Por Jhonny Peralta Espinoza*, Resumen Latinoamericano, 10 mayo 2020
Las políticas económicas y la poca intervención del
Estado en la economía, características del neoliberalismo, se expresan en: a)
una desigualdad intensificada, los de arriba tienen más y los de abajo menos,
así se entiende la propuesta del ministro Parada que anuncia negociación
tripartita para el incremento salarial, donde los tiburones se comerán a los
peces[1];
b) en la comercialización insensible o inmoral de todas las actividades que
favorecen el bien común, por esta razón la derecha antinacional afirma: el
mantenimiento del Teleférico es costoso debe ser ayudada con negocios
complementarios (léase empresa privada)[2],
“aquellas empresas que no tengan ganancias razonables no deben ser sostenidas
por el Estado”[3];
c) el Estado se subordina a los intereses privados de los ricos, por tanto los
empleados de Camacho ingresan al Estado[4].
Estos son los daños económicos, entre otros, que
Añez, Mesa, Camacho y Tuto cometen desde el neoliberalismo en contra de la
nación, que busca como uno de sus fines la restauración de mayores ganancias para
la clase capitalista en desmedro de las clases populares; pero, además, el
trasfondo de estas acciones es algo mucho más dañino y se materializa cuando
todos los valores, prácticas y mediciones de la economía se introduce en cada
dimensión de la vida humana; así, las mayorías nacionales marginadas de las
ganancias económicas se ven obligadas a atravesar un proceso de economización de
todas las facetas sus vidas. Esta economización no siempre significa
monetización o mercantilización, el objetivo peligroso es que la racionalidad
neoliberal disemina el modelo del mercado a todas las esferas y actividades,
construyendo seres humanos de modo
exclusivo como actores del mercado; y este es el triunfo invisible del
neoliberalismo, cada trabajador,
comerciante, vendedor ambulante, comidera, etc. se convierten en su propio
capitalista, el “emprendedor-de-uno-mismo” que decide cuánto tiene que invertir
en la educación, salud, vivienda de sus
familias, y donde el Estado social se ha transformado en un mero administrador
de las riquezas de los ricos. Esta es la
igualdad formal y legal entre pueblo trabajador y empresarios capitalistas que
el neoliberalismo lo ostenta de manera impúdica.
Por consiguiente, la destrucción fundamental del
retorno del neoliberalismo, comandado por Añez, Mesa, Camacho y Tuto es la derrota
de los hombres y las mujeres políticas, una derrota con consecuencias graves
para las instituciones, las culturas y los imaginarios de la democracia.
Conforme el proceso de economización como racionalidad neoliberal forma parte
de nuestra cotidianidad, los cálculos económicos que hace el pueblo trabajador para
sobrevivir el día a día se convierten en las únicas medidas para toda conducta
y preocupación, esta forma limitada de la existencia humana H. Arendt la llamo como
“mera vida” y Marx la señalo vida “confinada por la necesidad” —preocupada por
la supervivencia y la adquisición de riquezas — .
Frente a esta racionalidad neoliberal, el proceso
de cambio propuso, como lo hizo Aristóteles hace tiempo, el “vivir bien” y Marx “el verdadero reino de la libertad”, que
no se referían al lujo, el ocio, sino al cultivo y la expresión de las capacidades
humanas para la libertad ética y política, la creatividad, la reflexión
irrestricta. El Vivir Bien o el Reino de la libertad no creo que sean una
cuestión de descubrimiento teórico o bibliográfico, desde mi punto de vista es
un problema de imaginación, del cómo podemos construir de forma inclusiva ese
nuevo proyecto civilizatorio; pero este proyecto debe resolver antes que nada algunas
problematizaciones de carácter político.
El retorno del
neoliberalismo con Añez, Mesa, Camacho y Tuto nos imponen la ideología de que
el terror totalitario se naturalizará en Bolivia y que el futuro del país es y
será así; a esta dimensión “inhumana” el pueblo trabajador debe confrontarla
con el rechazo a esta “costumbre” que
nos quiere imponer la derecha antinacional. Este orden ilegal del gobierno
golpista nos señala con sus acciones coercitivas, represivas, militarizadas y
judicializadas el cómo debemos relacionarnos y comportarnos; el cómo y cuándo
se nos permite hablar, reivindicar, debatir; el cuándo y cómo violar sus normas
dictadas, tal es el ámbito y el dominio de la costumbre. Romper este yugo de la
costumbre que machacona y cotidianamente esta derecha quiere convertirlo en hábito,
es la batalla fundamental para nuevamente convertirnos en hombres y mujeres políticos e iguales; por tanto la recuperación
de la democracia y el inicio de la profundización del proceso de cambio abarcan
dos aspectos complementarios: el de la lucha política real y el de la reforma moral,
es decir, el de la lucha por la organización, movilización políticas para reconquistar
la democracia y la lucha de transformación
de las costumbres, del sentido común, de la sustancia de la vida cotidiana.
