Amé­ri­ca Lati­na. Covid-19: El des­man­te­la­mien­to de la salud públi­ca, y las per­so­nas más vulnerables

Álva­ro Ver­zi Ran­gel /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​29 de mar­zo de 2020

En Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be afron­ta­mos la cri­sis del sis­te­ma, don­de las pro­pues­tas para enfren­tar la pan­de­mia no sig­ni­fi­can lo mis­mo para unos que para otros: ampli­fi­can las dife­ren­cias, con­tri­bu­yen a la mar­gi­na­li­dad y la vul­ne­ra­bi­li­dad y des­nu­dan el cos­to del des­man­te­la­mien­to neo­li­be­ral de la salud pública.

El sen­ci­llo men­sa­je Lavar­se las manos fre­cuen­te­men­te es para muchas fami­lias más que con­se­jo, una ilu­sión o bur­la, en una región don­de el 40% de hoga­res care­ce de acce­so a agua pota­ble en sus casas.

¿Alguien se pre­gun­tó cómo sufren el Qué­da­te en casa aque­llas fami­lias que habi­tan en haci­na­mien­to de pocos metros cua­dra­dos, don­de viven, duer­men, coci­nan? Estas pala­bras como cua­ren­te­na, con­fi­na­mien­to, ais­la­mien­to, care­cen de sen­ti­do para quie­nes encuen­tran en la calle, en la vere­da de sus pobla­cio­nes mar­gi­na­les, la úni­ca posi­bi­li­dad de sobrevivir.

Solo una par­te de la pobla­ción tie­ne idea de lo que real­men­te pasa. La infor­ma­ción no lle­ga a mucha gen­te, sobre todo a la pobla­ción pobre. Los medios hege­mó­ni­cos están más intere­sa­dos en el impac­to bur­sá­til que en el impac­to social de la pandemia.

Algu­nos rela­tos perio­dís­ti­cos sobre la enfer­me­dad y su difu­sión, fun­da­men­tal­men­te en redes socia­les y otras pla­ta­for­mas, se han trans­for­ma­do en armas fun­cio­na­les a la bata­lla que Esta­dos Uni­dos ha lan­za­do para no per­der su hege­mo­nía económica.

Sin embar­go, este fenó­meno, el de las noti­cias fal­sas ins­pi­ra­das en las usi­nas del gran capi­tal que mane­ja los medios hege­mó­ni­cos y las redes socia­les, no es un hecho ais­la­do, tam­po­co nue­vo. Hoy es el coro­na­vi­rus, maña­na será otro el tema a mani­pu­lar. En la gue­rra eco­nó­mi­ca, la bata­lla ideo­ló­gi­ca-cul­tu­ral es estratégica.

La expan­sión de la pan­de­mia es una ame­na­za real, con posi­bles con­se­cuen­cias desas­tro­sas sobre la salud de la pobla­ción en vul­ne­ra­bi­li­dad. En la actua­li­dad, alre­de­dor de 190 millo­nes de lati­no­ame­ri­ca­nos viven en situa­ción de pobre­za y 65 millo­nes en situa­ción de pobre­za extrema.

La eco­no­mía en nues­tros paí­ses se va a para­li­zar, el mun­do entra­rá en rece­sión. El virus cir­cu­la en el movi­mien­to del capi­tal y dete­ner el virus sig­ni­fi­ca dete­ner el capi­tal. Y se nece­si­ta deci­sión polí­ti­ca para hacer­lo. Difí­cil­men­te lo pue­da hacer un país ais­la­da­men­te. Aho­ra se pue­de enten­der mejor los esfuer­zos de Washing­ton por sepul­tar los orga­nis­mos de inte­gra­ción de la región, como Mer­co­sur, Una­sur, Celac.

Hay y habrá ten­sio­nes socia­les sobre quie­nes pagan la fac­tu­ra de la cri­sis eco­nó­mi­ca, y lo que se debe evi­tar es que esta situa­ción recai­ga sobre los tra­ba­ja­do­res y esta vez la paguen los due­ños de los ban­cos y de la deu­da externa.

