“Nues­tras vidas son los ríos que van a dar a la vida”

Argen­ti­na /​Tomás Aste­la­rra /​La luna con gati­llo /​Resu­men Latinoamericano

Sin dudas uno de los inte­lec­tua­les más agu­dos de nues­tro tiem­po, el poe­ta, antro­pó­lo­go y acti­vis­ta colom­biano Hum­ber­to Cár­de­nas Mot­ta ha sufri­do toda serie de per­se­cu­cio­nes y exi­lios. Des­de algún lugar de nues­tra Ame­ri­ka nos acer­ca sus refle­xio­nes sobre este nue­vo tiem­po.

Por Tomás Aste­la­rra
Ilus­tra­cio­nes de Luciano Espeche

“En el bor­de de mi memo­ria está el naran­jo. Él se bebe mi som­bra y la hace fru­to y me narra la fábu­la del pája­ro que can­ta mul­ti­pli­can­do los cami­nos. Por ellos va el via­je­ro que usur­pa­ra mi nom­bre hablan­do en el ardien­te len­gua­je del espino”, dice una de las poe­sías de Hum­ber­to Car­de­nas Mot­ta. Des­de 1953, ade­más de poe­ta, ha sido niño, tam­bo­ri­le­ro, marino, maes­tro, dra­ma­tur­go, mese­ro, alba­ñil, agri­cul­tor, antro­pó­lo­go, acti­vis­ta y eterno exi­lia­do, según su pro­pia pre­sen­ta­ción. “Nun­ca he podi­do ser cata­lo­ga­do ni cla­si­fi­ca­do en nada, en nin­gu­na ver­tien­te por mi tra­ba­jo. Mi tem­pra­na rela­ción con per­so­nas y pro­ce­sos de la lucha cam­pe­si­na. Eso me fue dan­do un per­fil muy par­ti­cu­lar que es una con­ti­nui­dad de mi ori­gen social y polí­ti­co, de pobla­cio­nes mar­gi­na­das que van de des­arrai­go en des­arrai­go. Pos­te­rior­men­te vie­ne todo el pro­ce­so de mili­tan­cia con todas las con­tra­dic­cio­nes que esto sig­ni­fi­ca, y todas las posi­bi­li­da­des. Con­tra­dic­cio­nes por las mira­das polí­ti­cas bas­tan­te rígi­das que se con­fi­gu­ran en estas orga­ni­za­cio­nes y no per­mi­ten a veces per­ci­bir toda la rique­za de la lucha social”, me dijo algu­na vez a tra­vés de una cin­ta que tra­jo un com­pa­ñe­ro colom­biano des­de algún lugar sin nom­bre de nues­tra Ame­ri­ka. Lo había cono­ci­do en su país natal, Colom­bia, en un bar de Bogo­tá, poco tiem­po antes del exi­lio, emble­ma de las inves­ti­ga­cio­nes y accio­nes en con­tra del terror capi­ta­lis­ta-para­mi­li­tar que en tiem­pos del gobierno de Álva­ro Uri­be Vélez (2002−2010) des­ple­ga­ba su mayor ten­dal de muer­tes (uno de los mayo­res geno­ci­dios de la his­to­ria de nues­tro continente).

Su vida ha sido inten­sa y, tra­ba­jan­do con los des­te­rra­dos de siem­pre, se mime­ti­zó con elles. Como ser del pen­sa­mien­to poé­ti­co y crí­ti­co, Hum­ber­to Cár­de­nas Mot­ta ha reco­rri­do la mili­tan­cia de la vida tejien­do labo­rio­sas ter­nu­ras entre la bar­ba­rie. Su ros­tro angu­lo­so y agu­do susu­rra pala­bras inefa­bles con la poten­cia de una bala. Su obra inte­lec­tual y poé­ti­ca se hizo un silen­cio que pocos hemos apren­di­do a escu­char y refe­ren­ciar. El silen­cio de la muer­te capi­ta­lis­ta que inun­da nues­tra vida des­de el ali­men­to a la pala­bra, de los para­mi­li­ta­res a los virus de labo­ra­to­rio. El silen­cio de la tie­rra antes que bro­te la semi­lla. En ese ins­tan­te antes del estruen­do de las balas y máqui­nas-armas del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. Pero tam­bién de los ríos que des­bor­dan hacia la vida arras­tran­do nues­tras vidas.

