CONSTRUYENDO EL SUJETO DE CLASE EN TODAS SUS DIMENSIONES – ITAIA

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La opre­sión de la mujer ha sido un tema muy estu­dia­do duran­te la his­to­ria des­de pun­tos de vis­ta diver­sos. Esto ha dado la opción a deba­tes sobre el tema que han ido desa­rro­llan­do dife­ren­tes hipó­te­sis de tra­ba­jo que res­pon­den des­de el ori­gen de la opre­sión, has­ta las fun­cio­nes que cum­ple o los intere­ses que ali­men­ta. Estas tesis cla­ra­men­te han desem­bo­ca­do en dis­tin­tas pro­pues­tas polí­ti­cas, muchas veces con­tra­pues­tas, que des­de su visión inten­tan res­pon­der a la pro­ble­má­ti­ca.

Como apor­ta­ción a la his­to­ria de esos deba­tes, el pasa­do mes de febre­ro tuvi­mos opción de par­ti­ci­par en una con­ver­sa­ción con Isa­bel Benítez1 que el movi­mien­to estu­dian­til orga­ni­zo den­tro de la edi­ción 2020 de la Herri Uni­ber­tsi­ta­tea. La mesa tuvo gran inte­rés por su capa­ci­dad para abor­dar la com­ple­ji­dad e inte­gri­dad del tema, el cual inten­ta­mos afron­tar des­de una cla­ra pers­pec­ti­va de cla­se. El siguien­te aná­li­sis inten­ta resu­mir las ideas y con­clu­sio­nes que el encuen­tro nos dio la opor­tu­ni­dad de com­par­tir y reflexionar.

El papel de la subor­di­na­ción de la mujer en la domi­na­ción capitalista

Es una labor impor­tan­te des­ci­frar cuá­les han sido los pro­ce­sos his­tó­ri­cos que han hecho que (por lo menos) cier­tas socie­da­des huma­nas cono­ci­das ten­gan rela­cio­nes de domi­na­ción en base al sexo. Ras­trear el pro­ce­so his­tó­ri­co de trans­for­ma­ción de la divi­sión sexual del tra­ba­jo en la tran­si­ción del feu­da­lis­mo al capi­ta­lis­mo nos ayu­da en la inves­ti­ga­ción de las fun­cio­nes que hoy cum­ple. Este pro­ce­so que ope­ra sobre un pro­ce­so amplio de expro­pia­ción de bie­nes comu­na­les, para la crea­ción de un mer­ca­do de tra­ba­ja­do­res libres, no se olvi­da de la capa­ci­dad repro­duc­ti­va de la mujer como pie­za cla­ve del pro­ce­so. El con­trol de la repro­duc­ción bio­ló­gi­ca ubi­ca a las muje­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra en una situa­ción de des­po­se­sión del con­trol de su pro­pio cuer­po redu­ci­do a la cate­go­ría de repro­duc­to­ra. La repro­duc­ción bio­ló­gi­ca pasa a ser un pro­ce­so socio­cul­tu­ral deter­mi­na­do por la ley de acu­mu­la­ción del capi­tal en base a sus nece­si­da­des de fuer­za de tra­ba­jo. Para ello se dota de dife­ren­tes meca­nis­mos, de los cua­les cabe des­ta­car la nega­ción de la sexua­li­dad no repro­duc­ti­va de la mujer y su pla­cer. O, mejor dicho, el pla­cer no some­ti­do al pro­ce­so que no sea ni repro­duc­ti­vo, ni mer­can­til (pros­ti­tu­ción, pornografía).

