Ren­ta Bási­ca Ciu­da­da­na y pro­gra­ma socialista

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Intro­duc­ción

La deman­da de que se esta­blez­ca una «Ren­ta Bási­ca Ciu­da­da­na» goza de una exten­di­da acep­ta­ción, no solo entre la izquier­da refor­mis­ta, sino tam­bién en algu­nos gru­pos mar­xis­tas, que la han incor­po­ra­do a sus pro­gra­mas. Es que para el sen­ti­do común la RBC sue­na «socia­lis­ta». Sin embar­go, en la tra­di­ción del socia­lis­mo revo­lu­cio­na­rio no se plan­tea­ba esa deman­da, sino el dere­cho y la obli­ga­ción de tra­ba­jar para todas las per­so­nas en capa­ci­dad y edad de hacer­lo. Lo cual venía a sig­ni­fi­car que en una socie­dad socia­lis­ta nadie debe­ría vivir a cos­ti­llas del tra­ba­jo de otros.

Dedi­co enton­ces esta entra­da a dis­cu­tir estas cues­tio­nes. Lo que sigue es una amplia­ción de lo expre­sa­do en el capí­tu­lo «Refor­mis­mo y mar­xis­mo», con el que con­tri­buí al libro Qué ense­ña la eco­no­mía mar­xis­ta. 200 años de Marx, Die­go Gue­rre­ro y Maxi Nie­to (eds.), Bar­ce­lo­na, Vie­jo Topo, 2018.

La pro­pues­ta de la RBC, dere­cho al tra­ba­jo y obli­ga­ción de trabajar

La pro­pues­ta de la RBC con­sis­te en esta­ble­cer un ingre­so paga­do por el Esta­do a toda per­so­na mayor de 18 años, tra­ba­je o no de mane­ra remu­ne­ra­da. Se pro­po­ne que el mis­mo esté jus­to por enci­ma del nivel de pobre­za, y que se finan­cie con un impues­to. El obje­ti­vo decla­ra­do es pro­por­cio­nar a toda per­so­na mayor de edad un umbral míni­mo de bien­es­tar, sin impor­tar su con­tri­bu­ción al pro­duc­to social. Se sos­tie­ne que la RBC for­ta­le­ce­ría el con­su­mo y la pro­duc­ción, en detri­men­to del capi­tal finan­cie­ro; refor­za­ría las liber­ta­des de los indi­vi­duos y la uni­dad de la cla­se obre­ra; y supon­dría una caja de resis­ten­cia para huel­gas y luchas de los tra­ba­ja­do­res (véa­se AA.VV., 2013).

Dejo aho­ra de lado si es posi­ble que el Esta­do capi­ta­lis­ta soco­rra a las cajas de resis­ten­cia y huel­gas obre­ras con­tra los capi­ta­lis­tas, para cen­trar­me en la cues­tión de si la RBC debe ser una deman­da pro­gra­má­ti­ca a cum­plir por un futu­ro gobierno socia­lis­ta revo­lu­cio­na­rio. Con otras pala­bras, la pre­gun­ta es si la RBC pue­de orien­tar la polí­ti­ca, pro­pa­gan­da y crí­ti­ca de los socia­lis­tas bajo el régi­men capitalista.

En ese res­pec­to, el pri­mer y más gra­ve pro­ble­ma que pre­sen­ta la RBC es el que Marx seña­la­ba en los pro­gra­mas de los socia­lis­tas ricar­dia­nos, o de Proudhon, a saber, que no cues­tio­na la rela­ción de explo­ta­ción sub­ya­cen­te al repar­to pro­pues­to. Es que la rique­za que se pre­ten­de dis­tri­buir es «rique­za de la bur­gue­sía», y por eso mis­mo supo­ne la explo­ta­ción del tra­ba­jo (véa­se Marx, 1981, p. 81). Sin embar­go, la RBC que­da al nivel de las rela­cio­nes de dis­tri­bu­ción, sin afec­tar a la rela­ción de pro­duc­ción fun­da­men­tal. Algo per­fec­ta­men­te asi­mi­la­ble (la cues­tión es la dosis) por el sis­te­ma bur­gués. Des­pués de todo, los Esta­dos capi­ta­lis­tas con fre­cuen­cia dan algún ali­men­to a sus pobres (véa­se el siguien­te párra­fo), sin que por ello se vea afec­ta­da, en algún sen­ti­do sus­tan­cial, la explo­ta­ción del trabajo.

