Las nue­vas orien­ta­cio­nes del impe­ria­lis­mo fran­cés en África

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La célebre fórmula de Clausewitz pone de relieve el error consistente en definir el imperialismo únicamente bajo un ángulo militar. El imperialismo es primero una realidad económica antes de ser una práctica militar. La primera es la base material y la verdadera causalidad de la segunda. La estrategia militar francesa en África es objeto de un discurso de justificación y de legitimación que aborda explícitamente el objetivo de defensa de los intereses económicos franceses. Esta estrategia se define en dos «libros blancos para la defensa y la seguridad nacional» fechados respectivamente en 2008 y 2013. El libro blanco de 2008 insiste en las tensiones internacionales vinculadas a los «aprovisionamientos estratégicos» y al «aumento de la rivalidad con los países emergentes» en un continente rico en «materias primas estratégicas y en recursos energéticos» que constituyen unas riquezas vitales para la economía mundial»1. Este documento anuncia sin ambages la intensificación inmediata y duradera del intervencionismo militar en África: «África pasará a la primera fila de nuestra estrategia de prevención para los próximos quince años»2. Desde entonces hemos tenido Libia, Costa de Marfil, Mali, República Centroafricana y ahora el conjunto de los países del Sahel.

El segundo libro blanco, el de 2013, establece un primer balance «positivo» de esta estrategia ofensiva que se actualiza en 2017 en un documento titulado «Examen estratégica de defensa y de seguridad nacional». Además del objetivo de aumentar el esfuerzo de defensa hasta el 2% del PIB para 2025, este último documento insiste en crear una «cohesión nacional» (en particular entre los jóvenes) y en la necesidad de apoyar a la industria de armamento. El primer punto está directamente unido al establecimiento de un Servicio Nacional Universal obligatorio, relacionado a su vez con la creación de una «cohesión nacional» que permita llevar a cabo las guerras preventivas: «La cohesión nacional condiciona la legitimidad de las acciones de los ejércitos por medio del apoyo de la nación a las decisiones de recurrir al uso de la fuerza. Esta cohesión se enfrenta hoy a la difusión de ideologías que ponen en entredicho los valores y los principios de la República. […] En este dominio los ejércitos desempeñan un papel de socialización, por medio del reclutamiento pero también por medio de los dispositivos en los que participan (Guardia Nacional, Servicio Militar Voluntario, Servicio Militar Adaptado…)»3. El segundo prevé el fortalecimiento de la Base Industrial y Tecnológica de Defensa (BITD), con la siguiente argumentación:

La Base Industrial y Tecnológica de Defensa (BITD) francesa está constituida por una decena de grandes grupos de talla mundial y de cerca de 4.000 PYME, que en 2017 suponían más de 200.000 empleos en Francia, la mayoría de ellos extremadamente técnicos y difícilmente deslocalizables, con un impacto positivo fundamental en el balance comercial (superior a 6 millones de euros en 2016). La completan un conjunto de medios y competencias estatales (organismos de investigación, centros de peritaje y de pruebas, agencias…). […] Se debe apoyar y mantener la BITD a todos los niveles (empresas de nueva creación, PYME, empresas de tamaño intermedio, grandes grupos). Ese apoyo se presta mediante políticas a largo plazo en materia de investigación e inversión, cooperación, apoyo a las exportaciones, adquisición y protección frente a la inversión extranjera4.

Así pues, se trata de preparar nuevas intervenciones militares reuniendo las condiciones materiales (fortalecimiento del complejo militar-industrial) e ideológicas (Servicio Nacional Universal y, más ampliamente, discurso y propaganda de «cohesión nacional» y defensa de los «valores de la República»). Esta preparación militar y las futuras guerras que anuncia están al servicio de la defensa de los intereses de las multinacionales francesas cuyas posiciones de monopolio heredadas de la historia ya están siendo mermadas por la aparición de nuevos actores internacionales (los llamados países «emergentes» y en particular China). Sin ser exhaustivos, no es inútil recordar algunos de estos grandes grupos que nuestros ejércitos defienden en África:

Gran parte de los pesos pesados del [índice bursátil francés] CAC 40 o de las mayores fortunas de Francia han desarrollado actividades florecientes (y a veces casi monopolísticas) en África: Bernard Arnaut (LVMH), Bouygues, Bolloré, Pinault (CFAO hasta su reciente venta en julio al grupo japonés Toyota Tsusho Corporation, TTC, filial diversificada del grupo Toyota), Seillière (Bureau Veritas), Jacques Saadé (CMA-CGM), Romain Zaleski (Eramet), Lafarge, Total, Technip, Vinci, Véolia, BNP Paribas, Natixis, Crédit Agricole, Alcatel, Accor, Gaz de France, Michelin, Alstom, Air France, KLM… Una lista no exhaustiva a la que habría que añadir los vendedores de armas y algunos otro grupos, sobre todo en el sector agroalimentario, con, por ejemplo, los grupos Castel y Compagnie Fruitière. Y en general los informes del CIAN (Consejo Francés de Inversores en África) lo confirma cada año: a pesar de la cada vez mayor competencia internacional, [la relación] entre los patrones franceses y África siempre es «te quiero más que ayer pero menos que mañana»5.

