El cos­te de la fre­sa. Escla­vas del siglo XXI – La otra Andalucía

El pro­ce­so de con­tra­ta­ción en Marrue­cos bus­ca muje­res con car­gas fami­lia­res de 25 a 45 años: nece­si­ta­das y sumisas

Las muje­res que cul­ti­van la fre­sa –y el res­to de fru­tos rojos que lle­gan a nues­tras mesas- vie­nen a los cam­pos de Huel­va tras pasar un pro­ce­so de con­tra­ta­ción en el ori­gen, con­si­de­ra­do un “mode­lo de migra­ción orde­na­da” por las ins­ti­tu­cio­nes, pero cri­ti­ca­do pro­fun­da­men­te por las orga­ni­za­cio­nes. La abo­ga­da y media­do­ra inter­cul­tu­ral Rah­ma El Bas­raoui expli­có que se tra­ta de un con­ve­nio bila­te­ral entre Espa­ña y Marrue­cos que no garan­ti­za los dere­chos de las tra­ba­ja­do­ras. Recor­de­mos que este año han sido 20.000 muje­res las que han sido con­tra­ta­das en Marrue­cos bajo estos requisitos.

20.000 jor­na­le­ras sin derechos

“En nin­gún momen­to las tra­ba­ja­do­ras cono­cen las con­di­cio­nes en las que van a tra­ba­jar, ni sus dere­chos”, adver­tía la pre­si­den­ta de la Unión de Aso­cia­cio­nes Marro­quíes de la Comu­ni­dad Valen­cia­na y por­ta­voz de la Pla­ta­for­ma de Apo­yo a las Tra­ba­ja­do­ras del Cam­po. El per­fil que se pide para acce­der a este pro­ce­so de selec­ción es el de mujer, casa­da, viu­da o divor­cia­da con car­gas fami­lia­res (hijos e hijas de has­ta 14 años), con una edad que va de 25 a 45 años. Todo esto tie­ne que estar acre­di­ta­do por las muje­res, que en su mayor par­te no saben leer ni escri­bir, que se ven obli­ga­das a ir a la ofi­ci­na con sus bebes en un tiem­po muy corto.

Cuan­do lle­gan a Espa­ña, encuen­tran que el suel­do reci­bi­do no coin­di­ce siquie­ra con lo pro­me­ti­do en el con­ve­nio: les pagan 0,75 cén­ti­mos de euro por reco­ger una caja de 5 kg de fre­sas. Viven en módu­los pre­fa­bri­ca­dos en malas con­di­cio­nes. No se les ofre­ce una míni­ma for­ma­ción en cas­te­llano, como se supo­ne exi­ge el con­ve­nio, ni se les da una copia del con­tra­to y, si tie­nen algún con­flic­to, no pue­den cam­biar de empre­sa. Las empre­sas ejer­cen con­trol sobre la vida de las tra­ba­ja­do­ras, que son ais­la­das del entorno social. “Si quie­ren bajar al pue­blo, tie­nen que hacer­lo en el coche de com­pa­ñe­ros que a veces le ofre­cen hacer­les la com­pra a cam­bio de favo­res sexuales.”

El con­tex­to: un sis­te­ma patriar­cal y racis­ta basa­do en la explo­ta­ción de las per­so­nas migrantes

La abo­ga­da y acti­vis­ta Pas­to­ra Fili­gra­na Gar­cía con­tex­tua­li­zó esta situa­ción, den­tro de un sis­te­ma patriar­cal y racis­ta basa­do en la explo­ta­ción de las per­so­nas migran­tes. “El fru­to rojo no per­mi­te una reco­lec­ción median­te máqui­nas; se nece­si­tan manos”, expli­có. “Reco­ger la fre­sa es un tra­ba­jo duro. Hay que arran­car el fru­to uno a uno. Doblar la espal­da duran­te horas”. ¿Quién está dis­pues­ta a tra­ba­jar más por menos suel­do? Quie­nes tie­nen más nece­si­dad: ellas, las muje­res racia­li­za­das. Por ello, cada año, miles de muje­res marro­quíes lle­gan a Huel­va, entre febre­ro y abril, para, en el micro­cli­ma de los inver­na­de­ros, tra­ba­jar dura­men­te, día tras día, has­ta los meses de junio y julio.

En Huel­va se pro­du­ce más del 90 por cien­to de la fre­sa de Espa­ña, que se expor­ta a Euro­pa, a Fran­cia y a Ale­ma­nia sobre todo. Es un nego­cio que mue­ve unos 500 millo­nes de euros cada año, que prac­ti­ca una agri­cul­tu­ra inten­si­va, cri­ti­ca­da por las orga­ni­za­cio­nes eco­lo­gis­tas por la fuer­te deman­da de agua que requie­re. De este nego­cio vive mucha gen­te, no solo las muje­res marro­quíes, tam­bién migran­tes de otros paí­ses y pobla­ción autóc­to­na. “Tam­bién entre ellos tie­nen con­flic­to, agi­ta­dos por la extre­ma­de­re­cha, que pone a la gen­te a com­pe­tir”.

