Arra­ka­lak haus­po­tu, etor­ki­zu­na piz­tu /​Avi­ve­mos el pre­sen­te para ganar el futuro

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Pare­ce que se ave­ci­nan tiem­pos con­vul­sos para un movi­mien­to de izquier­das que, en una Eus­kal Herria ya de por si peque­ña, da sig­nos de una frag­men­ta­ción cada vez mayor. Supon­dre­mos que por el hecho de ser con­vul­sos, debe­rán de ser tam­bién intere­san­tes. En par­te es com­pren­si­ble que los pul­sos del nue­vo ciclo polí­ti­co, al menos en su fase ini­cial, ven­gan acom­pa­ña­dos de cier­to albo­ro­to y ten­sio­nes inter­nas; no pode­mos obviar que se está abrien­do un nue­vo ciclo polí­ti­co que apun­ta al lar­go pla­zo, y que las bases que sen­te­mos aho­ra con­di­cio­na­rán pro­ba­ble­men­te la labor polí­ti­ca de las siguien­tes déca­das. Hay mucho en jue­go, por tan­to, para todas aque­llas que segui­re­mos luchan­do por la libe­ra­ción total de Eus­kal Herria. Del mis­mo modo, tam­bién hay mucho que per­der en una coyun­tu­ra como la actual. Entre otras cosas, la posi­bi­li­dad de dar al tras­te con el capi­tal polí­ti­co acu­mu­la­do duran­te los últi­mos 50 años, y que ha garan­ti­za­do has­ta aho­ra la super­vi­ven­cia de Eus­kal Herria como un pue­blo en lucha. En ese sen­ti­do, exis­te un cla­ro ries­go de ter­mi­nar como uno de tan­tos movi­mien­tos que pue­blan el pai­sa­je actual de la izquier­da euro­pea; total­men­te ato­mi­za­dos y social­men­te irrelevantes.

En cual­quier caso, es inne­ga­ble que nos encon­tra­mos ante un momen­to de gran tras­cen­den­cia his­tó­ri­ca. En cir­cuns­tan­cias como estas, «¿qué hacer?» se tor­na en la pre­gun­ta a la que todas tra­ta­mos de dar la mejor res­pues­ta posi­ble; aque­lla que dé con las cla­ves para enten­der el deve­nir polí­ti­co de los pró­xi­mos años, será la que tra­ce las líneas estra­té­gi­cas de la for­ma más cer­te­ra. Para ello, sin embar­go, es con­ve­nien­te antes de nada arro­jar algo de luz sobre las cau­sas y el pun­to de par­ti­da que nos han con­du­ci­do a la situa­ción en la que Eus­kal Herria se encuen­tra a día de hoy. Qué decir tie­ne que todo lo que somos hoy se lo debe­mos a los 50 años de fruc­tí­fe­ra resis­ten­cia que duró el ciclo ante­rior; la posi­bi­li­dad de estar aquí y aho­ra en dis­po­si­ción de seguir luchan­do por este pue­blo úni­ca­men­te cobra sen­ti­do gra­cias a aque­llas que lo dis­teis todo en el camino y a las que aún estáis en ello. En estos momen­tos en los que tra­ta­mos de reto­mar la sen­da revo­lu­cio­na­ria, vues­tra memo­ria guia­rá nues­tro camino.

