Por Mariano Pacheco,
revista Zoom
¿Se puede no pagar la deuda? ¿Qué ha pasado con la histórica
consigna de “No pago de la deuda externa” y su incidencia en la actual
coyuntura Argentina? ¿Es viable avanzar en torno al planteo de que es necesario
auditar e investigar los orígenes de los compromisos del país con los
organismos internacionales? Sobre estos ejes revista Zoom conversó con
Alejandro Bercovich, economista y periodista radial, gráfico y televisivo, que
en la actualidad conduce los programas “Brotes verdes” en C5n y “Pasaron
cosas” en Radio con vos, y escribe en Bae Negocios y revista Crisis.
¿Se puede no pagar hoy la deuda externa en Argentina? Ese
tal vez es un planteo que resuena, no digamos en el simple ciudadano de a pie,
pero seguramente en las cabezas de muchos lectores y lectoras atentas que están
con preocupación por la actual situación que atraviesa hoy el país. Por otra
parte que han comenzado a plantear que hay que auditar la deuda, invertigarla,
y no faltan quienes continúan sosteniendo la consigna de “No pago de la deuda
externa”, que en otros contextos – pongamos por caso: los años ochenta del
siglo pasado– tuvo mucho peso entre las organizaciones sindicales, sociales y
políticas de este país. Hoy tal vez hay quienes plantean que la deuda no es
ilegítima porque la contrajo un gobierno surgido de las urnas, más allá de que
lo hiciera por decreto y no por el Congreso. ¿Vos qué pensas?
Está muy bien plantear los tres ejes juntos porque están muy
imbricados. En primer lugar te diría que no es una locura, hoy por hoy,
plantear el No pago de la deuda, como consigna o como eje de intervención
política por parte de la izquierda y las organizaciones anti-capitalistas, e
incluso, por los movimientos sociales, sindicales. La deuda es un mecanismo de
sujeción política y no un mecanismo financiero y se puede rastrear su origen
política y está bastante manifiesto en lo que ocurrió en los últimos cuatro
años, con lo cual no me parece para nada plantear como argumento que “es una
locura”. Es claro, por otra parte, que hoy son bastante marginales quienes
sostienen esos planteos, y creo que tiene que ver con que en los años ochenta
todavía estaba muy claro el origen de esas deuda –con los milicos en el poder–
y que no se había contraído en nombre de nosotros, al menos desde un punto de
vista institucional, porque la adquirieron en pleno gobierno dictatorial y no
democrático. Entonces en ese momento el planteo era más lineal, y logró tener
más anclaje social. Ahora han pasado cuarenta años, y los efectos del planteo
no son los mismos, pero creo que se puede seguir sosteniendo, en tanto se
entienda que es un mecanismo de sujeción política antes que un mecanismo
financiero o un resorte más del capitalismo, y también, si se tiene en cuenta
que la deuda no puede ser repudiada por el hecho de haber sido contraída por un
gobierno dictatorial –que es lo que dice todo el tiempo el presidente Alberto
Fernández– pero sí puede ser encuadrada bajo el marco de la deuda odiosa en
tanto –como dijo hace muy poco Cristina Fernández en La Habana– no se usó ese
dinero para autopistas, carreteras, diques, casas, sino que fue un simple
vehículo para la fuga de divisas. Entonces, en la medida en que se establezca
claramente que el dinero que ingresó al país se fugó y que los fondos que
usufructuaron el dinero por las altas tasas que había y las comisiones que
cobraron también en la colocación, son los mismos que usufructuaron la
diferencia de cambio por haber comprado dólares más baratos y haberlos fugado
antes de la devaluación, puede al menos plantearse una discusión en la cual
ésto sea uno de los ejes. Yo, en ese sentido, no t engo dudas de que, como
hacen algunos movimientos sociales, el que no tiene una infraestructura básica
para que sus hijos toman agua potable –como está pasando en el Chaco salteño–
puede decir a los gritos que no se pague la deuda. No tienen que pedirle
permiso nadie porque hay una deuda muy anterior, que es de este país con
aquello que marca la Constitución Nacional que tiene que proveerle a sus
habitantes y a toda persona de bien que quiera habitar el suelo argentino. Esta
es una cuestión central, incluso para quienes están en el costado izquierdo de
este gobierno, porque pensar que tendrían que disciplinarse y no plantear la
discusión sería una muy mala decisión política. En mi caso, desde mi práctica
práctica periodística, me he propuesto mantenerlo en discusión, más allá de
que, como bien vos señalabas, es muy difícil hoy sostenerlo. Pero no es la
primera vez que la burguesía se encolumna con una misma posición respecto a un
modo de ver las cosas, en este caso la deuda, y pretende decir hasta donde se
puede y hasta donde no. Y eso es algo que hay que discutir.
¿Y sobre el planteo de auditar la deuda qué pensas?
Creo que cualquier expresión de repudio respecto de la deuda
tiene que ser muy serio y partir de un estudio pormenorizado de cual fue el
origen de la deuda, quienes se beneficiaron y cómo eso impactó en las
condiciones de vida de los argentinos. Incluso creo que el gobierno, para poder
tener una posición de mayor fortaleza en la renegociación de la deuda con los
acreedores –y hasta sin querer patear el tablero o repudiar las emisiones más
escandalosas de Caputto o lo que se contrajo con el Fondo incluso contra sus
propios estatutos, etcétera – , al gobierno le conviene aprovechar cierta
dinámica –como hacen los sindicalistas más burócratas cuando van a un patrón y
le dicen que si no concede algo se pudre con los zurdos– y escuchar a quienes
están a su izquierda con estos planteos. En ese sentido la auditoría es el paso
uno, sí o sí. También creo que hay que investigar otra cosa, que nos lleva a tu
tercer planteo…
… La cuestión de la
ilegitimidad de la deuda incluso contraída por un gobierno surgido del
sufragio…
Claro. Yo creo que indagar respecto no sólo de con qué
papeles o cuando se aprobó por decreto o por ley cada emisión de cada bono de
deuda, sino que hay que estudiar en detalle si Caputo finalmente no funcionó
como delivey boy de los grandes fondos de inversión y los bancos de Wall Street
que necesitaba colocar una liquidez a determinado plazo y que él les proveía
bonos para calzar esa liquidez en un país que pagara mucho interés como
Argentina. Si es así es algo que configura delito, y debería ir preso.
Entonces: hay que investigar las fallas institucionales de los decretos, pero
también establecer las responsabilidades. Acá hay algo que ya he dicho en otras
oportunidades – y no es algo que se me haya ocurrido a mí, sino que escuché
decir a varios especialistas en cuestiones de medio ambiente– y es prestar
atención a lo que sucede con muchas empresas respecto del medio ambiente. Lo
que hacen sus ejecutivos, ante la penalidad que se establece contra ellas por
contaminar –que es una multa en plata– es incorporarlo a su ecuación
económica. Y acá pasa algo similar con el tema de la deuda: en la medida en que
solamente se renegocie y se diga “bueno, este pagó tanto de más o no”, se está
permitiendo que estos tipos incorporen a la ecuación económica el endeudamiento
un sobrecosto eventual del default parcial. Por eso creo que lo que hay que
hacer es ponerlos presos. Hay que metemos presos a los que endeudaron al país y
permitieron que se fugara el dinero de ese endeudamiento, así la próxima vez lo
van a pensar dos veces. Claro: meterlos presos no es simple y ahí la
movilización popular es fundamental, porque estos tipos sí que se robaron todo.
Esa creo, al fin y al cabo, que debería ser la dinámica que adquiera un planteo
popular frente al problema de la deuda.