Nica­ra­gua. Falle­ce el poe­ta revo­lu­cio­na­rio Ernes­to Car­de­nal, figu­ra cla­ve de la Teo­lo­gía de la Liberación

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 1 mar­zo 2020

El poe­ta y sacer­do­te nica­ra­güen­se Ernes­to Car­de­nal ha falle­ci­do este domin­go en Mana­gua a la edad de 95 años a cau­sa de daños rena­les y car­dia­cos, infor­ma­ron fuen­tes cer­ca­nas al lite­ra­to, uno de los prin­ci­pa­les expo­nen­tes de la poe­sía lati­no­ame­ri­ca­na. Car­de­nal era uno de los más des­ta­ca­dos repre­sen­tan­tes de la teo­lo­gía de la libe­ra­ción. Su com­pro­mi­so polí­ti­co lo hizo apo­yar la lucha arma­da con­tra la dic­ta­du­ra de Somo­za, una dinas­tía que gober­nó Nica­ra­gua por más de 40 años, y más recien­te­men­te plan­tar cara al Gobierno del pre­si­den­te Daniel Orte­ga, cuyos des­ma­nes y arbi­tra­rie­da­des denun­cia­ba allá don­de via­ja­ba a pre­sen­tar su poe­sía. Su com­pro­mi­so con los más pobres y con­tra las injus­ti­cias lo con­vir­tie­ron en la voz moral de la revo­lu­ción san­di­nis­ta, un pro­yec­to con el que se com­pro­me­tió a fon­do y le valió la repri­men­da del Papa Juan Pablo II, para quien un sacer­do­te no podía inmis­cuir­se en los asun­tos polí­ti­cos. “¡Nica­ra­gua sin Guar­dia Nacio­nal, veo el nue­vo día! Una tie­rra sin terror. Sin tira­nía dinás­ti­ca”, había escri­to en uno de sus poe­mas más cele­bra­dos, Can­to Nacio­nal

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Nació en Gra­na­da (Nica­ra­gua), el 20 de enero de 1925. Here­de­ro de una sóli­da tra­di­ción poé­ti­ca –con poe­tas pro­mi­nen­tes como Rubén Darío – , Car­de­nal estu­dió lite­ra­tu­ra en Mana­gua y Méxi­co y cur­só otros estu­dios en Esta­dos Uni­dos y Euro­pa. En 1965 fue orde­na­do sacer­do­te y más tar­de se asen­ta­ría en el Archi­pié­la­go de Solen­ti­na­me, loca­li­za­do en el Gran Lago de Nica­ra­gua, don­de fun­dó una comu­ni­dad de pes­ca­do­res y artis­tas pri­mi­ti­vis­tas que se hizo mun­dial­men­te famo­sa. Fue ahí don­de escri­bió su céle­bre El Evan­ge­lio de Solen­ti­na­me. El archi­pié­la­go es un sitio de pere­gri­na­ción de los fie­les lec­to­res y segui­do­res del poe­ta. Car­de­nal pasa­ba sus vaca­cio­nes en esas islas, don­de leía las obras com­ple­tas de Darío, escri­bía o diri­gía la misa de Sema­na San­ta en la peque­ña igle­sia de la loca­li­dad. Allí será despedido.

La poe­sía de Car­de­nal está fuer­te­men­te liga­da a la
Revo­lu­ción San­di­nis­ta, que en 1979 derro­có a la dic­ta­du­ra de Somo­za. En
poe­mas como Hora Cero o El Can­to Nacio­nal el poe­ta des­ta­có las proezas
de Augus­to San­dino y los gue­rri­lle­ros san­di­nis­tas. Esa íntima
vin­cu­la­ción a la polí­ti­ca hizo que la nomen­cla­tu­ra de la Iglesia
cató­li­ca lo recha­za­ra, a tal pun­to que el Papa Juan Pablo II lo amonestó
públi­ca­men­te cuan­do visi­tó Nica­ra­gua en 1983, en ple­na era sandinista.

Car­de­nal, sin embar­go, man­te­nía un pro­fun­do amor cris­tiano, expre­sa­do a tra­vés de obas como Los Sal­mos, ver­sos que demues­tran su com­pro­mi­so con la fe, pero tam­bién su crí­ti­ca con­tra las injus­ti­cias, la opre­sión y el sufri­mien­to de los más des­pro­te­gi­dos. El poe­ta era un crea­dor incan­sa­ble, un hom­bre com­pro­me­ti­do polí­ti­ca­men­te has­ta el final de sus días, y una voz pro­fé­ti­ca, com­ba­ti­va e incó­mo­da para el poder.

Tras déca­das de pur­ga­ción por par­te del Vati­cano, el poe­ta fue reha­bi­li­ta­do por el papa Fran­cis­co. Jor­ge Mario Ber­go­glio le infor­mó en febre­ro del levan­ta­mien­to de la sus­pen­sión ad divi­nis (prohi­bi­ción de admi­nis­trar los sacra­men­tos) que Karol Wojty­la le impu­so en 1984. En una entre­vis­ta el mis­mo Car­de­nal había reco­no­ci­do: “Me sien­to iden­ti­fi­ca­do con este nue­vo Papa. Es mejor de como podría­mos haber­lo soñado”.

Tras cono­cer­se el falle­ci­mien­to del poe­ta, el Gobierno de Daniel Orte­ga ha decre­ta­do tres días de due­lo nacio­nal. En los ulti­mos años, ambos esta­ban irre­me­dia­ble­men­te sepa­ra­dos, y Car­de­nal no dejó de cri­ti­car al coman­dan­te del FSLN, allí don­de fue­ra a decir sus poe­mas. Con­si­de­ra­ba que su país había caí­do en una dic­ta­du­ra y se alió con sec­to­res de la opo­si­ción. Orte­ga, por su par­te, siem­pre dijo admi­rar su poe­sía pero no su paso a la «con­tra» acé­rri­ma con­tra su gobierno.

Una poe­sía de Cardenal

La maña­ni­ta

Her­mano, ama­ne­ció. Mirá.
Aho­ra pode­mos ver ya el vol­cán Masaya
y su humo
salien­do del crá­ter, y la lagu­na, ver­de, de Masaya,
más allá la lagu­na de Apo­yo, muy azul,
las Sie­rras, y serra­nías de color cielo
has­ta la leja­nía, la ver­dad es
que nues­tra tie­rra es de color de cielo,
más lejos, ¿lo ves? el Pacífico,
casi puro cie­lo bajo el cie­lo, la ver­dad es
que esta­mos en el cie­lo y no lo sabemos,
mirá, del otro lado el lago de Mana­gua y el Momotombo
jun­to al agua como
un trián­gu­lo de lago levan­ta­do o
una pirá­mi­de de cielo.
Todo esto des­de antes esta­ba allí
pero una oscu­ra noche lo cubría,
y no se veía. La noche de las tentaciones.
Cada uno tenía su tentación.
La ten­ta­ción del fal­so ama­ne­cer que aún no podía ser.
El yacer en una cama en ple­na noche soñan­do que es el amanecer.
Aho­ra sí fue el ama­ne­cer, Pan­cho Nicaragua,
todo está iluminado
alre­de­dor de este rancho.
La tie­rra y el agua. Lo podés ver.
Y en aque­lla casi­ta oigo cantar:
«Qué ale­gre y fresca
la mañanita».

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