Ponien­do al des­cu­bier­to la gra­má­ti­ca de la barbarie

«La vida”, cuen­ta Hum­ber­to Cár­de­nas Mot­ta en un cas­set­te que me tra­jo un com­pa­ñe­ro colom­biano des­de algún rin­cón sin nom­bre de nues­tra Amé­ri­ka, “no tie­ne cor­tes tan mar­ca­dos. Uno tie­ne una mane­ra de mirar el mun­do y hay cosas que lo tocan a uno en su sen­si­bi­li­dad y lo van afec­tan­do de muchas mane­ras. Yo recuer­do que cer­ca de la casa de mi infan­cia, en un barrio que empe­za­ba a sur­gir en las peri­fe­rias, don­de no había luz, ni gas, ni agua, ni alcan­ta­ri­lla­do, había una cons­truc­ción vacía. Yo recuer­do vaga­men­te el escán­da­lo por un anciano que allí esta­ba murien­do de ham­bre. De ese tipo pue­do recor­dar muchas cosas, muchas figu­ras mas­cu­li­nas, feme­ni­nas, pai­sa­jes que, con el empu­je de las ciu­da­des y la lle­ga­da de nue­vos pobla­do­res, se iban trans­for­man­do muy radi­cal­men­te. La tala de los bos­ques por esas fami­lias que iban sien­do expul­sa­dos de otros terri­to­rios. Hay una rela­ción dia­léc­ti­ca: a ellos los talan de sus terri­to­rios y ellos empie­zan a abrir espa­cio en las peri­fe­rias de las ciu­da­des. La trans­for­ma­ción y la for­ma­ción de uno son en espa­cios vio­len­tos. Es la for­ma en la que fun­cio­na esta socie­dad. Pue­do recor­dar cómo se con­vier­te una que­bra­da don­de había mucha vida, peces peque­ños, rodea­dos de árbo­les (lo que se lla­ma bos­que de gale­ría). Cómo des­apa­re­cen y se trans­for­man en alcan­ta­ri­llas. Cómo todo en esta socie­dad va entran­do en un pro­ce­so en el cual todas las for­mas de vida se con­su­men para pro­du­cir. Pero esa pro­duc­ción lo que hace de la vida es algo muer­to. En el caso per­so­nal, esa es mi escue­la. Yo no pue­do reco­no­cer otra escue­la con inde­pen­den­cia de que ya adul­to halla esta­do, casi a los cua­ren­ta años, en una universidad».

A las nue­ve de la maña­na del 7 de enero de 1977 fue dete­ni­do y des­apa­re­ci­do tem­po­ral­men­te en la ciu­dad de Iba­gué, acu­sa­do de rebe­lión por su par­ti­ci­pa­ción en el «Pedro León Arbo­le­da» (P.L.A), coman­do urbano del Ejér­ci­to Popu­lar de Libe­ra­ción (E.P.L.). Some­ti­do a una cor­te mar­cial, la úni­ca vez que se le dio la pala­bra, Hum­ber­to Cár­de­nas Mota recor­dó al líder indí­ge­na Quin­tín Lame: «Una vez, un doc­tor, Gui­ller­mo Valen­cia, el famo­so poe­ta colom­biano, se hizo pasear por algu­na par­te de Colom­bia con Quin­tín Lame ama­rra­do a un lazo del cue­llo, como si fue­ra un perro, y le escu­pió la cara. Quin­tín Lame le dijo: Doc­tor, res­pé­te­me. Y los hom­bres deben exi­gir res­pe­to. Es cier­to que hay muchas cosas que no deben que­dar ocul­tas; hay cosas que al ser pro­nun­cia­das impli­can que se denun­cien. He vis­to cómo se ha avan­za­do bas­tan­te en la tec­no­lo­gía y en la cien­cia. Es admi­ra­ble, es algo digno de admi­rar. La tec­no­lo­gía y la cien­cia del terror. Uno apren­de en sus lec­tu­ras muchas cosas; pero, como decía Quin­tín Lame, uno tie­ne que apren­der a leer en el libro de la vida, el libro de la vida que es el libro de la natu­ra­le­za, y los hom­bres tam­bién somos natu­ra­le­za, y la natu­ra­le­za no nació para ser piso­tea­da, la natu­ra­le­za debe ser res­pe­ta­da, y más res­pe­ta­do debe ser el hombre»

