Gua­te­ma­la. Cin­co mil empre­sas quie­ren sus­pen­der a sus emplea­dos: Cin­co his­to­rias per­so­na­les de paro.

Por: Elsa Coro­na­do, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 09/​Mayo/​2020

Aun­que el gobierno apro­bó que las empre­sas opta­ran por sus­pen­der a sus tra­ba­ja­do­res sin goce de sala­rio, muchas se deci­die­ron por los des­pi­dos masi­vos. Otros tie­nen ase­gu­ra­do el empleo, pero con un reajus­te sala­rial sin opción a nego­ciar. La cri­sis labo­ral que deja el coro­na­vi­rus toda­vía no ofre­ce cifras exac­tas en el país, pero su impac­to es cada vez más evidente.

El 1 de mayo, Día Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo, fue un recor­da­to­rio amar­go para quie­nes no tie­nen empleo, pero espe­cial­men­te para los nue­vos des­em­plea­dos. Varias empre­sas han cerra­do ope­ra­cio­nes por­que ya no hay deman­da de sus ser­vi­cios y, en con­se­cuen­cia, cien­tos de per­so­nas han entra­do en un paro for­za­do. Gabriel, que des­de hace cin­co años labo­ra­ba en un call cen­ter, se que­dó sin tra­ba­jo a ini­cios de abril.

La empre­sa para la que labo­ra­ba lo envió a tra­ba­jar a casa a media­dos de mar­zo, poco des­pués de que se cono­cie­ra el pri­mer caso de COVID19 en el país. En las dos sema­nas siguien­tes el flu­jo de lla­ma­das que aten­día no había cesa­do pero el 6 de abril le pidie­ron que vol­vie­ra a la ofi­ci­na y lle­va­ra el equi­po de cómpu­to que le habían dado; en ese momen­to le noti­fi­ca­ron su despido.

La situa­ción de Gabriel y de varias dece­nas de sus excom­pa­ñe­ros era un gol­pe que ya había adver­ti­do la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo y, entre otros, el Ban­co Inter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID). Este últi­mo has­ta pro­yec­tó la pér­di­da de empleos for­ma­les en Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be con efec­tos a cor­to, mediano y has­ta un lap­so pro­lon­ga­do a cau­sa de la pan­de­mia. Gua­te­ma­la, cal­cu­la­ron, per­de­rá como míni­mo el 7.5% de los empleos formales. 

Simone Dalmasso

Marie­la Fea, 25, reci­be ali­men­to por los volun­ta­rios del café Rayue­la, zona 1, jun­to con sus tres hijos de 1, 6 y 7 años. Madre sol­te­ra, fue des­pe­di­da de la aba­rro­te­ría don­de tra­ba­ja­ba /​Simo­ne Dalmasso

Esta valo­ra­ción se hizo con la base de 1.3 millo­nes de empleos for­ma­les. No obs­tan­te, la últi­ma Encues­ta Nacio­nal de Empleo e Ingre­sos repor­ta­ba menos de un millón de per­so­nas ase­gu­ra­das por el Ins­ti­tu­to Gua­te­mal­te­co de Segu­ri­dad Social (IGSS). Mien­tras que en los regis­tros del IGSS hay 1,7 millo­nes de coti­zan­tes. En cual­quie­ra de estos casos, y con base en los cálcu­los del BID, los nue­vos des­em­plea­dos lle­ga­rían a por lo menos 75,000 personas.

A sus 38 años, Gabriel bus­ca una expli­ca­ción a esta nue­va reali­dad. «El mes pasa­do hice 50 horas extras, era cola­bo­ra­dor, o sea, no era alguien que estu­vie­ra hacien­do cosas malas», dice al telé­fono. En su empre­sa había por lo menos mil tra­ba­ja­do­res, y se ha ente­ra­do de que los des­pi­dos fue­ron masivos.

