Nacion Mapu­che. Bari­lo­che: La his­to­ria de la Lof José Celes­tino Quijada

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 de junio de 2020

El año pasa­do, la comu­ni­dad mapu­che José Celes­tino Qui­ja­da nos invi­tó a una reu­nión para acor­dar un tra­ba­jo con­jun­to de recons­truc­ción de memo­rias en y del terri­to­rio. Ini­cia­mos enton­ces un tra­ba­jo de inves­ti­ga­ción (como Ser­vi­cio STAN del CONICET). Este tra­ba­jo –a car­go de cier­tos miem­bros del gru­po GEMAS– se encuen­tra aún en pro­ce­so; pero ante cier­tos hechos que fue­ron de públi­co cono­ci­mien­to el 5 de junio del 2020, qui­sié­ra­mos en estas bre­ves pági­nas poner en con­tex­to algu­nas de las his­tó­ri­cas e impos­ter­ga­bles deman­das de la Lof. 

Las tra­yec­to­rias de la fami­lia Quijada-Figueroa 

Hace unos 140 años atrás, el Pue­blo Mapu­che era libre y sobe­rano en su terri­to­rio, a ambos lados de la cor­di­lle­ra. La his­to­ria de este pue­blo está atra­ve­sa­da por el even­to crí­ti­co y trau­má­ti­co de las cam­pa­ñas mili­ta­res de los Esta­dos a fines del siglo XIX y por las polí­ti­cas vio­len­tas de repre­sión y des­po­jo terri­to­rial que con­ti­nua­ron las déca­das siguien­tes. Por lo tan­to, las dos últi­mas déca­das del siglo XIX y las pri­me­ras del siglo XX están sig­na­das por el movi­mien­to o “las andan­zas” de per­so­nas, de fami­lias y/​o con­tin­gen­tes más amplios a tra­vés del terri­to­rio, cru­zan­do varias veces y en zig­zag la Cor­di­lle­ra de los Andes para huir de tra­tos inhu­ma­nos, y/​o des­pla­zán­do­se del nor­te hacia el sur en bús­que­da de los terri­to­rios a “cam­po abier­to” que iban que­dan­do dis­po­ni­bles des­pués del adve­ni­mien­to de la pro­pie­dad pri­va­da y los lati­fun­dios en la Pata­go­nia. Esos años sue­len ser recor­da­dos en los gütxam de las fami­lias como “his­to­rias tris­tes” e “his­to­rias de regre­so”. Son los años de las muer­tes, la dis­per­sión fami­liar, la sole­dad y el ham­bre, pero tam­bién son los años de la rees­truc­tu­ra­ción de los gru­pos, de la rege­ne­ra­ción de comu­ni­da­des y de los inten­tos por “vol­ver a levantarse”. 

José Celes­tino Qui­ja­da (hijo de Filo­me­na Qui­ja­da Rio­se­co) y Leo­nor Figue­roa (hija de Fran­cis­co Figue­roa y Las­te­nia Pozo) se cono­cie­ron en Bari­lo­che y tuvie­ron a sus hijos en el terri­to­rio don­de se con­for­ma­ron como lof­che en las lade­ras del Cerro Wenu Laf­ken (Cerro Otto-San Car­los de Bari­lo­che). La fami­lia de Leo­nor y la fami­lia de José Celes­tino ya esta­ban empa­ren­ta­das cuan­do ellos se conocen. 

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La mamá de Celes­tino, Filo­me­na Qui­ja­da Rio­se­co, venía de algún lugar del oes­te de la Cor­di­lle­ra de los Andes. En algún momen­to, antes de 1916, cru­za la cor­di­lle­ra y lle­ga a la comu­ni­dad de El Man­so (Río Negro, Argen­ti­na), don­de tenía ami­gos (“medio parien­tes”) que la reci­ben. Ella habla­ba en mapu­zu­gun y sos­tu­vo par­te de su eco­no­mía fami­liar dedi­cán­do­se al hila­do y al teji­do con telar mapu­che. Allí tie­ne un hijo, José Celes­tino Qui­ja­da, quien a los sie­te años que­da huér­fano y al cui­da­do de una de las fami­lias de El Man­so. Sien­do toda­vía muy joven, Celes­tino deja la comu­ni­dad para salir a trabajar. 

