Méxi­co. Sal­var a un bos­que de abe­tos con la ayu­da de las comunidades

Agus­tín Del Cas­ti­llo /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 12 de abril de 2020

Des­de hace 20 años, el oya­mel Abies coli­men­sis está en el cora­zón de las luchas que se han dado por con­ser­var los bos­ques tem­pla­dos del sur de Jalis­co, en el cen­tro de Méxi­co. Hoy, el futu­ro de ese árbol y de su eco­sis­te­ma depen­den de que no avan­cen aún más los sem­bra­díos de agua­ca­te y, sobre todo, de que las comu­ni­da­des sean alia­das en su protección.

El Abies coli­men­sis es un oya­mel cuya dis­tri­bu­ción se redu­ce a los alre­de­do­res del Neva­do de Coli­ma. Por encon­trar­se en un terri­to­rio tan limi­ta­do, en noviem­bre de 2019, este árbol se inclu­yó en el lis­ta­do de la Nor­ma Ofi­cial Mexi­ca­na 059, bajo la cate­go­ría de espe­cie En Peli­gro de extinción.

Dete­ner la comer­cia­li­za­ción de su made­ra e impul­sar polí­ti­cas que per­mi­tan con­ser­var los bos­ques en don­de sub­sis­te este árbol son accio­nes urgen­tes, expli­ca el bió­lo­go José Villa Cas­ti­llo, direc­tor del Par­que Nacio­nal Neva­do de Coli­ma y del Par­que Esta­tal Bos­ques Mesó­fi­los del Neva­do de Coli­ma, y uno de los pro­mo­to­res de que esta espe­cie se inclu­ye­ra en la NOM-059.

El desa­fío para con­ser­var este árbol es enor­me, reco­no­ce el fun­cio­na­rio. A la pre­sión que exis­te para apro­ve­char —sin un mane­jo sus­ten­ta­ble— la made­ra de los bos­ques, tam­bién se debe sumar un nue­vo pro­ble­ma: la expan­sión de la fron­te­ra aguacatera.

Si se le deja cre­cer, el Abies coli­men­sis pue­de lle­gar a ser monu­men­tal: alcan­za has­ta 60 metros de altu­ra y dos de diá­me­tro. Para pro­te­ger a este gigan­te, espe­cia­lis­tas y comu­ni­da­des impul­san pro­yec­tos de eco­tu­ris­mo y con­ser­va­ción den­tro de los dos par­ques que se extien­den a los pies del Neva­do de Colima.

Incen­dios que abren paso al aguacate

En el 2012, un gru­po de inves­ti­ga­do­res de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra (UdeG) pro­pu­sie­ron a la Secre­ta­ría de Medio Ambien­te y Recur­sos Natu­ra­les (Semar­nat) el reco­no­ci­mien­to del Abies coli­men­sis como espe­cie úni­ca, dife­ren­cia­da del Abies reli­gio­sa, que es el oya­mel o abe­to domi­nan­te en el Eje Neo­vol­cá­ni­co, en el cen­tro de México.

El Abies coli­men­sis “tie­ne una diver­si­dad gené­ti­ca extre­ma­da­men­te baja, la más baja cono­ci­da entre todas las espe­cies de Abies de Meso­amé­ri­ca y una de las más bajas entre las espe­cies arbó­reas del pla­ne­ta”. Su área de ocu­pa­ción “es muy redu­ci­da, de apro­xi­ma­da­men­te 150.02 kiló­me­tros cua­dra­dos”, es decir, 0.007 por cien­to del terri­to­rio de Méxi­co, escri­bie­ron los auto­res de la pro­pues­ta para incluir a esta espe­cie en la NOM-059.

Con sus 4260 metros sobre el nivel del mar, a menos de 40 kiló­me­tros del océano Pací­fi­co, el Neva­do de Coli­ma es una de las ocho cum­bres que supe­ran los cua­tro mil metros en Méxi­co; una isla evo­lu­ti­va, por­que sus eco­sis­te­mas en la par­te alta pre­sen­tan adap­ta­cio­nes úni­cas sin inter­ac­cio­nes en cien­tos de kiló­me­tros a la redon­da. Y el oya­mel Abies coli­men­sis es un ejem­plo de la dife­ren­cia­ción bio­ló­gi­ca que exis­te en ese lugar, expli­ca la inves­ti­ga­do­ra Liber­tad Arre­don­do, exper­ta en eco­lo­gía de alta montaña.