Si bien pudo haber apren­di­do la lec­ción, aga­cha­do la cabe­za, al menos, dirían los pru­den­tes, “baja­do unos cam­bios”, “care­tear­la un poqui­to”, “ser más con­tem­pla­ti­vo”, Hum­ber­to Cár­de­nas Mot­ta se trans­for­mó en un refe­ren­te de las juven­tu­des rebel­des de las uni­ver­si­da­des, los pue­blos indí­ge­nas, cam­pe­si­nos y afro­des­cen­dien­tes, y todes aque­lles que día a día cuen­tan los muer­tos en la cruen­ta bata­lla con­tra el capi­tal que en Colom­bia tie­ne un epi­cen­tro. Sus libros “La Gra­má­ti­ca de la Bar­ba­rie” y “La Bio­di­ver­si­dad es la Cabal­ga­du­ra de la Muer­te”, deta­lla­ron minu­cio­sa­men­te el víncu­lo entre las matan­zas para­mi­li­ta­res del Cho­co Bio­geo­grá­fi­co, el gobierno colom­biano, el de Esta­dos Uni­dos, las empre­sas mul­ti­na­cio­na­les y las ongs de con­ser­va­ción inter­na­cio­nal. Su últi­mo des­tino den­tro del país fue el Pára­mo de Suma­paz. Ahí, en una de las mayo­res fuen­tes de agua natu­ral del sur de Amé­ri­ca, las comu­ni­da­des cam­pe­si­nas resis­tían la pri­va­ti­za­ción de los recur­sos natu­ra­les y el plan del gobierno para ceder sus terri­to­rios a los Esta­dos Uni­dos a cam­bio de bonos de la deu­da exter­na. “Fui al pára­mo de Suma­paz por últi­ma vez el 1 de febre­ro del 2009; ya nos tenían corrien­do los para­mi­li­ta­res. A Danie­li­to (su hijo) lo habían foto­gra­fia­do ahí en la fin­ca. Habían foto­gra­fia­do la casa. Ya nos tenían aco­rra­la­dos y esta­ban matan­do gen­te por ahí. Cuan­do fui al pára­mo ya sabía que no podía vol­ver”, nos rela­ta­ba poco tiem­po des­pués, ya des­de algún lugar per­di­do de nues­tra Amerika. 

