Femi­nis­mos. Mar­ce­la Lagar­de «Tene­mos que decir no al borra­do de muje­res dicien­do sí a su exis­ten­cia legal y protegida»

Por Nuria Coro­na­do, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 de julio de 2020

La Antro­pó­lo­ga, inves­ti­ga­do­ra y acti­vis­ta femi­nis­ta mexi­ca­na, Mar­ce­la Lagar­de, abor­da en esta entre­vis­ta cuen­ta un amplio aba­ni­co de temas que van des­de su vida pri­va­da, el impac­to del neo­li­be­ra­lis­mo en el femi­nis­mo, el papel de los hom­bres y el tran­sac­ti­vis­mo queer, que ame­na­za con pro­vo­car el «borra­do de las mujeres».

Antro­pó­lo­ga, inves­ti­ga­do­ra, acti­vis­ta. Cate­drá­ti­ca de la Uni­ver­si­dad Nacio­nal Autó­no­ma de Méxi­co y fun­da­do­ra de la Red de Inves­ti­ga­do­ras por la Vida y la Liber­tad de las Muje­res. Femi­nis­ta. De la voz pro­fun­da y cla­ra de María Mar­ce­la Lagar­de y de los Ríos mana femi­nis­mo a rau­da­les y en mayús­cu­las. Es maes­tra entre las maes­tras. Quien dotó de pers­pec­ti­va de géne­ro y de con­te­ni­do polí­ti­co a la pala­bra soro­ri­dad y la defi­nió como «la com­pli­ci­dad de actuar entre muje­res» y a la lucha femi­nis­ta como aque­lla que «no es con­tra la vio­len­cia, sino por la paz«. En esta entre­vis­ta a Públi­co habla de todo: de su vida pri­va­da, del impac­to del neo­li­be­ra­lis­mo en el femi­nis­mo, del papel de los hom­bres y del tran­sac­ti­vis­mo queer que ame­na­za con pro­vo­car el «borra­do de las mujeres».

El bar­co en el que Mar­ce­la Lagar­de y de los Ríos nave­ga por la vida se mue­ve en el océano de la sabi­du­ría. Una mane­ra de ser y de expre­sar­se que le vie­ne de su pasa­do, «de fami­lia de cor­sa­rios del siglo XVIII de la que pro­ven­go», ríe. Por eso, entre sus estan­te­rías aba­rro­ta­das de libros de los que bebe, res­plan­de­cen dos vele­ros a modo obje­tos de deco­ra­ción que mues­tra como niña con zapa­tos nue­vos en esta entre­vis­ta por video­lla­ma­da. Los mira por­que le recuer­dan que sin genea­lo­gía no hay pre­sen­te y mucho menos futu­ro. «Ver­los mien­tras escri­bo o leo me da nos­tal­gia, me recuer­dan de dón­de ven­go», reconoce.

Aho­ra, recu­pe­ra­da de una tem­po­ra­da com­pli­ca­da de salud, vuel­ve a ser ella. «Tuve una inter­ven­ción muy deli­ca­da con tre­pa­na­ción inclui­da. Sue­na muy mal la pala­bra, pero así fue. Salí bien de la ope­ra­ción, pero me puse muy gra­ve. Tuvie­ron que sacar­me coá­gu­los del pul­món. Cuan­do esta­ba con­va­le­cien­te lle­gó el coro­na­vi­rus y pasé de estar en la cama con­fi­na­da por la salud a estar­lo en casa por el bicho. Afor­tu­na­da­men­te me he ido for­ta­le­cien­do. He per­di­do diez kilos, pero ya no me sien­to tan frá­gil. El cuer­po se va adap­tan­do y la men­te tam­bién, por­que tenía difi­cul­ta­des de memo­ria y de concentración».

Cui­dar­se como una reina

Estar en su hogar es pre­ci­sa­men­te el mejor tra­ta­mien­to que ha podía tener. «Mi casa es mi teso­ro, es muy boni­ta, ten­go en ella todo lo que nece­si­to. Aquí aho­ra estoy apro­ve­chan­do para hacer todo lo que no pue­do hacer nor­mal­men­te por fal­ta de tiem­po. Por eso leo, escu­cho ópe­ra, veo pelí­cu­las, par­ti­ci­po en con­fe­ren­cias en línea y en foros, escri­bo, cocino…». Todo aque­llo que no tie­ne se lo lle­va su hija a la puer­ta. «Ella me deja ahí toda la comi­da. Quie­re pre­ser­var­me de cual­quier con­tac­to. Me cui­da así», resalta.