Lo ante­rior expli­ca por qué Marx cri­ti­có «el dere­cho a la asis­ten­cia» que pro­cla­mó la Cons­ti­tu­ción fran­ce­sa de 1848, en lugar del «dere­cho al tra­ba­jo», que figu­ra­ba en su pri­mer pro­yec­to (redac­ta­do antes de las jor­na­das de junio). Es que la deman­da del «dere­cho al tra­ba­jo», expli­ca­ba Marx, resu­mía, aun­que de for­ma tor­pe, «las rei­vin­di­ca­cio­nes revo­lu­cio­na­rias del pro­le­ta­ria­do». Sin embar­go, en la segun­da redac­ción de la Cons­ti­tu­ción «el dere­cho al tra­ba­jo» se con­ver­tía «en el dere­cho a la asis­ten­cia públi­ca, y ¿qué Esta­do moderno no ali­men­ta, en una u otra for­ma, a sus pobres? El dere­cho al tra­ba­jo es, en el sen­ti­do bur­gués, un con­tra­sen­ti­do, un mez­quino deseo pia­do­so, pero detrás del dere­cho al tra­ba­jo está el poder sobre el capi­tal, y detrás del poder sobre el capi­tal la apro­pia­ción de los medios de pro­duc­ción, su sumi­sión a la cla­se obre­ra aso­cia­da, y, por con­si­guien­te, la abo­li­ción tan­to del tra­ba­jo asa­la­ria­do como del capi­tal y de sus rela­cio­nes mutuas. Detrás del dere­cho al tra­ba­jo esta­ba la revo­lu­ción de Junio. La Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te, que de hecho había colo­ca­do al pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio fue­ra de la ley, tenía, por prin­ci­pio, que excluir esta fór­mu­la de la Cons­ti­tu­ción, ley de las leyes; tenía que poner su ana­te­ma sobre el dere­cho al tra­ba­jo» (Marx, 2015, p. 81; énfa­sis agre­ga­do). En lugar de asis­ten­cia­lis­mo bur­gués, que per­pe­túa la suje­ción de los des­po­seí­dos a la cla­se capi­ta­lis­ta y su Esta­do, Marx rei­vin­di­ca aquí una con­sig­na –el dere­cho al tra­ba­jo– que, en su con­te­ni­do apun­ta a la abo­li­ción del sis­te­ma de tra­ba­jo asalariado.

Una con­se­cuen­cia del enfo­que mar­xis­ta enton­ces es que antes de «repar­tir la tor­ta», hay que pre­gun­tar­se quié­nes y cómo pro­du­je­ron esa «tor­ta». Y no es posi­ble elu­dir este inte­rro­gan­te sin infrin­gir los pro­cla­ma­dos idea­les de «jus­ti­cia». Por ejem­plo, si se apli­ca­ra la RBC, ¿con qué argu­men­to se jus­ti­fi­ca que el señor A, que vive de ren­tas (por caso, por­que tie­ne en alqui­ler inmue­bles de su pro­pie­dad) reci­ba la RBC que tie­ne como ori­gen la explo­ta­ción del tra­ba­ja­dor B? ¿Qué con­te­ni­do pro­gre­sis­ta tie­ne un pro­gra­ma de este tipo?