Los rela­tos fami­lia­res (gütxam) de Leo­nor Figue­roa –que le fue­ron trans­mi­ti­dos por su padre, Fran­cis­co Figue­roa– narran his­to­rias tris­tes y dolo­ro­sas sobre el pasa­do de su familia: 

“Mi papá me con­ta­ba que cuan­do vinie­ron ellos sufrie­ron mucho. Me con­ta­ban que a mi abue­la, la gen­te blan­ca los las­ti­ma­ban, los corrían… y yo le decía: ‘no me cuen­tes, me da rabia eso. Por qué le hacían eso?’ Él recor­da­ba y noso­tros le decía­mos ‘papá, no nos con­tés eso’ por­que él dice que sufrió muchí­si­mo”. (Leo­nor Figue­roa, diciem­bre 2019).

La bisa­bue­la y abue­la de Leo­nor (Leo­nor Cer­da) sufrie­ron la vio­len­cia de las cam­pa­ñas mili­ta­res que los Esta­dos argen­tino y chi­leno habían empren­di­do con­tra los indí­ge­nas a fines del siglo XIX. Según los rela­tos fami­lia­res, ambas fue­ron “cau­ti­vas… los wig­ka los ence­rra­ron”. A una de ellas “para que no se esca­pe” del lugar don­de las tenían pri­sio­ne­ras “le pela­ron las plan­tas de los pies” (Lui­sa Qui­ja­da, diciem­bre 2019): “ Mi mamá mucho no nos que­ría con­tar, de la épo­ca esa, pero sabe­mos que a esa abue­la la tuvie­ron ahí, y que ahí tuvo sus hijos” (Lui­sa Qui­ja­da, diciem­bre 2019).

Se tra­ta de tres gene­ra­cio­nes dife­ren­tes –entre 1850 y 1920 — que fue­ron víc­ti­mas de las polí­ti­cas del Esta­do. De acuer­do con los rela­tos de la memo­ria, es muy pro­ba­ble que la bisa­bue­la, inclu­so su hija Leo­nor Cer­da, haya esta­do en un cam­po de con­cen­tra­ción duran­te el desa­rro­llo de las cam­pa­ñas mili­ta­res. Al levan­tar­se estos cam­pos hacia la déca­da de 1890, no sabe­mos si ellas cru­za­ron o no la cor­di­lle­ra, pero lle­ga­ron a un terri­to­rio –del que no pue­den recor­dar el nom­bre— ubi­ca­do en lo que actual­men­te es Chi­le. Fran­cis­co Figue­roa, hijo de Leo­nor Cer­da, le solía con­tar a su hija el siguien­te gütxam: 

“Mi papá dice que las corrían, les pega­ban, les saca­ron una de las hijas, le saca­ron y la tenían ata­da para que ellos vayan a recla­mar, por­que los que­rían sacar. Él dice que le decían ‘indios de mier­da’. Pero él me decía muchos nom­bres, pero yo no recuer­do. Él dice que era muy feo, por­que la gen­te no los que­ría. Los tra­ta­ban de ‘indios’, de todo, muy mal los tra­ta­ban. Sufrió mucho, por eso de allá se vino, se dis­pa­ró, se vino acá y acá se casó con mi mamá. Acá fue dife­ren­te, por­que dice que allá a mucha fami­lia los mata­ron por­que no los que­rían. Sí, sufrió muchí­si­mo. Y él se dis­pa­ró, se vino acá. Él decía ‘yo ten­go que venir­me por­que allá no se pue­de vivir’. Por­que a la fami­lia de él ya la habían mata­do, los tra­ta­ron muy mal por­que eran mapu­che. ‘Unos grin­gos gran­do­tes’, decía él. ‘Qué sé yo! estas por­que­rías!’, decía él, ‘no sé qué les pasa, por qué nos tra­tan así’. Pero no lo querían…así que él se vino para acá, a la Argen­ti­na” (Leo­nor Figue­roa, diciem­bre 2019).

El papá de Leo­nor habla­ba mucho de esos luga­res de los que tuvie­ron que huir, pero ella no podía ya recor­dar los nom­bres. “Ellos eran de Picun Leu­fu, pero antes venían de una par­te que no pue­do recor­dar, casi la mayo­ría de la par­te de mi papá son mapu­che mapu­che” (Leo­nor Figue­roa, diciem­bre 2019).

En algún momen­to de su hui­da, Fran­cis­co Figue­roa pasa por la región de El Bol­són y cono­ce a Las­te­nia Pozo –de Mallín Aho­ga­do – , con quien se casa y tie­nen a Leo­nor Figue­roa. Las­te­nia era una par­te­ra o püñe­ñel­che­fe muy cono­ci­da y soli­ci­ta­da en la zona. Leo­nor apren­dió ese ofi­cio de ella, así como sus cono­ci­mien­tos sobre lawen y el arte del teji­do al telar. 

