Colom­bia. Rodri­go Lon­do­ño: «Las Farc no vol­ve­rán jamás a la guerra»

Por Yamid Amat. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de julio de 2020

El pre­si­den­te del par­ti­do de la Farc, Rodri­go Lon­do­ño, habló de los retos de los acuerdos.

Las divi­sio­nes que enfren­ta el par­ti­do de las Farc, por reti­ros y expul­sio­nes, no afec­tan ni ori­gi­na­rán nin­gu­na cri­sis en los acuer­dos de paz.

Esta es la con­clu­sión cen­tral a la que se lle­ga des­pués de un exten­so dia­lo­go con Rodri­go Lon­do­ño, cono­ci­do como Timo­chen­ko, pre­si­den­te del par­ti­do de la Farc, quien expli­ca la razón de las disi­den­cias en su colec­ti­vi­dad. Afir­ma, sí, que hay “embes­ti­das” polí­ti­cas con­tra los acuerdos.

Lon­do­ño, de 61 años, estu­dió medi­ci­na y se espe­cia­li­zó en car­dio­lo­gía en la Uni­ver­si­dad Patri­cio Lumum­ba, de Mos­cú. Tam­bién hizo estu­dios en Cuba y reci­bió for­ma­ción gue­rri­lle­ra en Yugos­la­via. Fue ele­gi­do por el secre­ta­ria­do de las Farc como pre­si­den­te del par­ti­do hace 11 años, para suce­der a ‘Alfon­so Cano’.

“Des­afor­tu­na­da­men­te –dice– los par­ti­da­rios de las solu­cio­nes vio­len­tas y anti­de­mo­crá­ti­cas han atra­ve­sa­do toda cla­se de obs­tácu­los a la con­so­li­da­ción de la paz. Con la lle­ga­da al gobierno de Iván Duque, las cosas se com­pli­ca­ron. Hay una embes­ti­da con­tra los acuer­dos, a veces abier­ta y a veces disi­mu­la­da. Es el ries­go que esta­mos enfren­tan­do los colombianos”.

Pero, con esas “embes­ti­das”, como usted las lla­ma, ¿está en ries­go el acuerdo?

Los acuer­dos son muy amplios. Las refor­mas alcan­za­das en mate­ria de par­ti­ci­pa­ción polí­ti­ca y amplia­ción de la demo­cra­cia han sido des­co­no­ci­das y sabo­tea­das en bue­na par­te. Tene­mos con­gre­sis­tas y un par­ti­do polí­ti­co que reci­be finan­cia­ción esta­tal en los tér­mi­nos del acuer­do, pode­mos hacer polí­ti­ca abier­ta. Pero exis­ten sec­to­res que tra­ba­jan por sacar­nos de allí. Por ejem­plo, con el decre­to expe­di­do por este gobierno en mate­ria de entre­ga de bie­nes, no solo se des­co­no­ce lo acor­da­do y cum­pli­do, sino que se per­si­gue meter­nos a la cárcel.

Le insis­to en la pre­gun­ta. ¿El Gobierno cum­ple o no los acuerdos?

En reali­dad, la impre­sión es la de que al gobierno actual le intere­sa sobre todo la par­te de la rein­cor­po­ra­ción indi­vi­dual. Pagan cum­pli­da­men­te la asig­na­ción men­sual y los exgue­rri­lle­ros son asis­ti­dos en mate­rias como la edu­ca­ción, has­ta don­de se pue­da garan­ti­zar, así como en aten­ción en salud.

Pero la cues­tión de segu­ri­dad es gra­ve­men­te preo­cu­pan­te. Van 214 ase­si­na­dos des­de la fir­ma del acuer­do y uste­des saben que las zonas que deja­mos las Farc se encuen­tran hoy en manos de ban­das cri­mi­na­les. Ade­más, no todos los exgue­rri­lle­ros fir­man­tes de la paz han recu­pe­ra­do su libertad.