En aquel bar de Bogo­tá daba un con­tex­to his­tó­ri­co y polí­ti­co a esa masa­cre, ese exi­lio, esa rabia: «Sobre Lati­no­ame­ri­ca­na, des­de la épo­ca espa­ño­la, ha cun­di­do la visión del Dora­do, ese mito de ese occi­den­te que hoy nos ha impues­to su razón, siem­pre bus­can­do la extrac­ción de recur­sos. Ini­cial­men­te con la épo­ca escla­vis­ta, pos­te­rior­men­te con el mer­can­ti­lis­mo inglés, y hoy en esta nue­va eta­pa del capi­ta­lis­mo mun­dial. Las pobla­cio­nes están en terri­to­rios con­cre­tos y para sacar­las tie­nen que inven­tar­se muchas cosas. La vio­len­cia en ese sen­ti­do no es sim­ple­men­te el acto arma­do. La vio­len­cia está fun­da­da en la nega­ción del otro. Uno de los pila­res actua­les del capi­ta­lis­mo es la com­pe­ten­cia, y la com­pe­ten­cia se basa en el prin­ci­pio de la nega­ción del otro. Enton­ces, cuan­do se habla de rique­za, se habla de vio­len­cia, y en el sen­ti­do más amplio del tér­mino, pobre­za, igno­ran­cia. Allí uno encuen­tra diná­mi­cas que nos per­mi­ten enten­der que esa vio­len­cia es ejer­ci­da en múl­ti­ples nive­les. Cuan­do se habla de las Nacio­nes Uni­das, con todos esos dis­cur­sos, ellos nos dicen de qué tene­mos que hablar. Eso es un acto vio­len­to. Por­que nos están dicien­do: noso­tros le iden­ti­fi­ca­mos los pro­ble­mas y le pone­mos las solu­cio­nes. Bache­lard (Gas­ton) decía: aquel que me dice he aquí un hecho me con­si­de­ra un estú­pi­do. Nos con­si­de­ran estú­pi­dos, como cuan­do lle­ga­ron los espa­ño­les. Ellos traen el cono­ci­mien­to, el saber, todo su ima­gi­na­rio, esa es la real raíz de la vio­len­cia, y es la real raíz de la igno­ran­cia. Cuan­do noso­tros ter­mi­na­mos repi­tien­do esa nue­va ver­sión de la reli­gión que son los dere­chos huma­nos, enton­ces nos cons­tru­yen una igno­ran­cia. La igno­ran­cia no está en el anal­fa­be­tis­mo, está en la rup­tu­ra entre los seres y el mun­do en el cual esos seres encon­tra­mos sen­ti­do y razón de exis­tir. Ese mun­do en el cual noso­tros como seres tene­mos his­to­ria y memo­ria, y pro­yec­to polí­ti­co. Ahí está la raíz de la vio­len­cia. No impor­ta si se hace a tra­vés de las uni­ver­si­da­des o a tra­vés del para­mi­li­ta­ris­mo. El pen­sa­mien­to crí­ti­co es ani­qui­la­do sis­te­má­ti­ca­men­te. Esto ten­dría que haber gene­ra­do levan­ta­mien­to en todo el mun­do. Pero han copa­do a tal gra­do nues­tro cora­zón y nues­tro espí­ri­tu que cree­mos y acep­ta­mos esta situa­ción. Hacen de noso­tros mis­mos nues­tros pro­pios car­ce­le­ros. Nos rom­pie­ron el hilo his­tó­ri­co y eso per­mi­te que nos digan que noso­tros somos cosas, mer­can­cías, que la vida es una cosa. Y noso­tros ter­mi­na­mos pidién­do­le a quie­nes nos dicen eso que nos res­pe­ten los dere­chos humanos».

Ante una nue­va cri­sis o herra­mien­ta de muer­te

Ame­na­za­do y exi­lia­do por ejer­cer el dere­cho bási­co a la pala­bra, en algún lugar sin nom­bre de nues­tra Ame­ri­ka, jun­to a su mujer, Car­men­sa, y su hijo, Daniel, acu­dien­do a la soli­da­ri­dad de com­pa­ñe­res de mili­tan­cia, tra­tan­do de adap­tar­se a cada nue­va situa­ción, Hum­ber­to Cár­de­nas Mot­ta siguió tejien­do su obra al mar­gen (mar­gi­na­do) de las gran­des lumi­na­rias que impo­ne el poder. Escri­bió “Con­tra el Fas­cis­mo” y “El amor a la huma­ni­dad de los hom­bre de rapi­ña”. Hace poco comen­zó a escri­bir algu­nas colum­nas de opi­nión sobre la reali­dad social en Amé­ri­ca Lati­na y el pla­ne­ta para el colec­ti­vo Pue­blos en Camino (publi­ca­das en La Luna con Gati­llo). La últi­ma, “Pan­de­mias, ham­bru­nas y gue­rras: la arqui­tec­tu­ra del capi­tal”. Qui­si­mos pro­fun­di­zar con él su mira­da sobre estos tiem­pos tan com­ple­jos que nos acon­te­cen. A tra­vés de las redes socia­les, des­de algún lugar sin nom­bre de nues­tra Amerika.

Esta pan­de­mia o cri­sis pare­ce ser pre­sen­ta­da y se mete en los cuer­pos y las pala­bras como un pun­to de quie­bre en el sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. Sin embar­go para aque­lles que veni­mos vien­do su derrum­be y lógi­ca de muer­te es una con­se­cuen­cia espe­ra­da y par­te de un pro­ce­so de cri­sis civi­li­za­to­ria. ¿Cómo ver este momen­to his­tó­ri­co des­de este lar­go pro­ce­sos de acu­mu­la­ción capi­ta­lis­ta en con­tra­po­si­ción con la lucha e his­to­ria de las pueblas?