Los años en que el terri­to­rio era “cam­pos abiertos”

Cuan­do los Qui­ja­da-Figue­roa lle­ga­ron al cerro, las lade­ras y pam­pas que rodea­ban el Wenu Laf­ken (Cerro Otto-San Car­los de Bari­lo­che) eran prac­ti­ca­dos como “cam­pos abier­tos”, como sue­le nom­brar­se local­men­te a un terri­to­rio sin alam­bra­dos, don­de la ocu­pa­ción y el uso del espa­cio se orga­ni­za por acuer­dos y per­mi­sos de pala­bra entre sus dife­ren­tes pobla­do­res. Des­de enton­ces fue­ron entra­man­do rela­cio­nes con algunxs pobla­dorxs y con las comu­ni­da­des mapu­che vecinas.
“Una veci­na nos dijo: ‘no, no, no es de nadie eso. Yo pon­go pas­ta­je acá, no es de nadie’. Ella lo con­ver­sa­ba por lo dere­cho nomás, con ella nun­ca tuvi­mos pro­ble­ma. Por eso nos vini­mos, por la segu­ri­dad, si los ani­ma­les podían andar para cual­quier lado, si no era de nadie. Por eso nos vini­mos a vivir acá, por­que de acá sacá­ba­mos leña. Hici­mos arre­glo con algu­nos veci­nos y con el ejér­ci­to” (Leo­nor Figue­roa, diciem­bre 2019).
El “acá” del que habla Leo­nor es el terri­to­rio de la Lof Qui­ja­da, don­de hicie­ron su pri­mer casa y empe­za­ron a tra­ba­jar como leñe­ros. Estos acuer­dos de pala­bra (“con­ver­sa­ba por lo dere­cho nomás”) orga­ni­za­ron gran par­te del terri­to­rio pata­gó­ni­co y, par­ti­cu­lar­men­te, las relo­ca­li­za­cio­nes de las fami­lias y comu­ni­da­des mapuche.
Al poco tiem­po ya habían afian­za­do su pro­fe­sión como leñe­ros en la región, con­so­li­dán­do­se como pobla­do­res reco­no­ci­dos en la zona y prac­ti­can­do el arre­glo eco­nó­mi­co deno­mi­na­do “medie­ría” –tra­ba­jar para otro que­dán­do­se con la mitad de los fru­tos como com­pen­sa­ción eco­nó­mi­ca. La pri­me­ra ruka esta­ble de la comu­ni­dad se levan­tó en una par­te del terri­to­rio a la que lla­man “la herra­du­ra” –don­de toda­vía está el árbol don­de José Celes­tino col­ga­ba su herra­du­ra para sobar soga – , cer­ca de un arro­yo que a par­tir de enton­ces empe­zó a ser nom­bra­do en la región como arro­yo Quijada.
Del otro lado de este arro­yo, Leo­nor y José Celes­tino ente­rra­ron las pla­cen­tas de sus hijos. Cuan­do venía de visi­ta el padre de Leo­nor solían vol­ver a reco­rrer estos sitios para rea­li­zar una peque­ña roga­ti­va en mapuzungun: 
“Me decía el fina­do papá cómo tenía que hacer… no sé qué habla­ba en len­gua don­de yo había ente­rra­do la pla­cen­ta. Papá me sabía decir, ‘a la tie­rra mamá’, algo así me decía que le tenía que decir cuan­do nacie­ran los chi­cos, para que anden bien, crez­can bien. Él habla­ba, yo lo mira­ba. Aga­rra­ba tie­rra y habla­ba, pero yo no enten­día. Algo así como que se críen bien los chi­cos acá, y que ten­gan el fru­to para que estén bien. Él hacía esas cosas. El Tino (José Celes­tino) apren­dió bas­tan­te, eh? Apren­dió de mi papá” (Leo­nor Figue­roa, diciem­bre 2019)
Como recuer­da Bea­triz Qui­ja­da, alre­de­dor de la casa de sus padres fue­ron levan­tan­do el gal­pón, la quin­ta, los corra­les, la era, la tro­ja. Con el tiem­po, los Qui­ja­da diver­si­fi­ca­ron sus acti­vi­da­des agrí­co­las y gana­de­ras en múl­ti­ples pro­duc­cio­nes domés­ti­cas para la ven­ta y el auto-con­su­mo. Duran­te las pri­me­ras déca­das en el terri­to­rio, se dedi­ca­ron prin­ci­pal­men­te a la gana­de­ría ovi­na –lle­gan­do a tener 99 vacu­nos — y a la pro­duc­ción de len­te­jas, arve­jas y trigo.
Los luga­res lla­nos son esca­sos en el cerro, por lo tan­to, las siem­bras de los Qui­ja­da se dis­tri­buían entre la pam­pa en el cam­po de los veci­nos y la pam­pa en el terri­to­rio de su comu­ni­dad. Hoy en día la comu­ni­dad no pue­de dis­po­ner de nin­guno de estos dos llanos. 
“Por­que el asun­to no era si es due­ño fulano o men­gano… no, no, no. Acá era todo cam­po abier­to, se usa­ba todo. Usa­ba con las vacas para allá para acá. Cam­po abier­to. Enton­ces ahí, en el lugar de los veci­nos, ellos tenían todos sus gal­po­nes, gal­po­nes gran­des, y ahí tenían la era. En el fal­deo arri­ba don­de está la pam­pa, esa ahí era el tri­go. Y sabes qué pena te da ver la pam­pa ahí…acá tenes la ladera…el cerro así. No podes sem­brar nada. Mirá las chi­cas dón­de están sem­bran­do aho­ra” (Lui­sa Qui­ja­da, diciem­bre 2019). 