Mien­tras Lagar­de dis­fru­ta del auto­cui­da­do no se olvi­da ni un minu­to de la situa­ción de las muje­res con la pan­de­mia. «Los dere­chos huma­nos de las muje­res y las niñas están todo el tiem­po en jue­go. Con­tra noso­tras siguen pasan­do cosas terri­bles. Aho­ra con el con­fi­na­mien­to ha aumen­ta­do la vio­len­cia que suce­de en las casas». Y pen­sar en ello la deses­pe­ra. «Me inquie­ta pen­sar que inven­ta­mos que hay futu­ro, que vivi­mos gra­cias a que pen­sa­mos que vamos a mejo­rar, y con esta cri­sis, como con todas, la reali­dad sigue sien­do lo incier­to. Esta incer­ti­dum­bre me tiro­nea bas­tan­te y me hace sen­tir que no hay tan­ta con­fian­za en el futuro».

Pre­ci­sa­men­te por eso, por­que la «nue­va reali­dad» hace cami­nar a las muje­res en una cuer­da de alam­bre cada vez más fina y sin red que sos­ten­ga la caí­da, la auto­ra de Cau­ti­ve­rios de las muje­res, repli­ca que el mun­do nece­si­ta del femi­nis­mo como nun­ca antes. «Se nece­si­ta la lucha por la igual­dad no solo por la vio­len­cia en la que vivi­mos sino por todo. Como una visión utó­pi­ca y con cier­tas topías. Hay una uto­pía en cons­tan­te desa­rro­llo, una aspi­ra­ción, en la que coexis­ten las topias reales y lo que hemos con­se­gui­do a tra­vés de la eman­ci­pa­ción del mun­do», subraya.

La docen­te tam­bién aren­ga a la urgen­cia del trán­si­to a la nue­va nor­ma­li­dad «median­te el reco­no­ci­mien­to social, cul­tu­ral y polí­ti­co de las pro­pues­tas y las rea­li­za­cio­nes femi­nis­tas. Es pre­ci­so que se vean los apor­tes a la teo­ría del desa­rro­llo de la socie­dad y a la demo­cra­cia hacía la moder­ni­dad a tra­vés de la crí­ti­ca radi­cal de las femi­nis­tas. Una moder­ni­dad que, aun­que no ha cum­pli­do con su pro­pia uto­pía, refor­mu­la y pro­pi­cia muchas pro­pues­tas para lograr cons­truir la igualdad».

Y es que como esta antro­pó­lo­ga sub­ra­ya la equi­dad se ha cons­trui­do con san­gre, sudor y lágri­mas. «Todo ha pasa­do por el deba­te femi­nis­ta para des­pués poner­lo en prác­ti­ca con leyes como las que tie­ne Espa­ña o en el res­to del mun­do. Hemos pues­to en el cen­tro del deba­te lo que es impor­tan­te. El femi­nis­mo ha lucha­do por lo que es jus­to, que no es otra cosa que la jus­ti­cia con­tra los deli­tos con­tra muje­res y niñas por­que nos expro­pian la con­di­ción huma­na des­de nues­tra con­di­ción sexual«.

Gra­cias a todos estos pasos y a que las muje­res, según la pro­fe­so­ra, «cada vez tene­mos más agen­cia e inci­den­cia», esta­mos en un momen­to his­tó­ri­co deci­si­vo. “Ela­bo­ra­mos hace años la pro­pues­ta de enfren­tar la vio­len­cia con­tra muje­res y niñas, otras cole­gas pusie­ron la aten­ción en aten­der a muje­res que ya habían sido víc­ti­mas de vio­len­cias y pen­sa­mos que no bas­ta­ba con aten­der­las. Que­ría­mos que no hubie­ra víc­ti­mas y enfren­ta­mos la jus­ti­cia de la impunidad».

Ante este pac­to social el sis­te­ma patriar­cal reac­cio­na aumen­tan­do la vio­len­cia. «A dia­rio millo­nes de per­so­nas con una visión neo­li­be­ral con­tem­po­rá­nea se esfuer­zan en hacer­nos creer que nada por lo que lucha­mos es impor­tan­te. Esa es la res­pues­ta deses­pe­ra­da para ver si nos ate­mo­ri­zan, para ver si nos vamos a can­sar y no vamos a con­ti­nuar. Ante ese incre­men­to de la vio­len­cia con­ta­mos cada caso, lo docu­men­ta­mos, exi­gi­mos jus­ti­cia por­que se tra­ta de per­so­nas. Por eso la lucha del femi­nis­mo es la cuen­ta de los siglos por­que ese es el tama­ño de la pro­fun­di­dad patriar­cal«.

