Esta­dos Uni­dos. «Mar­chó por la situa­ción de pobre­za»: 10 años de impu­ni­dad tras la mayor masa­cre de migran­tes en México

Por Alber­to Pra­di­lla, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 de agos­to de 2020.

Se cum­ple una déca­da del ase­si­na­to de 72 migran­tes en San Fer­nan­do, Tamau­li­pas. No hay una sola per­so­na con­de­na­da y muy pocas fami­lias reci­bie­ron indemnización.

«Pido al gobierno mexi­cano que se haga jus­ti­cia». Ange­la Pine­da Mora­les per­dió a su hija May­ra Isa­bel hace diez años. Par­tió de Sipa­ca­te (Gua­te­ma­la), con des­tino a Esta­dos Uni­dos, don­de espe­ra­ba lograr una vida mejor. Nun­ca lo con­si­guió. Su cuer­po apa­re­ció ata­do de pies y manos y con un dis­pa­ro en la cabe­za en San Fer­nan­do, Tamau­li­pas, a 150 kiló­me­tros de la fron­te­ra. En total fue­ron eje­cu­ta­das 72 per­so­nas pro­ce­den­tes de Hon­du­ras, Gua­te­ma­la, El Sal­va­dor, Bra­sil y Ecua­dor. Úni­ca­men­te hubo dos sobre­vi­vien­tes. Aque­lla masa­cre con­mo­cio­nó a Méxi­co y se con­vir­tió en sím­bo­lo de la cruel­dad de los gru­pos cri­mi­na­les hacia los migran­tes que bus­can alcan­zar el sue­ño ame­ri­cano. Aho­ra se cum­plen diez años mar­ca­dos por la impunidad.

Recuer­da Pine­da que el 2 de agos­to de 2010 fue el últi­mo día en el que vio a su hija con vida. Antes de que par­tie­se rea­li­za­ron un encuen­tro fami­liar. Con ella mar­chó su tío Efraín y sus pri­mos Nancy y Richard, tam­bién muer­tos en la masa­cre. «May­ra pro­me­tió a su hijo que le trae­ría un robot», expli­ca su abue­la. Así se que­dó con­ten­to el niño, que enton­ces tenía 4 años y que no enten­día por qué su madre tenía que mar­char tan lejos.

Fue­ron secues­tra­dos por Los Zetas, uno de los gru­pos cri­mi­na­les más san­gui­na­rios de Méxi­co. Su obje­ti­vo era reclu­tar­los por la fuer­za para tra­ba­jar para ellos, pero como se nega­ron deci­die­ron matarlos

«Mar­chó por la situa­ción de pobre­za que hay aquí en Gua­te­ma­la», expli­ca su madre. Ella no esta­ba de acuer­do con la deci­sión. «Al menos fri­jo­li­tos tene­mos para comer», le dijo. Pero no pudo con­ven­cer­la. Como miles de com­pa­trio­tas pre­fi­rió pagar a un polle­ro (que es como se cono­ce a los guías que con­du­cen a los migran­tes a Esta­dos Uni­dos) para poder hacer dine­ro y man­dar­lo a casa.

Los migran­tes fue­ron secues­tra­dos por Los Zetas, uno de los gru­pos cri­mi­na­les más san­gui­na­rios de Méxi­co. Su obje­ti­vo era reclu­tar­los por la fuer­za para tra­ba­jar para ellos, pero como se nega­ron deci­die­ron matarlos.

Fere­tros con los migran­tes ase­si­na­dos en Tamau­li­pas, Méxi­co, 1 de sep­tiem­bre de 2010.Edgard Garri­do /​Reuters

A pesar del tiem­po trans­cu­rri­do no hay un solo con­de­na­do por aque­lla masa­cre. La Fis­ca­lía Gene­ral de la Repú­bli­ca (FGR), que enton­ces se lla­ma­ba Pro­cu­ra­du­ría, impu­tó a 15 per­so­nas. Todas están en pri­sión por otros deli­tos sal­vo una, que falle­ció sin ser juz­ga­da. Ade­más, la mayo­ría de fami­lias tam­po­co ha reci­bi­do com­pen­sa­ción eco­nó­mi­ca por los ase­si­na­tos. En 2018, la Comi­sión Esta­tal de Aten­ción a Víc­ti­mas (CEAV) anun­ció indem­ni­za­cio­nes para los alle­ga­dos de cin­co víc­ti­mas ecua­to­ria­nas y para un sobre­vi­vien­te. No anun­ció pagos a más afec­ta­dos. En 2013 la Comi­sión Nacio­nal para los Dere­chos Huma­nos (CNDH) hizo una reco­men­da­ción sobre el caso que fue muy cri­ti­ca­da por las orga­ni­za­cio­nes de la socie­dad civil ya que no seña­la­ba la res­pon­sa­bi­li­dad del Esta­do en la masacre.