En toda la región, hay más de cin­co millo­nes de niños con des­nu­tri­ción cró­ni­ca, y la mayor par­te tam­bién viven en zonas rura­les. En Gua­te­ma­la, Hon­du­ras, Méxi­co, Nica­ra­gua, Pana­má y Perú, más de las mitad de los peque­ños que viven en el cam­po no come lo suficiente.

Y enton­ces, uno se pre­gun­ta –por ejem­plo- por­qué hay ham­bre en Argen­ti­na si el país pro­du­ce comi­da para 440 millo­nes de per­so­nas, diez veces su población.

Muchos gobier­nos de la región han adop­ta­do la cua­ren­te­na y la res­tric­ción par­cial de movi­li­dad, que obvia­men­te no tie­ne en cuen­ta la nece­si­dad de salir de los tra­ba­ja­do­res for­za­dos por los empre­sa­rios y el tra­ba­jo informal.

En varios paí­ses ya han pues­to en mar­cha medi­das como mora­to­ria de pago de alqui­le­res, luz, agua y tele­fo­nía; bonos o ren­tas soli­da­rias duran­te el tiem­po que dure la cri­sis para per­so­nas afec­ta­das o para toda la pobla­ción en situa­ción de vul­ne­ra­bi­li­dad, apo­yo a peque­ñas empre­sas y eco­no­mía infor­mal y a la pro­duc­ción y comer­cia­li­za­ción de peque­ños cam­pe­si­nos, para que sigan garan­ti­zan­do la alimentación.

La salud no es pública

La des­igual­dad y los altos cos­tos de ser­vi­cios médi­cos, son de los mayo­res pro­ble­mas de Amé­ri­ca Lati­na con res­pec­to a la salud, ade­más de la poca inver­sión guber­na­men­tal que no supera el 6 por cien­to del ingre­so de las nacio­nes, tal como lo esta­ble­ce la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS).

El pro­ble­ma gra­ve que tene­mos en casi toda la región, ade­más de la des­igual­dad social, es un sis­te­ma de salud raquí­ti­co y muy pri­va­ti­za­do. Es el Esta­do el que hoy debe inter­ve­nir y admi­nis­trar toda la red hos­pi­ta­la­ria, inclui­da la pri­va­da, y con­tra­tar direc­ta y abre­via­da­men­te la ade­cua­ción para la epi­de­mia en todo hos­pi­tal o clí­ni­ca aban­do­na­do o cerrado.

Ante la pan­de­mia y pese a las pri­va­ti­za­cio­nes, hoy es el Esta­do quien debe hacer com­pras masi­vas de equi­pos médi­cos, camas de cui­da­dos inten­si­vos, apa­ra­tos de ayu­da res­pi­ra­to­ria, medi­ci­nas como la clo­ro­qui­na y el inter­fe­rón, que se hace en Cuba. Debe usar hote­les para aten­der enfer­mos y sepa­rar­los de los demás.

La Orga­ni­za­ción Pan­ame­ri­ca­na de la Salud (OPS) advier­te que el 30 por cien­to de la pobla­ción en Amé­ri­ca Lati­na y El Cari­be no tie­ne acce­so a la salud públi­ca gra­tui­ta y sólo cua­tro paí­ses de la región –Cuba (invier­te más del 28 por cien­to de sus ingre­sos en asis­ten­cia médi­ca social), Cos­ta Rica, Uru­guay y Pana­má- cum­plían un lus­tro atrás con los están­da­res de inver­sión esta­ble­ci­dos por el organismo.

Las con­di­cio­nes geo­grá­fi­cas, la poca inver­sión de algu­nos gobier­nos en mate­ria de vacu­na­ción y pre­ven­ción de enfer­me­da­des impi­den que per­so­nas empo­bre­ci­das reci­ban aten­ción médi­ca, por su alto cos­to. Ade­más, per­sis­ten impe­di­men­tos demo­grá­fi­cos para los tras­la­dos en zonas rura­les o de difí­cil acce­so, así como la ausen­cia de cen­tros de salud rura­les equi­pa­dos para per­so­nas de esca­sos recursos.

