Esta­do espa­ñol. Entre­vis­ta en el Lim­bo a Billy el Niño (tor­tu­ra­dor del fran­quis­mo y la democracia)

Jose Mari Espar­za Zaba­le­gi, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano 12 de mayo de 2020

Quie­nes me siguen en la pren­sa local saben que sue­lo hacer entre­vis­tas en el Lim­bo a gen­te falle­ci­da. Una licen­cia lite­ra­ria, que me per­mi­te hacer hablar a quie­nes ya no pue­den hacer­lo. Y del Lim­bo regre­sa­ba ‑con los años cada vez estoy más por allí- cuan­do me cru­cé por el camino con Billy el Niño, a quien el coro­na­vi­rus aca­ba­ba de dar avío a la Eternidad.

Ima­gí­nen­se la esce­na: los dos para­dos en aque­llas sole­da­des cós­mi­cas, como cuan­do se encuen­tran dos mon­ta­ñe­ros en algu­na cum­bre. Guar­dan­do la dis­tan­cia de segu­ri­dad, nos sen­ta­mos a des­can­sar en un rabo de nube. Me di cuen­ta que el hom­bre tenía ganas de hablar y que venía muy enfa­da­do de su paso por la Tie­rra. Apro­ve­ché la oca­sión y, por pro­vo­car­le, le sol­té lo que pen­sa­ba de él: “Billy, eres un ser abyec­to. Nacis­te en la Extre­ma­du­ra del ham­bre, y en lugar de dedi­car­te al toreo, o con­ver­tir­te en revo­lu­cio­na­rio vas­co como tu pai­sano Txi­ki, o sim­ple­men­te, ser un emi­gran­te hon­ra­do, te dedi­cas­te al arte de per­se­guir a los demás, macha­car­los en comi­sa­ría y haci­nar­los en maz­mo­rras. A pura fuer­za bru­ta subis­te has­ta la cima de la Bri­ga­da Polí­ti­co Social, esca­lan­do sobre los cuer­pos magu­lla­dos de cuan­tos caían en sus manos. Aho­ra, has­ta Wiki­pe­dia te pone como chu­pa de dómi­ne. Te con­de­na­rán aquí arri­ba, ya que la jue­za Ser­vi­ni no ha podi­do hacer­lo ahí aba­jo. ¿Cómo te sientes?”.

Para mi sor­pre­sa, en lugar de ver­lo aba­ja­do por el vitu­pe­rio pri­me­ro y el coro­na­vi­rus des­pués, me encon­tré con un hom­bre alti­vo y de un dis­cur­so cruel, pero cohe­ren­te: “Sí, yo fui un tor­tu­ra­dor. ¿Y cuál es el pro­ble­ma? Cum­plía órde­nes, era el fran­quis­mo, todos hacía­mos lo mis­mo. Polí­ti­cos y jue­ces nos lo orde­na­ban, la pren­sa aplau­día, la Igle­sia ben­de­cía. ¿Por qué ten­go que ser el úni­co paga­ni­ni y no esos que se hicie­ron demó­cra­tas de repen­te, empe­zan­do por los Bor­bo­nes? Mira mi ami­go y com­pa­ñe­ro Meli­tón Man­za­nas: en 2001 le con­ce­die­ron la Gran Cruz de reco­no­ci­mien­to civil y millo­na­rias indem­ni­za­cio­nes a su fami­lia como víc­ti­ma del terro­ris­mo. ¿No tor­tu­ró tan­to o más que yo? Y si todos tor­tu­rá­ba­mos en nom­bre del gobierno fran­quis­ta, ¿por qué Carre­ro Blan­co, nues­tro jefe supre­mo, ha reci­bi­do tan­tos hono­res y prebendas?”.

Por seguir tirán­do­le de la len­gua, le digo que esos mis­mos hono­res los hubie­ra teni­do él, si lo hubie­ra mata­do la ETA. “¡Por supues­to, eso es lo que me indig­na! ‑res­pon­de aira­do- Si los eta­rras me hubie­ran pega­do un tiro jun­to a Meli­tón, o vola­do jun­to a Carre­ro, aho­ra sería un héroe de Espa­ña y mi fami­lia ten­dría el riñón cubier­to. Pero como no lo hicie­ron, me echan a las pezu­ñas del opro­bio y el vilipendio”.