El sec­tor se colo­có en el ojo del hura­cán des­pués de que una revis­ta ale­ma­na publi­ca­se un repor­ta­je de dos repor­te­ras en el que se denun­cia­ban las con­di­cio­nes en las que tra­ba­jan las tem­po­re­ras marro­quíes en la fre­sa. Las cua­tro muje­res tra­ba­ja­do­ras marro­quíes denun­cia­ron al mani­je­ro por aco­so sexual acom­pa­ña­das por las orga­ni­za­cio­nes Asnu­ci y Muje­res 24 h y el acti­vis­ta por los dere­chos huma­nos Anto­nio Abad. Tam­bién inter­pu­sie­ron una deman­da labo­ral con­tra la empre­sa y una denun­cia ante la ins­pec­ción de trabajo.

La publi­ca­ción de la his­to­ria puso de mani­fies­to unas situa­cio­nes que las orga­ni­za­cio­nes venían denun­cian­do duran­te años” ase­gu­ró Pas­to­ra Fili­gra­na, fren­te a la nega­ción de nume­ro­sos sec­to­res y la fal­ta de cre­di­bi­li­dad que se le ha dado a la voz de las jornaleras.

En el femi­nis­mo no nos esta­mos escu­chan­do. Pare­ce que la mujer blan­ca es la que tie­ne voz y de las muje­res marro­quíes solo se habla para hablar del velo”, expu­so Sou­lai­ma Váz­quez, media­do­ra inter­cul­tu­ral y acti­vis­ta femi­nis­ta, per­te­ne­cien­te al colec­ti­vo Alha­ra­ca, cuyo obje­ti­vo es sen­si­bi­li­zar y con­cien­ciar sobre el racis­mo y la isla­mo­fo­bia. “Nos movi­li­za­mos más por­que lle­ven velo que por­que sufran una vio­la­ción”, sen­ten­ció.

La acti­vis­ta Jus­ta Mon­te­ro pro­fun­di­zó en la des­igual res­pues­ta que las situa­cio­nes de injus­ti­cia gene­ran, según afec­ten a unas muje­res o a otras. En 2016, los medios de comu­ni­ca­ción se hicie­ron eco de una vio­la­ción sufri­da por una mujer en Pam­plo­na, miles de muje­res salie­ron a las calles y de este modo se puso en mar­cha un pro­ce­so que afec­tó al ámbi­to jurí­di­co inclu­so. En 2018, algún medio se hizo eco de unas vio­la­cio­nes que habían sufri­do muje­res marro­quíes en Huel­va, la res­pues­ta femi­nis­ta fue peque­ña, solo en algu­nas ciu­da­des, y la judi­ca­tu­ra sigue su cur­so ejer­cien­do lo que las orga­ni­za­cio­nes lla­man “racis­mo ins­ti­tu­cio­nal”.

“Somos muchas las muje­res femi­nis­tas blan­cas que pen­sa­mos y sen­ti­mos de cora­zón que el femi­nis­mo será anti­rra­cis­ta o no será

Tene­mos que revi­sar nues­tro femi­nis­mo, nues­tras agen­das y nues­tras prác­ti­cas”, dijo Mon­te­ro. “Creo que somos muchas las muje­res femi­nis­tas blan­cas que pen­sa­mos y sen­ti­mos de cora­zón que el femi­nis­mo será anti­rra­cis­ta o no será; si no arti­cu­la­mos res­pues­tas en esa direc­ción, no habrá dere­chos para todas las muje­res”.

Las jor­na­le­ras marro­quís que lle­gan a los cam­pos en las cam­pa­ñas de reco­gi­da de la fre­sa, con­tra­ta­das des­de sus luga­res de ori­gen, vie­nen con una idea de lo que van a vivir y lue­go encuen­tran otra cosa”, insis­te Fáti­ma Boub­kri, pro­fe­sio­nal de la hos­te­le­ría, acti­vis­ta e inte­gran­te del equi­po de madres de Dra­go­nes de Lava­piés. Esta mujer, natu­ral de Marrue­cos que, tras 16 años en Espa­ña, lucha por visi­bi­li­zar las difi­cul­ta­des del colec­ti­vo migran­te feme­nino des­de su expe­rien­cia en pri­me­ra per­so­na. “Tene­mos que agra­de­cer y apo­yar a las muje­res valien­tes que levan­ta­ron su voz y denun­cia­ron la vio­len­cia que esta­ban vivien­do,” dijo Boubkri.

Tras la denun­cia, se pusie­ron en mar­cha algu­nas medi­das –un equi­po de media­do­ras, la inclu­sión de un pro­to­co­lo de aco­so y abu­sos sexua­les en el nue­vo con­ve­nio- pero “en la prác­ti­ca no sabe­mos si esto está sir­vien­do para aca­bar con los abu­sos y con la impunidad”.

El colo­quio, desa­rro­lla­do den­tro la Revuel­ta femi­nis­ta del 8 de mar­zo, estu­vo acom­pa­ña­do de una per­for­man­ce y un vídeo docu­men­tal con tes­ti­mo­nios que pre­ten­de colo­car la rei­vin­di­ca­ción de estas muje­res en pri­me­ra línea y hacer­se eco de sus voces.

Por Glo­ria López

Foto y fuen­te: AmecoPress

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