Ha pasa­do un mes en casa, jun­to a su espo­sa y tres hijos, como una com­pen­sa­ción a las vaca­cio­nes que no tuvo en un par de años. Aun­que dice que ya tie­ne otras ofer­tas de tra­ba­jo en la indus­tria de aten­ción de lla­ma­das en inglés, no deja de pen­sar en el despido.

Cree que selec­cio­na­ron a los tra­ba­ja­do­res con más años en el pues­to para que, si en un futu­ro vuel­ven a abrir las pla­zas, las cubran con jóve­nes con quie­nes la empre­sa pue­da aho­rrar en pago de bonos. En la indus­tria de call cen­ters el sala­rio esti­ma­do pue­de variar de 4,500, 6,000 y más de 8,000 quetza­les. Gabriel espe­ra noti­cias de la indem­ni­za­ción por los años de tra­ba­jo, un ingre­so que qui­zá divi­da en aho­rros y un empren­di­mien­to que alter­ne con una jor­na­da de tra­ba­jo. Toda deci­sión depen­de aho­ra del COVID19.

A la espe­ra del bono

El 8 de abril se publi­có la Ley de Res­ca­te Eco­nó­mi­co a las fami­lias por los efec­tos cau­sa­dos por el COVID19. El artícu­lo 3 crea el Fon­do para la Pro­tec­ción del Empleo, un bol­són con dos mil millo­nes de quetza­les que alcan­za­rá para pagar tres sala­rios de has­ta 2,250 quetza­les, a razón de 75 quetza­les dia­rios a quie­nes les hayan sus­pen­di­do el con­tra­to de trabajo.

Aun­que fue has­ta el 27 de abril que el Minis­te­rio de Eco­no­mía y el Minis­te­rio de Tra­ba­jo fir­ma­ron el ins­tru­men­to para hacer ope­ra­ti­va esta dis­po­si­ción, des­de que salió la ley varias empre­sas infor­ma­ron a sus emplea­dos que la rela­ción labo­ral que­da­ba en pausa.

Éric­ka y Bea­triz están sus­pen­di­das des­de la pri­me­ra quin­ce­na de abril, pero aun­que sus emplea­do­res les han dicho que cum­plie­ron con todos los requi­si­tos, nin­gu­na tie­ne cer­te­za de que reci­bi­rá el bono gubernamental.

Las dos muje­res aguar­dan. Es una tor­men­to­sa espe­ra por­que tie­nen cuen­tas por pagar. El Minis­te­rio de Tra­ba­jo va a paso len­to. Tie­nen aho­ra a 50 ins­pec­to­res que hacen la revi­sión de docu­men­tos y noti­fi­ca­ción en un lap­so apro­xi­ma­do de 10 días.

Has­ta el 4 de mayo, 5,214 empre­sas requi­rie­ron el per­mi­so, y solo a 752 les habían auto­ri­za­do, aun­que hay 983 pre­au­to­ri­za­das. Estas enti­da­des ins­cri­bie­ron pla­ni­llas con un total de 21,859 per­so­nas, que serán las pri­me­ras en reci­bir el bono la pri­me­ra sema­na de mayo, ase­gu­ró en una con­fe­ren­cia de pren­sa el minis­tro de Eco­no­mía, Anto­nio Malouf. 1,732 han sido recha­za­das. El res­to está en revi­sión. En el Ins­ti­tu­to Gua­te­mal­te­co de la Segu­ri­dad Social hay 156,522 empre­sas inscritas.

Simone Dalmasso

Los cua­tro hijos de Abi­gail Pérez, 22, espe­ran un pla­to de comi­da fren­te a la entra­da del café Rayue­la, el 29 de abril. La madre tra­ba­ja­ba en una tien­da de piña­tas y fue des­pe­di­da hace un mes /​Simo­ne Dalmasso

Éric­ka, madre de dos hijos, espo­sa, en sus trein­tas, tra­ba­ja en una empre­sa de con­fec­ción de uni­for­mes en la zona 1 capi­ta­li­na. La pla­ni­lla se com­po­ne de 20 per­so­nas, inclu­yen­do al área de ope­ra­rias, bode­ga y admi­nis­tra­ción. Al ini­ciar la emer­gen­cia, la fábri­ca resol­vió man­dar­los a todos de vacaciones.