“Ade­más ‑con­ti­núa Billy- si fui tan malo en el fran­quis­mo ¿por qué en 1977, ya con gobier­nos demo­crá­ti­cos, me enchu­fa­ron en la Bri­ga­da Cen­tral de Infor­ma­ción, para seguir hacien­do lo mis­mo con el Gra­po, con los de ETA y con cuan­tos caían en mis manos? ¿Aca­so Adol­fo Suá­rez y Feli­pe Gon­zá­lez no sabían de mis méto­dos y de mi expe­rien­cia pro­fe­sio­nal? ¡Por supues­to que lo sabían! Yo seguí hacien­do lo mis­mo bajo otros man­dos. Y por eso Rodol­fo Mar­tín Villa, otro con­ver­so, me entre­gó la meda­lla de pla­ta al Méri­to Poli­cial. Y pos­te­rior­men­te otras tres meda­llas más, todas en la democracia”.

Me mue­vo inquie­to en el rabo de nube. Billy tie­ne razón. A él no lo con­de­co­ró el fran­quis­mo, sino quie­nes vinie­ron des­pués. Apa­ren­to empa­ti­zar con él y le digo que eso ocu­rría en los ini­cios de una débil demo­cra­cia, ame­na­za­da por el gol­pis­mo y los vas­cos malos… “¡No me ven­gas con cuen­tos! ‑me espe­ta cabrea­do-. Tor­tu­ra, tor­tu­ra, lo que se dice tor­tu­ra, y a man­sal­va, fue lo que vino des­pués, en la sacro­san­ta demo­cra­cia. A noso­tros no se nos fue tan­ta gen­te en la bañe­ra, el potro o la pica­na como a los que nos suce­die­ron. Arre­gi, Gurutze, Zabal­za, Geres­ta, Lasa, Zaba­la ¡Qué fal­ta de pro­fe­sio­na­li­dad! Hace fal­ta ser tor­pes para poner la cabe­za como se la pusie­ron a Unai Romano, pero cla­ro, eso el juez Gran­de-Mar­las­ka no lo veía y, aún así, ha aca­ba­do de Minis­tro de Jus­ti­cia. ¡Toma ya! Como el juez Gar­zón, que casi le dan el Pre­mio Nobel de la Paz. O Sán­chez Cor­bí, con­de­na­do por “rela­jar” a Kepa Urra y aca­bó de jefe del ope­ra­ti­vo de Cata­lun­ya. O Gil Rubia­les, que des­pués de dar­le pasa­por­te a Arre­gi lo envia­ron de comi­sa­rio jefe a Cana­rias. La tor­tu­ra, en la demo­cra­cia, ha sido la esca­le­ra de los ascen­sos. ¿Por qué se meten aho­ra con­mi­go? Pues para tapar con la capa de la leja­nía sus desa­gui­sa­dos actua­les. Y espe­ra, que ya son más de 4.000 denun­cias de tor­tu­ras las que ha acep­ta­do el Gobierno Vas­co, y las que van a seguir vinien­do. ¿Cuán­tos Billy el Niño, y peo­res que yo, hay detrás de todas esas denun­cias? Den­tro de unos años, cuan­do los ver­da­de­ros cul­pa­bles se sien­tan segu­ros, bus­ca­rán otro cabe­za de tur­co como yo, y comen­za­rán a per­se­guir­lo como a mí, para que la gen­te crea que la jus­ti­cia fun­cio­na y que vive en un país decen­te. Así fun­cio­na España”.

“Jobar Billy ‑le digo- te voy a tener que dar la razón”.

Nos des­pe­di­mos. “¿Voy bien camino del Lim­bo?” ‑me pre­gun­ta-. Le digo que no, y sin dudar le seña­lo otro, un alcor­ce hacia las cal­de­ras de Pedro Bote­ro. Y hacia allí se diri­ge, con­fia­do, libre ya de cáma­ras y perio­dis­tas. Al final, pien­so mien­tras regre­so, no es más que un pobre dia­blo, al que el coro­na­vi­rus ha libra­do de su ver­da­de­ro infierno terre­nal. Este virus cabrón debe­ría afi­nar la pun­te­ría y dis­pa­rar más arriba.

Itu­rria /​Fuen­te

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