Méxi­co. Para­li­za el coro­na­vi­rus la fron­te­ra más tran­si­ta­da: México-EEUU

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de mar­zo de 2020

Tijuana/​Ciudad Juá­rez. Las res­tric­cio­nes impues­tas para fre­nar el bro­te de coro­na­vi­rus entre Esta­dos Uni­dos y Méxi­co han apa­ci­gua­do la acti­vi­dad en la fron­te­ra más con­cu­rri­da del mun­do, impi­dien­do que millo­nes de mexi­ca­nos, inclui­dos com­pra­do­res, cui­da­do­res y emplea­dos de empre­sas esta­du­ni­den­ses, reali­cen sus coti­dia­nos cruces.

Al menos cua­tro millo­nes de mexi­ca­nos resi­den­tes en ciu­da­des a lo lar­go de la fron­te­ra de 3 mil 169 kiló­me­tros se han vis­to afec­ta­dos por la res­tric­ción de via­jes no esen­cia­les, la cual inva­li­da en la prác­ti­ca las visas que per­mi­ten cru­ces cor­tos para visi­tar a fami­lia­res, reci­bir aten­ción médi­ca o hacer compras.

Aun­que estas «tar­je­tas de cru­ce fron­te­ri­zo» B1/​B2 son ofi­cial­men­te recrea­ti­vas, Reuters habló con casi dos doce­nas de resi­den­tes de Tijua­na, Noga­les y Ciu­dad Juá­rez que las usan para tra­ba­jar o para cui­dar a fami­lia­res del lado estadunidense.

Todos los entre­vis­ta­dos dije­ron que ya no podían cru­zar, lo que impli­ca un duro gol­pe a las empre­sas que ya se habían vis­to afec­ta­das con el cese de acti­vi­da­des en Esta­dos Uni­dos, inclu­yen­do las del sec­tor ser­vi­cios y comer­cio e indus­trias vita­les como la agricultura.

Las res­tric­cio­nes por el coro­na­vi­rus prohí­ben todos los via­jes no esen­cia­les des­de Méxi­co hacia Esta­dos Uni­dos, sin embar­go, no se han impues­to medi­das simi­la­res a los ciu­da­da­nos esta­dou­ni­den­ses que via­jan hacia México.

«Le dije a mi jefa que no me podía arries­gar a per­der la visa», con­fe­só Rosa­rio Cruz, de 28 años, madre de dos peque­ños y quien tra­ba­ja­ba para una empre­sa de lim­pie­za en Cali­for­nia. «No sé qué voy a hacer sin dine­ro. Sólo estoy espe­ran­do un milagro».

El Ser­vi­cio de Inmi­gra­ción y Con­trol de Adua­nas de Esta­dos Uni­dos (ICE, por sus siglas en inglés) dijo que no tenía una esti­ma­ción de cuán­tos mexi­ca­nos con visas de turis­mo tra­ba­jan sin per­mi­so en Esta­dos Uni­dos, pero exper­tos en migra­ción esta­dou­ni­den­ses y mexi­ca­nos dicen que esa prác­ti­ca es común.

Según un infor­me de la ofi­ci­na de visas de Esta­dos Uni­dos, que depen­de del Depar­ta­men­to de Esta­do, se han emi­ti­do más de cua­tro millo­nes de tar­je­tas fron­te­ri­zas des­de 2015, las cua­les son váli­das por diez años.

Antes de las res­tric­cio­nes por el coro­na­vi­rus, más de 950 mil per­so­nas ingre­sa­ban en un día típi­co a Esta­dos Uni­dos des­de Méxi­co, a pie o en auto­mó­vi­les, según datos oficiales.

Andrew Selee, pre­si­den­te del Ins­ti­tu­to de Polí­ti­cas Migra­to­rias con sede en Washing­ton, dijo que limi­tar el trans­por­te para con­te­ner la epi­de­mia era com­pren­si­ble, pero que en ciu­da­des como San Die­go o El Paso «las empre­sas que real­men­te debe­rían estar abier­tas en medio de la cri­sis podrían que­dar­se sin empleados».

«Esta­mos hablan­do de tra­ba­jo agrí­co­la, esta­mos hablan­do de cui­da­do­res y pro­ba­ble­men­te de la pro­duc­ción de ali­men­tos, como ope­ra­cio­nes de enla­ta­dos y alma­ce­na­mien­to», aseveró.