Para la OPS, la salud públi­ca inclu­ye sis­te­mas de salud públi­cos (hos­pi­ta­les y con­sul­to­rios rura­les), vacu­na­ción, cober­tu­ra en mater­ni­dad, sis­te­ma de pre­ven­ción con­trol y tra­ta­mien­to de enfer­me­da­des (como el VIH y cán­cer), dota­ción de equi­pos médi­cos de alta tec­no­lo­gía, desa­rro­llar la inves­ti­ga­ción cien­tí­fi­ca sobre los avan­ces en medicina.

Del 50 por cien­to de las muer­tes por mater­ni­dad en Lati­noa­mé­ri­ca, más del 20 por cien­to son repor­ta­das en regio­nes rura­les de menor desa­rro­llo. El bajo índi­ce de inver­sión en salu­bri­dad pre­va­le­ce en la mayo­ría de las nacio­nes, entre las que des­ta­can Hon­du­ras, Argen­ti­na y Haití.

  • La pan­de­mia trae algu­nas reflexiones:
  1. La ola neo­li­be­ral dise­ña­da en Esta­dos Uni­dos y pues­ta en mar­cha en nues­tra región por gobier­nos neo­li­be­ra­les (tan­to de fuer­za como elec­tos) ha des­man­te­la­do los sis­te­mas de salud públi­cos, en pro­ve­cho de las ganan­cias del sec­tor privado.
  2. Siguien­do el nega­cio­nis­mo que inten­ta­ra el gobierno de Esta­dos Uni­dos, varios paí­ses de la región, con gobier­nos neo­li­be­ra­les, han demo­ra­do la pues­ta en mar­cha de medi­das de ais­la­mien­to, con­de­nan­do a un even­tual geno­ci­dio. Es el caso de Bra­sil, de Uru­guay, de Chi­le, de Colom­bia, don­de la ciu­da­da­nía pide urgen­tes medi­das con­tra el virus ‑con cace­ro­la­zos en las noches- son los movi­mien­tos sin­di­ca­les y socia­les quie­nes salen en auxi­lio de la pobla­ción más necesitada.
  3. En nues­tra región se veri­fi­ca una rápi­da regre­sión del cua­dro social don­de el ham­bre se ha con­ver­ti­do en la peli­gro­sa pan­de­mia que afec­ta prin­ci­pal­men­te a los niños y la pobre­za afec­ta al 40% de la pobla­ción, lo que hace nece­sa­rio apli­car una sali­da redis­tri­bu­ti­va de la rique­za, don­de el con­trol públi­co sobre ali­men­tos, agua y ener­gía es cla­ve para tran­si­tar hoy la emer­gen­cia sani­ta­ria y lue­go con­du­cir la recu­pe­ra­ción productiva.
  4. Esta situa­ción de emer­gen­cia abre tam­bién carri­les para dis­cu­tir el papel del Esta­do, que en muchos de nues­tros paí­ses se ha con­ver­ti­do en un meca­nis­mo de repro­duc­ción y amplia­ción de las ganan­cias de las gran­des empresas.
  5. Es hora de repen­sar la pers­pec­ti­va extrac­ti­vis­ta, pro­duc­ti­vis­ta y con­su­mis­ta cuan­do se hace nece­sa­rio sal­va­guar­dar al con­jun­to de la socie­dad, a garan­ti­zar su ali­men­ta­ción, su acce­so a recur­sos bási­cos como el agua (a la que no tie­nen acce­so un alto por­cen­ta­je de la pobla­ción) y la ener­gía, y en par­ti­cu­lar a mejo­rar y coor­di­nar el sis­te­ma de salud. Y como en todas las rela­cio­nes socia­les, las situa­cio­nes fren­te a la pan­de­mia tie­nen un ses­go de clase.

Cui­dar la vida pro­pia y la de los demás es el acto de soli­da­ri­dad más gran­de. El virus se derro­ta con la soli­da­ri­dad, que debe ser el prin­ci­pal valor de nues­tras sociedades.

* Soció­lo­go vene­zo­lano, Codi­rec­tor del Obser­va­to­rio en Comu­ni­ca­ción y Demo­cra­cia y del Cen­tro Lati­no­ame­ri­cano de Aná­li­sis Estra­té­gi­co.

Itu­rria /​Fuen­te

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