Si bien este árbol se man­tu­vo en esa “isla evo­lu­ti­va”, su pano­ra­ma comen­zó a com­pli­car­se con el impac­to de la defo­res­ta­ción —en lo que con­tri­bu­yó la entre­ga, sin jus­ti­fi­ca­ción, de per­mi­sos para apro­ve­cha­mien­to fores­tal— y de los incen­dios pro­vo­ca­dos para cam­biar el uso de sue­lo, seña­lan los exper­tos que la pro­pu­sie­ron como espe­cie en riesgo.

Su len­ta tasa de cre­ci­mien­to, su alto gra­do de ero­sión gené­ti­ca, los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co y la migra­ción de nubes a par­tes más altas (fuen­te de hume­dad indis­pen­sa­ble para los oya­me­les) com­pli­can aún más el pano­ra­ma para este árbol, resal­tan los investigadores.

José Villa Cas­ti­llo, exper­to en gené­ti­ca y repro­duc­ción de pinos, con­fir­ma que el oya­mel del Neva­do de Coli­ma no se ha podi­do repro­du­cir con éxi­to en vive­ros, lo que impo­si­bi­li­ta el poder rea­li­zar accio­nes de refo­res­ta­ción para su recuperación.

Los bos­ques de oya­mel don­de se encuen­tra el Abies coli­men­sis se sos­tie­nen en un cli­ma frío y húme­do, con luz esca­sa y penum­bra a nivel del soto­bos­que (el estra­to de arbus­tos). Se ubi­can, sobre todo, a media lade­ra o en barran­cas y caña­das. La espe­cie pros­pe­ra entre dos tipos de vege­ta­ción: bos­que mesó­fi­lo de mon­ta­ña y bos­que de coní­fe­ras y enci­nos, pero requie­re de un hábi­tat pri­ma­rio, es decir, un bos­que inte­gral con baja per­tur­ba­ción humana.

El fue­go es uno de sus prin­ci­pa­les enemi­gos, ya que las pro­ba­bi­li­da­des de super­vi­ven­cia de plán­tu­las de Abies son míni­mas, agre­ga el direc­tor del par­que. En los últi­mos años, se han regis­tra­do cada vez más incen­dios pro­vo­ca­dos en la zona fores­tal, para así jus­ti­fi­car el cam­bio de uso de sue­lo y sem­brar aguacate.

La inves­ti­ga­do­ra de la Uni­ver­si­dad de Gua­da­la­ja­ra, Sonia Nava­rro Pérez, quien ha rea­li­za­do moni­to­reos e inven­ta­rios bio­ló­gi­cos en la zona, ha sido tes­ti­go de cómo el auge de la siem­bra de agua­ca­te ha pro­vo­ca­do la pér­di­da de impor­tan­tes áreas de bosque.

Y cuen­ta el caso de la comu­ni­dad indí­ge­na de San José del Car­men, ubi­ca­da en el muni­ci­pio de Zapo­titlán de Vadi­llo, cer­ca de uno de los man­cho­nes de bos­que nubo­so: “está­ba­mos tra­ba­jan­do con ellos para esta­ble­cer alter­na­ti­vas pro­duc­ti­vas ama­bles con la natu­ra­le­za. Pero cuan­do lle­gó el agua­ca­te, nos reba­só por completo”.

Des­de 2013, los bos­ques de coní­fe­ras del Neva­do de Coli­ma han per­di­do más de 6578 hec­tá­reas, por cau­sa de los incen­dios pro­vo­ca­dos para el cam­bio de uso de sue­lo para cul­ti­vos de agua­ca­te, gana­de­ría, así como por la tala ile­gal, de acuer­do con datos del Índi­ce de Pre­sión Eco­nó­mi­ca (Ries­go) de Defo­res­ta­ción (IRDef-INECC 2018).