Hacer polí­ti­ca de mane­ra pací­fi­ca, y más en un país como Colom­bia, car­ga­do de vio­len­cia y pro­vo­ca­cio­nes, requie­re una voca­ción fir­me y una volun­tad de acero

A pesar de estas difi­cul­ta­des, ¿las anti­guas Farc segui­rán cum­plien­do con la paz?

No hay la menor duda en eso. Nues­tra gen­te dejó las armas y se rein­cor­po­ró a la vida civil, pro­cu­ran­do orga­ni­zar­se en todos los ámbi­tos para una vida legal. La mayo­ría se des­en­can­tó de los ETCR ( espa­cios terri­to­ria­les de capa­ci­ta­ción y rein­cor­po­ra­ción) por­que no vie­ron allí las opor­tu­ni­da­des de pro­gre­so pro­me­ti­das. Unos bus­ca­ron la fami­lia o espa­cios en don­de pudie­ran ini­ciar una vida productiva.

Hace­mos una vida polí­ti­ca aje­na a cual­quier for­ma de ile­ga­li­dad. Pero tene­mos el pro­ble­ma de ubi­car­nos eco­nó­mi­ca y social­men­te, la mayo­ría de nues­tra gen­te pasa nece­si­da­des muy gran­des. Sin men­cio­nar los ries­gos para su seguridad.

¿Qué es lo es que está pasan­do con la matan­za de líde­res socia­les en el país?

Nues­tra inter­pre­ta­ción de lo que suce­de se liga a los incum­pli­mien­tos del acuer­do de paz. Una vez las Farc dejá­ba­mos las armas y salía­mos de las regio­nes en las que ope­rá­ba­mos, el Esta­do entra­ba con una enor­me inver­sión en pro de su desa­rro­llo eco­nó­mi­co y social. Así que­dó con­sig­na­do en el acuer­do. Eso no suce­dió ni tie­ne visos de suce­der en el cor­to o mediano pla­zo. El incum­pli­mien­to en cues­tión de los cul­ti­vos de uso ilí­ci­to tam­bién dejó mucha gen­te des­en­can­ta­da. La situa­ción de atra­so y aban­dono de esas regio­nes comen­zó a ser apro­ve­cha­da por ban­das cri­mi­na­les y diver­sos gru­pos delin­cuen­cia­les liga­dos a mafias trans­na­cio­na­les y al ser­vi­cio de intere­ses de empre­sa­rios mine­ros. Colom­bia es un país muy dife­ren­te entre las gran­des ciu­da­des y las regio­nes apar­ta­das. Allá la corrup­ción ofi­cial en dis­tin­tos nive­les se liga con mafias y con­tra­ta­cio­nes. Todo eso gene­ra vio­len­cia con­tra líde­res de res­ti­tu­ción de tie­rras, defen­so­res de dere­chos huma­nos, líde­res ambien­ta­lis­tas y defen­so­res de la sus­ti­tu­ción de cul­ti­vos de uso ilí­ci­to. Tam­bién con­tra los fir­man­tes del acuerdo.

¿Y por qué las denun­cias regio­na­les sobre mili­ta­res y pro­duc­to­res de droga?

Lo ase­gu­ran muchos líde­res socia­les en las regio­nes: exis­ten evi­den­cias de con­vi­ven­cia entre la Fuer­za Públi­ca y esos gru­pos. Súme­le a todo eso la pre­sen­cia de gru­pos que se lla­man a sí mis­mos revo­lu­cio­na­rios, en fran­ca com­pe­ten­cia con los demás por los recur­sos ile­ga­les. El resul­ta­do es lo que esta­mos vivien­do. El Esta­do colom­biano no asu­me sus res­pon­sa­bi­li­da­des para enfren­tar con deci­sión y recur­sos esa situación.

¿Corren los exmi­li­tan­tes de las Farc el ries­go del exterminio?

