¿Geo­po­lí­ti­ca o estra­te­gia comu­nis­ta? (I de II)

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El conocimiento del entorno geográfico, del espacio y del tiempo, es una necesidad objetiva por pura lógica de supervivencia no solo en la antropogenia sino de la vida animal, porque la energía, los recursos son finitos, se agotan tarde o temprano sobre todo cuando las contradicciones sociales de la producción/reproducción de la vida social imponen que su consumo tienda a ser crecientemente irracional en dirección al infinito, como en la sociedad capitalista. A grandes rasgos, las leyes del ahorro de energía o del mínimo esfuerzo, y de la productividad del trabajo reflejan la necesidad objetiva de adaptarse a la finitud de los recursos: materialismo histórico en esencia. El origen de la exploración geográfica radica en la necesidad de descubrir o apropiarse de nuevas energías; abaratar su extracción, transporte y consumo, y defender esos recursos de posibles atacantes. En la medida en que la exploración y explotación avanza, la acción humana inicialmente transforma la naturaleza y sus equilibrios, pero llega un momento que no es otro que el triunfo de la propiedad privada a partir del cual empieza a destruirla, creando una geografía acorde con las necesidades de las clases dominantes.

Se debate cual es el primer mapa geográfico pintado en cuevas durante el paleolítico, pero lo cierto es que ya entonces se dibujaban mapas para racionalizar el gasto de energía, orientarse y saber cómo llegar a los recursos vitales, siendo el canibalismo uno de los métodos de obtención de energía. En este sentido elemental, algo parecido a la geopolítica surge con las primeras asambleas periódicas de clanes y tribus recolectoras e itinerantes en los modos comunales de producción para coordinarse o pelearse, y mejora en los primeros Estados y ejércitos del modo de producción tributario. La objetividad de la dialéctica de la naturaleza hace que ese proceso a la vez implique transformación, destrucción y creación en un movimiento permanente en el que las crisis juegan un papel clave sobre todo una vez que la propiedad privada, al vencer a la propiedad colectiva y comunal, interrelaciona estrechamente geografía, Estado y guerra.

Por ejemplo, la necesidad ciega de responder a la ley del ahorro de energía fue la que, en parte, resolvió el problema del abastecimiento de agua durante el tendido de algunas vías férreas en las grandes praderas del norte de América: bastaba seguir los senderos de las manadas de bisontes para descubrir el camino más llano y recto posible entre pozos de agua porque los bisontes los habían abierto milenios antes de la llegada de nuestra especie a las praderas. Sin saberlo, los bisontes se habían adelantado a Trotsky cuando dijo que la suerte de las naciones depende de la ley (tendencial) de la productividad del trabajo. El ferrocarril expandía la ley del valor vital en el capitalismo, acabando casi del todo con los bisontes y con las naciones indias, llevaba ejércitos y clases trabajadoras de un océano a otro para acelerar la acumulación ampliada de capital, transformando y destrozando la naturaleza, creando una geografía capitalista sobre y contra la naturaleza moribunda.

Antes del capitalismo, las ciudades-Estado y los imperios de Sumer planificaban con gran detalle el grueso de las operaciones comerciales y militares, teniendo en cuenta las limitaciones de la época. Desarrollaron el espionaje para acceder a la mayor y mejor información posible en todas las cuestiones, espionaje realizado bien individualmente bien por delegaciones económicas que anotaban la geografía, riquezas, fuerzas y debilidades de los pueblos a invadir o con los que comerciar en situación ventajosa. La geopolítica dio paso a la geoestrategia porque no podía invadirse un país para estrujarlo si no se preparaba minuciosamente la operación. Las alianzas entre Estados para derribar imperios eran tejidas por una diplomacia muy experta.

