Esta­dos Uni­dos. Los incen­dios de Cali­for­nia, el cam­bio cli­má­ti­co y los pre­sos bomberos

Por Barry Shep­pard, Resu­men Lati­nao­me­ri­cano, 30 de agos­to de 2020.

El 24 de agos­to, unas 120.000 per­so­nas habían hui­do de sus hoga­res, y 1,2 millo­nes de hec­tá­reas habían sido arra­sa­das por las lla­mas, una super­fi­cie supe­rior a la del esta­do de Rho­de Island. Dos de esos incen­dios son el segun­do y el ter­ce­ro más gran­des en la his­to­ria de Cali­for­nia, y siguen expan­dién­do­se. El más gran­de ocu­rrió en 2018.

Los incen­dios tie­nen lugar duran­te la pan­de­mia, aumen­ta­do así las difi­cul­ta­des para las per­so­nas eva­cua­das de sus domi­ci­lios, ya que los refu­gios tie­nen que cum­plir con las nor­mas de dis­tan­cia­ción, lo que sig­ni­fi­ca que esas ins­ta­la­cio­nes ya no pue­den reci­bir a muchas más per­so­nas. Más de 1.200 casas y otras estruc­tu­ras fue­ron destruidas.

Una de las reser­vas natu­ra­les más anti­guas de seco­yas gigan­tes de Cali­for­nia, algu­nas de las cua­les tie­nen más de 2000 años de anti­güe­dad, resul­tó que­ma­da. Algu­nos pue­den sal­var­se gra­cias a una cor­te­za resis­ten­te al fue­go, lo que expli­ca por qué han sobre­vi­vi­do a muchos incen­dios, pero muchos otros, no. Las copas de muchos de estos árbo­les, con sus ramas y agu­jas ver­des, ya han sido que­ma­das y tar­da­rán años en vol­ver a crecer.

Los incen­dios con­ti­núan hacien­do estra­gos. Ha habi­do 700 incen­dios, algo más de vein­te son enor­mes y los bom­be­ros siguen combatiéndolos.

Estos incen­dios se ori­gi­na­ron en el sec­tor de la bahía del gran San Fran­cis­co, que abar­ca una zona que va des­de la ciu­dad al nor­te, al este y al sur.

El humo espe­so, que crea con­di­cio­nes insa­lu­bres, se exten­dió por toda la región y afec­tó a 8 millo­nes de personas.

Estos incen­dios en el área de la bahía (Bay Area) fue­ron pro­vo­ca­dos por una espan­to­sa des­car­ga de rayos de apro­xi­ma­da­men­te 1.200 impac­tos en una noche. Fue­ron rayos «secos». Los rayos se pro­du­cen duran­te las tor­men­tas eléc­tri­cas. El «relám­pa­go seco» se pro­du­ce cuan­do el aire está lo sufi­cien­te­men­te calien­te como para eva­po­rar la mayor par­te o toda la llu­via que acom­pa­ña la tor­men­ta, antes de que ésta lle­gue al sue­lo, como fue el caso. Por lo tan­to, los rayos des­ata­ron los incen­dios sin que la llu­via hubie­ra podi­do amortiguarlos.

A su vez, los relám­pa­gos fue­ron cau­sa­dos por los res­tos de una tor­men­ta tro­pi­cal que se des­pla­zó des­de Méxi­co hacia el nor­te y has­ta el Océano Pací­fi­co, lue­go se diri­gió hacia el cen­tro de Cali­for­nia y con­ti­nuó hacia el nor­te, encon­trán­do­se con la ola de calor.

Cali­for­nia tie­ne dos esta­cio­nes, una húme­da, a fina­les del oto­ño y duran­te el invierno, y otra seca, des­de fina­les de la pri­ma­ve­ra has­ta el oto­ño. La vege­ta­ción cre­ce duran­te la tem­po­ra­da de llu­vias y lue­go se seca, lo que favo­re­ce los incendios.

Duran­te la esta­ción seca, en los últi­mos años, ha habi­do dos tipos de tem­po­ra­das de incen­dios. La pri­me­ra, de junio a sep­tiem­bre, se debe a una com­bi­na­ción de tiem­po más cáli­do y más seco. Estos incen­dios tien­den a pro­du­cir­se tie­rra aden­tro, en bos­ques situa­dos a mayor altu­ra. Eso es lo que esta­mos vivien­do ahora.

