz públi­ca que los ope­ra­do­res uri­bis­tas habían logra­do el apo­yo de muchos par­la­men­ta­rios a dicha refor­ma median­te el ofre­ci­mien­to de pre­ben­das per­so­na­les. Dos legis­la­do­res fue­ron con­de­na­dos por reci­bir sobor­nos y dos exmi­nis­tros de Uri­be se encuen­tran en la actua­li­dad bajo inves­ti­ga­ción por dicho asunto.

En para­le­lo, fru­to del perio­dis­mo de inves­ti­ga­ción, la revis­ta Sema­na des­cu­brió, en 2009, que duran­te las pre­si­den­cias de Uri­be el Depar­ta­men­to Admi­nis­tra­ti­vo de Segu­ri­dad –el equi­va­len­te al FBI en Colom­bia– uti­li­zó a sus agen­tes secre­tos y su tec­no­lo­gía para el con­trol ile­gal de lla­ma­das tele­fó­ni­cas y de los movi­mien­tos de los polí­ti­cos opo­si­to­res al uri­bis­mo, así como de acti­vis­tas de dere­chos huma­nos, perio­dis­tas e, inclu­so, jue­ces del Tri­bu­nal Supre­mo. Todo ello por orden direc­ta del Pala­cio de Nariño.

De igual mane­ra, en la actua­li­dad el Tri­bu­nal Supre­mo inves­ti­ga a doce­nas de par­la­men­ta­rios uri­bis­tas por pre­sun­tos víncu­los finan­cie­ros y polí­ti­cos con gru­pos para­mi­li­ta­res de la extre­ma dere­cha. Entre ellos, no podía fal­tar Mario Uri­be, un pri­mo del exman­da­ta­rio, quien inclu­so lle­gó a ser encar­ce­la­do en 2011 por sus lazos con el para­mi­li­ta­ris­mo. En los expe­dien­tes judi­cia­les cons­ta cómo los hom­bres del expre­si­den­te Uri­be ame­na­za­ron y chan­ta­jea­ron a los jue­ces para impe­dir sen­ten­cias con­de­na­to­rias con­tra sus ami­gos y el entorno presidencial.

Pero, posi­ble­men­te, el más gra­ve de los asun­tos que invo­lu­cra al dos veces man­da­ta­rio fue la for­ma en que se corrió un tupi­do velo sobre las inves­ti­ga­cio­nes inter­nas que demos­tra­ban cómo los mili­ta­res colom­bia­nos ase­si­na­ron a civi­les ino­cen­tes entre 2006 y 2010, y hacían pasar los cadá­ve­res como gue­rri­lle­ros aba­ti­dos. Los lla­ma­dos «fal­sos posi­ti­vos» se remon­tan a la déca­da de los ochen­ta, pero ocu­rrie­ron con mayor fre­cuen­cia de 2004 a 2008 –duran­te el gobierno de Uri­be – , según la Cor­te Penal Inter­na­cio­nal, y ascen­die­ron a, al menos, 2.248, según cifras de la Fis­ca­lía Gene­ral de Colombia.

* Fuen­tes: Rebe­lión /​Bre­cha

Itu­rria /​Fuen­te

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