Argen­ti­na. Los depre­da­do­res del Progreso

Por Sebas­tián Ramí­rez, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de julio de 2020

Meses de pan­de­mia nos con­vir­tie­ron en exper­tos en Covid. Logra­mos sos­te­ner lar­gas char­las sobre un virus que, has­ta hace poco, siquie­ra exis­tía. En cam­bio, nues­tro Mun­do per­sis­te en ocul­tar­nos sus secre­tos. Déca­da tras déca­da enmas­ca­ran­do cómo fun­cio­nan las cosas. Cla­ro que hay vías para com­pren­der­lo. Pero la super­es­truc­tu­ra se ocu­pa en escon­der todo bajo la alfombra.

Tema de estas líneas… Sabe­mos de las atro­ci­da­des del impe­ria­lis­mo pero, ¿qui­zá ten­ga su cos­ta­do pro­gre­sis­ta? Vere­mos, veremos.

La crea­ti­vi­dad como tra­ba­jo
El crea­dor de músi­ca, el artis­ta plás­ti­co, el poe­ta, el depor­tis­ta. Todos ellos, de a uno o en con­jun­to, pro­du­cen. Y aspi­ran a vivir de su tra­ba­jo. Que lo logren o no…

Otro gran gru­po bus­ca belle­za en la cien­cia y en la tec­no­lo­gía. Inventan/​descubren res­pues­tas y solu­cio­nes que impul­san a la Huma­ni­dad hacia delan­te. Son por­tea­do­res de Pro­gre­so. Tam­bién les cabe el reco­no­ci­mien­to por su actividad.

La Ilus­tra­ción pre­mia­ba al autor otor­gán­do­le un dere­cho sobre su pro­duc­to y sus sub­se­cuen­tes bene­fi­cios. Prin­ci­pios del XIX, sur­gen los pri­me­ros Regis­tros de paten­tes y mar­cas. El capi­ta­lis­mo se está con­so­li­dan­do como la for­ma­ción pre­do­mi­nan­te. Y el pro­pio siglo está reco­rri­do por gran­des trans­for­ma­cio­nes tecnológicas.

Esta­mos en pleno capi­ta­lis­mo de la libre com­pe­ten­cia. Hay aún espa­cio para los inno­va­do­res individuales.

Deba­tes tem­pra­nos
No exis­ten evi­den­cias de que Arquí­me­des o Pitá­go­ras hayan for­mu­la­do reser­vas por el uso de sus teo­re­mas. Leo­nar­do no paten­tó ni el sub­ma­rino ni el para­caí­das. Es más difí­cil ase­gu­rar que nadie haya recla­ma­do por desa­rro­llos deri­va­dos de aquellos.

En 1902, con moti­vo de su via­je a EEUU Alber­to San­tos Dumont visi­ta a Tho­mas Edi­son. El bra­si­le­ro, un apa­sio­na­do por los via­jes aeros­tá­ti­cos, lle­va­ba cons­trui­dos nume­ro­sos pro­to­ti­pos. Cada uno, radi­cal­men­te dife­ren­te (y supe­rior) a los ante­rio­res. Tiem­po des­pués inclu­yó entre sus des­ve­los los aero­pla­nos. Se lo reco­no­ce como quien vola­ra por vez pri­me­ra un avión.

¿De qué habla­ron San­tos y Edi­son? Dis­cu­tie­ron sobre paten­tes. Al yan­qui, hom­bre prác­ti­co si los hubo, le resul­ta­ba inex­pli­ca­ble, la nega­ti­va de su invi­ta­do a paten­tar sus innu­me­ra­bles apor­tes. Y a San­tos Dumont le pare­cía una here­jía sacar­le pro­ve­cho mate­rial a su visión de un cie­lo tacho­na­do de aero­na­ves. Una expli­ca­ción banal diría que San­tos Dumont, here­de­ro del rey del café do Bra­sil, podía pagar­se su “hobby”. Una injus­ta sim­pli­fi­ca­ción para quien vivió horro­ri­za­do por el empleo de sus avio­nes en la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial. Y des­de enton­ces has­ta su muer­te bre­gó para que se prohi­bie­ra su uso bélico.

