México.El otro virus que se debe erra­di­car es la vio­len­cia con­tra las mujeres

Dia­na Manzo/​Resu­men Latinoamericano,14 de junio de 2020

Res­guar­da­da en su domi­ci­lio en la mix­te­ca oaxa­que­ña hace más de ochen­ta días cuan­do comen­zó la pan­de­mia del COVID-19, María Ele­na Ríos Ortiz, la joven saxo­fo­nis­ta, habla detrás del telé­fono con la for­ta­le­za que le carac­te­ri­za para con­tar que vive intran­qui­la, sus tera­pias se sus­pen­die­ron y tam­bién la situa­ción legal de sus agre­so­res, para ella, el otro virus que se debe erra­di­car es “la vio­len­cia con­tra las muje­res” que ha mata­do a miles en México.

Tam­bién habla que­di­to y con­fie­sa que la músi­ca le ayu­da a sanar espi­ri­tual­men­te y que es una for­ma de reha­bi­li­tar­se las secue­las de la vida, por eso, dia­ria­men­te toca su saxo­fón, para ento­nar temas y rea­li­zar prac­ti­cas, así han trans­cu­rri­do sus días mien­tras ve para­li­za­da la “jus­ti­cia” que le debe mucho a ella y a las muje­res de este país.

María Ele­na de 26 años de edad que sufrió una agre­sión con aci­do sul­fú­ri­co el 9 de sep­tiem­bre del año pasa­do, con­si­de­ra que no pue­de callar­se y tie­ne la res­pon­sa­bi­li­dad de hablar de lo que vivió y vive actual­men­te, que es la intran­qui­li­dad, por­que el tema de la vio­len­cia con­tra la mujer, “no deben que­dar silen­cia­dos y tam­po­co apa­ga­dos, al con­tra­rio se deben erra­di­car, por­que es inau­di­to pen­sar que al día son vio­len­ta­das muchas muje­res sin que exis­ta un cas­ti­go ejem­plar para sus agresores”.

La músi­ca, lec­tu­ra y escri­tu­ra han sido sus for­mas de revi­vir en este cau­ti­ve­rio de la pan­de­mia y que impi­de la reha­bi­li­ta­ción a su salud, a veces su voz es fuer­te y otras veces se que­bran­ta, pero María Ele­na ha sido espe­jo para muchas muje­res de este país y mues­tra de ello, es que ha reci­bi­do un apo­yo incon­di­cio­nal en los últi­mos meses pos­te­rio­res a su agresión.

Refle­xio­na que aun­que muchas per­so­nas se admi­ren por su for­ta­le­za y la escu­chen denun­ciar y exi­gir jus­ti­cia, su voz sigue heri­da y la tie­ne pen­sa­ti­va, por­que toda­vía hay un agre­sor libre, y que aun­que se bus­ca des­de el mes de diciem­bre, las auto­ri­da­des de Oaxa­ca aun no lo detie­nen y en el caso de los dete­ni­dos, se encuen­tran en pri­sión pre­ven­ti­va y eso la tie­ne intranquila.

No cede­rá a nada aun­que todo le due­le, María Ele­na reco­no­ce que la empa­tía y soro­ri­dad que ha reci­bi­do son un cumu­lo de for­ta­le­za con la cual la hacen sen­tir una mujer pri­vi­le­gia­da y con ganas de salir ade­lan­te a pesar de lo vivido.

Su voz sube de tono detrás del telé­fono para enfa­ti­zar: “¡Ima­gí­na­te, me qui­sie­ron matar! “ , y se for­ta­le­ce cuan­do se res­pon­de : “Pero aquí estoy, viva y aun­que con secue­las y ratos malos, ten­go la fuer­za y la fe que todo mejo­ra­rá algún día, sé que son muchos, ni quie­ro ima­gi­nar­me cuan­tos, pero estoy viva y eso vale mucho”.

* “Curar­te”, un Pro­yec­to que fomen­te el amor al saxofón

Tocar el saxo­fón de nue­vo es uno de los sue­ños cum­pli­dos de María Ele­na des­pués de los meses de ago­nía que vivió, y enton­ces pen­só en com­par­tir su talen­to, para lo cual se ins­cri­bió en el pro­gra­ma nacio­nal “Curar­te” de la Secre­ta­ria de Cul­tu­ra y las Artes (Secul­ta) y fue ele­gi­da entre los 80 pro­yec­tos selec­cio­na­dos a nivel nacio­nal de 500 propuestas.

A tra­vés de un mate­rial didác­ti­co que es diri­gi­do para todo músi­co, pero en espe­cial para las niñas y los niños plas­mó a tra­vés de pie­zas bási­cas para saxo­fón, una téc­ni­ca para eje­cu­tar las pie­zas tra­di­cio­na­les de la músi­ca oaxaqueña.

Lo que mos­tró en su pro­yec­to gana­dor es que la músi­ca tra­di­cio­nal de Oaxa­ca se debe reva­lo­ri­zar, en este caso a tra­vés del saxo­fón como un ins­tru­men­to de vien­to que tras­pa­sa fron­te­ras y sana corazones.

María Ele­na apro­ve­chó en esta con­vo­ca­to­ria para hacer suya el nom­bre de “Curar­te” y reco­no­cer que el arte, sí cura y ella es un ejem­plo, por que el saxo­fón es aho­ra el medio con el cual va ali­ge­ran­do sus penas para trans­for­mar­los en historias.

Mien­tras los días de con­fi­na­mien­to se acu­mu­lan, la joven saxo­fo­nis­ta sigue tocan­do su ins­tru­men­to para miti­gar esa intran­qui­li­dad por no acu­dir a sus tera­pias y reha­bi­li­ta­cio­nes y por otro lado pien­sa cómo enfren­ta­rá y afron­ta­rá esa jus­ti­cia por la que lucha a nue­ve meses de su ata­que, y que toda­vía no goza.

FUENTE: Ist­mo­Press

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