La segun­da, que se extien­de de octu­bre a abril, e inclu­so duran­te la tem­po­ra­da de llu­vias, es pro­vo­ca­da por vien­tos del oes­te fuer­tes y cáli­dos pro­ce­den­tes de los desier­tos del este de Cali­for­nia, que cru­zan las mon­ta­ñas para lle­gar al esta­do. Ese tipo de incen­dios tien­den a pro­pa­gar­se tres veces más rápi­do que los pri­me­ros y se pro­du­cen más cer­ca de las zonas urba­nas. Eso es lo que pue­de ocurrirnos.

Si bien los incen­dios fores­ta­les tie­nen lugar duran­te los meses secos, el cam­bio cli­má­ti­co ha aumen­ta­do con­si­de­ra­ble­men­te la can­ti­dad y la inten­si­dad de los mis­mos, como se lo hemos vis­to cla­ra­men­te duran­te la últi­ma déca­da. Una prue­ba del efec­to del calen­ta­mien­to glo­bal es que en esta déca­da se han pro­du­ci­do 10 de los mayo­res incen­dios fores­ta­les en el esta­do de Cali­for­nia des­de 1932, la fecha en la que empe­za­ron a ser registrados.

El Dr. Park Williams, del Obser­va­to­rio de la Tie­rra de la Uni­ver­si­dad de Colum­bia, seña­ló en el New York Times del 22 de agos­to: «Detrás de todo esto, tene­mos aho­ra tem­pe­ra­tu­ras que son de dos a tres gra­dos Fah­renheit más ele­va­das de lo que hubie­ran sido sin el calen­ta­mien­to glo­bal». Es lo que ha dado lugar a con­di­cio­nes más secas en la últi­ma década.

Para deter­mi­nar los víncu­los entre un incen­dio y el cam­bio cli­má­ti­co es nece­sa­rio un cier­to tiem­po, y los aná­li­sis de una cien­cia que evo­lu­cio­na están estu­dian­do ese pro­ce­so. Pero los efec­tos de los gases de efec­to inver­na­de­ro pro­du­ci­dos por el hom­bre pro­vo­can gran par­te de lo que ocu­rre en la atmós­fe­ra, inclui­da la ten­den­cia del cam­bio cli­má­ti­co a hacer que los luga­res secos se vuel­van cada vez más secos con el paso del tiem­po. Los esta­dos del Oes­te, inclu­yen­do a Cali­for­nia, verán segu­ra­men­te cre­cer la can­ti­dad de incen­dios, jun­to a un aumen­to de la temperatura.

Como con­se­cuen­cia de las polí­ti­cas de aus­te­ri­dad del capi­ta­lis­mo, inclu­so en los Esta­dos Uni­dos, el sis­te­ma de salud ha sido redu­ci­do has­ta el pun­to de no con­tar con reser­vas para hacer fren­te a la pan­de­mia cuan­do que esta­mos vivien­do, auna situa­ción simi­lar a la del sis­te­ma de lucha con­tra los incen­dios en muchos esta­dos, inclui­do Cali­for­nia, que se encuen­tra extenuado.

El redu­ci­do núme­ro de bom­be­ros se había vis­to incre­men­ta­do gra­cias a los pre­sos bom­be­ros «entre­na­dos para ello» en las prisiones.

Una de las con­se­cuen­cias de la pan­de­mia y los incen­dios ha sido que, al haber­se con­ver­ti­do las pri­sio­nes en epi­cen­tros del virus, algu­nos pre­sos que han cum­pli­do menos de cin­co años de su sen­ten­cia han podi­do vol­ver a sus casas. Un gran núme­ro de pri­sio­ne­ros entre­na­dos en la lucha con­tra el fue­go pro­vie­nen de ese gru­po, lo que ha teni­do como efec­to el de redu­cir sig­ni­fi­ca­ti­va­men­te esa reser­va de bomberos.

Cali­for­nia le pidió a otros esta­dos, e inclu­so a Aus­tra­lia, que le envíen bom­be­ros para ali­viar esta cri­sis, que segu­ra­men­te empeo­ra­rá en los pró­xi­mos meses.

Dado el sis­te­ma ins­ti­tu­cio­na­li­za­do de encar­ce­la­mien­to masi­vo, ori­gen del New Jim Crow (leyes para obs­ta­cu­li­zar los dere­chos de los afro­ame­ri­ca­nos, NdR) que afec­ta a la pobla­ción negra opri­mi­da y a otros pue­blos de color, no es sor­pren­den­te que los pre­sos bom­be­ros quie­ran salir de la cár­cel. Los mis­mos son uti­li­za­dos a menu­do para los tra­ba­jos más peli­gro­sos y difí­ci­les, como el des­bro­ce de zonas des­ti­na­das a con­te­ner los incendios.