La soli­da­ri­dad social

Lagar­de recuer­da tam­bién otra con­quis­ta que ha hecho el movi­mien­to femi­nis­ta y que ha ido de la mano de movi­mien­tos pro dere­chos civi­les y por la salud: el acce­so a la salud como uno de los tres pila­res para lograr el desa­rro­llo. «Sin salud no pode­mos hablar de desa­rro­llo, ni de demo­cra­cia. La salud es un dere­cho humano que debe ser pro­pi­cia­do por gobier­nos nacio­na­les e inter­na­cio­na­les. La gen­te que sobre­vi­va sal­drá mejor, pero debe­mos pro­pi­ciar una cul­tu­ra soli­da­ria y el femi­nis­mo ha plan­tea­do la soli­da­ri­dad social como un recur­so polí­ti­co«.

Esa soli­da­ri­dad tal y como des­cri­be, «se ha sus­ten­ta­do en la soro­ri­dad como alter­na­ti­va a las rela­cio­nes misó­gi­nas y ene­mis­to­sas que tene­mos las muje­res en la moder­ni­dad. La éti­ca de la soro­ri­dad, el apo­yo mutuo, el reco­no­ci­mien­to, la gene­ro­si­dad y todo aque­llo que per­mi­ta que las muje­res com­par­ta­mos con otros avan­ces, recur­sos o cua­li­da­des para aho­rrar­nos tiem­pos y poder poten­ciar un desa­rro­llo humano y soli­da­rio para nosotras».

Y pone dos ejem­plos de ple­na actua­li­dad. «Con la pan­de­mia vivi­mos un momen­to crí­ti­co por­que hay mucha fra­gi­li­dad. Pre­ci­sa­men­te por eso no pode­mos poner en segun­do plano la vio­len­cia. Somos noso­tras quie­nes debe­mos estar ojo avi­zor en los dere­chos huma­nos por­que si no, quie­nes que­den des­pués de la pan­de­mia, van a estar débi­les en dere­chos huma­nos y no ten­drán cómo enfren­tar­se a un mun­do mar­ca­do por el des­tro­zo de la salud de la mayo­ría de la gen­te. Si for­ta­le­ce­mos la cau­sa de la erra­di­ca­ción de la vio­len­cia toca­re­mos la urgen­cia de la salud de las muje­res«.

En segun­do lugar, alu­de a cómo esto reper­cu­te a Méxi­co. «En mi país las per­so­nas que se están vien­do más afec­ta­das y son más pro­pen­sas a morir por la covid son quie­nes tie­nen menos, quie­nes por esa pobre­za tie­nen exce­so de peso por una mala ali­men­ta­ción, pro­ble­mas de salud en el pán­creas, en el híga­do, en el cora­zón, tie­nen fal­ta de ejer­ci­cio, o viven en la con­ta­mi­na­ción. Nece­si­ta­mos cam­biar la pro­duc­ción y las rela­cio­nes con el medio ambien­te, con­se­guir un pla­ne­ta ver­de y de ener­gías reno­va­ble. El femi­nis­mo tie­ne que ser la base del para­dig­ma hacía don­de vamos«.

¿Dón­de están los hombres?

Pre­gun­ta­da sobre los alia­dos femi­nis­tas la escri­to­ra res­pon­de que sin ellos nada es posi­ble. «En la lucha tam­bién inclui­mos la igual­dad entre muje­res y hom­bres para lo que pro­pi­cia­mos el res­pe­to a la dig­ni­dad de ambos. El res­pe­to como acti­tud de con­vi­ven­cia en el mun­do que no es nece­sa­ria­men­te ni sexual ni amo­ro­so. Es la rela­ción en muchos espa­cios con fun­cio­nes múl­ti­ples. Tene­mos que hacer pene­trar la igual­dad en la diver­si­dad social de hom­bres y muje­res para gene­rar la eco­no­mía, la cul­tu­ra, la vida social en posi­ti­vo. Es impres­cin­di­ble aho­ra, pero siem­pre lo ha sido que, en los tiem­pos patriar­ca­les, nues­tro obje­ti­vo sea erra­di­car el patriar­ca­do del nudo, por­que ese es el tama­ño de la uto­pía«.