Jus­ti­fi­ca­ron que no tenían recur­sos para con­tra­tar al médi­co que exi­gía el gobierno en cada cen­tro de tra­ba­jo. Cuan­do vol­vie­ron, lue­go de Sema­na San­ta, los con­vo­ca­ron a todos para anun­ciar­les la sus­pen­sión de tra­ba­jo. No que­rían des­pe­dir­los, por­que tam­po­co tenían recur­sos para sal­dar indem­ni­za­cio­nes y no hay una fecha exac­ta de regre­so a la nor­ma­li­dad laboral.

Éric­ka, que cada año anhe­la­ba sus vaca­cio­nes, ha vivi­do la cua­ren­te­na obli­ga­da con «frus­tra­ción». «No esta­mos tran­qui­los, no pode­mos salir», dice.

Su situa­ción, expli­ca, no es tan deli­ca­da como la de sus com­pa­ñe­ras, que el día de la sus­pen­sión de tra­ba­jo llo­ra­ban sin con­sue­lo. «Varias son madres sol­te­ras que pagan alqui­ler», refiere.

Ella tie­ne a su espo­so, que es herre­ro. Ambos tie­nen aho­rros que les per­mi­ti­rán cubrir los pagos de comi­da, cuo­ta de cole­gio de uno de sus dos hijos, y el mate­rial e inter­net que le piden para las tareas. Pero todo con «limi­ta­cio­nes», explica.

Si lle­ga el bono del gobierno, ser­vi­rá para ajus­tar el pago de las deu­das con el ban­co en junio, cuan­do ven­ce el pla­zo que die­ron para retra­sar los pagos.

Bea­triz, madre de tres niñas, espo­sa, que tra­ba­ja en el área de coci­na de una empre­sa de comi­da salu­da­ble ins­ta­la­da en el Cen­tro Comer­cial Zona Pra­de­ra, vive una his­to­ria simi­lar a la de Éricka.

El nego­cio, que nació hace poco más de un año, con la emer­gen­cia no ha logra­do man­te­ner sus ven­tas, a pesar de ofre­cer ser­vi­cio a domi­ci­lio. Antes de eso, el comer­cial tenía sufi­cien­te clien­te­la para man­te­ner una pla­ni­lla de ocho personas.

El 15 de abril reci­bió su sala­rio y le envia­ron por whatsapp una car­ta en la que le anun­cia­ron que esa sería la últi­ma quin­ce­na que reci­bi­ría por­que la empre­sa había pedi­do la sus­pen­sión colec­ti­va de contratos.

Simone Dalmasso

Un poli­cía tra­ta de orde­nar a la fila de ven­de­do­res infor­ma­les y des­em­plea­dos que se for­mó en el par­que cen­tral capi­ta­lino para reci­bir ayu­da de los donan­tes que lle­gan a dejar ali­men­tos, el 29 de abril /​Simo­ne Dalmasso

En uno de los párra­fos se lee «…no deven­gan un sala­rio mien­tras dure la sus­pen­sión, pero con­ti­núan acu­mu­lan­do sus pres­ta­cio­nes de ley». La pau­sa sería eva­lua­da a fin de mes, de acuer­do a las dis­po­si­cio­nes pre­si­den­cia­les. Y si no hubie­ra cam­bio, de nue­vo se ana­li­za­ría el 15 de mayo.

