CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA, ¡UNIDAD DE CLASE! – ITAIA

Es lamen­ta­ble que la infor­ma­ción que encon­tra­mos al bus­car la defi­ni­ción del machis­mo, la vio­len­cia machis­ta o la vio­len­cia de gene­ro solo res­pon­da a la tipo­lo­gía y con­se­cuen­cias de esta for­ma de vio­len­cia: acti­tud de pre­po­ten­cia de los varo­nes res­pec­to de las muje­res, for­ma de sexis­mo carac­te­ri­za­da por la pre­va­len­cia del varón, con­jun­to de acti­tu­des y prac­ti­cas que pue­den ser ofen­si­vos con­tra el sexo feme­nino… y deje de lado el con­tex­to y las cau­sas del mis­mo.

Las muje­res pro­le­ta­rias vivi­mos la vio­len­cia machis­ta en nues­tras car­nes: que no tomen en cuen­ta nues­tra opi­nión por ser suje­tos sin reco­no­ci­mien­to polí­ti­co, cru­zar­nos con el hom­bre que nos ha vio­la­do por la calle, que nos echen del tra­ba­jo por estar emba­ra­za­da… Por eso, mas allá de que nos expli­quen cual es la for­ma de vio­len­cia que sufri­mos y cua­les son sus con­se­cuen­cias, lo que mere­ce expli­ca­ción son sus cau­sas. Es decir, la expli­ca­ción de los intere­ses a los que res­pon­de la vio­len­cia machis­ta como fenó­meno sis­te­má­ti­co y encon­trar la for­ma para poder combatirlo.

Como fun­ción estra­té­gi­ca, tie­ne como obje­ti­vo el poder estruc­tu­ral, esto es, garan­ti­zar el poder bur­gués: que la mujer sea un suje­to deva­lua­do, por una par­te, le da a la bur­gue­sía la opción de tra­tar­la como mano de obra bara­ta, aumen­tan­do así su bene­fi­cio. Por otra par­te, recaen sobre la mujer muchas de las tareas repro­duc­ti­vas nece­sa­rias para la per­vi­ven­cia del sis­te­ma que se eje­cu­tan de mane­ra gra­tui­ta en casa, aho­rrán­do­le esos cos­tes al capi­tal. Todo eso fomen­ta la sepa­ra­ción social entre hom­bres y muje­res, crean­do ene­mis­ta­des entre el pro­le­ta­ria­do e impi­dien­do la uni­dad de cla­se. De modo que la vio­len­cia machis­ta actúa como meca­nis­mo ideo­ló­gi­co para aumen­tar la acu­mu­la­ción de capital.

Muchas veces son los apa­ra­tos esta­ta­les los que nos hacen vivir estas situa­cio­nes de vio­len­cia, que como herra­mien­tas efi­ca­ces del sis­te­ma, están con­fi­gu­ra­dos a sus intere­ses: cuan­do las fuer­zas poli­cia­les miran hacia otro lado ante la explo­ta­ción sexual, cuan­do el sis­te­ma de edu­ca­ción repro­du­ce los roles de gene­ro impues­tos, cuan­do el sis­te­ma judi­cial sen­ten­cia un caso de vio­la­ción como abu­so sexual… Ade­mas de esto, la cla­se domi­nan­te crea dife­ren­tes figu­ras dis­ci­pli­na­rias, para eje­cu­tar esta for­ma de vio­len­cia, dele­gán­do­les poder a cier­tos agen­tes de la cla­se tra­ba­ja­do­ra median­te ideo­lo­gías como el machis­mo: el mari­do que nos tie­ne ence­rra­das en casa, el encar­ga­do que nos ame­na­za y mani­pu­la en el tra­ba­jo, el que no para de mirar­nos en el bar de mane­ra amenazante…

Es ver­dad que las con­se­cuen­cias cul­tu­ra­les y jurí­di­cas de la pro­ble­má­ti­ca de gene­ro nos afec­tan a todas las muje­res, pero que nos inter­pe­le a todas no sig­ni­fi­ca que todas sufri­mos el mis­mo pro­ce­so de subor­di­na­ción. Al con­tra­rio, en una socie­dad de cla­ses la reali­dad social es dife­ren­te para la mujer pro­le­ta­ria o para la mujer bur­gue­sa, tan­to los meca­nis­mos pre­ven­ti­vos, como las capa­ci­da­des de res­pues­ta. Ade­más, los intere­ses sub­ya­cen­tes al machis­mo que hemos expli­ca­do dejan en evi­den­cia que las muje­res de las cla­ses posee­do­ras asu­men la opre­sión de gene­ro para man­te­ner su posi­ción de cla­se. Enton­ces, no exis­te prin­ci­pio de res­pon­sa­bi­li­dad para la mujer burguesa?

La con­clu­sión es cla­ra, la fun­ción que cum­ple la vio­len­cia machis­ta se basa en aumen­tar el plus­va­lor extraí­do a los y las tra­ba­ja­do­ras y garan­ti­zar­lo social­men­te, impi­dien­do para ello cual­quier orga­ni­za­ción comu­nis­ta. Por tan­to, es impres­cin­di­ble que pon­ga­mos la lucha con­tra la vio­len­cia machis­ta des­de hoy en pri­me­ra linea: expo­nien­do las cau­sas de la mis­ma, iden­ti­fi­can­do y crean­do meca­nis­mos para com­ba­tir las figu­ras dis­ci­pli­na­rias, pro­ble­ma­ti­zan­do los con­tex­tos que lle­van en su esen­cia la vio­len­cia machis­ta y crean­do herra­mien­tas para mejo­rar las con­di­cio­nes de vida de las muje­res pro­le­ta­rias. Es decir, que obe­de­cien­do a la res­pon­sa­bi­li­dad his­tó­ri­ca del pro­le­ta­ria­do, comen­ce­mos a arti­cu­lar la uni­dad de clase.

NOS OPRIMEN Y NOS DIVIDEN, ¡PERO SOLO LA UNIDAD ENTRE COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS NOS LIBERARÁ!

Jato­rria /​Ori­gen

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