«En estos diez años no ha habi­do jus­ti­cia para las víc­ti­mas. Las fami­lias nece­si­tan una repa­ra­ción inte­gral», dice Ana Lore­na Del­ga­di­llo, direc­to­ra de la Fun­da­ción para la Jus­ti­cia y el Esta­do Demo­crá­ti­co de Dere­cho, que acom­pa­ña a fami­lia­res de 11 de las 72 víc­ti­mas. Entre las recla­ma­cio­nes: estu­dios foren­ses de los cuer­pos que se repa­tria­ron y apo­yo médi­co para fami­lia­res que cada vez son de edad más avanzada.

Por ejem­plo, para Pine­da Mora­les la gran urgen­cia es que exhu­men los res­tos de su hija. Ase­gu­ra que cuan­do Méxi­co devol­vió su cuer­po, lo hizo en un ataúd cerra­do que le prohi­bie­ron abrir. Tam­po­co lle­gó nin­gún docu­men­to expli­ca­ti­vo. Así que ni siquie­ra sabe si lo que ente­rró fue el cuer­po de su hija. No sería la pri­me­ra vez que las auto­ri­da­des mexi­ca­nas entre­gan con­fun­di­do un cuer­po, según expli­ca Fabienne Caba­ret, abo­ga­da de la fundación.

Imá­ge­nes de los migran­tes ase­si­na­dos en San fer­nan­do duran­te el acto en Ciu­dad de Méxi­co con moti­vo del déci­mo ani­ver­sa­rio de la masa­cre, 22 de agos­to de 2020.Pedro Par­do /​AFP

Has­ta el momen­to, seis fami­lias gua­te­mal­te­cas y una bra­si­le­ña han pedi­do exá­me­nes foren­ses para tener la cer­te­za de que les entre­ga­ron a sus seres que­ri­dos. Úni­ca­men­te se hizo una exhu­ma­ción, la de la sal­va­do­re­ña Glen­da Medrano Solór­zano, que con­fir­mó en 2017 que los res­tos que ente­rra­ron eran los de la joven.

«Este dolor nadie lo repa­ra, pero me deja­ría más tran­qui­la hacer la exhu­ma­ción», ase­gu­ra.

Acti­vis­tas colo­ca­ron el sába­do en el paseo Refor­ma de la Ciu­dad de Méxi­co un anti­mo­nu­men­to en recuer­do a los migran­tes que se deja­ron la vida tra­tan­do de alcan­zar Esta­dos Uni­dos. En esta mis­ma ave­ni­da hay levan­ta­das escul­tu­ras que recuer­dan las atro­ci­da­des que se per­pe­tran en el país: una por los 43 estu­dian­tes de Ayotzi­na­pa des­apa­re­ci­dos en 2014; otra por los 49 niños muer­tos en el incen­dio de la guar­de­ría Abc de Her­mo­si­llo, Sono­ra, en 2009; otra por las víc­ti­mas de feminicidio.

Al menos 1.500 per­so­nas falle­cie­ron en la fron­te­ra des­de 2014. No hay datos sobre cuán­tos fue­ron ase­si­na­dos en todo este tiempo

El papa Fran­cis­co recor­dó a las víc­ti­mas en su men­sa­je domi­ni­cal en El Vati­cano. No se pudo rea­li­zar un acto de con­me­mo­ra­ción en el muni­ci­pio en el que tuvo lugar la matan­za por­que las con­di­cio­nes de segu­ri­dad siguen sien­do insu­fi­cien­tes: Tamau­li­pas es un esta­do que con­ti­núa sufrien­do la vio­len­cia de los car­te­les del narcotráfico.

A pesar del tiem­po trans­cu­rri­do, Méxi­co sigue sien­do un país muy peli­gro­so para los migran­tes que se diri­gen hacia Esta­dos Uni­dos. Según la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal para las Migra­cio­nes (OIM), al menos 1.500 per­so­nas falle­cie­ron en la fron­te­ra des­de 2014. No hay datos sobre cuán­tos fue­ron ase­si­na­dos en todo este tiem­po. Duran­te el últi­mo año se dis­pa­ró el núme­ro de secues­tros regis­tra­dos en los esta­dos del nor­te como Baja Cali­for­nia o Tamau­li­pas. Espe­cial­men­te des­de el esta­ble­ci­mien­to del pro­gra­ma ‘Qué­da­te en Méxi­co’ en 2019, que per­mi­te a Esta­dos Uni­dos devol­ver a migran­tes para que espe­ren al sur de Río Bra­vo su cita con el juez, que deci­di­rá sobre su peti­ción de asilo.

En Sipa­ca­te, un humil­de muni­ci­pio cos­te­ro de Gua­te­ma­la, siguen recor­dan­do a los migran­tes que salie­ron para cum­plir el sue­ño ame­ri­cano y regre­sa­ron en una caja de made­ra. Cada vez tie­nen menos con­fian­za en que los res­pon­sa­bles sean cas­ti­ga­dos algún día.

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