El mis­mo deba­te en nues­tros días
La pan­de­mia trac­cio­nó pin­gües nego­cios. Bezos y Gal­pe­rín agra­de­ci­dos. Ama­zon y Mer­ca­do Libre mul­ti­pli­ca­ron el valor de esas empre­sas. Qui­zá minu­cias si se las com­pa­ra con las expec­ta­ti­vas de ganan­cias side­ra­les para quien pegue pri­me­ro con la vacuna.

En mayo se lle­vó a cabo la Asam­blea Mun­dial de la Salud (órgano máxi­mo de la OMS). La sobre­vo­ló un pro­yec­to para con­si­de­rar a la vacu­na como un bien públi­co mun­dial. El con­sen­so pare­cía impa­ra­ble. Pero en la decla­ra­ción final todo que­da redu­ci­do a vagas exhor­ta­cio­nes… Que el acce­so a las vacu­nas, los ele­men­tos de bio­se­gu­ri­dad y tera­péu­ti­cos debie­ra ser equi­ta­ti­vos y oportunos.

Para que no que­da­ran dudas se inclu­ye un párra­fo que explí­ci­ta­men­te reco­mien­da la “con­ce­sión de licen­cias de paten­tes para faci­li­tar acce­so a ellos”.

O sea que, en las omi­no­sas cir­cuns­tan­cias que tran­si­ta­mos, con el pla­ne­ta en ani­ma­ción sus­pen­di­da has­ta nue­vo avi­so; nadie se plan­tea modi­fi­car las sagra­das reglas del jue­go ni apo­car el nego­cio de los mono­po­lios far­ma­céu­ti­cos. Y de sus metró­po­lis imperiales.

¿Aunar esfuer­zos?
Se escu­chan mur­mu­llos. Aquí y allá algu­na risa ais­la­da. Esta­lla una estruen­do­sa car­ca­ja­da. Muy bue­na bro­ma. Está en el ARN del capi­ta­lis­mo. Sacar­se los ojos para can­tar vic­to­ria. No pien­san en vidas sino en dóla­res, yua­nes, euros, libras. Y si pue­den, a más de hacer pla­ta… harán política.

¿Por­qué creer­les?
Equi­ta­ti­va y opor­tu­na. Tal la fór­mu­la de la OMS. Es como decir­les… “Pór­ten­se bien. Sean soli­da­rios. Superen el bochorno de haber­se pira­tea­do, los unos a los otros, bar­bi­jos y res­pi­ra­do­res. Sepan que no olvi­da­mos el robo de insu­mos median­te los ser­vi­cios, la pre­po­ten­cia, la bille­te­ra.” No pida­mos que “sean civi­li­za­dos”. Así funcionan.

Las cor­po­ra­cio­nes
Así pre­fie­ren ser deno­mi­na­dos los mono­po­lios. Al mar­gen del rubro al que se dedi­quen, infal­ta­bles sus equi­pos de inves­ti­ga­ción y un morro­co­tu­do Depar­ta­men­to jurídico.

Su Poder de inno­va­ción es cons­pi­cuo. Las cor­po­ra­cio­nes son due­ñas de la cre­ma de las paten­tes. Algu­nas cons­ti­tu­yen una pre­cia­da pose­sión. Son pro­pie­dad pri­va­da con­tan­te y sonante.

Los cien­tí­fi­cos y tec­nó­lo­gos indi­vi­dua­les han que­da­do cons­tre­ñi­dos a un espa­cio míni­mo. El “rui­do” se ha ido con­cen­tran­do en las gran­des “ligas”. Los sec­to­res domi­nan­tes direc­cio­nan la inves­ti­ga­ción y se apro­pian de sus resul­ta­dos. Inclu­so los cen­tros de inves­ti­ga­ción de las prin­ci­pa­les uni­ver­si­da­des del mun­do depen­den de los sub­si­dios de hiper­mi­llo­na­rios. Que por supues­to defi­nen qué inves­ti­gar y qué no.