Ese ries­go indu­da­ble­men­te exis­te en un Esta­do con posi­cio­nes tan abier­ta­men­te opues­tas a la imple­men­ta­ción del Acuer­do de Paz. Otra cosa es que los fir­man­tes del acuer­do este­mos dis­pues­tos a per­mi­tir­lo. Y no lo digo por­que exis­ta la idea o la inten­ción de vol­ver a las armas, sino por­que tene­mos la dis­po­si­ción a defen­der lo fir­ma­do en La Haba­na, a denun­ciar en todos los espa­cios y for­mas lo que ocu­rre. Sabe­mos que no esta­mos solos en esto. Son muchí­si­mos los colom­bia­nos que defien­den la paz, los acuer­dos, y que como noso­tros tam­bién están dis­pues­tos a impe­dir su burla.

Tam­bién hay una pre­sión inter­na­cio­nal muy impor­tan­te. Para exter­mi­nar­nos ten­drá que impo­ner­se abier­ta­men­te un régi­men fas­cis­ta. Y sabe­mos que mucha gen­te en el país no va a per­mi­tir que eso ocurra.

¿Sien­ten un buen ambien­te den­tro del Gobierno para con­ti­nuar el diálogo?

Jamás rehui­re­mos la posi­bi­li­dad del diá­lo­go. Es cier­to que las cosas resul­tan com­pli­ca­das con el actual gobierno, pero eso no sig­ni­fi­ca que no sean posi­bles. El con­se­je­ro Archi­la ten­drá sus posi­cio­nes, pero es un hom­bre con el que se pue­de hablar. Lo con­tra­rio es la con­fron­ta­ción, algo que el país nacio­nal no desea y noso­tros tampoco.

¿Qué es lo que pasa en las Farc? ¿Hay divi­sión interna?

En las Farc se tomó una deci­sión: la vía de las armas ya no sería el camino para los cam­bios en este país. En ade­lan­te nues­tra úni­ca arma sería la pala­bra y nues­tra acti­vi­dad se habría de ceñir a los cáno­nes lega­les. Hacer polí­ti­ca de mane­ra pací­fi­ca, y más en un país como Colom­bia, car­ga­do de vio­len­cia y pro­vo­ca­cio­nes, requie­re una voca­ción fir­me y una volun­tad de acero.

La paz fue y sigue sien­do defi­ni­ti­va­men­te nues­tra apues­ta. Des­afor­tu­na­da­men­te, y nos des­pier­tan serias dudas la sin­ce­ri­dad de sus argu­men­tos, hubo quie­nes deci­die­ron apar­tar­se de esa deci­sión, negán­do­se a dejar las armas. Y los que lue­go de dejar­las resol­vie­ron tam­bién con razo­nes muy dis­cu­ti­bles vol­ver al mon­te. Los pri­me­ros no alcan­za­ron a ser par­te del par­ti­do, los segun­dos se apar­ta­ron de él y nos vimos obli­ga­dos a for­ma­li­zar su expul­sión por razo­nes obvias.

¿Pero cuál es el ori­gen de la división?

Hay quie­nes con­si­de­ran que debe­ría­mos ser más radi­ca­les en todos los sen­ti­dos, que es nece­sa­rio un dis­cur­so de con­fron­ta­ción, insul­tan­te. No pudie­ron asi­mi­lar que la con­fron­ta­ción ter­mi­nó y que el anhe­lo de paz de los colom­bia­nos no con­cuer­da con la beli­ge­ran­cia ver­bal extre­ma. No acep­tan que se hable de recon­ci­lia­ción, que es la lucha por la ver­dad. Pese al tex­to de los acuer­dos, la asi­mi­lan como trai­ción. El par­ti­do en su con­jun­to no se incli­na por esa posi­ción. La gue­rra ter­mi­nó y el deba­te polí­ti­co debe lle­nar­se de argu­men­tos y razo­nes para aca­pa­rar la aten­ción y la sim­pa­tía de las gran­des mayorías.