Con­tra­ria­men­te a la reduc­ción de las muje­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra a su papel de «amas de casa», des­de sus ini­cios, el capi­tal no las ha des­pre­cia­do como fuer­za de tra­ba­jo, pero subor­di­na­da a las nece­si­da­des his­tó­ri­cas de gene­rar más fuer­za de tra­ba­jo. La inser­ción selec­ti­va en el mer­ca­do de tra­ba­jo, como meca­nis­mo de pre­sión a la baja de los sala­rios, en rela­ción con lo ante­rior retro­ali­men­ta el hecho de que las muje­res asa­la­ria­das sean pro­le­ta­rias de segun­da, atra­pa­das en la lógi­ca del tra­ba­jo domés­ti­co no mer­can­til y el asa­la­ria­do. La divi­sión sexual del tra­ba­jo legí­ti­ma que las muje­res obre­ras sean con­tra­ta­das en tra­ba­jos infra­va­lo­ra­dos y en peo­res con­di­cio­nes. Hay que hablar de la con­cen­tra­ción de mano de obra mayor­men­te feme­ni­na en sec­to­res de tra­ba­jos no cua­li­fi­ca­dos como ser­vi­cios de salud y cui­da­do de per­so­nas, que cobran los sala­rios más bajos de todo el aba­ni­co de sala­rios medios por ocu­pa­cio­nes. A esto hay que aña­dir­le que el empleo a tiem­po par­cial se está con­vir­tien­do en una de las carac­te­rís­ti­cas más gene­ra­li­za­das en las con­di­cio­nes de tra­ba­jo de las muje­res tra­ba­ja­do­ras, sien­do la ganan­cia de este un 30% infe­rior a la de los empleos a tiem­po com­ple­to. De igual mane­ra cabe men­cio­nar las barre­ras labo­ra­les y ries­gos labo­ra­les espe­cí­fi­cos aso­cia­dos a la «con­di­ción de mujer»: bien por la con­for­ma­ción social del géne­ro (aco­so labo­ral), bien por la noción de mer­can­cía sexual (aco­so sexual) o bien por el idea­rio acer­ca del cui­da­do (ser madre como barre­ra de entra­da o deva­lua­ción pro­fe­sio­nal por pro­yec­ción de «fal­ta de impli­ca­ción»). Todo esto da pie a crear una sub­je­ti­vi­dad eco­nó­mi­ca feme­ni­na, que hace que su fuer­za de tra­ba­jo sea más bara­ta, aumen­tan­do el plus­va­lor absoluto.

Todo esto ha teni­do que ir de la mano de un cli­ma ideo­ló­gi­co ade­cua­do de sos­te­ni­mien­to de la infe­rio­ri­dad social que legi­ti­ma este pro­ce­so de subor­di­na­ción, que según la corre­la­ción de fuer­zas, ha ido más apo­ya­da en meca­nis­mos extra­mer­can­ti­les (la igle­sia, por ejem­plo) o pura­men­te mer­can­ti­les: miso­gi­nia del apa­ra­to jurí­di­co y admi­nis­tra­ti­vo, ses­go andro­cén­tri­co de los estu­dios, pre­sión cosi­fi­can­te sobre las muje­res como obje­tos de con­su­mo o repro­duc­ción de meca­nis­mos dis­ci­pli­na­rios den­tro de la cla­se obre­ra, como la vio­len­cia machis­ta. Todo esto ha hecho que la mujer sea un suje­to de segun­da en todos los nive­les de la reali­dad social, sien­do esto una cues­tión estra­té­gi­ca para la bur­gue­sía: deja sin capa­ci­da­des polí­ti­cas a una par­te muy impor­tan­te de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, ralen­ti­zan­do con­ti­nua­men­te un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio por par­te del proletariado.

Estos pila­res tuvie­ron un impac­to polí­ti­co direc­to en la con­for­ma­ción his­tó­ri­ca de la cla­se tra­ba­ja­do­ra inter­na­cio­nal, como ya hemos men­cio­na­do por medio de esta­ble­ci­mien­to de jerar­quías y meca­nis­mos dis­ci­pli­na­rios inter­nos dife­ren­cia­les. Pro­ce­sos opre­si­vos dife­ren­cia­les que si no se arti­cu­lan polí­ti­ca­men­te des­de un pris­ma uni­ta­rio, desem­bo­can en una bre­cha polí­ti­ca que prio­ri­za la com­pe­ti­ción entre los dife­ren­tes nive­les de mise­ria den­tro del pro­le­ta­ria­do inter­na­cio­nal al tiem­po que se invi­si­bi­li­za quién se bene­fi­cia de esta estratificación.

Femi­nis­mo, ¿Pro­duc­to moral para el con­su­mo de masas o fren­te de lucha de clases?

El flo­re­ci­mien­to del capi­ta­lis­mo en el siglo XIX, las con­di­cio­nes socio­eco­nó­mi­cas que se esta­ban desa­rro­llan­do y la inca­pa­ci­dad (por su pro­pia esen­cia) de cum­plir las con­sig­nas de “liber­tad, fra­ter­ni­dad e igual­dad” para los hom­bres y las muje­res que la revo­lu­ción fran­ce­sa había pues­to sobre la mesa, hicie­ron posi­ble el sur­gi­mien­to del movi­mien­to femi­nis­ta. Pero la cues­tión impres­cin­di­ble es que la trans­for­ma­ción que el capi­ta­lis­mo tra­jo en la con­di­ción obje­ti­va de la mujer, esto es, la inte­gra­ción masi­va de la mujer en el tra­ba­jo asa­la­ria­do, creo la cues­tión moder­na de la mujer, crean­do posi­cio­nes anta­gó­ni­cas entre ellas: mien­tras que el femi­nis­mo tuvo como obje­ti­vo la inte­gra­ción de la mujer en la ciu­da­da­nía uni­ver­sal, las muje­res pro­le­ta­rias tenían la inten­ción de con­se­guir las capa­ci­da­des para revo­lu­cio­nar la reali­dad social en su totalidad.