Ejem­plos toma­dos de la tra­di­ción socialista

Uno de los obje­ti­vos que per­si­go con el blog es res­ca­tar tra­di­cio­nes del socia­lis­mo revo­lu­cio­na­rio que hoy están sofo­ca­das por tone­la­das de socia­lis­mo bur­gués refor­mis­ta. Es lo que ocu­rre con la obli­ga­ción de tra­ba­jar, una deman­da que ya figu­ra­ba en el Mani­fies­to Comu­nis­ta: el pun­to 8 del pro­gra­ma que debe­ría apli­car la cla­se obre­ra des­de el poder, dice: «Tra­ba­jo obli­ga­to­rio para todos, orga­ni­za­ción de ejér­ci­tos indus­tria­les, par­ti­cu­lar­men­te para la agricultura».

En el mis­mo sen­ti­do, en su Crí­ti­ca del Pro­gra­ma de Gotha, lue­go de cri­ti­car la afir­ma­ción de que el tra­ba­jo es la fuen­te de toda rique­za, Marx sos­tie­ne que, en cual­quier caso, la con­clu­sión que debe­ría figu­rar en el pro­gra­ma era que, «como el tra­ba­jo es la fuen­te de toda rique­za, nadie en la socie­dad pue­de adqui­rir rique­za que no sea pro­duc­to del tra­ba­jo. Si, por lo tan­to, no tra­ba­ja él mis­mo, es que vive del tra­ba­jo ajeno y adquie­re tam­bién su cul­tu­ra a cos­ta del tra­ba­jo de otros» (énfa­sis añadido).

Más ade­lan­te cita la par­te del pro­gra­ma que afir­ma que «el fru­to ínte­gro del tra­ba­jo per­te­ne­ce por igual a todos los miem­bros de la socie­dad» y pre­gun­ta: «¿Todos los miem­bros de la socie­dad?» ¿Tam­bién los que no tra­ba­jan?» Por supues­to, Marx con­tem­pla­ba que la socie­dad debe­ría sos­te­ner a los inca­pa­ci­ta­dos para tra­ba­jar. Pero el cri­te­rio gene­ral era que todas las per­so­nas con capa­ci­dad de tra­ba­jar debían hacer­lo. Lo cual es con­sus­tan­cial a un modo de pro­duc­ción en que cada pro­duc­tor entre­ga a la socie­dad su cuo­ta indi­vi­dual de tra­ba­jo. Escri­be Marx: «[…] el tiem­po indi­vi­dual de tra­ba­jo de cada pro­duc­tor por sepa­ra­do es la par­te de la jor­na­da social de tra­ba­jo que él apor­ta, su par­ti­ci­pa­ción en ella. La socie­dad le entre­ga un bono con­sig­nan­do que ha ren­di­do tal o cual can­ti­dad de tra­ba­jo (des­pués de des­con­tar lo que ha tra­ba­ja­do para el fon­do común), y con este bono saca de los depó­si­tos socia­les de medios de con­su­mo la par­te equi­va­len­te a la can­ti­dad de tra­ba­jo que rin­dió. La mis­ma can­ti­dad de tra­ba­jo que ha dado a la socie­dad bajo una for­ma, la reci­be de esta bajo otra dis­tin­ta». O sea, no hay con­su­mo gra­tis. El tra­ba­ja­dor reci­be «la mis­ma can­ti­dad de tra­ba­jo que ha dado a la socie­dad» (rea­li­za­das las deduc­cio­nes correspondientes).

De la mis­ma mane­ra, en La gue­rra civil en Fran­cia plan­tea que la domi­na­ción polí­ti­ca de los obre­ros «es incom­pa­ti­ble con la per­pe­tua­ción de su escla­vi­tud social», y agre­ga: «Eman­ci­pa­do el tra­ba­jo, todo hom­bre se con­vier­te en tra­ba­ja­dor, y el tra­ba­jo pro­duc­ti­vo deja de ser un atri­bu­to de cla­se» (p. 236, énfa­sis aña­di­do). Remar­co: si el tra­ba­jo pro­duc­ti­vo «deja de ser un atri­bu­to de cla­se» –y la obli­ga­ción de tra­ba­jar para esto es esen­cial– se derrum­ba el sis­te­ma de explo­ta­ción basa­do en el tra­ba­jo asalariado.