El Esta­do argen­tino con­so­li­dó el domi­nio mili­tar en la Pata­go­nia duran­te los años de las cam­pa­ñas mili­ta­res cuan­do se apro­pió del terri­to­rio ances­tral del Pue­blo Mapu­che, para redis­tri­buir­lo entre pri­va­dos y otras ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les, como la nacien­te Admi­nis­tra­ción de Par­ques Nacio­na­les. Par­te de estos últi­mos dere­chos fue­ron con­ce­di­dos al Ejér­ci­to Argen­tino en 1937 (“por cau­sas de uti­li­dad públi­ca”). En el trans­cur­so de esta his­to­ria, los dere­chos del Pue­blo Mapu­che fue­ron per­ma­nen­te­men­te nega­dos, situa­ción que se puso de mani­fies­to cuan­do, en las déca­das del ochen­ta y el noven­ta, el Ejér­ci­to argen­tino vol­vió a hacer uso de la vio­len­cia con­tra las per­so­nas mapu­che para des­po­jar­los de los terri­to­rios en los que habían logra­do vol­ver a levan­tar­se como comu­ni­da­des. Este nue­vo ava­sa­lla­mien­to fue pade­ci­do por las dis­tin­tas comu­ni­da­des mapu­che que se encuen­tran en los alre­de­do­res del cerro Otto (como las Lof­che Qui­ja­da y Milla­lon­co-Ran­quehue, entre otras). En esos años, a la Lof Qui­ja­da se le hizo muy difí­cil sos­te­ner las vio­len­cias y las ame­na­zas del Ejér­ci­to, por lo que, duran­te algu­nos años, fue cobi­ja­da por el lon­ko de la Lof Bue­nu­leo. Duran­te ese perio­do el Ejér­ci­to con­ce­dió par­te del terri­to­rio de la comu­ni­dad Qui­ja­da a dis­tin­tos pri­va­dos para la explo­ta­ción turís­ti­ca del cerro (como el Cen­tro de Ski Nór­di­co y Are­lau­quen Golf & Country Club). Fren­te a esta nue­va nega­ción del Pue­blo Mapu­che y de los dere­chos de la Lof, la fami­lia Qui­ja­da deci­de reafir­mar­se en su territorio.

A con­ti­nua­ción, nos cen­tra­re­mos en las apro­pia­cio­nes que hizo Are­lau­quen Golf & Country Club des­de el año 2007 has­ta la fecha.

Are­lau­quen Golf & Country Club S.A. (AG&CC S.A.)

Are­lau­quen Golf & Country Club es un con­sor­cio de fir­mas de gran can­ti­dad de empre­sa­rios per­te­ne­cien­tes al gru­po Bel­ga BURCO Desa­rro­llos S.A. –Bel­gian Urban Reno­va­tion Com­pany – . La urba­ni­za­ción que impul­só la empre­sa Are­lau­quen com­pren­de más de 710 hec­tá­reas ubi­ca­das a metros de la cos­ta noroes­te del Lago Gutié­rrez y sobre la lade­ra sur del Cerro Otto, a 15 kiló­me­tros del cen­tro de la ciu­dad de Bari­lo­che. Este mega pro­yec­to comen­zó en el año 2000, lan­zan­do al mer­ca­do ven­tas de lotes en dis­tin­tas eta­pas, que aún en la actua­li­dad se con­ti­núan comercializando. 