“Una super­fi­cie ori­gi­nal de 7 mil hec­tá­reas de bos­que espe­cí­fi­ca­men­te de oya­mel está redu­ci­da a la mitad”, advier­te el direc­tor de los par­ques nacio­nal y esta­tal del Neva­do de Coli­ma, José Villa Castillo.

La expan­sión de la siem­bra del agua­ca­te es la ame­na­za más recien­te de una serie de usos que han impac­ta­do en for­ma nega­ti­va la con­ser­va­ción de los bos­ques del maci­zo montañoso.

Entre los años cua­ren­ta y noven­ta del siglo XX, la Com­pa­ñía Indus­trial Aten­qui­que, una para­es­ta­tal, usó en exclu­si­va la made­ra de estos bos­ques bajo una con­ce­sión del esta­do mexi­cano. El efec­to fue “que los bos­ques fue­ron des­cre­ma­dos, es decir, se lle­va­ron lo mejor”, apun­ta Villa Castillo.

Tras el tér­mino de la con­ce­sión, en 1995, no se tran­si­tó a un mode­lo sos­te­ni­ble de extrac­ción de made­ra: los eji­da­ta­rios y los peque­ños pro­pie­ta­rios se limi­ta­ban a ven­der bara­to “el mon­te” a las nue­vas indus­trias made­re­ras ubi­ca­das en Ciu­dad Guz­mán. “Allí se daban muchos abu­sos con­tra las comu­ni­da­des, se daba el dine­ro a los caci­ques, se deja­ban limos­nas al pue­blo y nues­tros bos­ques eran muy mal mane­ja­dos”, ase­gu­ra Rafael Gon­zá­lez Merín, expre­si­den­te ejidal de Huescalapa.

Por eso, la apues­ta de este eji­do, pese a las iner­cias, es la con­ser­va­ción con pro­yec­tos productivos.

Con­ser­var un árbol de mano de las comunidades

A dife­ren­cia de las comu­ni­da­des que se han deja­do sedu­cir por la siem­bra del agua­ca­te, el eji­do de Hues­ca­la­pa —en cuyas tie­rras comu­ni­ta­rias, que ocu­pan más de 1200 hec­tá­reas, se levan­tan bos­ques umbro­sos y húme­dos de pino, oya­mel y mesó­fi­lo de mon­ta­ña— ha resis­ti­do la tentación.

El eji­do tam­bién ha hecho a un lado las pro­pues­tas que han reci­bi­do de la indus­tria fores­tal que se ha intere­sa­do en com­prar sus árboles.

En esta región de Jalis­co, la acti­vi­dad extrac­ti­va de made­ra “ha sido muy nega­ti­va, por­que la indus­tria ha mane­ja­do muy mal super­fi­cies deli­ca­das, con espe­cies tan res­trin­gi­das, por lo que esta­mos apo­yan­do y deto­nan­do pro­yec­tos con las comu­ni­da­des”, expli­ca Gerar­do Ber­na­bé Agua­yo, pre­si­den­te del patro­na­to Neva­do de Coli­ma y Cuen­cas Adya­cen­tes, aso­cia­ción civil crea­da hace dos déca­das por impul­so del gobierno del esta­do y que aca­ba de reci­bir el par­que fede­ral en coad­mi­nis­tra­ción, en bus­ca de cana­li­zar­le los recur­sos fis­ca­les des­ti­na­dos al área natu­ral. Para impul­sar la con­ser­va­ción de los par­ques fede­ral y esta­tal, esta aso­cia­ción tam­bién cuen­ta con el finan­cia­mien­to del sec­tor pri­va­do regional.

El patro­na­to mane­ja seis millo­nes de pesos (poco más de 246 mil dóla­res) apor­ta­dos por el gobierno del esta­do en 2020; con los recur­sos del sec­tor pri­va­do ha podi­do acce­der a casi un millón y medio más (61 500 dólares).