¿Pero dón­de hemos per­di­do esa sen­da revo­lu­cio­na­ria? Qué duda cabe que en un momen­to dado, el Movi­mien­to de Libe­ra­ción Nacio­nal Vas­co se ago­tó estra­té­gi­ca­men­te y, ante la impo­si­bi­li­dad de rein­ven­tar­se a sí mis­mo, se impu­so el des­con­cier­to en su inte­rior. Aun­que deja­re­mos para una pró­xi­ma oca­sión el aná­li­sis en pro­fun­di­dad del pro­ce­so de derro­ta (cuán­do comien­za, cómo suce­de, por qué suce­de…), pode­mos ase­gu­rar que para la pri­me­ra déca­da del 2000, el MLNV vivió ya sus últi­mos momen­tos. Tras la derro­ta lle­gó la des­ar­ti­cu­la­ción y qui­zá aquí resi­da una de las cla­ves para enten­der la coyun­tu­ra actual: en ese momen­to no sólo se des­man­te­ló la lucha arma­da sino que se apro­ve­chó para aca­bar con toda estruc­tu­ra orga­ni­za­ti­va y teó­ri­ca que en un momen­to dado pudie­ran garan­ti­zar la con­ti­nua­ción del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. De este modo, la línea social­de­mó­cra­ta se hizo con el con­trol polí­ti­co de la Izquier­da Aber­tza­le y situó todas sus estruc­tu­ras en las coor­de­na­das de la refor­ma, lo que tuvo una con­se­cuen­cia cla­ra; el aban­dono de la estra­te­gia revolucionaria.

Sin embar­go, en la socie­dad vas­ca aún hay quien sigue cre­yen­do en la revo­lu­ción. Eso es inne­ga­ble. ¿Se tra­ta de nos­tál­gi­cos? ¿Utó­pi­cos? ¿Qui­zá soña­do­res? En nues­tra opi­nión, sim­ple­men­te revo­lu­cio­na­rios, ni más ni menos. Con el peso y la res­pon­sa­bi­li­dad his­tó­ri­cas que supo­ne ser­lo. Y como todo revo­lu­cio­na­rio, en pri­mer lugar habrá de cues­tio­nar­se a sí mis­mo. Por ejem­plo, en lo que res­pec­ta a la derro­ta del MLNV, en vez de tra­tar de ana­li­zar los por­me­no­res de la manio­bra refor­mis­ta, debe­ría­mos de repa­rar en la inca­pa­ci­dad del socia­lis­mo aber­tza­le revo­lu­cio­na­rio para lle­var a tér­mino los obje­ti­vos del pro­yec­to revo­lu­cio­na­rio. Y es que ahí resi­de la cla­ve de la derro­ta his­tó­ri­ca y la razón últi­ma que aca­bó con el MLNV; el refor­mis­mo no hizo más que saber estar en el lugar ade­cua­do y apro­ve­char su opor­tu­ni­dad. Por tan­to, ¿cuá­les fue­ros los erro­res del socia­lis­mo aber­tza­le revo­lu­cio­na­rio? ¿Cuá­les las razo­nes del colap­so estratégico?

Sin embar­go, más a menu­do de lo que nos gus­ta­ría, toma­mos el camino con­tra­rio, y comen­za­mos reci­tan­do las caren­cias de los demás. Cier­ta­men­te, no hay mayor mues­tra de la debi­li­dad pro­pia que la pro­pen­sión a seña­lar con­ti­nua­men­te la paja en el ojo ajeno. Por eso, nues­tra últi­ma refe­ren­cia a lo que actual­men­te se cono­ce como Izquier­da Aber­tza­le «ofi­cial»: nues­tros cami­nos, al menos de momen­to, irán sepa­ra­dos, ya que en el con­tex­to y cir­cuns­tan­cias actua­les es impo­si­ble desa­rro­llar una línea estra­té­gi­ca común. En ade­lan­te, cada una aco­me­te­rá des­de su pers­pec­ti­va la lucha en favor de Eus­kal Herria, y aun­que a menu­do pue­dan aflo­rar ten­sio­nes, eso en abso­lu­to sig­ni­fi­ca que les con­si­de­re­mos enemi­gos. Sufi­cien­tes enemi­gos tie­ne ya Eus­kal Herria. Por ello cree­mos que nos debe­mos una rela­ción de res­pe­to mutuo; cada una que siga su camino, dejan­do de lado el jue­go sucio y tra­tan­do de sal­va­guar­dar los puen­tes y las vías de comu­ni­ca­ción que se man­ten­gan en pie. En ese sen­ti­do, debe­ría­mos enten­der que si una orga­ni­za­ción o movi­mien­to no es revo­lu­cio­na­rio, no pode­mos exi­gir que se com­por­te como tal; pre­ten­der que vayan a cum­plir o que «debie­ran» cum­plir nues­tro pro­pio pro­gra­ma revo­lu­cio­na­rio no sería más que una fuen­te con­ti­nua de frustración.