Estos grandes grupos han sido los principales beneficiaros de la privatización de los servicios públicos impuesta por los Planes de Ajuste Estructural del FMI y del Banco Mundial a partir de la década de 1990. Así, por ejemplo, la [empresa francesa] Lyonnaise des eaux es quien se benefició de la privatización de la Compañía Nacional de Aguas y de la Electricidad de Togo o el grupo Bolloré quien hereda la gestión de la terminal de contenedores del puerto de Lomé. En Camerún esta misma empresa Bolloré hereda el tráfico portuario del Duala y la explotación del ferrocarril. Bouygues está presente ahora en la producción y distribución de agua en Costa de Marfil y Senegal, y en la construcción y mantenimiento de la infraestructura de transporte. Orange domina la telefonía móvil en la mayoría de los países de África Occidental. Agua, electricidad, ferrocarril, gestión de puertos, telefonía, etc: para las multinacionales francesas la purga del ajuste estructural y de su privatización de servicios públicos se traduce en el acceso a nuevas rentas particularmente lucrativas.

Los recursos mineros y energéticos son la segunda «renta» de nuestras multinacionales protegida por el ejército francés. Todas las multinacionales de las industrias francesas del petróleo, el gas y la minería desarrollan su presencia en la explotación de los recursos del continente. Por ejemplo, una tercera parte de la producción de hidrocarburos de la empresa petrolera Total se realiza en el continente africano. Otra empresa petrolera, Technip, está muy presente en la industria petroquímica nigeriana. En la industria siderúrgica Eramet es el principal productor de aleaciones de manganeso en Gabón. Orano (antes Areva) explota las minas de uranio de Níger, pero también de Sudáfrica. La destrucción sistemática de las empresas estatales creadas en el momento de las independencias se traduce en todas partes en la implantación directa de multinacionales en estos sectores estratégicos.

La agroindustria, que durante el período colonial y las primeras décadas de las independencias fue una fuente de inmensos beneficios, sigue siendo la tercera «renta» de las multinacionales francesas en África. La empresa Géocoton está sólidamente implantada en la producción de algodón para el conjunto de los países del Sahel. Bolloré explota los palmerales en Camerún. Rougier explota dos millones de hectáreas de selva en Camerún, Congo y Gabón para la producción de contrachapado.

El economista Jean Roch resume de la siguiente manera el lugar de las multinacionales francesas: «La cuota de mercado de Francia al sur del Sáhara es del 8% (frente al 4% en todo el mundo) y supera el 15% en la zona CFA, lo que no es poco. Así, a pesar de las dificultades de la reconversión, las empresas francesas ocupan sin lugar a dudas algunos de los sectores más rentables de las economías del África negra»6. Las tres «rentas» antes mencionadas explican la fuerte presencia militar francesa y la multiplicación de sus intervenciones militares. También en África la guerra es la continuación de la política por otros medios y ello tanto más cuanto que China ofrece unas condiciones contractuales más ventajosas y hace así la competencia al «dominio reservado» de Francia. Mantener por la fuerza, la desestabilización y hacer dependiente en materia de seguridad aquello que ya no se obtiene por medio de la «competencia libre y no distorsionada» es una de las lógicas de la política africana del imperialismo francés en el continente.

  1. Défense et sécurité nationale: Le livre blanc, París, La Documentation française/Odile Jacob, 2008, capítulo 1, pp. 19-42.
  2. Ibid., capítulo 2, pp. 43-61.
  3. Revue stratégique de défense et de sécurité nationale 2017, Bureau des éditions, París, octubre de 2017, p. 57.
  4. Ibid., p. 66.
  5. Thomas Noirot: Les entreprises françaises en Afrique. Pillage contre transparence, Outre-Terre, n° 33-34, 2012, p. 540.
  6. Jean Roch: «La place des entreprises françaises en Afrique subsaharienne» (https://www.afrique-demain.org/economie-140-place-des-entreprises-francaises-en-afrique-subsaharienne).

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