EEUU incendios-presos II

Les «pagan» un dólar por hora. La deci­mo­ter­ce­ra enmien­da de la Cons­ti­tu­ción, adop­ta­da des­pués de la Gue­rra Civil, prohi­bió la escla­vi­tud ‑excep­to para los pri­sio­ne­ros. Este dis­po­si­ti­vo se uti­li­zó en el mar­co del sis­te­ma Jim Crow, ilus­tra­do por las cono­ci­dos gru­pos de pre­sos enca­de­na­dos que tenían que rea­li­zar dife­ren­tes tareas. Pero ese mis­mo sis­te­ma sigue sien­do uti­li­za­do para sub­con­tra­tar la mano de obra de los pri­sio­ne­ros escla­vos a empre­sa­rios median­te el pago de una tasa, lo que ayu­da a finan­ciar el sis­te­ma de encar­ce­la­mien­to masivo.

En cuan­to a los pre­sos bom­be­ros de Cali­for­nia, el esta­do no les paga a las pri­sio­nes, sino que uti­li­za a esos bom­be­ros para redu­cir los pues­tos de bom­be­ros habi­tua­les, una mane­ra de dis­mi­nuir los gas­tos. Es obvio que los bom­be­ros regu­la­res luchan para obte­ner un mayor núme­ro de bom­be­ros contratados.

Pero a los bom­be­ros de la pri­sión les gus­ta su tra­ba­jo. Un recien­te artícu­lo del New York Times infor­mó: «Algu­nos cali­for­nia­nos, inclui­dos ex pre­sos bom­be­ros, dicen que el pro­gra­ma les dio un sen­ti­do a sus vidas, al brin­dar a los pri­sio­ne­ros la opor­tu­ni­dad de pro­bar­se a sí mis­mos y la satis­fac­ción de ayu­dar a los demás”. «Me dio una direc­ción y un sen­ti­do del cora­je», dijo Fran­cis López, que pasó un año como bom­be­ro pre­so. «Hay gen­te que te da la mano, hay gran­des car­te­les que dicen ‘gra­cias a los pre­sos por com­ba­tir nues­tros incen­dios, por sal­var nues­tros hoga­res’, pue­des ver eso y pien­sas qué bueno, pue­do hacer el bien. Pue­do ser una per­so­na res­pe­ta­da»… Su úni­ca que­ja: los reclu­sos debe­rían poder acce­der a un tra­ba­jo de bom­be­ro una vez libe­ra­dos». Los depar­ta­men­tos de bom­be­ros son bas­tan­te rea­cios a con­tra­tar a per­so­nas con ante­ce­den­tes penales.

El sis­te­ma de encar­ce­la­mien­to masi­vo y de tra­ba­jos for­za­dos debe­rá ser des­man­te­la­do (si es que no se ha hecho antes), pero esta expe­rien­cia tam­bién indi­ca lo que podría hacer un “Esta­do obre­ro” (wor­kers sta­te) otor­gan­do un ver­da­de­ro empleo, social­men­te útil y remu­ne­ra­do, a los delin­cuen­tes como par­te de la tran­si­ción hacia la abo­li­ción total de las pri­sio­nes en una socie­dad socialista.

Vol­vien­do al cam­bio cli­má­ti­co, otra cosa que está ocu­rrien­do aho­ra mis­mo al otro extre­mo del país es un fenó­meno poco fre­cuen­te: dos hura­ca­nes que se están for­man­do simul­tá­nea­men­te en el Gol­fo de Méxi­co y que avan­zan hacia los Esta­dos Uni­dos, lo que con­fir­ma­ría las pre­dic­cio­nes de los exper­tos sobre una inten­si­fi­ca­ción de la tem­po­ra­da de hura­ca­nes de este año. El calen­ta­mien­to glo­bal tie­ne dos con­se­cuen­cias: Calien­ta el Océano Atlán­ti­co, el Cari­be y el Gol­fo de Méxi­co, un hecho que da más ener­gía a los hura­ca­nes y aumen­ta la can­ti­dad de agua pre­sen­te en la atmós­fe­ra y por lo tan­to, las precipitaciones.

Esto tie­ne pro­ba­ble­men­te algo que ver con la tor­men­ta tro­pi­cal que se for­mó en el Gol­fo, que atra­ve­só Méxi­co por el Pací­fi­co, que se des­pla­zó hacia el nor­te para con­ver­tir­se lue­go en la tor­men­ta de «relám­pa­gos secos» que pro­vo­có los incen­dios actuales.

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