¿Onda expan­si­va?

Los cru­ces uti­li­za­dos por pea­to­nes y auto­mó­vi­les se han vacia­do debi­do a las medi­das, jun­to con el temor de las per­so­nas a con­traer el virus, que ha infec­ta­do a más de 738 mil per­so­nas en el mun­do y ame­na­za con des­en­ca­de­nar una masi­va recesión.

Cindy Ramos-David­son, direc­to­ra de la Cáma­ra de Comer­cio His­pa­na de El Paso, dijo que la fal­ta de com­pra­do­res mexi­ca­nos era «devas­ta­do­ra» para la indus­tria mino­ris­ta, ade­más de que le preo­cu­pa­ba la mano de obra para las gran­jas cer­ca­nas que cul­ti­van chi­les, toma­tes, heno y alfalfa.

«Depen­den de los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las, los jor­na­le­ros», con­fe­só tras reco­no­cer que algu­nos de estos emplea­dos usan visas rela­cio­na­das con el turis­mo para ingre­sar a Esta­dos Unidos.

Los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las son desig­na­dos como via­je­ros «esen­cia­les» bajo las nue­vas reglas del Depar­ta­men­to de Segu­ri­dad Nacio­nal (DHS, por sus siglas en inglés). Los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las que cru­zan usan­do tar­je­tas fron­te­ri­zas están atra­pa­dos en el lado mexicano.

El DHS dijo que las medi­das no «per­tur­ba­rían las cade­nas de sumi­nis­tro crí­ti­cas». La Ofi­ci­na de Adua­nas y Pro­tec­ción Fron­te­ri­za (CBP, por sus siglas en inglés) dijo en un comu­ni­ca­do que el trans­por­te de car­ga con­ti­núa y no es una amenaza.

Pao­la Ávi­la, vice­pre­si­den­ta de asun­tos comer­cia­les inter­na­cio­na­les de la Cáma­ra de Comer­cio Regio­nal de San Die­go, ase­gu­ró que el mayor impac­to del cie­rre de la fron­te­ra ha sido para el turis­mo que va de com­pras, el segun­do mayor con­tri­bu­yen­te a la eco­no­mía de la ciudad.

Un geren­te de un hotel de San Die­go, que se negó a com­par­tir su nom­bre por­que la com­pa­ñía emplea a mexi­ca­nos sin per­mi­sos de tra­ba­jo lega­les de Esta­dos Uni­dos, dijo que las medi­das diez­ma­ron la fuer­za labo­ral del establecimiento.

«El impac­to fue tan gran­de que deci­di­mos cerrar; los tra­ba­ja­do­res lega­les no habrían podi­do hacer fren­te», confesó.

Ávi­la tam­bién está preo­cu­pa­da por el efec­to en los resi­den­tes esta­dou­ni­den­ses aten­di­dos por fami­lia­res que cru­zan des­de Méxi­co, y vice­ver­sa, espe­cial­men­te en medio de una cri­sis de salud públi­ca. «Si los hos­pi­ta­les se des­bor­dan y comien­zan a enviar a las per­so­nas a su casa para que ahí sean aten­di­das, ¿quién los cui­da­rá?», se preguntó.

Ese es el mis­mo mie­do que enfren­ta Joel Sosa, de 45 años, cuyos padres mayo­res viven en El Paso. Por lo gene­ral, los visi­ta tres veces por sema­na para lim­piar la casa y lle­var ali­men­tos y medi­ca­men­tos para la dia­be­tes y el cán­cer de su madre. Pero bajo las nue­vas res­tric­cio­nes, ya no pue­de cruzar.

Cuan­do se le pre­gun­tó sobre ese tipo de casos huma­ni­ta­rios, un fun­cio­na­rio de la CBP dijo a Reuters que sus ofi­cia­les mane­jan tales situa­cio­nes de for­ma dis­cre­cio­nal, caso por caso.

«Es indis­pen­sa­ble que yo vaya», dijo Sosa, teme­ro­so por sus padres. «No pue­den ir a la calle para nada por­que son más sus­cep­ti­bles (al coronavirus)». 

Fuen­te: La Jornada

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