En el mar­co del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta esto que hoy se nos pre­sen­ta como una pan­de­mia, o como las epi­de­mias, o como las pla­gas, o como las catás­tro­fes, no es más que una de sus ins­ti­tu­cio­nes eco­nó­mi­cas para la acu­mu­la­ción de rique­za. Y debe­mos recor­dar que el sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta solo pue­de acu­mu­lar rique­za des­tru­yen­do, solo pue­de acu­mu­lar rique­za matan­do, y solo pue­de nom­brar aque­llo que des­tru­ye. La pan­de­mia es una ins­ti­tu­ción ideo­ló­gi­ca, médi­ca, car­ce­la­ria, con­cen­tra­cio­na­ria, y des­de esta pers­pec­ti­va, tene­mos que enten­der que lo que el sis­te­ma está hacien­do es avan­zar en nue­vas for­mas de domi­na­ción. La des­truc­ción es la con­di­ción sin la cual no hay posi­bi­li­da­des de acu­mu­la­ción, ni de nom­brar. En este caso “las víc­ti­mas”, “los nece­si­ta­dos”, “los pobres”. Recor­dan­do aquel plan­tea­mien­to de Marx, cuan­do decía, que entre dere­chos igua­les y con­tra­rios gana la fuer­za, tene­mos una estruc­tu­ra social, un sis­te­ma social, don­de supues­ta­men­te todos tene­mos “el dere­cho a la salud”. Que para aque­llos que no somos par­te del sis­te­ma es el deber de muer­te. Enton­ces para rom­per con esa cate­go­ría de “víc­ti­mas”, de “pobres”, etc… se debe rom­per con los pro­ce­sos de trans­for­ma­ción por destrucción.

En ese sen­ti­do, no es algo que es excep­cio­nal. No es algo, como de pron­to dijo Pri­mo Levi, fren­te a los cam­pos de con­cen­tra­ción, algo que pue­de vol­ver a suce­der. Nun­ca dejo de suce­der. Sigue suce­dien­do, sigue acon­te­cien­do. El fas­cis­mo, el nazis­mo, el patriar­ca­do, sigue suce­dien­do. En esa medi­da es impor­tan­te decir que ese con­cep­to de eco­no­mía del desa­rro­llo, como se le lla­ma, es un esta­do de excep­ción. Wal­ter Ben­ja­mín insis­tió mucho que cuan­do se pro­mul­ga la ley en una socie­dad divi­da en cla­ses, es una ley que pro­te­ge los dere­chos de los que pro­mul­gan la ley. Y la excep­ción es para aque­llos sobre los cua­les esa ley ejer­ce su poder. Por lo tan­to, en este momen­to, es muy impor­tan­te no per­der de vis­ta dos hechos: uno suce­di­do en Colom­bia, y otro en Chi­le. Los dos esta­dos están for­ta­le­cien­do la fuer­za repre­si­vas, espe­cial­men­te la poli­cial, com­pran­do (en Colom­bia se le lla­man tan­que­tas) estos carros para repri­mir las luchas popu­la­res. De hecho, en el trans­cur­so de esto que se nos ven­de con la idea de pan­de­mia, estos dos esta­dos, están for­ta­le­cien­do a sus poli­cía, por­que, pasa­do este momen­to, lo que se con­ti­núa es que se debe garan­ti­zar los avan­ces que se logren en los pro­ce­sos de des­truc­ción de la vida. El sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta debe garan­ti­zar que esos avan­ces que ellos obten­gan en este momen­to pue­dan ser pro­fun­di­za­dos y sostenidos.

En cuan­to a la segun­da par­te de la pre­gun­ta (la de las pue­blas), es impor­tan­te resal­tar que en este momen­to se reve­la con mayor cla­ri­dad (si es que no se la ha teni­do), la nece­si­dad de una vuel­ta a la tie­rra, a la madre tie­rra, a la pacha­ma­ma. De revi­sar todas nues­tras pro­pues­tas polí­ti­cas, ideo­ló­gi­cas, cul­tu­ra­les, a la luz de las diná­mi­cas de la natu­ra­le­za. En tan­to que todos los pro­ce­sos natu­ra­les han sido con­ta­mi­na­dos, y todos los pro­ce­sos cós­mi­cos han sido frac­tu­ra­dos, en sus rela­cio­nes, por el sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. En este sen­ti­do, es impor­tan­te resal­tar el tema de la pro­duc­ción de las redes de inter­cam­bio, de coope­ra­ción, del apo­yo mutuo. Es impor­tan­te enten­der que noso­tros debe­mos actuar como las semi­llas que ger­mi­nen en la oscu­ri­dad, semi­llas que van ges­tan­do la vida en el fon­do de la tie­rra, para emer­ger en su momen­to. Un vol­ver sobre los pasos del uni­ver­so, sobre el cami­nar de las semi­llas pro­pias, de los ríos sin con­ta­mi­na­ción, del espí­ri­tu, del uni­ver­so, que habi­ta en noso­tros. Sin la tira­nía de la pro­duc­ción indus­trial de la con­cien­cia del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. No tene­mos nada que pedir­les. No tene­mos nada que espe­rar del sis­te­ma mun­do capitalista.