Y aquí comien­za el pri­mer ejer­ci­cio que toda revo­lu­cio­na­ria debie­ra de aco­me­ter; inver­tir el sen­ti­do de la mira­da con la que habi­tual­men­te obser­va­mos la reali­dad, y pasar de juz­gar lo que hacen los demás, a diri­gir­la hacia noso­tras mis­mas. Así, ten­dre­mos que demos­trar que el pro­yec­to revo­lu­cio­na­rio es via­ble a esca­la social, y eso, más allá de los nume­ro­sos obs­tácu­los con los que nos encon­tre­mos, es úni­ca y exclu­si­va­men­te res­pon­sa­bi­li­dad nues­tra. Y no solo ten­dre­mos que mos­trar su via­bi­li­dad; tam­bién ten­dre­mos que lle­var­lo a la prác­ti­ca. O, al menos, mos­trar el mayor de los empe­ños y con­ven­ci­mien­tos en el inten­to. Ten­dre­mos que creer en la revo­lu­ción y dedi­car nues­tra vida a ella, ya que el de la revo­lu­cio­na­ria ha de ser en par­te un acto de fe; más allá de la racio­na­li­dad posi­ti­vis­ta, no pode­mos que­dar a la espe­ra de que emer­jan «las con­di­cio­nes obje­ti­vas». La de la revo­lu­cio­na­ria, por tan­to, es una deci­sión vital, trans­cen­den­tal; no con­sis­te en la elec­ción par­cial de mili­tar en esto o lo otro, y por ello, requie­re asu­mir la renun­cia como pun­to de par­ti­da. Una renun­cia en cual­quier caso volun­ta­ria, de recha­zo a ese vacío exis­ten­cial que cada vez con mayor exten­sión y pro­fun­di­dad reco­rre un sis­te­ma en ple­na deca­den­cia y va apo­de­rán­do­se de nues­tras vidas. Y así, una renun­cia crea­ti­va, libe­ra­do­ra, capaz de otor­gar un sig­ni­fi­ca­do a aque­llo que care­ce de él. Todo esto nos mues­tra cómo esa mira­da hacia el inte­rior no solo ha de ejer­cer­se a nivel colec­ti­vo, sino que tam­bién tie­ne que tras­la­dar­se a la dimen­sión indi­vi­dual. Por­que la revo­lu­ción social con­sis­te en sumer­gir lo indi­vi­dual en lo colec­ti­vo, en diluir el ego per­so­nal y poner el deseo de cada una al ser­vi­cio de la volun­tad colec­ti­va. Con ello, se pre­fi­gu­ra el sen­ti­do social gene­ral que ha de guiar el pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio; la abo­li­ción de la pro­pie­dad pri­va­da que cons­ti­tu­ye la raíz del sis­te­ma capi­ta­lis­ta y patriar­cal. A esto le lla­ma­mos noso­tras comunismo.