Geren­tes, pro­pie­ta­rios rura­les, empre­sa­rios, jue­ces, abo­gadxs, ministrxs y otrxs inver­so­res son quie­nes actual­men­te com­po­nen el direc­to­rio de Are­lau­quen según el Bole­tín Ofi­cial de Río Negro. En un ensa­yo de difu­sión del 2019, fue­ron enun­cia­dos los nom­bres de las per­so­nas que diri­gen y com­po­nen el orga­ni­gra­ma de la empre­sa (Nota de Medio Extre­mo, 8 abril, 2019). No obs­tan­te, des­en­tra­ñar qué es Are­lau­quen impli­ca mucho más que poder decir que es un gru­po de empre­sa­rios, con sus pro­pias estra­te­gias y lógi­cas de aca­pa­ra­mien­to. Los acto­res que par­ti­ci­pan de este Country están aso­cia­dos a liti­gios, corrup­cio­nes polí­ti­cas, intere­ses eco­nó­mi­cos mul­ti­na­cio­na­les y rela­cio­nes de poder, que tras­cien­den el sta­tus de lo local y regio­nal. Sin embar­go, la codi­cia y los intere­ses de esta empre­sa no sólo con­lle­va a no otor­gar el acce­so al camino ances­tral y comu­ni­ta­rio de la comu­ni­dad, sino tam­bién a des­truir y des­po­jar el terri­to­rio mapuche.

Are­lau­quen y las prác­ti­cas de despojo

En una de las tan­tas car­tas de denun­cia que escri­bió des­de enton­ces la Lof Qui­ja­da decía:

“(…) hace apro­xi­ma­da­men­te dos años atrás comen­za­ron los pro­ble­mas (con la empre­sa Are­lau­quen). En pri­mer lugar, esta gen­te comen­zó con un dudo­so e irre­gu­lar corri­mien­to de los alam­bra­dos sobre nues­tro terri­to­rio. Por otro lado, comen­za­ron con las ame­na­zas a nues­tra fami­lia e inclu­so con la agre­sión físi­ca de dos de noso­tros, en una opor­tu­ni­dad con el apo­yo de agen­tes de la poli­cía de Río Negro. Cada vez que salía­mos del lugar a tra­ba­jar o a rea­li­zar trá­mi­tes, ellos venían y corrían el alam­bre, rea­li­zan­do tra­ba­jos en nues­tra ausen­cia. Asi­mis­mo nos cerra­ron el camino que des­de siem­pre exis­tió en el lugar y que noso­tros uti­li­za­mos, des­de antes que esta empre­sa se radi­ca­ra en la zona y hoy nos vemos for­za­dos a entrar en el terri­to­rio por sen­de­ros de mon­ta­ñas y pica­das que hacen muy difi­cul­to­so el ingre­so” (Car­ta al inten­den­te de la ciu­dad de SC de Bari­lo­che Mar­ce­lo Cas­cón, en fecha 02/​06/​2010, envia­da por la comu­ni­dad Quijada).

Car­tas como esta se repi­tie­ron en dis­tin­tas ofi­ci­nas del Esta­do –muni­ci­pa­les, pro­vin­cia­les y nacio­na­les– duran­te más de diez años. 

Como seña­la la comu­ni­dad en la car­ta cita­da, esta empre­sa se apro­pió de un sec­tor sig­ni­fi­ca­ti­vo del terri­to­rio, empla­zan­do un alam­bra­do que pasa a esca­sos metros de las ruka (casas), huer­tas y corra­les de la Lof. Se tra­ta de apro­xi­ma­da­men­te trein­ta hec­tá­reas del terri­to­rio Qui­ja­da que Are­lau­quen alam­bró por la fuer­za, pues­to que cual­quier tipo de defen­sa por par­te de la fami­lia mapu­che era repri­mi­da por la poli­cía. La par­te del terri­to­rio apro­pia­da por Are­lau­quen es la úni­ca pla­na y la más esen­cial para lle­var a cabo la prác­ti­ca de la agri­cul­tu­ra y la cría de ani­ma­les. De este modo, los Qui­ja­da fue­ron obli­ga­dos a sos­te­ner su eco­no­mía en tie­rras poco aptas para el desa­rro­llo de la agri­cul­tu­ra y la gana­de­ría; afec­tan­do a la cría de ani­ma­les de gran­ja y a la pro­duc­ción de fru­tas y ver­du­ras que es par­te del sus­ten­to dia­rio. Hecho agra­va­do por ence­rrar tam­bién “la pla­ni­cie del lagar­to”, don­de está el cemen­te­rio (eltu­we) de la comu­ni­dad. Este había sido iden­ti­fi­ca­do por el padre de Leo­nor antes de morir, por estar a cier­ta altu­ra del cerro, cer­ca de un arro­yo y en cier­ta orien­ta­ción con res­pec­to a la salien­te del sol.

