Argen­ti­na. Con­ti­núa dete­ni­da refe­ren­te lue­go de des­alo­jo a comu­ni­dad gua­ra­ní en Salta

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 de julio de 2020.

Des­de el jue­ves 23, Yami­la se encuen­tra dete­ni­da en Orán, a 100 kiló­me­tros de su casa. La poli­cía los des­alo­jó de un terreno bal­dío que toma­ron fren­te a su comu­ni­dad. Unas 120 fami­lias de la comu­ni­dad gua­ra­ní Che­ru fue­ron repri­mi­das. La cri­sis habi­ta­cio­nal gol­pea a todos, pue­blos ori­gi­na­rios incluí­dos, aun­que sean los due­ños de la tie­rra, por para­dó­ji­co que resul­te. La bru­ta­li­dad poli­cial se vio una vez más en una Sal­ta en don­de los pobres y sobre todo los pobres pue­blos ori­gi­na­rios son foco del hos­ti­ga­mien­to de un esta­do pro­vin­cial que de un signo u otro ha lle­na­do sus arcas en torno a los recur­sos natu­ra­les que les ha roba­do a los pue­blos pre­exis­ten­tes, y que por eso mis­mo se carac­te­ri­za por su vio­len­cia y racis­mo hacia ellos. Yami­la fue lle­va­da a las ras­tras por efec­ti­vos varones. 

Un bebé de la comu­ni­dad reci­bió un impac­to de bala de goma, varios niños más tam­bién y hay muchos mayo­res heri­dos. La mayo­ría son muje­res, la poli­cía no res­pe­tó ni a niños, ni a ancia­nas, ni a muje­res emba­ra­za­das. Ade­más de con sus armas, tira­ron con hon­das y pie­dras. Tam­bién se sin­tie­ron los insul­tos, como siem­pre: “indios patas raja­das”, “mata­cos”, “chi­re­tes”, así lla­ma la poli­cía sal­te­ña –com­pues­ta sin embar­go gene­ral­men­te por des­cen­dien­tes indí­ge­nas- a los ori­gi­na­rios. “Hemos sido humi­lla­dos”, dice Yulia­na, voce­ra de la Comu­ni­dad gua­ra­ní Che­ru Tum­pa de Orán, y con­ti­núa, “piso­tea­ron la whi­pa­la, nues­tra ban­de­ra, no se hace eso”, “las muje­res ancia­nas fue­ron golpeadas”.

En el terri­to­rio toma­do son 120 fami­lias, entre 250 y 300 per­so­nas. Ese terreno que la poli­cía dice que usur­pan es par­te del terri­to­rio comu­ni­ta­rio ances­tral. Jun­to con las fami­lias que se encuen­tran del otro lado del pre­dio suman 200, en total hay un poco más de 400 per­so­nas en la comu­ni­dad. Viven allí hace varios años. Y hace unos pocos meses antes de la pan­de­mia deci­die­ron ocu­par la par­te bal­día del terri­to­rio. Tie­nen casi­tas de made­ra algu­nos, otros de nylon. Hay un come­dor de la igle­sia evan­gé­li­ca, y una igle­sia, aun­que no todos per­te­ne­cen a esa reli­gión. Des­de hace tres meses apro­xi­ma­da­men­te la poli­cía los hos­ti­ga para que se vayan. En la maña­na del día jue­ves 23, efec­ti­vos poli­cia­les se apos­ta­ron en el terreno y les hicie­ron saber que orde­na­ban que se vayan, por la tar­de, alre­de­dor de las 16 lle­ga­ron más, infan­te­ría tam­bién, final­men­te eran entre 30 y 50 efec­ti­vos, pri­me­ro con­vo­ca­ron a una reu­nión, don­de estu­vie­ron pre­sen­tes los “mbu­ru­vi­chí” –auto­ri­da­des ances­tra­les de la comu­ni­dad-. Cuan­do esta­ba ter­mi­nan­do la reu­nión comen­za­ron a vio­len­tar a las per­so­nas de la comu­ni­dad allí pre­sen­te. No había posi­bi­li­dad de que los miem­bros de la comu­ni­dad se defien­dan: “Cuan­do noso­tros que­ría­mos defen­der a uno ya aga­rra­ban a otro”.

“A Yami­la la lle­va­ron a las ras­tras entre poli­cías varo­nes”, nos repi­te Yulia­na. Los otros miem­bros de la comu­ni­dad no han podi­do ir a ver­la por­que la comu­ni­dad se encuen­tra rodea­da por móvi­les poli­cia­les que cir­cu­lan a toda hora. Los niños les tie­nen mie­do. Sola­men­te se han podi­do comu­ni­car por telé­fono con Yami­la en el día de ayer, quien les dio áni­mos. Yami­la tie­ne una hiji­ta de diez años y a su madre espe­rán­do­la en la comu­ni­dad. No tie­nen abo­ga­do, y recién duran­te el día de ayer han podi­do comu­ni­car­se bre­ve­men­te con el INAI, nun­ca antes habían podi­do, ni en los meses de ocu­pa­ción ni en los años que tie­ne la comu­ni­dad, siem­pre han pedi­do esa comu­ni­ca­ción pero se les da vuel­tas. La comu­ni­dad no tie­ne por esto mis­mo, pape­les. Pare­ci­do tra­to han reci­bi­do por par­te del inten­den­te de Colo­nia, Jor­ge Mario Guerra.

Los miem­bros de la Comu­ni­dad Che­ru Tum­pa piden soli­da­ri­dad con­cre­ta de las dis­tin­tas orga­ni­za­cio­nes socia­les con su situa­ción terri­to­rial y con la situa­ción de Yami­la Beli­zán, joven mujer refe­ren­te de la comunidad.

Fuen­te: AnRed

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