Cuan­do la inno­va­ción se opo­ne al Pro­gre­so
El hom­bre del tra­je blan­co (pelí­cu­la, 1951). Alec Gui­ness, en la piel de un joven quí­mi­co sin­te­ti­za la tela per­fec­ta. No se rom­pe, no se arru­ga, no se man­cha. Gol­pea a su puer­ta un com­pra­dor para su paten­te. Ya al rato varios más se dispu­tan dicha paten­te. Las prin­ci­pa­les hilan­de­rías, al prin­ci­pio indi­vi­dual­men­te, lue­go en con­jun­to bus­can hacer­se de la fór­mu­la mila­gro­sa. El inven­tor está pró­xi­mo a cerrar el tra­to de su vida. Has­ta que, for­tui­ta­men­te, des­cu­bre que las prin­ci­pa­les teje­du­rías del mun­do quie­ren la paten­te para destruirla.

Una reali­dad don­de el Pro­gre­so es ape­nas una mer­can­cía. Y fre­nar el pro­gre­so es una opción tan váli­da como cual­quier otra. En el ejem­plo de marras la mara­vi­lla de una tela para siem­pre no valía un peni­que com­pa­ra­da con el ries­go de que­bran­to de algu­nas fábricas.

La eco­no­mía de los pode­ro­sos se lle­va muy mal con la eco­no­mía de las mayo­rías. Las cor­po­ra­cio­nes per­ju­di­can acti­va­men­te y a con­cien­cia las con­di­cio­nes de exis­ten­cia de la pobla­ción. Por ejem­plo, la obso­les­cen­cia pro­gra­ma­da acor­ta la vida útil de los pro­duc­tos. Nece­sa­ria­men­te menor que la que pudie­ran tener al mis­mo cos­to de pro­duc­ción. Man­tie­nen así cau­ti­va a la feli­gre­sía a la hora de las reposiciones.

Incen­ti­van la fie­bre con­su­mis­ta. Metó­di­ca­men­te ali­men­ta­da por la cul­tu­ra domi­nan­te. Cons­tan­te­men­te, nue­vos mode­los (de lo que sea), reem­pla­zan mode­los ante­rio­res en per­fec­to esta­do de uso.

Pero si hay algo que ilu­mi­na el carác­ter reac­cio­na­rio del impe­ria­lis­mo es con­tem­plar el mano­seo de la cien­cia al ser­vi­cio del lucro.¿Cómo obli­gar al agri­cul­tor a com­prar semi­llas año, tras año, tras año? Con el obje­ti­vo de ter­mi­nar con la bol­sa blan­ca (la posi­bi­li­dad de apro­ve­char las semi­llas de su pro­pia cose­cha para sem­brar en la cam­pa­ña siguien­te), median­te inge­nie­ría gené­ti­ca crea­ron una escan­da­lo­sa semi­lla esté­ril. A La Nación no le cabe dudas del dere­cho a la pro­pie­dad inte­lec­tual de Mon­san­to (hoy Bayer). Por tan­to es “jus­to” chan­ta­jear con el fan­tas­ma del gen esté­ril a quie­nes no paguen rega­lías extendidas.

Paten­tes vs el bien común
En su libro “Ban­de­ras sobre las Torres” Anton Maka­ren­ko cuen­ta su expe­rien­cia como Direc­tor de la Comu­na Dzerzhins­ki. Una escue­la fábri­ca don­de con­ti­núa su tarea peda­gó­gi­ca. Del libro retu­ve un even­to secun­da­rio. Edu­ca­do­res y edu­can­dos tenían ham­bre de Progreso.