Ade­más de este des­po­jo, Are­lau­quen alam­bró el camino tra­di­cio­nal de los “Ála­mos” uti­li­za­do por las fami­lias de la Lof duran­te déca­das. Eli­mi­nan­do, de este modo, el últi­mo y úni­co acce­so vehi­cu­lar, y obli­gan­do a los Qui­ja­da a ingre­sar o salir de su terri­to­rio a pie y por sen­de­ros de varios kiló­me­tros. Es sabi­do que las comu­ni­da­des –y par­ti­cu­lar­men­te las que resi­den cer­ca de la ciu­dad– deben recu­rrir dia­ria­men­te a los cen­tros urba­nos por temas de salud y cui­da­do, para cum­plir con la esco­la­ri­za­ción de lxs niñxs, y para com­prar los ali­men­tos que no se pro­du­cen en el terri­to­rio. Ade­más de todos estos fines, la Lof Qui­ja­da usa­ba el camino de los Ála­mos para trans­por­tar sus ani­ma­les, el forra­je y la leña, indis­pen­sa­bles en su eco­no­mía fami­liar. El hecho de cerrar un camino de acce­so, no dar­les la ser­vi­dum­bre de paso y dejar a una comu­ni­dad ais­la­da es una de las prác­ti­cas más des­igua­les de despojo.

Uno de los prin­ci­pa­les temas que preo­cu­pa­ban –y con­ti­núan preo­cu­pan­do– a la Lof es la vio­len­cia –tan­to poli­cial como de la segu­ri­dad pri­va­da– ejer­ci­da hacia los miem­bros de la comu­ni­dad en defen­sa de los intere­ses de Are­lau­quen. Lle­gan­do, inclu­so, a dete­ner sin nin­gu­na cau­sa a uno de ellos y a gol­pear fuer­te­men­te a dos de sus inte­gran­tes: “a mi her­mano lo tor­tu­ra­ron y lo pasa­ron por deba­jo del alam­bre. A mi sobrino lo deja­ron tira­do allá en el arro­yo de Vir­gen de las Nie­ves. Por qué? por­que solo eran Qui­ja­da” (Lui­sa Qui­ja­da, mar­zo 2019 en Wall Kin­tun TV).

La indi­fe­ren­cia de Arelauquen

Fren­te a estos atro­pe­llos, la Lof reali­zó innu­me­ra­bles denun­cias tan­to a las dis­tin­tas ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do como a Are­lau­quen Golf & Country. Sin embar­go, ante esta can­ti­dad de car­tas y recla­mos, la con­tes­ta­ción reci­bi­da por par­te del apo­de­ra­do de este gru­po inver­sio­nis­ta decía lo siguiente: 

“(…) ade­lan­ta­mos que no pode­mos acce­der a vues­tro pedi­do de paso de ser­vi­dum­bre. Final­men­te no le cons­ta a esta par­te, de hecho nun­ca hemos vis­to la exis­ten­cia de un camino que ‘des­de siem­pre’ trans­cu­rra a tra­vés de nues­tra pro­pie­dad, como tam­po­co le cons­ta que fue­ra lugar de resi­den­cia de comu­ni­dad algu­na o per­so­na algu­na” (Nota escri­ta por el apo­de­ra­do de AG&GC SA, Alfre­do Iwan, el 25 de noviem­bre del año 2010).

Las difi­cul­ta­des de la comu­ni­dad por fal­ta de este acce­so se hicie­ron into­le­ra­bles cuan­do algu­nos de sus miem­bros corrie­ron serio peli­gro ante una emer­gen­cia de salud, por no haber podi­do acce­der una ambu­lan­cia o poder salir de la comu­ni­dad con un vehícu­lo has­ta el hos­pi­tal. Recién el 2 de julio del año 2018 la empre­sa Are­lau­quen acep­ta lle­gar a un acuer­do (que solo cum­pli­ría has­ta el 31 de octu­bre de ese año). De todos modos, la letra del acuer­do pro­pues­ta por la empre­sa fue una cla­ra expre­sión de su indi­fe­ren­cia hacia los pro­ble­mas de la comu­ni­dad y de la impu­ni­dad con la que se le per­mi­te ope­rar negan­do dere­chos indí­ge­nas y asun­tos de bien públi­co. En el mar­co de ese acuer­do, Are­lau­quen con­ce­de el uso del camino bajo las siguien­tes con­di­cio­nes: sólo podían usar los vehícu­los de segu­ri­dad de la empre­sa Are­lau­quen, cada miem­bro que qui­sie­ra hacer uso del camino debía dar su nom­bre y DNI, lle­var con­si­go sólo un bol­so de mano, avi­sar 24 horas antes y úni­ca­men­te en el hora­rio diurno de 8 a 18 horas.