¿Cómo influ­ye esta pan­de­mia en la mira­da hacia el otro? ¿Cómo enfren­tar las acti­tu­des de “engo­rra­mien­to”, de denun­cias en cua­ren­te­na, de for­mas de orga­ni­za­ción civil que pare­cen sus­ten­tar la impo­si­ción de un régi­men auto­ri­ta­rio con la excu­sa de la emer­gen­cia sanitaria?

No pode­mos seguir andan­do, ni se pue­de andar, no se pue­de vivir, no se pue­de gozar, no se pue­de pal­pi­tar, a la som­bra de los dere­chos del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. Solo pode­mos vivir, solo pode­mos vibrar, con el uni­ver­so, cami­nan­do este camino de las trans­gre­sio­nes. No pode­mos olvi­dar que la reali­dad, en sen­ti­do estric­to, es una inven­ción. Y que este sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta ha inven­ta­do la opre­sión, ha inven­ta­do la téc­ni­ca, el cono­ci­mien­to, el saber, las ins­ti­tu­cio­nes, para la domi­na­ción y la des­truc­ción de la vida. Tene­mos que cami­nar por otros sen­de­ros. Tene­mos que reexis­tir, rein­ven­tar­nos y encon­trar­nos en una socie­dad diferente.

Hace poco hablan­do de la situa­ción, Raúl Zibe­chi dijo que esta­mos en un “cam­po de con­cen­tra­ción” y que la acti­tud de las pue­blas debe ser de peque­ñas orga­ni­za­cio­nes des­de el ano­ni­ma­to y si des­per­tar mucho la mira­da de los cap­to­res (el sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta) ¿Estás de acuer­do? ¿Cómo se con­tra­po­ne esta mira­da con la opor­tu­ni­dad de gene­rar una nue­va con­cien­cia, de difun­dir las voces que vie­nen hablan­do que esta cri­sis era espe­ra­ble y es par­te del lar­go pro­ce­so del sis­te­ma mun­do capitalista?

La cri­sis es un esta­do per­ma­nen­te del esta­do mun­do capi­ta­lis­ta. No pue­de exis­tir de otra mane­ra. Solo pue­de gene­rar ten­sio­nes a tra­vés de las cua­les la com­pen­sa­ción es la opre­sión, la explo­ta­ción, la expro­pia­ción de los pue­blos, la des­truc­ción de la vida en gene­ral No exis­ten fór­mu­las, no pue­den plan­tear­se fór­mu­las de cómo gene­rar pro­ce­sos, en tan­to las cir­cuns­tan­cias son diver­sas, aun­que con ele­men­tos comu­nes, por­que es un sis­te­ma mun­do. Por ejem­plo: la expe­rien­cia kur­da, o pales­ti­na, o del pue­blo mapu­che, son expe­rien­cias que tie­ne situa­cio­nes comu­nes, pero que en sus cir­cuns­tan­cias par­ti­cu­la­res ten­drán que imple­men­tar for­mas de luchas espe­cí­fi­cas, en cuan­to a las cir­cuns­tan­cias que viven en cada momen­to. Esto no sig­ni­fi­ca que no se deba rea­li­zar el teji­do entre los pue­blos del mun­do. Uno de los ele­men­tos que con­si­de­ro impor­tan­te tener en cuen­ta es el res­pe­to por la Madre Tie­rra. Todas las for­mas de luchas se cru­zan por ese res­pe­to, por ese res­ca­te de noso­tros, noso­tras, con la Madre Tie­rra. No creo que exis­ta una for­mu­la espe­cí­fi­ca para cami­nar. Esa diver­si­dad de mane­ra de andar es la que nos va a per­mi­tir ser como los ríos, que al decir del poe­ta, van a dar a la vida. Nues­tras vidas son los ríos que van a dar a la vida, decía el poe­ta. Eso es lo importante.