El par­ti­do, si bien es cons­cien­te de las per­ni­cio­sas con­cep­cio­nes de nues­tros adver­sa­rios, entien­de que no se tra­ta de infla­mar odios con­tra ellos. Y eso deses­pe­ra a los radi­ca­les, que se des­cu­bren cada día más solos. Y los lle­va a adop­tar un len­gua­je y una acti­tud que lesio­na al par­ti­do y a sus diri­gen­tes. Per­so­nal­men­te, no creo que se tra­te de una divi­sión. Se pro­du­cen los des­pren­di­mien­tos natu­ra­les de cier­tas posi­cio­nes que no enca­jan. Pre­ten­der acha­car a la direc­ción del par­ti­do los incum­pli­mien­tos por par­te del Gobierno y la dura situa­ción que viven muchí­si­mos excom­ba­tien­tes es apun­tar hacia el lado equi­vo­ca­do. Y un argu­men­to bajo. Por eso la mayo­ría de nues­tra gen­te les da la espalda.

La gue­rra ter­mi­nó y el deba­te polí­ti­co debe lle­nar­se de argu­men­tos y razo­nes para aca­pa­rar la aten­ción y la sim­pa­tía de las gran­des mayorías

¿Cree usted que la pre­si­den­cia suya en el par­ti­do es el moti­vo de las divisiones?

No fal­ta­rá quien lo sos­ten­ga. Pero ya le digo, esos ata­ques tie­nen otro ori­gen. Algu­nas mino­rías desea­rían tener un par­ti­do dis­tin­to, a su medi­da. Al no con­se­guir­lo, caen en el deses­pe­ro. Como esas man­gue­ras que pier­den el con­trol, comien­zan a echar agua para todos lados.

¿Qué hay de la entre­ga de los bie­nes que ate­so­ra­ron duran­te 50 años las Farc?

Su pre­gun­ta es cap­cio­sa, debe­ría ser for­mu­la­da de otro modo. Me obli­ga a empe­zar por decir­le que no es cier­to que las Farc se hubie­ran dedi­ca­do a ate­so­rar bie­nes duran­te 50 años. Eso podría pre­di­car­se de gran­des empre­sa­rios del país, que son hoy mul­ti­bi­llo­na­rios, pro­pie­ta­rios de gigan­tes­cos con­sor­cios. Noso­tros estu­vi­mos en gue­rra duran­te medio siglo.

Pre­gun­te cuán­tos miles de millo­nes de pesos inver­tía dia­ria­men­te el Esta­do colom­biano en su gue­rra con­tra las Farc. Sabe­mos que por lo menos 22.000 millo­nes. Cal­cu­le cuán­to debía reu­nir una orga­ni­za­ción clan­des­ti­na y popu­lar en hacer fren­te a esa gue­rra. Ame­tra­lla­do­ras, fusi­les, explo­si­vos, pis­to­las, muni­cio­nes, equi­pos de gue­rra, sos­te­ni­mien­to total de miles de com­ba­tien­tes, salud, medi­ci­nas y tra­ta­mien­tos médi­cos. Todo eso con­for­ma­ba una eco­no­mía de gue­rra, un patri­mo­nio al ser­vi­cio de un pro­yec­to mili­tar y polí­ti­co que ade­más tenía carác­ter con­su­mi­ble. Se ago­ta­ba cada día y exi­gía ser repues­to. Ni el Esta­do colom­biano ni noso­tros podía­mos sos­te­ner ese rit­mo por tiem­po indefinido.

Allí radi­ca una de las razo­nes que con­du­je­ron a poner fin al con­flic­to. El dine­ro se aca­ba y tam­bién se ago­tan las fuen­tes para con­se­guir­lo. Fir­ma­da la paz cum­pli­mos al pie de la letra lo fir­ma­do en el acuer­do en mate­ria de bie­nes. Entre­ga­mos el lis­ta­do de lo que nos que­da­ba en mate­ria de inmue­bles y pusi­mos a dis­po­si­ción del Esta­do bie­nes mue­bles, gana­do, dine­ro en efec­ti­vo y oro. Las cifras son públicas.