En Grecia, la Liga Anfictiónica que se reunía en Corinto entre los siglos -VI al -II, hasta la dominación romana, era un ejemplo de geopolítica y geoestrategia que encuadraba a grandes rasgos el quehacer de historiadores, geógrafos, militares, comerciantes, filósofos y sacerdotes helénicos. La Liga de Corinto defendía los intereses del modo de producción esclavista frente a las rebeliones de las clases explotadas, de los esclavos y esclavas, de los pueblos dominados, y de las amenazas de potencias exteriores. Muy probablemente, la primera estrategia de contrainsurgencia fue elaborada en Corinto en el siglo -IV para prevenir y aplastar las crecientes rebeliones sociales.

En China, la geopolítica llegó a los más altos niveles de la geoestrategia con las aportaciones de Sun Tzu en el siglo -V recogidas en su imprescindible El arte de la guerra, obra que integra todas las disciplinas de la actual geopolítica más otras de la antropología y psicología, e incluso artes esotéricas típicas de aquel período. Al margen ahora de que Sun Tzu fuera un personaje real o mítico, el nombre de un autor dado a una compilación colectiva de textos, lo cierto es que la obra asume y defiende los intereses de la clase dominante en el modo de producción tributario chino. Un ejemplo de la valía del libro lo tenemos en que su estudio sirvió a una facción militarista japonesa del siglo VIII para unificar la isla mediante sus métodos, asegurando por siglos un muy duro sistema de explotación social, opresión patriarcal y dominación religiosa.

En Roma la geopolítica solo era plena si desembocaba en la geoestrategia, más aún en la medida en que una de las bases de su poder, el pequeño campesino libre que tomaba las armas voluntariamente, era desplazada por la otra base de su poder: millones de esclavas y esclavos explotados hasta la extenuación. Según los grandes terratenientes esclavistas expropiaban a los pequeños campesinos libres, se hacía más y más necesaria la planificación geoestratégica mediante una rigurosa geopolítica para saquear pueblos con el menor gasto y la mayor rentabilidad posible. El momento álgido fue el de las tres guerras con Cartago entre el -264 y el -146, que exterminó a la primera potencia de la época, destrozando con el arado, el fuego y la sal el humus del suelo cartaginés para que no brotaran ni las malas yerbas. La geopolítica se basaba, entre otros métodos, en los minuciosos informes que elaboraban los comerciantes, geógrafos, diplomáticos y espías que recorrían los países a invadir. Un espionaje arriesgado porque podían morir ejecutados al ser descubiertos. Luego, los comerciantes iban en la retaguardia de los invasores para administrar la conquista y comerciar con parte del botín. Roma generalizó con muchos siglos de antelación métodos luego comunes por no decir obligados.

En Mesoamérica, los Andes y México, las ciudades-Estado mayas y el imperio inca y azteca, por centrarnos en estos poderes, desarrollaban conocimientos muy exhaustivos del calendario, de la canalización de aguas, de agricultura en terrazas, de arquitectura, etc., para maximizar en lo posible la obtención y producción de energía, sostenido todo ello en una ágil burocracia estatal. La explotación social y patriarcal, y la opresión de pueblos, eran la base de estas poderosas culturas dirigidas por castas dominantes que aplicaban la geopolítica con la misma sistematicidad que los poderes citados, también para el uso de la violencia.

Cuando hablamos de espionaje debemos referirnos a los servicios secretos del Estado como elementos insustituibles en la geopolítica y geoestrategia: resulta definitivamente esclarecedor que la inmensa mayoría de los analistas dejen al margen, por ignorancia o por voluntad, la permanente acción interna de los servicios secretos, de los aparatos de Inteligencia, en geopolítica y más aún en geoestrategia. Sin embargo, una tarea clave en la que Sun Tzu había insistido era la de encontrar fisuras en el enemigo, en su unidad, agrandarlas en lo posible sembrando dudas, discordias y choques internos para comprar a un sector que traicionara al otro. Roma la empleó siempre, como todos los conquistadores antes y después. Gengis Kan perfeccionó este método incrementando el papel de la guerra psicológica, del soborno para traicionar, de la provocación de rumores, etc., así como las funciones de los «comerciantes», de modo que muy frecuentemente la pedagogía del miedo ya había surtido efecto entes de la invasión militar. Como decimos, eran métodos antiguos pero los mongoles los utilizaron al máximo de una forma brillante.

