Glo­ba­li­za­ción capi­ta­lis­ta, euro­cen­tris­mo e inmigración.

Una pro­le­ta­ri­za­ción del mun­do que des­en­mas­ca­ra el «pseu­do­mo­der­nis­mo» (pri­me­ra parte)

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Los discursos dominantes sobre la «globalización» presentan esta última como el resultado de los progresos de las ciencias y las técnicas que establecen interacciones inéditas entre los diferentes espacios del planeta. Según este relato ideológico internacional, las nuevas tecnologías de información y comunicación han dejado obsoletos los Estados-nación, han hecho que caduquen los «grandes relatos» de la emancipación (socialismo, anticolonialismo, antiimperialismo, etc.) y abolido la lucha de clases. Este discurso oculta la naturaleza de esta globalización y su origen. Lejos de ser una consecuencia lógica de los progresos técnicos, la llamada «globalización» es el resultado de las estrategias de las grandes potencias imperialistas de la tríada (Estados Unidos, Unión Europea y Japón) para el nuevo reparto del mundo.

No estamos ante una «globalización» sino ante una «globalización capitalista» que reproduce y acentúa la división del mundo en centros dominantes y periferias dominadas a escala mundial, y la polarización de las clases sociales en cada país. De naturaleza política a causa de unas decisiones políticas y económicas precisas (por medio del G8, el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc.), la «globalización» significa una ofensiva generalizada contra todos los logros sociales y políticos de los pueblos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que ha sido posible en el contexto de la desaparición de los equilibrios y las relaciones de fuerza surgidos de la Segunda Guerra Mundial y de la descolonización. Las clases dominantes han percibido y analizado la desaparición del mundo bipolar con el fin de la URSS como una oportunidad para liberar la lógica capitalista e imperialista de todas las concesiones arrancadas por las luchas populares del siglo XX. El proyecto de volver a una lógica capitalista e imperialista «pura» se ha convertido en el grito de guerra de estas clases dominantes y el ultraliberalismo es su traducción económica. Con independencia de su diversidad y de la especificidad de los desencadenantes nacionales, los movimientos populares que sacuden el planeta constituyen un intento de oponerse a esta contrarrevolución programada. Si los desencadenantes de cada revuelta son específicos, las causalidades, por su parte, son en su mayoría comunes: el rechazo de la pauperización masiva que suscita dicha «globalización». Para comprender nuestra época es imprescindible tener en cuenta la base material de la revueltas actuales.

Lejos de ser solamente unos movimientos por la «democracia», contra el «sistema» o por la «libertad», en nuestra opinión estos movimientos populares masivos reflejan un movimiento sin precedentes de proletarización del mundo producido por esta «globalización». En efecto, esta se despliega bajo la lógica de la desaparición de las trabas a la libre circulación de capitales, a la destrucción de los obstáculos para la libertad del comercio, a la erradicación de los frenos aduaneros y de las «trabas» legislativas a la «libre competencia». Tras estas fórmulas reiteradas una y otra vez en nuestros medios de comunicación se oculta simplemente una desregularización generalizada cuyo motor es el descenso de los costes de mano de obra como mecanismo para aumentar la tasa de ganancia. Los planes de ajuste estructural impuestos por el FMI y el Banco Mundial durante las tres últimas décadas han «preparado» para este proceso a los países dominados de la periferia. Para acceder a los créditos se ha obligado a estas periferias a liquidar sus protecciones aduaneras, liberar los precios, privatizar los servicios públicos, facilitar la inversión extranjera, etc. Hoy las consecuencias son evidentes: una desindustrialización en los centros imperialistas debido a las deslocalizaciones masivas y una proletarización de las periferias dominadas que tienen en común una pauperización de las clases populares.

Solo el predominio de una visión eurocentrista de los medios de comunicación ha podido hacer que este vasto movimiento de redistribución de las fuerzas de trabajo parezca el signo del final de la clase obrera y de la lucha de clases, la prueba de la entrada en una sociedad postindustrial, el indicador de una mutación profunda del capitalismo. Ahora bien, a poco que la mirada no se centre solamente en los centros imperialistas sino que se extienda al conjunto del planeta, la clase obrera no solo no disminuye sino que aumenta. Algunas cifras bastan para demostrarlo: en 1950 la proporción de obreros de la industria que trabajaban en un país dominado de la periferia era del 34%. En 1980 esta proporción era el 53% y el 79% en 2010 (esto es, en cifras absolutas 541 millones de obreros frente a 145 en los países del centro). La transferencia de mano de obra es aún más importante si se centra el análisis en el trabajo de manufactura: «El 83% de la mano de obra de manufactura del mundo vive y trabaja en los países del Sur»1, resume el economista John Smith. Y este aumento de la proporción de los países de la periferia se produce en el contexto de un importante aumento de la «mano de obra mundial efectiva» entre 1980 y 2006 según las propias cifras del FMI2, que pasaron de 1.900 millones en 1980 a 3.100 millones en 2006.