Por otra par­te, la idea de que todos, en una futu­ra socie­dad socia­lis­ta, ten­drán no solo dere­chos, sino tam­bién obli­ga­cio­nes, es afir­ma­da por Engels en sus «Obser­va­cio­nes al pro­gra­ma de Erfurt», de la social­de­mo­cra­cia ale­ma­na. Lue­go de seña­lar que la rei­vin­di­ca­ción fun­da­men­tal de los mar­xis­tas es la supre­sión de las cla­ses socia­les, pro­po­ne que en lugar de la for­mu­la­ción «por el dere­cho igual para todos», figu­ra­ra «por los dere­chos igua­les y los debe­res igua­les para todos». Agre­ga­ba: «Los debe­res igua­les son para noso­tros un com­ple­men­to impor­tan­te de los dere­chos igua­les demo­crá­ti­co-bur­gue­ses, que los pri­va de su sen­ti­do espe­cí­fi­ca­men­te bur­gués» (Engels, 1891; énfa­sis añadido).

El mis­mo cri­te­rio encon­tra­mos en Teo­rías de la plus­va­lía, cuan­do Marx comen­ta un folle­to anó­ni­mo, «The Sour­ce and Remedy of the Natio­nal Difi­cul­ties» (publi­ca­do en 1821). En este se afir­ma­ba que «una nación es en ver­dad rica cuan­do solo se tra­ba­jan seis horas y no doce… La rique­za… es tiem­po dis­po­ni­ble y nada más» (Marx, 1975, p. 210, t. 3). Escri­be Marx: «Esto pue­de sig­ni­fi­car aho­ra: Si todos tie­nen que tra­ba­jar, si des­apa­re­ce la con­tra­dic­ción entre los que deben tra­ba­jar dema­sia­do y quie­nes son ocio­sos ‑y esto, de cual­quier modo, sería el resul­ta­do de que el capi­tal deja­se de exis­tir, de que el pro­duc­to deja­ra de pro­por­cio­nar un títu­lo de dere­cho al sobre­tra­ba­jo ajeno- y si ade­más, se tie­ne en cuen­ta el desa­rro­llo de las fuer­zas pro­duc­ti­vas engen­dra­das por el capi­ta­lis­mo, la socie­dad pro­du­ci­rá la nece­sa­ria abun­dan­cia en seis horas, [pro­du­ci­rá] más de lo que aho­ra hace en doce, y por aña­di­du­ra todos ten­drán seis horas de «tiem­po dis­po­ni­ble», es decir, ver­da­de­ra rique­za…» (ibid., p. 211). Y unas líneas más ade­lan­tes: «Si el capi­tal deja de exis­tir, los obre­ros tra­ba­ja­rán seis horas sola­men­te y los ocio­sos ten­drán que tra­ba­jar la mis­ma can­ti­dad de tiem­po» (ibid., énfa­sis añadido).

De nue­vo, enfa­ti­zo: si todos tie­nen que tra­ba­jar, des­apa­re­ce la con­tra­dic­ción entre los que tie­nen que tra­ba­jar dema­sia­do y los ocio­sos, y esto solo pue­de ocu­rrir si la rela­ción capi­ta­lis­ta deja de exis­tir. Lo cual, a su vez, posi­bi­li­ta­rá modi­fi­car radi­cal­men­te el carác­ter alie­nan­te y embru­te­ce­dor del tra­ba­jo bajo rela­ción asa­la­ria­da, y abrir una pers­pec­ti­va de rea­li­za­ción huma­na libre y ple­na (en una pró­xi­ma nota tra­ta­ré sobre la cone­xión entre el ocio y la modi­fi­ca­ción de la rela­ción labo­ral esclavizante).

