Bra­sil. Mue­re Pedro Casal­dá­li­ga, el obis­po que jugó su suer­te por los pobres y los que más sufren /​Referente en la lucha con­tra la dictadura

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 08 de agos­to de 2020.

El ‘obis­po del pue­blo’, de 92 años, vivía en Bra­sil des­de 1968 y tra­ba­ja­ba por los dere­chos de los cam­pe­si­nos sin tie­rra y los indígenas

Para sus admi­ra­do­res era el obis­po del pue­blo. Para sus enemi­gos, el obis­po rojo. Nadie se que­da­ba indi­fe­ren­te ante la figu­ra de Pedro Casal­dá­li­ga, el obis­po emé­ri­to de la dió­ce­sis cató­li­ca de São Félix do Ara­guaia, en el Esta­do de Mato Gros­so, don­de dedi­có su vida en la lucha por los dere­chos de los pue­blos cam­pe­si­nos e indí­ge­nas de la Ama­zo­nía bra­si­le­ña. El líder reli­gio­so ha muer­to este sába­do, 8 de agos­to, tras haber sido hos­pi­ta­li­za­do por pro­ble­mas res­pi­ra­to­rios. Tenía 92 años y sufría de Par­kin­son des­de hace unos años, por lo cual vivía reclui­do. Sus apa­ri­cio­nes públi­cas eran cada vez más raras debi­do a las cre­cien­tes difi­cul­ta­des en hablar y en la coor­di­na­ción moto­ra. “Lamen­ta­mos pro­fun­da­men­te tener que infor­mar­les que Pedro Casal­dá­li­ga ha falle­ci­do hoy a la edad de 92 años”, dice el men­sa­je publi­ca­do en la pági­na web de las aso­cia­cio­nes Ara­guaia con el Obis­po Casal­dá­li­ga y ANSA.

Hijo de cam­pe­si­nos de la loca­li­dad cata­la­na de Bal­sa­reny, cla­re­tiano y orde­na­do sacer­do­te en 1952 en Espa­ña, Pere Casal­dà­li­ga (su nom­bre en cata­lán) lle­gó a Bra­sil como misio­ne­ro en 1968. Huía enton­ces de la Espa­ña fran­quis­ta, pero ate­rri­zó en un país que empe­za­ba a vivir los años más duros de su dic­ta­du­ra mili­tar (1964−1985). Se ins­ta­ló en São Félix do Ara­guaia, don­de en 1971 fue nom­bra­do el pri­mer obis­po de la dió­ce­sis local. Su pri­me­ra car­ta pas­to­ral, Una igle­sia ama­zó­ni­ca en con­flic­to con el lati­fun­dio y la mar­gi­na­ción social, esta­ble­ce­ría el tono de su tra­ba­jo en las déca­das siguientes.

Casal­dá­li­ga siem­pre defen­dió que la Igle­sia cató­li­ca tuvie­ra un fuer­te papel social, con­vir­tién­do­se en uno de los ico­nos de la Teo­lo­gía de la Libe­ra­ción. Su casa — peque­ña, rural y pobre— era la sede de su dió­ce­sis. Tam­po­co ves­tía la tra­di­cio­nal sota­na usa­da por los sacer­do­tes. Pre­fe­ría los pan­ta­lo­nes vaque­ros y las chan­clas, como el pue­blo. Con ese esti­lo espar­tano, se enfren­tó con la dic­ta­du­ra mili­tar y tam­bién con el sec­tor más con­ser­va­dor de la Igle­sia cató­li­ca. Nun­ca vol­vió a su tie­rra natal. Temía que los mili­ta­res bra­si­le­ños le detu­vie­ran en su regre­so al país que había ele­gi­do como suyo.