En su excelente obra Modernité, religion et démocratie. Critique de l’eurocentrisme, critique des culturalismes3 Samir Amin sintetizó la relación entre el desarrollo en un polo del planeta y el subdesarrollo en otro polo. Esta polarización mundial del pasado conoce hoy en día una nueva era que se traduce en una proletarización del mundo. Al tiempo que el capitalismo hace aumentar la clase obrera de los países periféricos destruye sus empleos agrícolas. De este modo la apertura de los mercados y la liberalización del comercio exterior impuestas por los planes de ajuste estructural hizo descender en 2007 de 73% en 1960 a 48%4 la proporción de empleo agrícola en la población activa de los países periféricos. Las dos características de la proletarización de los países periféricos dominados son un aumento sin precedentes de la cantidad de personas trabajadoras industriales y un aumento igual de impresionante de las personas en paro que se hacinan en la periferia de las grandes aglomeraciones debido a la destrucción de la agricultura y al éxodo rural que se produce a consecuencia de ella. La situación no es mucho mejor en los países del centro imperialista. Contrariamente al mito de una «economía de servicio» que toma el relevo de una «economía industrial», la disminución de los empleos industriales se traduce en un paro estructural cada vez mayor. También aquí estamos ante una proletarización. Esta proletarización se traduce en las cóleras populares masivas de 2019 desde Argel a París y de Jartún a Beirut, de los Chalecos Amarillos a los hiraks5.

Los debates sobre la inmigración, las políticas represivas que los acompañan y los dramas humanos que se desprenden de ellas están al servicio de esta proletarización del mundo. Las barreras a la inmigración son de un rigor sin precedentes en la historia del capitalismo. La «superpoblación» de los países periféricos que no puede emigrar a los países del centro se acumula en unos gigantescos barrios de chabolas6 que no dejan de recordar las descripciones de los alojamientos para la clase obrera inglesa que hacía Engels en 18457. El objetivo de las restricciones a la emigración es mantener cautiva a esta «superpoblación» con el fin de que esté disponible para los empleos de la deslocalización masiva. Los cierres armados de fronteras no reflejan temor alguno a una «gran sustitución» sino que traducen un frío cálculo económico que transforma el Mediterráneo y la frontera mexicana en ataúdes gigantes. Se llega al colmo del cinismo con el discurso sobre «la inmigración escogida» que no es sino la elección de vaciar los países periféricos de sus personas trabajadoras cualificadas sin soportar los costes de formación de esta fuerza de trabajo compleja. Las cifras al respecto son elocuentes, como atestigua un estudio de 2013 sobre la «fuga de médicos africanos» a Estados Unidos: «La huida de médicos del África subsahariana empezó verdaderamente a mediados de la década de 1980 y se aceleró en la década de 1990 durante los años en los que se aplicaron los programas de ajuste estructural impuestos por […] el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial»8. Los médicos argelinos o de Oriente Próximo en los hospitales franceses son testimonio del mismo proceso en Europa.

La «huida de cerebros», el aumento de la pauperización en el centro y aún más en la periferia, las políticas migratorias restrictivas y la multiplicación de los asesinatos institucionales masivos en el Mediterráneo y en la frontera mexicana son facetas indisociables de dicha globalización. Es lo que recordaba Fidel Castro en Durban en 1998:

La libertad de movimiento que se proclama para el capital y las mercancías debe aplicarse también a lo que debe estar por encima de todo: los seres humanos. No más cruentos muros como el que se construye en la frontera entre Estados Unidos y México, que cuesta cada año cientos de vidas. Cese la persecución de los emigrados; muera la xenofobia y no la solidaridad9.

  1. John Smith: L’impérialisme au XXIème siècle, Editions critiques, París, 2019, p. 144.
  2. Fondo Monetario Internacional: World Economic Outlook, abril de 2007, p. 162.
  3. Samir Amin: Modernité, religion et démocratie. Critique de l’eurocentrisme, critique des culturalismes, Parangon, París, 2008. [En castellano Modernidad, religión, democracia: crítica del eurocentrismo, crítica de los culturalismos, Madrid, Iepala, D.L. 2010; traducción de Andrés Felipe Martín et al.]
  4. Bureau Internationale du Travail: Indicateurs Clés du Marché du Travail, Genève, 2007, capítulo 4.
  5. El término «hirak» significa literalmente «movimiento» y es el término que han adoptado los movimientos populares masivos en varios países una de cuyas lenguas es el árabe.
  6. Mike Davis: Le pire des mondes possibles. De l’explosion urbaine au bidonville global, La Découverte, París, 2007. [En castellano Planeta de ciudades miseria, Tres Cantos, Foca, 2007, traducción de José María Amoroto Salido.]
  7. Friedrich Engels (1845): La situation de la classe laborieuse en Angleterre. D’après les observations de l’auteur et des sources authentiques, Éditions sociales, París, 1960. [En castellano La situación de la clase obrera en Inglaterra, Madrid, Akal, 1976.]
  8. Akhenaten Benjamin, Caglar Ozden y Sten Vermund: Physician Emigration from Sub-Saharan Africa to the United States, PLOS Medicine, volumen 10, n° 12, 2013, p. 16.
  9. Fidel Castro: Discours au douzième sommet du mouvement des non-alignés du 2 septembre 1998 (http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-la-primera-sesion-de-trabajo-de-la-xii-cumbre-del-movimiento-de). [Hemos tomado la cita original en castellano de este enlace, n. de la t.]

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