Entonces de lo que
estamos hablando es que al interior del MAS IPSP, hay una tensión que se
refleja entre la democracia representativa y la expresión directa de los
movimientos sociales, esto nos permite diferenciar una línea política
democrática tal como conocemos de manera general y otra línea política que
aspira a construir hombres y mujeres revolucionarios, que posean una enorme
dosis de pensamiento crítico desde la experiencia, desterrando la burocratización de líderes y camarillas que se contentan con el
mínimo riesgo, con la pedagogía de la respuesta y no de la creatividad, y por
ausencia de la reflexión crítica a fondo, que también puede conducir, como lo
hace el neoliberalismo, al conformismo, la domesticación, y la sumisión.
Por tanto, la política del MAS está obligada a resolver y conciliar el
siguiente dilema: por una lado, el accionar regulado democrático representativo
por el que nos encaminamos a reconquistar la democracia y ganar las elecciones
y elegir a nuestros representantes; y, por otro lado, el continuo ascenso
igualitario democrático de una gran mayoría nacional que está y estará
perjudicada por un gobierno de la
oligarquía antinacional, con posibilidades de convertirse en una fuerza
política revolucionaria. Entonces, cómo forzamos a que la democracia
representativa no se defienda contra sí misma, cómo logramos que la democracia
igualitaria, encarnada en millones de mujeres y hombres anónimos, se atrevan a
politizarse, a perturbar la pirámide jerárquica estatal y social.
Lo que estamos planteando no implica ni significa caer en la trampa de
oponer estos dos polos como si uno fuera «bueno» y el otro «malo», lo que debe
importarnos es justamente incorporar esa rabia democrática en su calidad
revolucionaria, para su posterior traslado al orden social. He escuchado
planteamientos que afirman que hay que construir con miras estratégicas, es lo
correcto, pero considero que ese camino nos lleva a organizar, politizar,
luchar por muchos años; ahora los tiempos son fatales, se siente y se vive un
estado de estupor por todas las acciones que comete la derecha antinacional, se
siente y se vive un violento impulso democrático igualitario, reflejado en las
encuestas y algunos posicionamientos políticos; solo nos resta hacer que esta
rabia democrática igualitaria (donde pesa mucho el voto duro indígena) no se lo
engulla la democracia formal y representativa. Si no hay modo alguno de
hacerlo, entonces la democracia “auténtica”, “igualitaria”, no será más que un
momentáneo estallido utópico que, tarde o temprano, ha de ser normalizado.
La lucha política no es una lucha más entre otras, como la lucha artística,
la lucha económica, la lucha religiosa,
etc.; la lucha política es el principio puramente formal de la lucha de
contrarios, de la lucha de antagonistas, de la lucha de clases como tal y como
lo está planteando la derecha oligárquica desde el 10 de noviembre. En otras
palabras, la política no tiene un contenido propio: todas las decisiones y
luchas políticas tienen que ver con otras esferas específicas de la vida social:
educación, salud, vivienda, impuestos, salarios, etc.; la «política» nos ayuda
a abordar formalmente esos temas, eso sí, la política está sometida a una lucha
de intereses de clase y de la gestión de lo común.
Parafraseando la crítica de R. Luxemburgo al reformismo, no basta con
esperar pacientemente el «momento adecuado» de la revolución, si esperamos
sentados de brazos cruzados nunca llegará, hay que empezar con intentos
“prematuros”, “inmaduros” y ahí reside la pedagogía de la revolución, porque
desde la experiencia, que es la mejor escuela para graduarse como
revolucionarios, podemos alcanzar nuestra liberación, sin esperar a que se creen
las condiciones subjetivas del momento “adecuado”. Recuérdese el lema de Mao,
«de derrota en derrota hasta la victoria final», sin olvidarnos que el pueblo
trabajador tiene al menos una acción programática que demostró que podemos ser
un país digno y soberano, y que en esta situación “completamente desesperada”,
nos abre una perspectiva revolucionaria “realista”.
*Ex militante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka
[1] https://www.paginasiete.bo/economia/2020/1/11/por-primera-vez-el-alza-salarial-se-definira-en-reunion-tripartita-243141.html
[2] https://exitonoticias.com.bo/index.php/2020/02/05/gerente-de-mi-teleferico-dice-que-el-mantenimiento-del-sistema-de-transporte-sera-mas-costoso-cada-ano/
[3] https://www.opinion.com.bo/articulo/pais/gobierno-ve-muy-viable-privatizar-estatales/20191211235339740922.html
[4] https://www.paginasiete.bo/economia/2019/12/17/dos-exempleados-de-camacho-ahora-son-asesor-de-entel-presidente-del-sin-240646.html