El eji­da­ta­rio y pre­si­den­te de la coope­ra­ti­va eco­tu­rís­ti­ca El Alcá­zar, Rodri­go Can­te­ra Her­nán­dez, expli­ca que los caci­ques de Hues­ca­la­pa —fami­lias que por siem­pre con­tro­la­ron el eji­do — , saca­ron made­ra de los bos­ques de oya­mel, “pero no repor­ta­ban nada de dine­ro a los demás cam­pe­si­nos, por lo que lucha­mos para expul­sar­los y lo logra­mos ape­nas hace un par de años”.

En esta comu­ni­dad, los con­flic­tos por la made­ra se han regis­tra­do en tres momen­tos duran­te los últi­mos 20 años:

En 1999, un gru­po de eji­da­ta­rios ven­dió el “mon­te” a una indus­tria fores­tal de Ciu­dad Guz­mán; una movi­li­za­ción ciu­da­da­na detu­vo la tala cin­co meses después.

En 2012, las auto­ri­da­des ambien­ta­les otor­ga­ron una nue­va auto­ri­za­ción para el apro­ve­cha­mien­to fores­tal en estos bos­ques, así que se reto­mó la extrac­ción de oya­mel. Un dic­ta­men del Ins­ti­tu­to de Dere­cho Ambien­tal (Idea), en don­de se mos­tra­ban las evi­den­cias cien­tí­fi­cas sobre la sin­gu­la­ri­dad de los abe­tos de la mon­ta­ña, obli­gó a la Semar­nat a reti­rar el permiso.

En 2015, una nue­va auto­ri­za­ción para el apro­ve­cha­mien­to de made­ra en el bos­que de nie­bla fue sus­pen­di­da por un juez federal.

Para que comu­ni­da­des, como el eji­do Hues­ca­la­pa, pue­dan tener opcio­nes eco­nó­mi­cas que no impli­quen el apro­ve­cha­mien­to de made­ra —debi­do al impac­to que eso pue­de tener en la pobla­ción que aún que­da de Abies coli­men­sis—, se impul­san accio­nes como el ecoturismo.

El obje­ti­vo, seña­la Gerar­do Ber­na­bé Agua­yo, es que el bos­que natu­ral se con­ser­ve como “un capi­tal para la con­tem­pla­ción, el dis­fru­te, la pre­ser­va­ción de ser­vi­cios ambien­ta­les y la investigación”.

La coope­ra­ti­va El Alcá­zar reci­bió en 2019 poco más de un millón de pesos, recur­sos que per­mi­tie­ron con­tar con la infra­es­truc­tu­ra bási­ca para el pro­yec­to eco­tu­rís­ti­co. En 2020, exis­te la posi­bi­li­dad de otro finan­cia­mien­to por 3 millo­nes de pesos más para com­ple­tar el equi­pa­mien­to y mejo­rar los cami­nos, pero el apo­yo fue blo­quea­do en la asam­blea del eji­do, “no han enten­di­do que es para bene­fi­cio de todos, que no es dine­ro para nues­tros bol­si­llos”, lamen­ta Rodri­go Can­te­ra Her­nán­dez, el pre­si­den­te de la cooperativa.

En el eji­do Hues­ca­la­pa, uno de los retos para impul­sar el cen­tro eco­tu­rís­ti­co ha sido las divi­sio­nes que exis­ten en la comu­ni­dad, entre quie­nes bus­can rea­li­zar apro­ve­cha­mien­to de made­ra y aque­llos que ya están con­ven­ci­dos de la impor­tan­cia de la conservación.

El direc­tor de los par­ques nacio­nal y esta­tal del Neva­do de Coli­ma, José Villa Cas­ti­llo, des­ta­ca que ade­más del cen­tro eco­tu­rís­ti­co El Alcá­zar, se impul­san pro­yec­tos simi­la­res en los eji­dos San José del Car­men y Zapo­titlán de Vadi­llo, en la lade­ra sur, muy cer­ca del lími­te de Jalis­co con el esta­do de Colima.

En el eji­do San José del Car­men, cer­ca de los lími­tes con el esta­do de Coli­ma, se encuen­tra el cen­tro eco­tu­rís­ti­co Amixtlán. Se tra­ta de un núcleo de caba­ñas a la entra­da del bos­que de nie­bla que, des­de 2009, está bajo la cate­go­ría de Par­que Estatal.