En tan­to sis­te­ma de domi­na­ción de carác­ter his­tó­ri­co, enten­de­mos el capi­ta­lis­mo como una sín­te­sis social cons­ti­tui­da en torno a la pro­pie­dad pri­va­da. Acom­pa­ña­da de todo un sis­te­ma jurí­di­co, polí­ti­co, eco­nó­mi­co e ideo­ló­gi­co pues­to a su ser­vi­cio, dicha for­ma de pro­pie­da ope­ra con un obje­ti­vo meri­dia­na­men­te cla­ro: posi­bi­li­tar que la bur­gue­sía (a tra­vés de la pro­pie­dad que osten­ta sobre el capi­tal) se apro­pie sis­te­má­ti­ca­men­te del tra­ba­jo ajeno, y de este modo, se ase­gu­re la acu­mu­la­ción cre­cien­te de poder social. El res­to de las par­ti­ci­pan­tes de ese tru­ca­do jue­go social con­for­ma­mos la cla­se des­po­sei­da, las tra­ba­ja­do­ras, con­de­na­das a la par­ti­ci­pa­ción en la cir­cu­la­ción de mer­can­cías a tra­vés de nues­tra mera fuer­za de tra­ba­jo. De esta for­ma, atra­pa­das en esa posi­ción social, no se nos per­mi­te más que el acce­so a una míni­ma par­te de lo que pro­du­ci­mos, la nece­sa­ria para ase­gu­rar nues­tra pro­pia repro­duc­ción. Es lo que común­men­te se cono­ce como sala­rio. Así, el res­to de la rique­za social que pro­du­ci­mos es sus­trai­da por la bur­gue­sía a tra­vés de la apro­pia­ción de la plus­va­lía. Aun­que el carác­ter nor­ma­li­za­do y «legal» de dicha sus­trac­ción hace que nor­mal­men­te pase des­aper­ci­vi­da, es mani­fies­to que la bur­gue­sía logra hacer­se sis­te­má­ti­ca­men­te con el con­trol de la rique­za social pro­du­ci­da por el con­jun­to de las tra­ba­ja­do­ras. De hecho, la fun­ción bási­ca de la lega­li­dad bur­gue­sa con­sis­te, pre­ci­sa­men­te, en trans­for­mar en pro­pie­dad pri­va­da capi­ta­lis­ta aque­llo que las tra­ba­ja­do­ras pro­du­ci­mos colec­ti­va­men­te. He aquí la con­tra­dic­ción fun­da­men­tal que sub­ya­ce en el sis­te­ma capi­ta­lis­ta; la con­tra­dic­ción entre el capi­tal y el tra­ba­jo. La rela­ción de explo­ta­ción que jamás podrá supe­rar; la vio­len­cia estruc­tu­ral que siem­pre, de una mane­ra u otra, ter­mi­na­rá por mani­fes­tar­se. Así ha sido des­de el mis­mo momen­to de su apa­ri­ción como sis­te­ma social y, a menos que sea des­man­te­la­do por com­ple­to, así segui­rá siéndolo.

No obs­tan­te, en la socie­dad capi­ta­lis­ta actual exis­ten muchas otras for­ma de opre­sión, y entre todas ellas, nos gus­ta­ría subra­llar la que el patriar­ca­do ejer­ce sobre las muje­res. A pesar de su ori­gen pre­ca­pi­ta­lis­ta, el patriar­ca­do ha sabi­do adap­tar­se a la per­fec­ción a la moder­ni­dad capi­ta­lis­ta, y como bien nos han mos­tra­do déca­das de luchas femi­nis­tas, aún sigue atra­ve­san­do de arri­ba a bajo la socie­dad con­tem­po­rá­nea. En reali­dad, el patriar­ca­do tam­bién está de algu­na mane­ra rela­cio­na­do con la pro­pie­dad pri­va­da; bási­ca­men­te, con­sis­te en el hecho de que el hom­bre con­si­de­re a la mujer como par­te de sus dere­chos de pro­pie­dad. Dicha apro­pia­ción patriar­cal pue­de eje­cu­tar­se tan­to sobre el tra­ba­jo de las muje­res como sobre sus cuer­pos, y se mani­fies­ta a tra­vés de nume­ro­sos ejem­plos: cuan­do el empre­sa­rio paga menos a la mujer por rea­li­zar el mis­mo tra­ba­jo; cuan­do las muje­res se ven obli­ga­das a ven­der su fuer­za de tra­ba­jo en empleos femi­ni­za­dos y pre­ca­rios; tam­bién cuan­do el hom­bre tra­ba­ja­dor reci­be a títu­lo indi­vi­dual el pago por el con­jun­to del tra­ba­jo repro­duc­ti­vo (sala­rio) que en gran medi­da recae sobre las tareas domés­ti­cas rea­li­za­das por muje­res. A todo esto se le suma el esta­do per­ma­nen­te de vio­len­cia físi­ca y psi­co­ló­gi­ca a la que son some­ti­das todas las muje­res, por el mero hecho de haber sido socia­li­za­das como tal en una socie­dad patriar­cal, y en la que se inclu­yen todo tipo de vio­la­cio­nes, ase­si­na­tos, menos­pre­cio, degradación…