Mien­tras la fami­lia Qui­ja­da aguar­da des­de enton­ces un acto de jus­ti­cia por par­te del Esta­do, este gru­po inver­sio­nis­ta apro­ve­cha para seguir pro­fun­di­zan­do el des­po­jo, avan­zan­do sobre el terri­to­rio y con­so­li­dan­do su pro­yec­to inmobiliario: 

“una vez dije­ron que el alam­bre era pro­vi­so­rio, pero hace tre­ce años que el alam­bre está y aho­ra le están ponien­do mate­rial. Enton­ces, eso no es pro­vi­so­rio” ( Bea­triz Qui­ja­da, diciem­bre 2019).

El cie­rre del camino tra­di­cio­nal de los “Ála­mos” no sólo impi­dió el acce­so –indis­pen­sa­ble– de vehícu­los, sino ade­más la impo­si­bi­li­dad de reco­rrer la cor­ta dis­tan­cia que sepa­ra el barrio –don­de se desa­rro­lla par­te de sus vidas– del terri­to­rio de la comu­ni­dad, por el camino que han usa­do des­de que nacieron. 

El úni­co acce­so alter­na­ti­vo es un sen­de­ro en la cum­bre del Cerro Otto que se encuen­tra a 15 kiló­me­tros del cen­tro urbano de Bari­lo­che. Una vez que lle­gan allí con sus vehícu­los, deben dejar estos para tran­si­tar a pie por una pica­da de 3 kiló­me­tros y con un des­ni­vel de 350 metros. La fir­me deci­sión de no aban­do­nar el terri­to­rio los encuen­tra hoy en día aca­rrean­do sus pro­duc­tos de con­su­mo, ali­men­tos y ense­res para los ani­ma­les, las herra­mien­tas y otros gran­des bul­tos –esen­cia­les para la vida fami­liar y labo­ral– duran­te más de tres horas subien­do una pica­da de cerro que gran par­te del año se encuen­tra intran­si­ta­ble por las llu­vias o por la nieve.

“(…) ellos cerra­ron ahí y ya noso­tros no tene­mos vida. Aho­ra, por ejem­plo, ten­go los ani­ma­les que están fla­cos, están a la cochi­na mise­ria esos ani­ma­les ¿Por qué? Por­que yo con una bol­sa de 35 kg ya no me lo pue­do subir para aquí arri­ba. A mí me da pena ver esos ani­ma­les fla­cos. ¿Sabes lo que cues­ta subir con una bol­sa de 35 kg en el hom­bro? cues­ta mucho. Nos com­pli­ca el camino, por­que noso­tros aho­ra no pode­mos criar galli­nas, ni ani­ma­les” (Lui­sa Qui­ja­da, diciem­bre 2019)

“Acá si se cor­ta alguien con la moto­sie­rra se va a morir desan­gra­do por­que no te dejan pasar” ( Lui­sa Qui­ja­da, diciem­bre 2019).

“mi papi­to (el log­ko de la Lof, de 103 años de edad) no pue­de ir, pero si tuvie­ra el paso acá le darían la ale­gría a mi padre de lle­gar a don­de él vivió por muchos años” ( Lui­sa Qui­ja­da, mar­zo 2019 en Wall Kin­tun TV). 

“Acá siem­pre hubo un camino, salía­mos para ir a la escue­la y vol­vía­mos. O mi papá salía a bus­car la mer­ca­de­ría por ahí tam­bién. Aho­ra está todo cerra­do. Y así como tus hijos tie­nen el dere­cho de estu­diar, el mis­mo dere­cho tie­nen los míos” (Bea­triz Qui­ja­da, diciem­bre 2019)

La con­ti­nua­ción del des­po­jo en con­tex­to de ais­la­mien­to pre­ven­ti­vo por el coronavirus

El 5 de junio la comu­ni­dad cir­cu­ló un video y un comu­ni­ca­do para denun­ciar que la empre­sa Are­lau­quen esta­ba tra­tan­do de con­so­li­dar su des­po­jo terri­to­rial en el pre­sen­te con­tex­to de emer­gen­cia. Resul­ta que, mien­tras Bari­lo­che está en cua­ren­te­na, la comu­ni­dad se des­per­tó por el rui­do de las máqui­nas y de los tra­ba­ja­do­res de esta empre­sa que esta­ban cons­tru­yen­do un muro de hor­mi­gón y caños en terri­to­rio de la comu­ni­dad. Mien­tras que, simul­tá­nea­men­te, en esa par­te del terri­to­rio usur­pa­do, tala­ban bos­que nati­vo para abrir un camino interno del barrio privado. 