Bea­triz tie­ne el tra­ba­jo ase­gu­ra­do, pero no una fecha segu­ra para regre­sar. Los cen­tros comer­cia­les están cerra­dos des­de el 16 de mar­zo. Toda­vía está en su perio­do de lac­tan­cia, pero eso no le ase­gu­ra nin­gu­na pro­tec­ción labo­ral. Las muje­res emba­ra­za­das son las úni­cas que no pue­den ser suspendidas.

Y nin­gu­na empre­sa debe­ría sus­pen­der sin auto­ri­za­ción guber­na­men­tal, pues al hacer­lo que­dan expues­tos a una mul­ta y a sal­dar el pago corres­pon­dien­te a sus emplea­dos, infor­mó el Mintrab.

Por suer­te, dice Bea­triz, su espo­so sigue con tra­ba­jo en un call cen­ter a jor­na­da com­ple­ta des­de casa. En tan­to, ella com­bi­na el cui­da­do de sus tres hijas con la ven­ta de comi­da a sus veci­nos por­que debe tener el ingre­so para pagar la deu­da de una tar­je­ta de cré­di­to. Tam­bién espe­ra el bono del gobierno.

Ni Éric­ka ni Bea­triz son el nom­bre ver­da­de­ro de estas dos muje­res. No quie­ren pro­ble­mas en su empre­sa. Con la excep­ción de Gabriel, nadie qui­so dar su nom­bre y ape­lli­do para este repor­ta­je. A unos pro­ta­go­nis­tas le aver­güen­za el estig­ma. A otros, les preo­cu­pa depen­der aún de sus anti­guos emplea­do­res para reci­bir sus pres­ta­cio­nes, o les abru­ma el mie­do de que otros no les quie­ran contratar.

Los des­pe­di­dos

Sofía, estu­dian­te uni­ver­si­ta­ria, sol­te­ra, en sus trein­tas, recién había cum­pli­do un año de tra­ba­jar en una empre­sa de tele­mar­ke­ting en la zona 5 de la ciu­dad de Gua­te­ma­lacuan­do le infor­ma­ron que el ban­co que los sub­con­tra­ta­ba para ofre­cer prés­ta­mos reti­ró el proyecto.

«Al prin­ci­pio deja­ron el área de tar­je­tas de cré­di­to, que es lo más fuer­te, pero me ente­ré que tam­bién la cerra­ron por­que ya no esta­ban ven­dien­do lo mis­mo», expo­ne. 150 per­so­nas se que­da­ron sin empleo.

Sofía no com­pren­de por qué su emplea­dor no deci­dió pedir la sus­pen­sión de labo­res al Minis­te­rio de Tra­ba­jo. «Nun­ca lo vie­ron como opción. Pre­gun­té, pero nada de res­pues­tas», dice, no obs­tan­te que la empre­sa cum­ple con el requi­si­to de tener a todos sus emplea­dos regis­tra­dos en el IGSS.

No le han paga­do la indem­ni­za­ción, y le advir­tie­ron que lo harán a pla­zos. Le sor­pren­de el des­pi­do, pero no el cese de tra­ba­jo. «Ya me lo ima­gi­na­ba, por­que es una media­na empre­sa y si el ban­co no esta­ba abier­to no iba a pro­du­cir. Se vino todo aba­jo». Dejó a medias varios trá­mi­tes de prés­ta­mos de peque­ños empre­sa­rios, con nece­si­dad de un fon­do para sal­dar deu­das. Un ejem­plo de los muchos esla­bo­nes que resul­tan afec­ta­dos al cie­rre de una empresa.

EFE/Esteban Biba

Un ven­de­dor infor­mal pide ayu­da ondean­do una ban­de­ra blan­ca jun­to a sus dos hijos, el 2 de mayo /​EFE/​Esteban Biba

«Ten­go un techo, vivo con mis padres, ten­go comi­da, pero ten­go pagos per­so­na­les de ser­vi­cios y si te atra­sas un mes te cobran mora. No me ima­gino qué penas pasa­rá una per­so­na que es res­pon­sa­ble de una fami­lia y es la úni­ca que lle­va ingre­sos a su hogar», reflexiona.