Lle­ga­dos a este pun­to, cabe pre­gun­tar­nos de nue­vo por la abo­li­ción del sis­te­ma capi­ta­lis­ta y patriar­cal: ¿cómo abor­da­mos la cues­tión? ¿Cuál es nues­tro pro­gra­ma revo­lu­cio­na­rio? Si al ini­cio hemos remar­ca­do el deber que toda revo­lu­cio­na­ria tie­ne de mirar hacia el inte­rior, no menos impor­tan­te es saber mirar hacia el exte­rior. Y para ello, debe­ría­mos de ser capa­ces de fijar la mira­da en el hori­zon­te, ya que la revo­lu­ción no va a acon­te­cer a modo de esta­lli­do social, de un día para otro. Enten­der­la si quie­ra como mero esta­lli­do social que «lógi­ca­men­te» con­du­ci­rá a la apa­ri­ción de una sín­te­sis social nue­va, supon­dría asu­mir una visión reduc­cio­nis­ta y deter­mi­nis­ta de lo que sig­ni­fi­ca la revo­lu­ción. Noso­tras enten­de­mos la revo­lu­ción como un pro­ce­so, que en algún momen­to debe­rá sin duda rea­li­zar­se a esca­la social, pero que ha de comen­zar a arti­cu­lar­se des­de hoy mis­mo. De ahí la nece­si­dad de que los con­te­ni­dos de esa nue­va sín­te­sis social, de esa vida libre que cons­ti­tu­ye nues­tro hori­zon­te estra­té­gi­co, hayan de comen­zar a con­fi­gu­rar­se des­de este mis­mo momen­to. No es ésta una tarea que deba­mos pos­po­ner al momen­to en el que «haga­mos la revo­lu­ción»; por el con­tra­rio, es el pro­pio pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio el que ha de con­te­ner el fin en sí mis­mo, el que ha de ser un refle­jo de aque­llos por lo que lucha­mos. De esta mane­ra, cobran espe­cial rele­van­cia los peque­ños pasos que damos dia­ria­men­te, ya que tam­bién for­man par­te esen­cial del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. Por todo ello, con­si­de­ra­mos que la revo­lu­ción es una for­ma de reco­rrer el camino, de avan­zar; aun­que tam­bién es, por supues­to, una direc­ción, una pers­pec­ti­va estra­té­gi­ca: aque­lla que nos ase­gu­ra que los pasos que damos hoy, por muy peque­ños que sean, serán pasos en la direc­ción ade­cua­da. Así es como noso­tras enten­de­mos la revolución.

Con todo, hemos iden­ti­fi­ca­do la meta: un sis­te­ma social sin nin­gún tipo de cla­se social ni opre­sión; una nue­va sín­te­sis social que garan­ti­ce la exis­ten­cia libre de cada uno de los miem­bros que for­ma­mos par­te de la socie­dad. En nues­tro con­tex­to, la con­se­cu­ción últi­ma de dicho obje­ti­vo estra­té­gi­co pasa por la cons­truc­ción de la Repú­bli­ca Socia­lis­ta de las Comu­nas Vascas.