Podría­mos decir que el femi­nis­mo como ideo­lo­gía se crea con el obje­ti­vo de con­se­guir la igual­dad for­mal de la mujer en el mar­co capi­ta­lis­ta, hacien­do un lla­ma­mien­to a la cate­go­ría “mujer” de mane­ra abs­trac­ta. En el momen­to en el que el anta­go­nis­mo de cla­se des­apa­re­ce y la mujer bur­gue­sa se con­vier­te en alia­da, el enemi­go se dis­tor­sio­na. Por un lado, se impo­si­bi­li­ta tra­ba­jar la cues­tión de la mujer tra­ba­ja­do­ra: es sabi­do que en toda estra­te­gia inter­cla­sis­ta, en algún momen­to de su desa­rro­llo, los intere­ses de los pro­pie­ta­rios del poder se super­po­nen a los de la cla­se domi­na­da. Por otro lado, el hom­bre se con­vier­te en enemi­go polí­ti­co, divi­dien­do de esa mane­ra la cla­se y per­dien­do la capa­ci­dad de mejo­ra de las con­di­cio­nes sociales.

La estra­te­gia pro­pues­ta lucha por refor­mas par­cia­les, con las cua­les con­si­gue como mucho la inte­gra­ción de las capas de la cla­se media feme­ni­na al Esta­do. Al tra­ba­jar la cues­tión feme­ni­na de for­ma uni­la­te­ral a la tota­li­dad, el pro­ble­ma no des­apa­re­ce, solo cam­bia de for­ma: ejem­plo de ello es que algu­nas muje­res (las de cla­se media) han teni­do la opción de librar­se de la car­ga de los tra­ba­jos domés­ti­cos, deján­do­los en manos de las muje­res más pro­le­ta­ri­za­das, que los hacen aho­ra de mane­ra mer­can­ti­li­za­da. De esa mane­ra, se per­pe­túa la divi­sión sexual del tra­ba­jo y ade­más, el capi­tal con­vier­te un área has­ta enton­ces no mer­can­ti­li­za­da en una rela­ción basa­da en el valor de cam­bio, esto es, un espa­cio basa­do en la explotación.

No pode­mos negar que el femi­nis­mo ha toma­do diver­sas for­mas con el paso de los años. Son muchas las corrien­tes que se han desa­rro­lla­do en torno a esta ideo­lo­gía, las cua­les deben ser estu­dia­das en pro­fun­di­dad y de mane­ra crí­ti­ca, para poder sacar apren­di­za­jes polí­ti­cos. Aun y todo, podría­mos decir que ha que­da­do en evi­den­cia, sobre todo des­de los años 1960 – 70 con el desar­me ideo­ló­gi­co con­tra el mar­xis­mo, la inca­pa­ci­dad de cam­bio real como con­se­cuen­cia de la ten­den­cia hacia la par­cia­li­za­ción e indi­vi­dua­li­za­ción de las luchas, crean­do así la posi­bi­li­dad para elu­dir la lucha de cla­ses, al liqui­dar el mar­co de totalidad.

La lucha pro­le­ta­ria en el cam­po de la mujer tra­ba­ja­do­ra: ele­men­tos estra­té­gi­cos y tácticos

Des­de un pun­to de vis­ta mar­xis­ta, para supe­rar los pro­ble­mas de las muje­res opri­mi­das y explo­ta­das, debe­mos de tener una con­cep­ción cien­tí­fi­ca del mun­do, pero la con­cep­ción del mun­do no es el cono­ci­mien­to de cual­quie­ra de sus par­tes, sino el cono­ci­mien­to del mun­do en su con­jun­to. En este caso, hemos teni­do la opción de expo­ner la fun­ción que cum­ple la subor­di­na­ción de la mujer tra­ba­ja­do­ra en la arti­cu­la­ción del poder bur­gués, en la domi­na­ción capi­ta­lis­ta como tota­li­dad. Cla­ra­men­te, can­ce­lar la fun­ción que cum­ple exi­ge de una estra­te­gia que pue­da ter­mi­nar con el con­jun­to del sis­te­ma e implan­tar una for­ma de orga­ni­za­ción social don­de las opre­sio­nes no cum­plan nin­gu­na función.