Al igual que Sofía, hay maes­tros, per­so­nas que pres­tan ser­vi­cios de man­te­ni­mien­to, tra­ba­ja­do­ras domés­ti­cas, o pilo­tos que han sido des­pe­di­dos. La lis­ta es lar­ga y toda­vía no está bien docu­men­ta­da por el sis­te­ma gubernamental.

Los des­pe­di­dos son de todas las eda­des, de dife­ren­te con­di­ción social. Si el pico de la enfer­me­dad se espe­ra­ba para ini­cios de mayo, es evi­den­te que tam­bién el pico de la cri­sis eco­nó­mi­ca por desempleo.

Tra­ba­jar, pero con reduc­ción del salario

Olga, divor­cia­da, 48 años, madre, abue­la, sin­tió ali­vio el día que le con­fir­ma­ron que la maqui­la en la que tra­ba­ja­ba des­de hace cin­co años, con otras 19 per­so­nas, vol­vía a la actividad.

La maqui­la per­te­ne­ce a un coreano que esta­ba de visi­ta en su país cuan­do ini­ció la cri­sis. Acos­tum­bra­dos a que los sus­pen­dan cuan­do el tra­ba­jo dis­mi­nu­ye, no se extra­ñó mucho cuan­do la man­da­ron a des­can­sar a media­dos de mar­zo. Le paga­ron su sala­rio y un pro­por­cio­nal de bono 14 y aguinaldo.

Se supo des­pe­di­da, igual que lo habían hecho en diciem­bre pasa­do cuan­do por quin­to año la liqui­da­ron. Aun­que sos­pe­cha que nun­ca le han dado el pago jus­to de su indem­ni­za­ción. A media­dos de abril reci­bió la lla­ma­da. Podía vol­ver al tra­ba­jo, otra vez, como nue­va empleada.

Andrea Godínez

Enri­que Her­nán­dez, pre­si­den­te de la Aso­cia­ción de Veci­nos del Asen­ta­mien­to Dios es Fiel, se encar­ga de repar­tir los víve­res reco­lec­ta­dos el sába­do 25 de abril a las 60 fami­lias que viven en el asen­ta­mien­to /​Andrea Godínez

La otra nove­dad que reci­bió, pero que supo has­ta que le paga­ron la quin­ce­na, es que aho­ra en lugar de ganar 1,500 le paga­rán solo 850 quetza­les. Esto sig­ni­fi­ca que su cuo­ta dia­ria bajó de 100 a 56 quetza­les por una jor­na­da de lunes a vier­nes de 6:30 a 3 p.m., y los sába­dos medio día.

Ade­más de esta nue­va con­di­ción, no está ins­cri­ta en el IGSS. Sos­pe­cha que la mitad de sus com­pa­ñe­ros, y más espe­cí­fi­ca­men­te las muje­res que tra­ba­jan como ope­ra­rias de cos­tu­ra, no tie­nen el bene­fi­cio. Cuan­do cae enfer­ma, fal­ta al tra­ba­jo y le des­cuen­tan el día. Su úni­ca sali­da es ir al cen­tro de salud, o des­can­sar y automedicarse.

Aun­que des­de abril dejó de pagar alqui­ler, por­que aho­ra vive con sus hijos, debe cubrir sus ser­vi­cios bási­cos. Su situa­ción se agra­va por­que no tie­ne nin­gún sopor­te ni opor­tu­ni­dad de jubi­lar­se. Los abu­sos de los que ya era víc­ti­ma se agra­va­ron con la emer­gen­cia. El Min­trab no pue­de actuar en estos casos, por­que no actúa de ofi­cio. Y Olga no desea hacer ese trá­mi­te aho­ra, por­que lo que más impor­ta es tener la paga ase­gu­ra­da, por míni­ma que sea.

Fuen­te: Pla­za Pública

Itu­rria /​Fuen­te

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