Argen­ti­na. Los actos anti­cua­ren­te­na: Odia­do­res seriales

Por Luis Brusch­tein, 11 julio 2020

Si el macris­mo insis­te des­de la opo­si­ción con la mis­ma estra­te­gia que impul­só des­de el gobierno de des­po­li­ti­zar a su adver­sa­rio y tra­tar­lo como delin­cuen­te, la polí­ti­ca que­da des­pla­za­da por una lógi­ca de gue­rra de exterminio.

Ima­gen: EFE

Los actos anti­cua­ren­te­na como el del 9 de Julio pasa­do con­vo­can pela­jes de todos los colo­res, algu­nos con pro­tes­tas más legí­ti­mas que otros, pero todos con el mis­mo común deno­mi­na­dor de odio y vio­len­cia. No se tra­ta de un peque­ño sec­tor que no repre­sen­ta a la mayo­ría de los que asis­ten por­que la vio­len­cia es gene­ra­li­za­da, está en el tono de las con­sig­nas que gri­tan, en los car­te­les que lle­van y en la acti­tud de los mani­fes­tan­tes. No pue­de ser de otra for­ma por­que la con­vo­ca­to­ria es en tér­mi­nos vio­len­tos y por­que sus refe­ren­tes se expre­san en for­ma vio­len­ta. Los mani­fes­tan­tes aca­tan los tér­mi­nos como fue­ron con­vo­ca­dos y repro­du­cen las actua­cio­nes de sus referentes.

Hay una res­pon­sa­bi­li­dad polí­ti­ca por este tipo de mani­fes­ta­cio­nes que lle­van a su pun­to más crí­ti­co la posi­bi­li­dad de con­vi­ven­cia con la mayo­ría de las per­so­nas que pien­sa de otra for­ma. Cada gol­pea­dor y agre­sor tie­ne una res­pon­sa­bi­li­dad, pero la alian­za Jun­tos por el Cam­bio y el gru­po de perio­dis­tas afi­nes al macris­mo debe­rían asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad prin­ci­pal de este fenó­meno que aten­ta con­tra la posi­bi­li­dad de vivir en paz y en democracia.

No hay un recla­mo pun­tual, como pue­de ser una mar­cha por aumen­to sala­rial o en defen­sa de las jubi­la­cio­nes. Los plan­teos que se escu­chan ni siquie­ra están en rela­ción con la con­sig­na de la con­vo­ca­to­ria, que se con­vier­te en una excu­sa. El odio está pues­to en el otro. Odian al gobierno que no es el que ellos quie­ren. No con­ci­ben que ten­drán opor­tu­ni­dad de vol­ver a votar. Si no es el gobierno que ellos quie­ren, has­ta ahí lle­ga el con­cep­to que tie­nen de democracia.

Con­ver­tir a la cua­ren­te­na por la pes­te en una dic­ta­du­ra sta­li­nis­ta es de un silo­gis­mo tan sim­plón que no resis­te la inte­li­gen­cia de un mono. Recla­mar por la liber­tad en rela­ción con la cua­ren­te­na, un 9 de Julio, el día que los argen­ti­nos decla­ra­ron su liber­tad fren­te a la coro­na espa­ño­la, es como si la coro­na espa­ño­la hicie­ra una mar­cha por­que una man­ga de auto­ri­ta­rios coar­tó su liber­tad de tener a la Argen­ti­na de colo­nia.

Sí señor, la coro­na no tie­ne liber­tad para tener colo­nias sub­yu­ga­das. Sí señor, nadie tie­ne liber­tad para infec­tar a otro con una pes­te que le pue­de cos­tar la vida. Si esta gen­te que usur­pa el nom­bre liber­ta­rio –como se cono­cía a los vie­jos y ver­da­de­ros ácra­tas– recla­ma liber­tad para con­ta­giar al pró­ji­mo, es por­que entien­de la liber­tad como su liber­tad y como una for­ma de supre­ma­cía para subor­di­nar a los demás.

No es con­tra­dic­to­ria esa equi­pa­ra­ción con la coro­na espa­ño­la y los pró­ce­res de la inde­pen­den­cia. La coro­na espa­ño­la tenía un dere­cho que era su fuer­za mili­tar y usa­ba su liber­tad para subor­di­nar la liber­tad de los otros. Estos liber­ta­rios nega­ti­vos –opues­tos a la liber­tad– que mar­chan con­tra la cua­ren­te­na, pien­san que fren­te a dos per­so­nas con dere­chos cuyos intere­ses coli­sio­nan, pre­va­le­ce el dere­cho del más fuer­te. No hay nada menos liber­ta­rio que rei­vin­di­car la liber­tad del que tie­ne más fuer­za para subor­di­nar al otro. Esa es la esen­cia del autoritarismo.

Esa fue la con­sig­na más racio­nal de los que mar­cha­ron. En la sema­na se cono­ció la muer­te de uno de estos mani­fes­tan­tes, el jubi­la­do Angel Spo­torno , de 64 años, mili­tan­te del PRO. Spo­torno tenía todo el dere­cho de ele­gir la for­ma de morir, inclu­so solo y asfi­xia­do por el virus, como suce­dió. Pero no tenía nin­gún dere­cho a poner en ries­go de sufrir esa mis­ma muer­te a dece­nas de ciu­da­da­nos que tuvie­ron con­tac­to con él en esos actos, inclu­yen­do a perio­dis­tas y tran­seún­tes. No exis­te liber­tad para con­ta­giar la muer­te.