Para ello, más allá de este hori­zon­te estra­té­gi­co que que­da fija­do en el lar­go pla­zo, se pue­den esta­ble­cer dos obje­ti­vos a rea­li­zar en el cor­to pla­zo; ase­gu­rar la con­ti­nui­dad de la lucha por un lado, y aco­me­ter la des­pa­triar­ca­li­za­ción del movi­mien­to por el otro. Res­pec­to al pri­me­ro, es evi­den­te que en el con­tex­to actual exis­te un ries­go real de que se des­va­nez­ca la tra­di­ción de lucha en Eus­kal Herria. En ese sen­ti­do, per­der el pul­so de la his­to­ria y el hilo rojo que la reco­rre podría con­du­cir­nos a la des­orien­ta­ción, de ahí que la supera­ción de la frac­tu­ra exis­ten­te entre gene­ra­cio­nes sea un buen pun­to de par­ti­da. Recons­truir la comu­ni­dad de lucha, man­te­ner la cone­xión inter­ge­ne­ra­cio­nal, trans­mi­tir lo que hemos sido y estar dis­pues­tas a asu­mir los erro­res come­ti­dos, son solo algu­nas de las tareas que debe­mos aco­me­ter en este sen­ti­do. Res­pec­to al segun­do obje­ti­vo, la dimen­sión social a la que ope­ra la opre­sión patriar­cal, hace que ésta que­de tam­bién refle­ja­da en el inte­rior de cada una de noso­tras. Por ello, en tan­to pro­ble­má­ti­ca social, es inne­ga­ble que el pro­pio movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio tam­bién pade­ce sus con­se­cuen­cias. Así, inclu­so el más sin­ce­ro y com­pro­me­ti­do de nues­tros com­pa­ñe­ros revo­lu­cio­na­rios con­ta­rá en su per­so­na­li­dad con acti­tu­des machis­tas y patriar­ca­les; ten­dre­mos que ser capa­ces de asu­mir y abor­dar esta reali­dad sin nin­gún tipo de com­ple­jo. Muy pro­ba­ble­men­te, comen­zar con el pro­ce­so de des­pa­triar­ca­li­za­ción hará que se tam­ba­leen los pila­res de la per­so­na­li­dad de muchas de noso­tras, pero no tene­mos por­qué sen­tir mie­do. Si se lle­va a cabo den­tro del pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio y, por tan­to, con una pers­pec­ti­va ade­cua­da (la que nos con­du­ce de lo indi­vi­dual a lo colec­ti­vo), sin duda que dará bue­nos resultados.

Y has­ta aquí lle­ga­re­mos en esta oca­sión. Aun­que duran­te los pró­xi­mos meses ten­dre­mos la opor­tu­ni­dad de pro­fun­di­zar en los temas que hemos abor­da­do en esta pri­mer tex­to, como pun­to de par­ti­da tene­mos cla­ro que vivi­mos en un sis­te­ma basa­do en la domi­na­ción y la opre­sión. Aún hoy, en el año 2019, segui­mos vivien­do bajo la vio­len­cia estruc­tu­ral que carac­te­ri­za al sis­te­ma capi­ta­lis­ta y patriar­cal. En nues­tro caso, ade­más, esa vio­len­cia no suce­de en cual­quier lugar: nos gol­pea en Eus­kal Herria, aplas­ta­da y frag­men­ta­da bajo los esta­dos fran­cés y espa­ñol. Una Eus­kal Herria que ha sabi­do resis­tir y per­ma­ne­cer en pie duran­te siglos; una tie­rra baña­da por la san­gre, el sudor y las lágri­mas de las innu­me­ra­bles gene­ra­cio­nes que han lucha­do por defen­der­la. Un pue­blo, pues, que ha vis­to ver­ter la san­gre y las lágri­mas de sus más com­pro­me­ti­das com­pa­trio­tas, no pue­de per­mi­tir­se renun­ciar a la liber­tad, no pue­de recha­zar su com­pro­mi­so con la his­to­ria. Por todo ello, noso­tras, aquí y aho­ra, rati­fi­ca­mos nues­tro com­pro­mi­so revo­lu­cio­na­rio; toma­mos el tes­ti­go del socia­lis­mo aber­tza­le revo­lu­cio­na­rio y mos­tra­mos la deter­mi­na­ción de avan­zar hacia la inde­pen­den­cia socialista.

Aska­ta­su­na hel­bu­ru, iraul­tza hauspotu.

Haus­poa

24 de sep­tiem­bre de 2019

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