Otra característica que recorre cada vez más a la planificación geopolítica realizada en estos modos de producción es la importancia creciente en la obtención de esclavos y prisioneros cultos, sabios, técnicos, artesanos especializados, etc., porque estas sociedades van comprendiendo que su fuerza de trabajo más cualificada que la media rinde más en menos tiempo y hace cosas que el resto no puede hacer. Roma succionó el conocimiento griego en todos los sentidos. Los árabes, en una primera fase hasta los siglos XI-XII, integraron el saber de los pueblos en su política expansionista basada entre otras cosas en su superioridad cultural y militar; y los mongoles se esforzaron por colocar de un modo u otro a los sabios extranjeros en su aparato de Estado.

En la más atrasada Europa, los gremios artesanales intentaban ocultar sus artes técnicas para mantener sus beneficios frente a la competencia, pero comprar e integrar a los sabios era fácil si había dinero porque el conocimiento estratégico aún no se había convertido en parte del capital constante guardado celosamente por la burguesía. Aun así, los Estados tomaban medidas para proteger secretos de alto valor económico y militar que, en síntesis, viene a ser lo mismo, como la seda, el fuego griego, la fundición de metales y de vidrios, etc. Mantener esos secretos o descubrirlos era y es una de las garantías previas para el éxito de las geopolíticas antagónicas. A finales del siglo XIV la técnica artillera era monopolio de un reducidísimo grupo cerrado de personas, pero para mediados del siglo XV esta arma decisiva podía adquirirse en el mercado si había dinero: Bizancio terminó por caer en poder de los otomanos en 1453 gracias a que estos compraron la tecnología de grandes cañones a un monje húngaro que previamente había intentado venderla a los bizantinos que, por pobreza, no pudieron comprarla.

Lo que ahora se define como geopolítica era algo común en la burguesía comercial de la baja edad media, cuando presionaba con todas sus fuerzas para ampliar y aplicar la Lex Mercatoria lo más rápida y eficazmente posible a la mayor cantidad de mercados y países, de geografía, en suma, reduciendo las leyes protectoras de las economías locales, y chocando frontalmente con los vetustos privilegios de la nobleza y del clero. La Lex Mercatoria exigía la seguridad de la circulación mercantil, del cobro de letras, del pago de deudas, el mantenimiento de carreteras y puentes, etc., era inseparable de una geografía integrada en el poder político de cada zona. Obligarle a un obispo a que permitiese el tránsito gratuito de mercancías por sus tierras y sus puentes, incluso obligándole por la fuerza, suponía un choque de poderes con claros contenidos políticos y culturales. Pero por el lado contrario estaban las luchas campesinas para que molinos, puentes, bosques, prados, etc., volvieran a ser bienes comunes, y para que se prohibiera el derecho de violación de la mujer por el señor feudal: entonces, burgueses, nobles y obispos imponían su unidad e intereses de clase.

Si nos fijamos, lo básico de la geopolítica y la geoestrategia ya estaba presente en los modos de producción precapitalistas, aunque aún no se le llamase así. Lo estaba por una razón muy clara: para las clases dominantes el mantenerse en el poder requería la explotación interna, de su propio pueblo, y la externa, de otros pueblos, o la defensa ante las rebeliones de las y los explotados y de los ataques exteriores. Si la clase dominante despilfarraba riquezas, recursos, tesoros acumulados, etc., y no los reponía con otros recursos iguales o mayores, más temprano que tarde era derrotada. Si no se preparaba militarmente, sería derrotada o dominada, pero la preparación le exigía un gasto material que debía ser equilibrado y compensado. Y en todos estos casos era imprescindible un ahorro de tiempo y medios y el control de la geografía.

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