Las nue­vas orien­ta­cio­nes del impe­ria­lis­mo fran­cés en África

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Al preguntarse sobre la persistencia de la «crisis maliense» y de la intervención militar francesa suscitada por dicha crisis el historiador maliense Doulaye Konaté precisa que «quien controla Mali controla África, si no es toda África»1. Ocho años después de la destrucción de Libia gracias, sobre todo, a la intervención militar francesa, actualmente la situación en el conjunto del Sahel es inestable. La presencia militar de la Operación Barkhane no ha mejorado la seguridad. A su vez, esa «inseguridad» se esgrime como justificación para prolongar a largo plazo la Operación Barkhane, así que no es sorprendente que cada vez más voces se alcen en África para preguntar por los verdaderos «objetivos de guerra» de la Operación Barkhane: ¿salvar al Sahel de la amenaza yihadista o defender los intereses económicos y geopolíticos del imperialismo francés?

Estos dos objetivos de guerra pueden parecer en apariencia convergentes, pero en realidad son estructuralmente divergentes. En efecto, el primero pasa por reforzar los Estados africanos y el segundo por debilitarlos y mantenerlos dependientes económica y militarmente de la antigua potencia colonial. El debilitamiento de los Estados africanos es la base material sobre la que se desarrollan las condiciones de posibilidad de la desestabilización yihadista. Es el resultado del conjunto de las políticas económicas neocoloniales. Desde los Planes de Ajuste Estructural hasta los Acuerdos de Asociación Económica pasando por el franco CFA, estas políticas convergen en la destrucción de la capacidad del Estado de asegurar un mínimo de presencia escolar, vial, económica, etc., en regiones enteras de cada países. En cada una de estas naciones forjan una bipolarización entre un «país útil» y un «país inútil» abandonado.

El mantenimiento de un grado de inestabilidad permanente aunque «controlable» permite a la vez mantener la explotación económica de las «zonas útiles» y justificar una presencia militar extranjera duradera. Hace más de una década la economista y periodista altermundista Naomi Klein2 documentó extensamente esta «estrategia del shock» que consiste en basarse en los «shocks psicológicos» que provocan los desastres (naturales o provocados) para justificar unas políticas que de otro modo se habrían rechazado. La crítica de esta estrategia es cada vez más frecuente en la opinión pública africana. En Francia, sin embargo, casi no existe por temor a ser estigmatizado políticamente de «defensor de la teoría de la conspiración». En el pasado reciente este temor llevó en el peor de los casos a apoyar la guerra en Libia y en el mejor a un mutismo ante ella. Hoy lleva a una ausencia de movimientos y de protestas antiimperialistas en el mismo momento en el que el Estado francés recupera una estrategia agresiva para preservar sus intereses en África. Por consiguiente, este miedo forma parte del vasto proceso ideológico destinado a generar la «cohesión» que necesita el Estado francés para llevar a cabo sus injerencias militares, es decir, para generar el consentimiento de la guerra. El establecimiento del Servicio Nacional Universal viene a reforzar esta elaboración ideológica del consentimiento.

Saïd Bouamama

25 de febrero de 2020

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2020/02/25/les-nouvelles-orientations-de-limperialisme-francais-en-afrique/

  1. Doulaye Kounaté, en el documental de Bob Coen y Éric Nadler Guerre de l’ombre au Sahara, Arte France/Crescendo Films, 2014.
  2. Naomi Klein: La stratégie du choc. La montée d’un capitalisme du désastre, Actes Sud, París, 2008. [En castellano, La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2010; traducción al castellano de Isabel Fuentes García et al.].

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