Ade­más, pide «que los hom­bres que son vio­len­tos sean tra­ta­dos como delin­cuen­tes en el mar­co nor­ma­ti­vo a tra­vés de las leyes que erra­di­quen y pre­ven­gan todas las vio­len­cias”. Tam­bién en que unas y otros nos una­mos. «Nece­si­ta­mos arti­cu­lar­nos. Esa es la mane­ra de aca­bar más rápi­do con la vio­len­cia. Mien­tras más pro­pi­cie­mos una visión com­pen­sa­ti­va de la vio­len­cia las vic­ti­mas acu­di­rán antes a bus­car apo­yo y noso­tras podre­mos ayudarlas».

El caba­llo de Tro­ya queer

Otra de las preo­cu­pa­cio­nes de esta aca­dé­mi­ca es la que tie­ne que ver con el movi­mien­to queer. «Todo esto me ape­na mucho por­que con­tra­po­ne los avan­ces que tan­to nos han cos­ta­do lograr a las mujeres».

Y pone una fecha al ori­gen del tran­sac­ti­vis­mo y del borra­do de las muje­res que este movi­mien­to neo­li­be­ral pre­ten­de. «El prin­ci­pio de todo ello se ubi­ca como par­te de un quie­bre que hubo en el movi­mien­to hace 30 años. En aque­llos momen­tos algu­nas les­bia­nas se reti­ra­ron de las orga­ni­za­cio­nes femi­nis­tas y fue­ron a mili­tar a orga­ni­za­cio­nes LGTBI sin víncu­los con el femi­nis­mo. Fue­ron muje­res huér­fa­nas del femi­nis­mo, gene­ra­cio­nes de muje­res muy com­pro­me­ti­das que no reco­no­cie­ron su tra­di­ción polí­ti­ca. De ahí a lo queer solo hay un paso«.

Por ello ani­ma a ven­cer a este caba­llo de Tro­ya a tra­vés de la recu­pe­ra­ción de la tra­di­ción femi­nis­ta. «Es la más impor­tan­te apor­ta­ción de las muje­res como géne­ro a la cul­tu­ra. Así de trans­cen­den­tal es el femi­nis­mo. Es la más impor­tan­te obra crea­ti­va de muje­res crí­ti­cas con el movi­mien­to para mejo­rar el mun­do«.

Una obra que no se apren­de en un abrir y cerrar de ojos, pero es cla­ve para ser arras­tra­das por el fal­so moder­nis­mo de lo queer. «La pri­ma­ve­ra no la hace una flor. Hay que ir a las uni­ver­si­da­des, asis­tir a foros, leer a Celia Amo­rós o a Ame­lia Val­cár­cel. A tan­tas que expli­can cla­ra­men­te todo. Al apren­der del ori­gen de los movi­mien­tos se adquie­re una gran rique­za en la vida per­so­nal por­que per­mi­te enun­ciar a cada quien como lo que es. Es hacer que nos reco­noz­ca­mos como lo que somos en esencia».

Por eso recal­ca algo que ha per­ci­bi­do sobre todo en estos últi­mos meses: «he vis­to y pal­pa­do una nece­si­dad gran­dí­si­ma de reco­no­cer y cono­cer el femi­nis­mo entre cada vez más muje­res que quie­ren nom­brar­se como tal. La expre­sión de gru­pos solo pue­de ser dis­mi­nui­da en el afán por eli­mi­nar a las muje­res como el suje­to del femi­nis­mo, y eso es lo que quie­ren eli­mi­nar en noso­tras con lo queer. Y noso­tras deci­mos que no. El pri­mer paso a ese no, empie­za por el sí a noso­tras mis­mas. Ese no borrar a las muje­res es el sí a la exis­ten­cia legal y pro­te­gi­da de las muje­res«.

Esta res­pe­ta­da femi­nis­ta aca­ba lan­zan­do un men­sa­je al tran­sac­ti­vis­mo. «El femi­nis­mo es lo úni­co que pue­de eli­mi­nar la orfan­dad patriar­cal. No somos huér­fa­nas, tene­mos genea­lo­gías, no somos seres de la diver­si­dad, somos las muje­res. No usa­re­mos el supre­ma­cis­mo peso si la con­di­ción uni­ver­sal de nues­tro géne­ro por el hecho de ser muje­res. Hay que pen­sar y colo­car­nos des­de ahí para sal­var todo. No solo somos seres de la dife­ren­cia. Somos seres huma­nos, somos las muje­res en plu­ral. Espe­ro que refle­xio­ne­mos jun­tas y logre­mos al fin nues­tros dere­chos huma­nos», finaliza.

Fuen­te: Rebe­lion

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