Las víc­ti­mas que han recu­rri­do a la JEP los acu­san de que uste­des no están dicien­do la ver­dad ante este tri­bu­nal, ¿cuál es su res­pues­ta a esta afirmación?

Otra vez una pre­gun­ta mali­cio­sa. No es cier­to que las víc­ti­mas nos acu­sen de eso, esa es su afir­ma­ción. Los anti­guos miem­bros de las Farc que hemos com­pa­re­ci­do ante la JEP hemos apor­ta­do ver­dad y segui­re­mos hacién­do­lo. Tene­mos exce­len­tes rela­cio­nes con innu­me­ra­bles orga­ni­za­cio­nes de víc­ti­mas que nos feli­ci­tan por haber deja­do las armas y tra­ba­jar por la paz en el país. Y lo que les oímos con fre­cuen­cia repe­ti­da es la nece­si­dad de que los res­pon­sa­bles del con­flic­to por par­te del Esta­do, los fun­cio­na­rios y jefes mili­ta­res, los ter­ce­ros, com­pa­rez­can tam­bién ante la JEP a sumi­nis­trar ver­dad, tal como se apro­bó en los acuer­dos de La Habana.

Mien­tras las Farc apor­ta­mos ver­dad, los otros se empe­ñan en eva­dir sus res­pon­sa­bi­li­da­des. Y sobre eso guar­dan silen­cio los gran­des medios. Aho­ra, los pro­ce­di­mien­tos apro­ba­dos para la JEP, como en todo pro­ce­so judi­cial de índo­le demo­crá­ti­ca y no tota­li­ta­ria, envuel­ven la par­ti­ci­pa­ción de todos los interesados.

Nadie des­co­no­ce que exis­ten en el país intere­ses per­ver­sos con­tra los acuer­dos de paz y par­ti­cu­lar­men­te con­tra la JEP. Se expli­ca, pues nacen de los que temen com­pa­re­cer ante ella. Su pro­pó­si­to es des­pres­ti­giar­la y des­truir­la. Y eso impli­ca toda cla­se de fal­sas ver­sio­nes. En Colom­bia hace carre­ra la manía de juz­gar y con­de­nar en la pren­sa, antes de aten­der los pro­ce­di­mien­tos lega­les. Eso aten­ta gra­ve­men­te no solo con­tra las ins­ti­tu­cio­nes sino con­tra la paz.

¿Qué opi­na de las arre­me­ti­das en el Sena­do del Cen­tro demo­crá­ti­co con­tra la Farc y sus inten­tos por eli­mi­nar la JEP?

El Cen­tro Demo­crá­ti­co arre­me­te con­tra nues­tro par­ti­do con los mis­mos odios con los que el expre­si­den­te Uri­be pre­ten­dió ani­qui­lar­nos duran­te sus suce­si­vos man­da­tos. De hecho, es el par­ti­do de Uri­be y está en el Gobierno. No creo que en todos sus miem­bros, pero en ese par­ti­do exis­ten intere­ses deci­di­da­men­te con­tra­rios a la paz. Que anhe­lan la gue­rra. La paz les estorba.

¿Usted cree que el Eln debe­ría faci­li­tar el camino para lle­gar a la paz?

Si se tra­ta de faci­li­tar el camino, creo que el ELN debe hacer­lo. Hace fal­ta reco­no­cer que unas con­ver­sa­cio­nes de paz deben apun­tar nece­sa­ria­men­te a la deja­ción de armas. Y con­si­de­rar asun­tos muy deli­ca­dos, como el secues­tro. Pero igual­men­te, el gobierno actual, que ha dado prue­bas feha­cien­tes de no que­rer ese diá­lo­go, ten­drá que modi­fi­car sus pos­tu­ras para alla­nar el camino a una solución.

* Fuen­te: El Tiem­po

Itu­rria /​Fuen­te

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