Hace poco escri­bis­te: “En el pro­ce­so de pro­duc­ción, el sis­te­ma mun­do no solo pro­du­ce el pro­duc­to; tam­bién pro­du­ce, en un solo movi­mien­to, el modo y la nece­si­dad del con­su­mo en el con­su­mi­dor. El enfer­mo, para recu­pe­rar su salud, no nece­si­ta cam­biar su mons­truo­sa visión de mun­do que lo enfer­ma y que lo mata: nece­si­ta medi­ci­nas, y “si es Bayer, es bueno”. Y como es trans­na­cio­nal, con­tro­lan­do las semi­llas, pro­du­cien­do agro­tó­xi­cos, “es bueno”. Y es demo­crá­ti­co… y… ¿no hace par­te del sis­te­ma de gue­rra con­tra la vida?” ¿Cómo es que el sis­te­ma capi­ta­lis­ta hoy se apro­ve­cha de esta cri­sis sani­ta­ria para ven­der sus medi­ci­nas-vene­nos, sus con­su­mos en las redes vir­tua­les, su for­ma de edu­ca­ción, y la ins­tau­ra­ción de esta­dos tota­li­ta­rios y en esta­do de sitio?¿Que tan­to tapa esta pan­de­mia la cri­sis del sis­te­ma finan­cie­ro y de pro­duc­ción y con­su­mo? ¿Qué tan­to lo fortalece?

Hay tres hechos apa­ren­te­men­te des­co­nec­ta­dos que me gus­ta­ría resal­tar. Uno: un chi­co en la pla­za de La Dig­ni­dad, en Chi­le, un pri­me­ra línea, que sale abso­lu­ta­men­te solo en mitad de esto que se ha deno­mi­na­do como pan­de­mia con su escu­do y gri­ta algu­nas cosas que no se alcan­za a oír en el audio. Un segun­do hecho, es una expre­sión que se ha vis­to, se ha escu­cha­do, en varios medios, en don­de la gen­te dice: “o nos mata el virus o nos mata el ham­bre”. Y un ter­cer hecho, es el ase­si­na­to de un com­pa­ñe­ro líder comu­ni­ta­rio de los movi­mien­tos socia­les comu­ni­ta­rios popu­la­res en Pia­mon­té, Cau­ca, ase­si­na­do jun­to a dos de sus peque­ños, uno de ellos, si mal no recuer­do de sie­te años. Esta­mos asis­tien­do a un avan­ce en la com­pren­sión del fun­cio­na­mien­to del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta. Yo sien­to que la pre­sen­cia de muje­res, de las jóve­nes, y la pre­sen­cia de otros pro­ce­sos socia­les, nos está dicien­do que eso que se nos pre­sen­ta como des­co­nec­ta­do y como ocul­to de par­te del sis­te­ma mun­do capi­ta­lis­ta, lo esta­mos vien­do des­de otra pers­pec­ti­va, y esta­mos actuan­do de otra mane­ra. En ese sen­ti­do, depen­de de nues­tra dis­po­si­ción para la acción, depen­de de nues­tra ima­gi­na­ción, de nues­tra capa­ci­dad de gene­rar pro­ce­sos nue­vos, de for­ta­le­cer los pro­yec­tos, de tra­du­cir en acción la pala­bra, la pala­bra que ima­gi­na, la pala­bra que inven­ta, que esté acom­pa­ña­da por la acción. Que esté con­tex­tua­li­za­da en los pro­ce­sos comu­ni­ta­rios. Por­que allí está la vida. Diga­mos que, la pan­de­mia tapa tan­to como deve­la. Pero tapa tan­to como deve­la, en la medi­da en que noso­tros poda­mos des­de nues­tras pro­pias pala­bras, nues­tra pro­pia viven­cia, y nues­tra pro­pia expe­rien­cia, poder deve­lar lo que está ocul­to a la vis­ta de todos.