Arran­ca­ban los 30´. La URSS tran­si­ta­ba su Pri­mer Plan Quin­que­nal. Las ini­cia­ti­vas fluían y la Dzerzhins­ki no era excep­ción. Pren­dió la idea de comen­zar la fabri­ca­ción de cier­ta máqui­na herra­mien­ta. Pero nadie tenía la menor idea de por dón­de empe­zar. Hicie­ron enton­ces lo que habían hecho otras veces. Impor­tar de Fran­cia un mode­lo de bue­na mar­ca. Lle­ga­do que hubo el apa­ra­to pasa­ron a des­pie­zar­lo. Y a repro­du­cir las par­tes. Para lue­go, ante Comu­na en pleno, armar el fla­man­te ejem­plar “socia­lis­ta”… Un desas­tre. Chi­rri­dos, rayos y cen­te­llas. Sim­ple­men­te, ¡no anda­ba! A repa­sar las pie­zas y vol­ver a unir­las. Una y otra vez. El mis­mo resul­ta­do. Nun­ca fal­ta un vie­ji­to sen­sa­to: ¿Y si arma­mos el ori­gi­nal fran­cés? Resul­tó ser tan espan­to­so como su réplica.

¿Cuán­tas veces un buen inten­to ter­mi­na en fra­ca­so? Per­mí­ta­se­me una bro­ma: ¿habrá sido aca­so el cas­ti­go por inten­tar sal­tear­se la paten­te?. Nin­gu­na duda que un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio tie­ne sus pro­pios códi­gos, su éti­ca y un com­pro­mi­so uní­vo­co con las masas. No se va a andar fijan­do en remil­gos. Ni en patentes.

Oña­ti­via
En pleno coro­na­vi­rus no esta­ría demás plan­tear­nos un home­na­je a Oña­ti­via. Corre 1964 y, el minis­tro de Salud de Artu­ro Illia, impul­sa dos Leyes para fre­nar el viva la Pepa de las far­ma­céu­ti­cas extran­je­ras. Sos­tie­ne que, el dere­cho a la pro­pie­dad inte­lec­tual de un medi­ca­men­to debe pro­veer al des­cu­bri­dor o inven­tor o fabri­can­te de una jus­ta retri­bu­ción por su tarea. Sin embar­go, los medi­ca­men­tos no son una mer­ca­de­ría común ya que su fal­ta pone en ries­go la vida huma­na. Corres­pon­de enton­ces defi­nir­los como bie­nes de inte­rés social para que el dere­cho al lucro no pri­me sobre el dere­cho a la vida. Otros ejes de las leyes: estric­to aná­li­sis de cos­tos y atar los pre­cios a los mis­mos. El con­trol de las rega­lías por paten­tes y limi­tes al valor remesado.

La his­to­ria es cono­ci­da. En junio del 66 el gol­pe de Onga­nía vol­teó a Illia. Entre las cau­sas del mis­mo se ins­cri­bían la dero­ga­ción de los con­tra­tos petro­le­ros de Fron­di­zi y las leyes de Medi­ca­men­tos. De ambas polí­ti­cas no que­da­ron ni rastros.

Jamás olvi­dar que la depen­den­cia cien­tí­fi­ca nos enca­de­na al uti­li­ta­ris­mo de las gran­des poten­cias y de sus far­ma­céu­ti­cas. Bien que les intere­sa el Covid19. Pero no el den­gue. Ape­nas una epi­de­mia sudaca.

La bre­cha tec­no­ló­gi­ca
Te pue­den ven­der lo que quie­ras. Rom­per el mono­po­lio tec­no­ló­gi­co es otra cosa. La renuen­cia a trans­fe­rir tec­no­lo­gía es la regla. En un Mun­do tan des­igual el apo­de­ra­mien­to de la Cien­cia por par­te de los pode­ro­sos poten­cia todas las asi­me­trías. El cono­ci­mien­to da Poder

La Inde­pen­den­cia cien­tí­fi­co-tec­no­ló­gi­ca… Una gran bata­lla pendiente. 

Itu­rria /​Fuen­te

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