La Lof Qui­ja­da tie­ne que ver todos los días como Are­lau­quen pren­de sus cau­da­lo­sos rega­do­res duran­te gran par­te del día, mien­tras sus inte­gran­tes tra­ba­jan muy duro para obte­ner agua de los pocos arro­yos y ver­tien­tes que que­da­ron en su terri­to­rio. Tie­nen que subir tres horas de cerro con car­gas des­co­mu­na­les mien­tras los voce­ros de Are­lau­quen nie­gan el acce­so expli­can­do que “los due­ños de las casas no quie­ren ver mapu­ches con car­gas y autos vie­jos cir­cu­lan­do el barrio”. A los miem­bros de la Lof Qui­ja­da se les ha ido gran par­te de sus vidas hacien­do car­tas, docu­men­tos y pre­sen­ta­cio­nes para pedir jus­ti­cia, mien­tras lo úni­co que vie­ron ayer des­de sus rukas es cómo esta empre­sa con­ti­nua­ba corrien­do sus alam­bra­dos con cemen­to y talan­do bos­que nati­vo en su terri­to­rio. Las máqui­nas están pasan­do por luga­res de su terri­to­rio cuyos víncu­los con los miem­bros de la Lof son tan cons­ti­tu­ti­vos como pri­va­dos y deli­ca­dos (por eso men­cio­na­mos antes, y de for­ma muy gene­ral, el entie­rro de pla­cen­tas, el lugar ele­gi­do como cemen­te­rio, o los luga­res de rogativa). 

La comu­ni­dad Qui­ja­da nos con­ta­ba ayer a la noche:

“Noso­tros no vamos a dejar que sigan alam­bran­do, por­que nos están alam­bran­do con cemen­to… Ya esta­mos can­sa­dos… lle­va­mos muchos años, de res­pe­to, de bien habla­dos, ya todos esta­mos hechos mier­da ya acá. En pleno invierno yo acá ence­rra­da, no ten­go para bus­car comi­da para mis ani­ma­les. Nos lle­ga­mos a enfer­mar… está mi mamá acá, si se nos enfer­ma mamá no la pode­mos sacar… Ten­go angus­tia, ten­go bron­ca… Ellos se pasean como due­ños y seño­res por el terri­to­rio de noso­tros, que no es de ellos, y nos da mucha bron­ca. ¿Qué más se pue­de hacer? Si la jus­ti­cia no hace nada, qué que­rés que haga… aho­ra con la pan­de­mia los otros están lo más bien tra­ba­jan­do, y noso­tros como los bolu­dos que tene­mos que estar espe­ran­do, espe­ran­do, espe­ran­do….” (Lui­sa Qui­ja­da, comu­ni­ca­ción personal).

Final­men­te, encon­trar­se ence­rra­dos por los alam­bra­dos es una cons­ta­ta­ción sufi­cien­te para evi­den­ciar la impo­si­ción de Are­lau­quen sobre el terri­to­rio mapu­che. Pero cuan­do estos alam­bra­dos comien­zan a ser “alam­bre de cemen­to”, se evi­den­cia la pro­fun­di­dad estruc­tu­ral de las des­igual­da­des, los año de nega­ción y la fal­ta de res­pues­tas. Des­de el sen­ti­do común, el acto de tra­zar un alam­bra­do esta­ble­ce y fija los tér­mi­nos de qué con­te­ner y qué dejar fue­ra de la per­cep­ción de ese espa­cio. En cam­bio, des­de la pers­pec­ti­va de la Lof, este mis­mo alam­bra­do repre­sen­ta el robo his­tó­ri­co y per­ma­nen­te de sus tie­rras, la nega­ción a reco­no­cer su pre­exis­ten­cia como pue­blo, y la con­so­li­da­ción del des­po­jo –“están ponién­do­le cemen­to has­ta lle­gar a nues­tra ruka”– (José Qui­ja­da, comu­ni­ca­ción per­so­nal, 2019). El sím­bo­lo de la mate­ria­li­dad del alam­bra­do –pasar de poner palos a poner cemen­to– impul­sa la apues­ta polí­ti­ca de la comu­ni­dad Qui­ja­da: “hemos sufri­do mucho, pero hoy deci­mos basta”. 

Enla­ces consultados:

Wall Kin­tun TV Comu­ni­dad Qui­ja­da pide que Are­lau­quen res­ti­tu­ya camino público

Medio Extre­mo El bui­tre que blo­quea a los mapuche. 

Video y Comu­ni­ca­do difun­di­do por la Comu­ni­dad Qui­ja­da el 05/​06/​2020.

Itu­rria /​Fuen­te

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