Si lo que se recla­ma es una cua­ren­te­na admi­nis­tra­da, fle­xi­bi­li­za­da o lo que sea, pon­gan el deba­te en la socie­dad, exhi­ban sus ejem­plos y los argu­men­tos cien­tí­fi­cos que sos­tie­nen esa pos­tu­ra. No tie­nen nece­si­dad de acu­sar de sta­li­nis­tas e insul­tar a los que opi­nan dife­ren­te. Es otro ras­go auto­ri­ta­rio de estos fal­sos liber­ta­rios.

La locu­to­ra de un noti­cie­ro de tele­vi­sión qui­so mos­trar­se ofen­di­da por la fra­se de Alber­to Fer­nán­dez en su dis­cur­so del 9 de Julio cuan­do dijo que venía a ter­mi­nar con los odia­do­res seria­les. La mujer se enre­dó en sus dis­qui­si­cio­nes y lo que se escu­chó fue que el odia­dor tie­ne dere­cho a odiar: “No tie­ne dere­cho, ¿quién se cree? por más que sea pre­si­den­te, no es quien para sacar­le ese dere­cho a la gen­te”. Fue lo que se entendió.

La inten­ción de esa fra­se del Pre­si­den­te no fue qui­tar­le un dere­cho al odia­dor serial, sino rei­vin­di­car el dere­cho de la inmen­sa mayo­ría de los argen­ti­nos que quie­ren vivir en paz y en demo­cra­cia, algo que el odia­dor serial, como actor polí­ti­co, recha­za. Son dos dere­chos en pug­na: el del que odia lo que la mayo­ría quie­re y el de la mayoría.

Pro­mo­ver el odio es la mejor for­ma de ocul­tar una pro­pues­ta que favo­re­ce los intere­ses de las mino­rías pri­vi­le­gia­das. Por­que esas pro­pues­tas sola­men­te pue­den ser apo­ya­das por quie­nes se verán favo­re­ci­dos que, por defi­ni­ción son muy pocos.

El odia­dor no deba­te, no con­fron­ta ideas, no ofre­ce con cla­ri­dad una pro­pues­ta alter­na­ti­va a lo que moti­va su odio. Enton­ces es impo­si­ble esta­ble­cer reglas de jue­go por­que el odia­dor inha­bi­li­ta el diá­lo­go. El odia­dor serial pro­mue­ve la vio­len­cia de los que lo acom­pa­ñan y pro­vo­ca la vio­len­cia de los que agre­de. La con­se­cuen­cia direc­ta del odio es la violencia.

Uno de los autos de la cara­va­na lle­va­ba la con­sig­na:“Fase 1: fusi­lar a los polí­ti­cos”, “Fase 2: Fusi­lar a los sin­di­ca­lis­tas”, “Fase 3: Argen­ti­na empie­za a des­pe­gar”. Uno de los tipos que ame­na­za­ron a los perio­dis­tas del móvil de C5N gri­ta­ba: “¡Ya van a tener mie­do, ya van a tener miedo!”.

El men­sa­je que publi­có en las redes el dipu­tado de Jun­tos por el Cam­bio, Fer­nan­do Igle­sias, decía: “Cris­ti­na cho­rra, vamos por vos”. Es impo­si­ble esta­ble­cer un diá­lo­go míni­mo en ese tono.

Pero la fra­se de Alber­to Fer­nán­dez apun­tó al docu­men­to pro­mo­vi­do por Patri­cia Bull­rich que fir­ma­ron los jefes de los tres par­ti­dos que con­for­man la alian­za don­de, sin fun­da­men­tos ni el más míni­mo cono­ci­mien­to del hecho, hicie­ron acu­sa­cio­nes de mucha gra­ve­dad a la vice­pre­si­den­ta Cris­ti­na Kirch­ner con rela­ción al ase­si­na­to de Fabián Gutié­rrez en San­ta Cruz.

Cuan­do lle­gó al gobierno, el macris­mo decla­ró una “gue­rra de poli­cía” o “law­fa­re” que bus­có des­po­li­ti­zar al disi­den­te para com­ba­tir­lo como delin­cuen­te común. Ese camino cie­rra cual­quier posi­bi­li­dad de diá­lo­go. El macris­mo cre­yó que ante esa ofen­si­va el kirch­ne­ris­mo se dis­per­sa­ría. Pero no sólo no fue así, sino que el kirch­ne­ris­mo se cohe­sio­nó como mayo­ría rela­ti­va e inte­gró una fór­mu­la pre­si­den­cial que des­pla­zó al macris­mo del gobierno.

En vez de recu­rrir a la mis­ma estra­te­gia de per­se­cu­ción, el nue­vo gobierno plan­teó el diá­lo­go con la opo­si­ción que aho­ra es el macris­mo. Si el macris­mo insis­te des­de la opo­si­ción con la mis­ma estra­te­gia de des­po­li­ti­zar a su adver­sa­rio y tra­tar­lo como delin­cuen­te, la polí­ti­ca que­da des­pla­za­da por una lógi­ca de gue­rra de exter­mi­nio de alguno de los dos por el otro.

Tam­po­co se tra­ta de sal­var dife­ren­cias por puro volun­ta­ris­mo cuan­do hay polí­ti­cas que res­pon­den a intere­ses dife­ren­tes. En demo­cra­cia hay dispu­ta y con­fron­ta­ción, hay adver­sa­rios e inclu­so enemi­gos. Jus­ta­men­te por eso son nece­sa­rias las reglas de jue­go. Sin reglas de jue­go, esa dispu­ta se con­vier­te en vio­len­cia, gue­rra y repre­sión. La estra­te­gia del macris­mo cuan­do lan­zó el law­fa­re, pateó el table­ro. Si insis­te será res­pon­sa­ble de lle­var al país a un nue­vo esce­na­rio de violencia. 

Itu­rria /​Fuen­te

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