“Noso­tros deci­di­mos pro­te­ger nues­tro bos­que mucho antes de que decla­ra­ran el par­que esta­tal, 20 años antes”, cuen­ta María de la Luz Cor­tés Reyes, líder comu­ni­ta­ria en San José del Car­men y recuer­da que, “cuan­do lle­ga­ron los made­re­ros a que­rer com­prar el mon­te”, los eji­da­ta­rios con­si­de­ra­ron que ofre­cían un pago muy bajo y “los des­tro­zos (que deja­ban) eran muchos”. Por eso, deci­die­ron “no tocar el bos­que, por­que nos pro­du­ce agua para los cul­ti­vos y para nues­tras casas”.

Cor­tés Reyes expli­ca que el eji­do logró cons­truir el cen­tro eco­tu­rís­ti­co por­que con­tó con recur­sos ges­tio­na­dos por el par­que y el patro­na­to. Pero seña­la que hace fal­ta dar mayor pro­mo­ción a la zona, ade­más de resol­ver pro­ble­mas urgen­tes, como la red de abas­te­ci­mien­to de agua.

En el eji­do Zapo­titlán de Vadi­llo tam­bién impul­sa­ron el cen­tro eco­tu­rís­ti­co Puer­ta de la Hacien­da, don­de la admi­nis­tra­ción de los par­ques apo­ya la pro­duc­ción bio­cul­tu­ral de aga­ve del maes­tro mez­ca­le­ro Maca­rio Par­ti­da de Zapo­titlán de Vadi­llo; lo mis­mo hacen con el maes­tro mez­ca­le­ro Rosa­rio Pine­da, de la comu­ni­dad Tetapán.

Otros pro­yec­tos pro­duc­ti­vos que se impul­san entre las comu­ni­da­des son la pro­duc­ción orgá­ni­ca de hue­vos de mesa, de la peque­ña pro­duc­to­ra Efi­ge­nia Larios, de la comu­ni­dad el Tecuán. Ade­más, a los eji­dos Zapo­titlán de Vadi­llo, San José del Car­men y Hues­ca­la­pa se les pro­por­cio­na equi­po para las bri­ga­das de pre­ven­ción de incen­dios y mate­rial para obras de res­tau­ra­ción de sue­los forestales.

Tam­bién se rea­li­zan mura­les artís­ti­cos con el tema de la con­ser­va­ción del bos­que en las comu­ni­da­des de San José del Car­men y Zapo­titlán de Vadillo.

La inten­ción es que los posee­do­res de dere­chos en esta frá­gil mon­ta­ña, “com­pren­dan que hay otras opcio­nes a la tala, y que les pue­de gene­rar desa­rro­llo”, advier­te la inves­ti­ga­do­ra Liber­tad Arredondo.

De este modo, y pese a la fuer­te pre­sión para cam­bios de uso de sue­lo indu­ci­dos por la agro­in­dus­tria millo­na­ria del agua­ca­te y pro­pi­cia­dos por la alta impu­ni­dad que pre­va­le­ce en la zona rural, muchos due­ños de la tie­rra tra­tan de encon­trar un mode­lo en el que sus bos­ques per­ma­nez­can. Así lo advier­te José Ava­lo Lino, cam­pe­sino de San José del Car­men: “muchos veci­nos dicen que esta­mos ton­tos por no que­rer ven­der tan boni­to mon­te que tene­mos; pero ese dine­ro nomás te dura un rato. Esta­mos tan con­ven­ci­dos de impe­dir la tala que, mucho antes del decre­to de área natu­ral pro­te­gi­da, nues­tra asam­blea del eji­do ya había deci­di­do sal­var este bos­que. Vamos a seguir necios en esta deci­sión”, sub­ra­ya orgulloso.

* Ima­gen prin­ci­pal: Bos­que de oya­mel o abe­tos en el Neva­do de Coli­ma, Jalis­co. Foto: Agus­tín del Cas­ti­llo.

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