Colom­bia. Al orde­nar des­alo­jos, el alcal­de de Cali trai­cio­nó a su cla­se de ori­gen (Opi­nión)

Por Fer­nan­do Ale­xis Jimé­nez. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de junio de 2020. 

El alcal­de de Cali, la segun­da ciu­dad más impor­tan­te de Colom­bia, hijo de un com­ba­tien­te ague­rri­do y con­ven­ci­do de sus ideas del enton­ces Movi­mien­to 19 de Abril (M‑19) quien murió cre­yen­te en la lucha por los más des­fa­vo­re­ci­dos, es el mis­mo que hoy impul­sa des­alo­jos, y anun­cia que pro­se­gui­rá con esa polí­ti­ca, que final­men­te favo­re­ce a la empre­sas constructoras.

Iró­ni­co por­que Jor­ge Iván Ospi­na se for­mó en
Cuba, en don­de no solo estu­dió ciru­gía, sino que se espe­cia­li­zó y reci­bió en
las aulas de estu­dio, no sola­men­te lec­cio­nes sobre ana­to­mía e intervenciones
para sal­var enfer­mos, sino una cla­ra soli­dez polí­ti­ca. Fue­ron lar­gos años en un
país que ha libra­do una bata­lla vale­ro­sa — en medio de inmi­se­ri­cor­des bloqueos – ,
pero que ha sali­do airo­so, favo­re­cien­do a la gen­te humil­de, popu­lar, esa clase
a la que per­te­ne­ció el hoy man­da­ta­rio caleño.

Pare­cie­ra que no apren­dió mucho. Los hechos
sal­tan a la vis­ta: la orden para un des­alo­jo en la zona rural cono­ci­da como
Pan­ce, en don­de se eri­gen apar­ta­men­tos y casas de quie­nes osten­tan per­te­ne­cer a
la cla­se pri­vi­le­gia­da cale­ña. ¡Por supues­to, no se podían per­mi­tir ranchos
delan­te de las lujo­sas construcciones!¡Perderían su valor comer­cial! La pobreza
hue­le mal y resul­ta insul­tan­te para los ricos, en todas par­tes del mun­do. Y Ospina
es un rico emer­gen­te que olvi­dó su ori­gen de pueblo.

Con máqui­nas y fuer­za poli­cial, se
des­tru­ye­ron cam­bu­ches y en medio de una per­ti­naz llo­viz­na y el frío, nume­ro­sas familias,
con muchos niños, que­da­ron a la intem­pe­rie mien­tras que sus espe­ran­zas caían en
medio de la gri­te­ría para que se fue­ran. En su mayo­ría, son indígenas. 

La nota vale­ro­sa la escri­bió para la
his­to­ria un agen­te de poli­cía, de ascen­den­cia indí­ge­na, Ángel Zúñi­ga Valencia,
quien se negó a
arre­me­ter
con­tra su pro­pio pue­blo y hoy enfren­ta un pro­ce­so
dis­ci­pli­na­rio
que pue­de deri­var en des­ti­tu­ción y cár­cel por “des­aca­tar
órde­nes”. Por supues­to, la indig­na­ción de los colom­bia­nos se ha hecho sentir,
pidien­do res­pe­to para los dere­chos de quie­nes hoy son des­te­cha­dos, y para quien — en
su con­di­ción de patrullero‑, no se sumó
a la apli­ca­ción de lar arbitrariedades. 

Los des­acier­tos del alcal­de de Cali yéndose
lan­za en ris­tre con­tra el pue­blo, no es nada nue­vo. El pasa­do 16 de mayo ya
había orde­na­do que el mis­mo apa­ra­to des­truc­ti­vo echa­rá por tie­rra los cambuches
cons­trui­dos en
la par­te alta Siloé,
una zona vul­ne­ra­ble del orien­te de la ciudad. 

Recuer­do el día en que, tomán­do­me un tinto
con el pro­fe­sor y poli­tó­lo­go, Hora­cio Duque, le expli­qué mis razo­nes para no
apo­yar a Jor­ge Iván Ospi­na. “Estás equi­vo­ca­do—me dijo – ; éste es un
buen hom­bre, con bue­nas inten­cio­nes
”. Com­pren­do que a Hora­cio lo
trai­cio­na­ron en su bue­na fe.

Las bue­nas inten­cio­nes del alcal­de son evi­den­tes: aca­bar con la cla­se popu­lar, a la que él per­te­ne­ció y a la que deci­dió vol­ver­le la espal­da. Hora­cio, mi her­mano, el tiem­po me ha dado la razón… 

* Fuen­te: Rebelión.org

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