La obli­ga­ción de tra­ba­jar, por lo tan­to, con­fi­gu­ra una deman­da impo­si­ble de con­cre­tar­se en el modo de pro­duc­ción capi­ta­lis­ta. Por eso es una con­sig­na de tran­si­ción, esto es, una deman­da que para impo­ner­se de mane­ra pro­gre­sis­ta exi­ge ir acom­pa­ña­da de otras medi­das, todas a ser ins­tru­men­ta­das por la cla­se obre­ra en el poder. Es el enfo­que que tam­bién encon­tra­mos en Lenin, cuan­do redac­ta una suer­te de pro­gra­ma de tran­si­ción para Rusia, en 1917. En «La catás­tro­fe que nos ame­na­za y cómo com­ba­tir­la» lee­mos: «Una polí­ti­ca demo­crá­ti­ca revo­lu­cio­na­ria no se limi­ta­ría, en estos momen­tos de cala­mi­da­des insó­li­tas que atra­vie­san el país, a racio­nar el pan… En segun­do lugar, impon­dría a los ricos el tra­ba­jo obli­ga­to­rio […]» (p. 187; énfa­sis agregado)

En defi­ni­ti­va, no veo razón (¿o la razón es adap­tar­se al cri­te­rio peque­ño­bur­gués refor­mis­ta?) para haber rem­pla­za­do en los pro­gra­mas socia­lis­tas la obli­ga­ción de tra­ba­jar por un ingre­so o ren­ta ase­gu­ra­da. Por supues­to, los mar­xis­tas defen­de­mos los segu­ros de des­em­pleo como palia­ti­vos, den­tro del sis­te­ma capi­ta­lis­ta, de los sufri­mien­tos y nece­si­da­des extre­mas a que son some­ti­dos los tra­ba­ja­do­res, en espe­cial duran­te las cri­sis y depre­sio­nes eco­nó­mi­cas. Pero esto no debe lle­var a mez­clar las ban­de­ras con el refor­mis­mo bur­gués o peque­ño bur­gués. El pro­gra­ma del socia­lis­mo no es la RBC, sino la abo­li­ción del sis­te­ma de tra­ba­jo asa­la­ria­do; lo cual sig­ni­fi­ca, lo deci­mos una vez más, que nadie viva a cos­ti­lla del tra­ba­jo de otro.

Rolan­do Astarita

7 de mar­zo de 2020

Tex­tos citados

AA.VV. (2013): Ren­ta Bási­ca Ciu­da­da­na, Sin Permiso.

Engels, F. (1891): «Con­tri­bu­ción a la crí­ti­ca del pro­yec­to de pro­gra­ma social­de­mó­cra­ta de 1891» (https://www.marxists.org/espanol/m‑e/1890s/1891criti.htm).

Lenin. V. I. (1985): «La catás­tro­fe que nos ame­na­za y cómo com­ba­tir­la», OC vol. 34, Mos­cú, Progreso.

Marx, K. (1975): Teo­rías de la plus­va­lía, Bue­nos Aires, Cartago.

Marx, K. (1981): Mise­ria de la filo­so­fía, Mos­cú, Progreso.

Marx, K. (2000): Crí­ti­ca del pro­gra­ma de Gotha, ela­leph (http://​www​.ela​leph​.com/).

Marx, K. (2002): La gue­rra civil en Fran­cia, Obras esco­gi­das, tomo II, Marx y Engels, Biblio­te­ca de auto­res socialistas.

Marx, K. (2015): La lucha de cla­ses en Fran­cia de 1848 a 1850, Madrid, Fun­da­ción Fede­ri­co Engels.

Marx, K. y F. Engels (2011): Mani­fies­to del Par­ti­do Comu­nis­ta, Méxi­co, Cen­tro de Estu­dios Socia­lis­tas Car­los Marx.

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