En Bra­sil dedi­có su vida a los más pobres y vul­ne­ra­bles, sobre todo los cam­pe­si­nos sin tie­rra y los pue­blos indí­ge­nas que habi­tan la Ama­zo­nía. Los pode­ro­sos terra­te­nien­tes loca­les le ame­na­za­ron de muer­te en nume­ro­sas oca­sio­nes. En octu­bre de 1976, des­pués de un encuen­tro de líde­res loca­les y reli­gio­sos invo­lu­cra­dos en la lucha indí­ge­na, sufrió un aten­ta­do que resul­tó en el ase­si­na­to del sacer­do­te João Bos­co Bur­nier. Casal­dá­li­ga esta­ba a su lado.

Pero ni la per­se­cu­ción de la dic­ta­du­ra ni el enfa­do del Vati­cano, sobre todo a par­tir del papa­do de Juan Pablo II (1978−2005), le des­ani­ma­ron a impul­sar dece­nas de movi­mien­tos socia­les en Lati­noa­mé­ri­ca. Casal­dá­li­ga es uno de los fun­da­do­res del Con­se­jo Indi­ge­nis­ta Misio­ne­ro (CIMI) y de la Comi­sión Pas­to­ral de la Tie­rra (CPT), dos de las más impor­tan­tes enti­da­des reli­gio­sas en Bra­sil. Ambas orga­ni­za­cio­nes juga­ron un papel impor­tan­te en la tran­si­ción demo­crá­ti­ca y en la ela­bo­ra­ción de la Cons­ti­tu­ción de 1988. La Car­ta Mag­na es con­si­de­ra­da un hito de los dere­chos socia­les e indí­ge­nas en el país.

Los con­flic­tos con los sec­to­res más pode­ro­sos no ter­mi­na­ron con el fin del régi­men mili­tar. Todo lo con­tra­rio. Algu­nos se han pro­lon­ga­do has­ta los últi­mos años. En 2012, cuan­do tenía 84 años y ya se encon­tra­ba enfer­mo de Par­kin­son, el pre­la­do se vio obli­ga­do a dejar su casa en São Félix do Ara­guaia tras haber reci­bi­do ame­na­zas de muer­te por su defen­sa de los indí­ge­nas. Las auto­ri­da­des bra­si­le­ñas lo tras­la­da­ron a un lugar des­co­no­ci­do duran­te meses ante las ame­na­zas de los colo­nos que ocu­pa­ban ile­gal­men­te las tie­rras de los Xavan­te. Los tri­bu­na­les bra­si­le­ños esta­ban a pun­to de dar la razón al colec­ti­vo indí­ge­na en el con­ten­cio­so que man­te­nían con los inva­so­res, que a su vez incre­men­ta­ron la vio­len­cia en la región.

Casal­dá­li­ga tam­bién pasó por cin­co pro­ce­sos de expul­sión de la Igle­sia. Nun­ca lo nom­bra­ron car­de­nal. En 2003, tras cum­plir los 75 años, edad en la que los obis­pos deben poner la dió­ce­sis a dis­po­si­ción del Papa, retó a la ins­ti­tu­ción reli­gio­sa una vez más. El Vati­cano le rele­vó de inme­dia­to e ini­ció la bús­que­da de un suce­sor, exi­gien­do que el pre­la­do aban­do­na­se la ciu­dad de São Felix antes de la lle­ga­da del nue­vo obis­po. “Si el obis­po que me suce­da desea seguir nues­tro tra­ba­jo de entre­ga a los más pobres podría que­dar­me con él como sacer­do­te; de lo con­tra­rio bus­ca­ré otro lugar don­de poder aca­bar mis días al lado de los más olvi­da­dos”, insis­tió entonces.

Casal­dá­li­ga siguió con su tra­ba­jo has­ta enero de 2005, cuan­do Roma vol­vió a mani­fes­tar­se. Final­men­te habían con­se­gui­do un obis­po para la dió­ce­sis. Una vez más se exi­gió que Casal­dá­li­ga aban­do­na­se la región. Y una vez más el pre­la­do se negó. Se que­dó tra­ba­jan­do, con su reem­pla­zo y lue­go con el siguiente.

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