El momen­to pare­ce virar hacia la impo­si­ción de un nue­vo orden mun­dial (lo ase­gu­ró hace poco el voce­ro del Club de Bill­derl­berg, Herny Kis­sin­ger). A la vez pare­cie­ra que hay un repo­si­cio­na­mien­to, casi diría­mos que vic­to­ria, de las nue­vas for­mas de impe­rio capi­ta­lis­ta de Rusia y Chi­na. ¿Cómo se mue­ve hoy el table­ro de los de arri­ba y que tan­to influ­ye esto en el posi­cio­na­mien­to de los de abajo?

Todos los que esta­mos cer­ca de las expe­rien­cias de los mega­pro­yec­tos, de las diver­sas for­mas de explo­ta­ción, de domi­na­ción, de expro­pia­ción, de per­se­cu­ción, de muer­te, pode­mos ver, como, inde­pen­dien­te­men­te que sea Esta­dos Uni­dos, Rusia, Chi­na… como se des­tru­ye esa tra­ma del uni­ver­so, en nues­tra vida coti­dia­na. Pode­mos ver como los efec­tos de muer­te, por la con­ta­mi­na­ción, por la rup­tu­ra de toda la diná­mi­ca vital del uni­ver­so. Por­que, por ejem­plo en el Ecua­dor, el esta­do ecua­to­riano tie­ne pro­pa­gan­das en don­de le dice a la gen­te que la explo­ta­ción mine­ra (obvia­men­te no dice en su pro­pa­gan­da que es hecha por las trans­na­cio­na­les, en este caso, por gran­des empre­sas chi­nas), es decir estas empre­sas, son ami­ga­bles con el medio ambien­te. Está dicién­do­le que no con­ta­mi­na el agua. Cuan­do quie­nes vivi­mos cer­ca, los pue­blos, la comu­ni­da­des que viven en este terri­to­rio, están vivien­do los pro­ce­sos de expul­sión, de des­tie­rro, de con­ta­mi­na­ción, de muer­te y de repre­sión, por par­te del esta­do, para favo­re­cer los intere­ses de estas trans­na­cio­na­les. En esa medi­da, la gen­te está vien­do que, inde­pen­dien­te­men­te del nom­bre del impe­rio que haga pre­sen­cia, los efec­tos son los mis­mos. Por­que en estas zonas, don­de están estas trans­na­cio­na­les, hay pobla­ción no sola­men­te ecua­to­ria­na, sino de otros paí­ses, espe­cial­men­te de Colom­bia, que es pobla­ción des­pla­za­da tam­bién por el pro­yec­to impe­rial, per­se­gui­da por el esta­do colom­biano y los ejér­ci­tos para­mi­li­ta­res del esta­do colom­biano. En este sen­ti­do, es muy impor­tan­te lograr que estas lec­tu­ras se rela­cio­nen, inde­pen­dien­te­men­te don­de se estén vivien­do estas expe­rien­cias de explo­ta­ción, expro­pia­ción y des­tie­rro de las comunidades.

¿Cómo escri­bir a hier­ba lim­pia, como tejer el poder asam­blea­rio de la madre tie­rra en estos tiem­pos de pandemia?

Escri­bo a yer­ba lim­pia y las pala­bras se nutren de la tie­rra. Recuer­do una expre­sión del com­pa­ñe­ro Matías Catri­leo, mapu­che, que decía: que un pue­blo que no se gobier­na a si mis­mo no tie­ne dig­ni­dad. Es gober­nar­nos a noso­tros mis­mos, orde­nar­nos a noso­tros mis­mos como pue­blos. Mirar­mos a noso­tros mis­mos sin esos mega­pro­yec­tos de la con­cien­cia trans­na­cio­nal. Es decir: dar­nos nues­tra pro­pia ley. Dar­nos nues­tra pro­pia ley con la escri­tu­ra de la tie­rra en la entra­ñas. Hacien­do de nues­tras entra­ñas el nido de nues­tras semi­llas. Hacien­do de las entra­ñas de la comu­ni­dad el nido de sus pro­pias deci­sio­nes. Deci­dien­do de mane­ra asam­blea­ria. Asu­mien­do nues­tras vidas de mane­ra comu­ni­ta­ria. Hacien­do la lim­pie­za, en el sen­ti­do de la medi­ci­na tra­di­cio­nal Nasa, de nues­tros espí­ri­tus, de nues­tros cora­zo­nes y de la Madre Tierra.

Itu­rria /​Fuen­te

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