Lo ante­rior impli­ca la nece­si­dad de cons­truir el suje­to de cla­se en todas sus dimen­sio­nes, luchan­do así con­tra todas las bre­chas exis­ten­tes. De esa mane­ra, es inevi­ta­ble unir a las muje­res a la lucha de cla­ses y eso exi­ge conec­tar con la volun­tad inme­dia­ta de esas masas, esto es, ver cuá­les son las nece­si­da­des del día a día de las muje­res pro­le­ta­rias y con­se­guir unir sus nece­si­da­des inme­dia­tas con la revo­lu­ción. Es decir, debe­mos mejo­rar su situa­ción actual y orien­tar esas luchas a aumen­tar su con­cien­cia de cla­se y unir­las a la lucha socialista.

El obje­ti­vo cla­ra­men­te debe de ser la edu­ca­ción polí­ti­ca estra­té­gi­ca de la gen­te con la que cola­bo­ra­mos, con las masas pro­le­ta­rias, con las muje­res tra­ba­ja­do­ras. Y eso como veni­mos dicien­do es un tra­ba­jo de com­pro­ba­ción median­te la prác­ti­ca polí­ti­ca: demos­trar que los cam­bios que impli­ca el socia­lis­mo son bue­nos y nece­sa­rios para la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Eso impli­ca que las luchas que vaya­mos plan­tean­do sean reales en cuan­to a las capa­ci­da­des que ten­ga­mos en cada momento.

Ese pro­ce­so nos dará la capa­ci­dad de poder jus­ti­fi­car que la hipó­te­sis sin­di­cal es váli­da, siem­pre que vaya uni­da a un pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. En otras pala­bras, las refor­mas solo valen para mejo­rar las con­di­cio­nes de lucha. En efec­to, debe­mos ir con­fron­tan­do a la bur­gue­sía, a sus figu­ras con­cre­tas y las figu­ras de cola­bo­ra­ción que exis­ten den­tro del pro­le­ta­ria­do, para que en un futu­ro, el incre­men­to de con­cien­cia de cla­se y esa acu­mu­la­ción de fuer­zas haga posi­ble com­ba­tir a la bur­gue­sía cada vez a mayor esca­la. Solo median­te este pro­ce­so de lucha es posi­ble edu­car al pro­le­ta­ria­do, para que entien­da que es con­di­ción indis­pen­sa­ble que tome el poder a esca­la nacio­nal e inter­na­cio­nal para supe­rar su situa­ción de subordinación.

Evi­den­te­men­te, lo men­cio­na­do has­ta aho­ra, requie­re de la for­ma orga­ni­za­ti­va que ten­ga la capa­ci­dad de cum­plir ese obje­ti­vo. A saber, el poder pro­le­ta­rio orga­ni­za­do fren­te al poder bur­gués o el par­ti­do comu­nis­ta: la uni­dad tác­ti­ca que dé pie a res­pon­der de mane­ra simul­tá­nea y homo­gé­nea en todos los fren­tes. No obs­tan­te, esto tie­ne como pre­con­di­ción una uni­dad estra­té­gi­ca en la que se asu­ma la estra­te­gia socia­lis­ta y eso de pie a una arti­cu­la­ción de todos los fren­tes. De esa mane­ra, debe­mos de ana­li­zar cua­les son los meca­nis­mos reales que pue­dan ter­mi­nar con las expre­sio­nes con­cre­tas de la opre­sión. Será indis­pen­sa­ble crear las herra­mien­tas nece­sa­rias para poder tra­ba­jar con las masas de muje­res pro­le­ta­rias y hacer­les ver la nece­si­dad de una for­ma orga­ni­za­ti­va más desa­rro­lla­da y per­fec­cio­na­da que ten­ga la capa­ci­dad de ter­mi­nar con su situa­ción de opresión.

En cuan­to a las líneas de tra­ba­jo con­cre­tas y las for­mas de hacer­les fren­te, son solu­cio­nes que tene­mos que empe­zar a bus­car e inves­ti­gar con urgen­cia de mane­ra colec­ti­va. Lo que está cla­ro es que deben de tener una rei­vin­di­ca­ción cla­ra de la noción revo­lu­cio­na­ria como noción valio­sa, para pre­ve­nir­nos de moda­li­da­des socio-libe­ra­les o social­de­mó­cra­tas, que ter­mi­nan sien­do medi­das dis­trac­to­ras. Para ello, será impres­cin­di­ble com­ba­tir por la vía dis­cur­si­va y sobre todo prac­ti­ca el inter­cla­sis­mo, fomen­tan­do una mili­tan­cia inte­gral y usan­do la peda­go­gía del ejemplo. 

Jato­rria /​Ori­gen

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