Lucha soli­da­ria con­tra el coro­na­vi­rus y por el cam­bio de sistema

con­tra el coro­na­vi­rus y por el cam­bio de sistema

Wal­ter Mendoza

Una deses­pe­ra­da bata­lla cam­pal es la que está libran­do la huma­ni­dad para dete­ner el avan­ce mor­tal del coro­na­vi­rus. Des­de su apa­ri­ción en Wuhan Chi­na, hace tres meses, la pan­de­mia ha con­ta­gia­do a un millón de per­so­nas y pro­vo­ca­do la muer­te a 50 mil, en un pla­ne­ta habi­ta­do por 6 mil millo­nes de seres humanos.

Gran par­te de la pobla­ción mun­dial hoy está sitia­da en las ciu­da­des, atrin­che­ra­da en sus casas, como medi­da extre­ma para esca­par de la pes­te y para sal­var la vida. Vivi­mos, sin duda, un tiem­po de ten­sión y cri­sis sico­ló­gi­ca, mien­tras la cien­cia, en una lucha con­tra el reloj, bus­ca en la medi­ci­na una solu­ción a los retos de la pandemia.

El coro­na­vi­rus le está dicien­do al mun­do, en todos los tonos, que es más impor­tan­te la vida que el capi­tal, por­que sin vida no hay empre­sa. La sal­va­ción está en la soli­da­ri­dad huma­na y no en la per­ver­si­dad de Donald Trump, que en medio de esta vorá­gi­ne sigue sos­te­nien­do gue­rras en el mun­do y cri­mi­na­les blo­queos eco­nó­mi­cos con­tra los pue­blos y gobier­nos que odia, por­que no se le arrodillan.

Esa acti­tud demen­cial debe cesar, entrar en razón por un ins­tan­te, para sumar esfuer­zos a la inte­li­gen­cia que bus­ca por todos los medios una fór­mu­la de neu­tra­li­za­ción de la amenaza.

Pero Trump se pro­yec­ta ante el mun­do como un per­so­na­je loco apu­ña­lan­do a un ser humano en ago­nía. Se com­por­ta en esta cri­sis como un hom­bre bru­tal y des­al­ma­do. Su acti­tud pare­ce voci­fe­rar “que mue­ran San­són y todos los filis­teos”. El pue­blo de los Esta­dos Uni­dos y la gen­te bue­na del mun­do exi­gen el reti­ro inme­dia­to de las tro­pas nor­te­ame­ri­ca­nas de los terri­to­rios de Asia Occi­den­tal y el fin de los blo­queos inhumanos.

Des­en­to­nan con sus des­acier­tos, pre­si­den­tes como Iván Duque de Colom­bia que, en lugar de ocu­par­se de la gen­te humil­de aco­sa­da por la ina­ni­ción en medio de la pan­de­mia, pre­fie­re afi­nar con Esta­dos Uni­dos los deta­lles de su pro­yec­ta­da agre­sión mili­tar con­tra Vene­zue­la, mien­tras recha­za la ayu­da de equi­pos médi­cos nece­sa­rí­si­mos, ofre­ci­dos gene­ro­sa­men­te por su her­ma­na repú­bli­ca boli­va­ria­na. O como Lenin Moreno, que no le impor­ta que los ecua­to­ria­nos mue­ran en las calles por coro­na­vi­rus, por­que solo quie­re matar polí­ti­ca­men­te al expre­si­den­te Rafael Correa, pre­sio­nan­do deci­sio­nes judi­cia­les en su con­tra, así se lle­ve el dia­blo al Ecuador.

El Covid-19 nos está plan­tean­do una encru­ci­ja­da vital: sal­var al capi­ta­lis­mo, o sal­var la huma­ni­dad. Y la res­pues­ta la da el sen­ti­do común: debe triun­far la vida, debe ven­cer la soli­da­ri­dad y el sen­ti­mien­to jus­ti­cie­ro de los pue­blos. Que se hun­da el capi­ta­lis­mo, que es egoís­mo y des­truc­ción del pla­ne­ta, y que emer­ja un nue­vo orden social, un sis­te­ma cuyo obje­ti­vo prin­ci­pal sea la dig­ni­fi­ca­ción de la vida huma­na, la armo­nía con el medio ambien­te y la paz del mundo.

Ese nue­vo orden se insi­núa en el hori­zon­te y en los cami­nos de huma­ni­dad y soli­da­ri­dad tra­za­dos por Cuba, Rusia, Chi­na, Vene­zue­la e Irán, para quie­nes no impor­tan las rique­zas, las dife­ren­cias ideo­ló­gi­cas, sino la vida, las fami­lias y el bien­es­tar de los pue­blos. Ese espí­ri­tu de soli­da­ri­dad tre­mo­la más alto que las oscu­ras ban­de­ras de la bar­ba­rie y la bru­ta­li­dad del impe­rio del mal.

Todos los Esta­dos, chi­cos y gran­des, sus lide­res están lla­man­do a la soli­da­ri­dad, a la uni­dad para com­ba­tir a un enemi­go muy letal que, aun­que ape­nas tie­ne 90 días de naci­do, ha gene­ra­do un cata­clis­mo planetario.

En pocos días el Covid-19 ha deja­do al des­nu­do la inuti­li­dad de los gran­des mon­ta­jes pro­pa­gan­dís­ti­cos del capi­ta­lis­mo a tra­vés de los perió­di­cos y la tele­vi­sión, el cine y la radio, las revis­tas y las redes socia­les que lo pro­yec­ta­ban, fal­sa­men­te, como un sis­te­ma humano y lleno de bon­da­des. La demo­cra­cia es un cuen­to y la liber­tad una esta­tua en una bahía. El sis­te­ma capi­ta­lis­ta es peor que el coro­na­vi­rus, por­que ha mata­do a millo­nes y millo­nes de seres huma­nos con sus bom­bas y su polí­ti­ca eco­nó­mi­ca, la expo­lia­ción de las rique­zas y la des­truc­ción, a tra­vés de inva­sio­nes mili­ta­res, de inde­pen­den­cias y cul­tu­ras milenarias.

Si el coro­na­vi­rus esta unien­do volun­ta­des en una lucha soli­da­ria por la vida, es el momen­to de unir volun­ta­des, para derro­tar al enemi­go de los pue­blos, al pira­ta ladrón de sus rique­zas, que empo­bre­ce a millo­nes con sus impo­si­cio­nes eco­nó­mi­cas y piso­tea con arro­gan­cia la dig­ni­dad humana.

Es hora del levan­ta­mien­to y la rebel­día de los pue­blos con­tra la tira­nía mun­dial del capi­ta­lis­mo, con­tra la mani­pu­la­ción y el domi­nio de la men­te, con­tra el ham­bre y la pobre­za y por el res­pe­to a la sobe­ra­nía de los pue­blos. Un Nue­vo mun­do de inclu­sión y jus­ti­cia, es posible.

Abril 8 de 2020.

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