Anti­im­pe­ria­lis­mo e internacionalismo

Ponen­cia a deba­te en Encuen­tro anti­im­pe­ria­lis­ta por la Vida, la Paz y la Sobe­ra­nía a cele­brar en Cara­cas los días 22 al 25 de enero de 2020.

[wpdm_​package id=“110811” template=“5c51ba687615d”]

La for­ma más inhu­ma­na de explo­ta­ción, la escla­vis­ta, es la que nos ofre­ce por ello mis­mo uno de los mejo­res cam­pos de obser­va­ción de la soli­da­ri­dad inter­na­cio­na­lis­ta y de la lucha con­tra el impe­ria­lis­mo. Es cier­to que ha habi­do varios escla­vis­mos: el de la eco­no­mía tri­bu­ta­ria, el gre­co­rro­mano, el medie­val, el del pri­mer escla­vis­mo capi­ta­lis­ta que irrum­pe en el siglo XV has­ta el XIX y el escla­vis­mo del capi­ta­lis­mo indus­trial1 que se mues­tra de diver­sas for­mas, entre las que des­ta­can la escla­vi­za­ción del tra­ba­jo infan­til con todos sus abu­sos2, del terro­ris­mo y explo­ta­ción sexo-eco­nó­mi­ca indus­tria­li­za­da o domés­ti­ca3 tam­bién en la «demo­crá­ti­ca» Unión Euro­pea4, de las explo­ta­cio­nes de migran­tes sin ley y en el silen­cio invi­si­ble del capi­ta­lis­mo sumer­gi­do, el de las maqui­las y empre­sas sub­si­dia­rias de las gran­des cor­po­ra­cio­nes ins­ta­la­das en paí­ses empo­bre­ci­dos y que explo­tan impu­ne­men­te con méto­dos cua­si escla­vis­tas, etc. Según los cálcu­los sua­ves de la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo5, en 2017 la escla­vi­tud moder­na explo­ta­ba a casi 200 millo­nes de per­so­nas, lle­van­do las muje­res la peor parte.

Con mayor o menor inten­si­dad, todas las for­mas de escla­vis­mo han teni­do y tie­nen sus rela­cio­nes con las prác­ti­cas chau­vi­nis­tas, xenó­fo­bas, racis­tas y fas­cis­tas inhe­ren­tes a los impe­ria­lis­mos suce­si­vos. Antes de que la fácil dema­go­gia sobre el «popu­lis­mo» fue­ra una golo­si­na que dis­tra­je­ra a la cas­ta inte­lec­tual, pen­sa­do­res crí­ti­cos, de izquier­da, estu­dia­ron las des­truc­cio­nes y estra­gos que el impe­ria­lis­mo capi­ta­lis­ta hacía en con­ti­nen­tes ente­ros, aplas­tan­do sus for­mas socia­les e impo­nien­do las que el impe­ria­lis­mo nece­si­ta­ba, muchas de ellas con las for­mas del escla­vis­mo capi­ta­lis­ta que hemos cita­do. Wallers­tein, por ejem­plo, inves­ti­gó cómo los cam­bios en Áfri­ca6 des­de la inde­pen­den­cia for­mal de varios paí­ses some­ti­dos eco­nó­mi­ca­men­te al impe­ria­lis­mo son inse­pa­ra­bles de las ten­sio­nes de la uni­dad for­ma­da por la lucha de cla­ses y las rei­vin­di­ca­cio­nes etno-nacionales.

Una vez que hemos expues­to una base teó­ri­ca míni­ma capaz de extraer las lec­cio­nes de la his­to­ria de la uni­dad entre escla­vis­mo e impe­ria­lis­mo, en su expre­sión más gene­ral, debe­mos y que­re­mos citar esta impac­tan­te des­crip­ción rea­li­za­da por Anthony Pagden:

La escla­vi­tud moder­na […] tuvo su ori­gen en la maña­na del 8 de agos­to de 1444, cuan­do el pri­mer car­ga­men­to de 235 afri­ca­nos cap­tu­ra­dos en lo que hoy es Sene­gal fue des­em­bar­ca­do en el puer­to por­tu­gués de Lagos. En los mue­lles se impro­vi­só un rudi­men­ta­rio mer­ca­do de escla­vos y los afri­ca­nos, con­fu­sos y aco­bar­da­dos, tam­ba­leán­do­se des­pués de sema­nas con­fi­na­dos en insa­nas bode­gas de los peque­ños bar­cos en que habían sido traí­dos, fue­ron reu­ni­dos en gru­pos de edad, sexo y esta­do de salud. El cro­nis­ta Gomes Ean­nes de Zura­ra, quien regis­tró el suce­so, escri­bió lo siguiente:

¿Qué cora­zón sería tan insen­si­ble de no sen­tir­se tras­pa­sa­do por un pia­do­so sen­ti­mien­to al con­tem­plar esa com­pa­ñía? Algu­nos tenían la cabe­za baja, el ros­tro baña­do en lágri­mas cuan­do mira­ban a los demás; otros gemían las­ti­mo­sa­men­te miran­do hacia los cie­los con fije­za y gri­ta­ban con gran­des ala­ri­dos, como si estu­vie­ran invo­can­do al padre del uni­ver­so para que los soco­rrie­ra. Para aumen­tar su angus­tia toda­vía más, lle­ga­ron enton­ces los encar­ga­dos de las divi­sio­nes y empe­za­ron a sepa­rar­los para for­mar cin­co lotes igua­les. Ello hizo nece­sa­rio apar­tar a los hijos de los padres y a las madres de los espo­sos, y a los her­ma­nos de sus her­ma­nos… Y cuan­do los niños asig­na­dos a un gru­po veían a sus padres en otro dis­tin­to daban un sal­to y salían corrien­do hacia ellos; las madres estre­cha­ban a sus hijos en los bra­zos y se ten­dían sobre el sue­lo, acep­tan­do las heri­das con des­pre­cio del pade­ci­mien­to de sus car­nes con tal de que sus niños nos les fue­ran arrebatados.

Una per­so­na que, al pare­cer, per­ma­ne­ció com­ple­ta­men­te impa­si­ble fue el prín­ci­pe Enri­que «el Nave­gan­te», quien había patro­ci­na­do el via­je. Según Zura­ra, lle­gó tiran­do de las rien­das «de un brio­so caba­llo acom­pa­ña­do de su gen­te». Sepa­ró, como era debi­do, el quin­to real de las ven­tas –cua­ren­ta y seis escla­vos en total– y se ale­jó cabal­gan­do. Aca­ba­ba de empe­zar el trá­fi­co del «oro negro»7.

Pode­mos pen­sar que en el Áfri­ca sene­ga­le­sa hubo resis­ten­cias de las pobla­cio­nes para no ser escla­vi­za­das, por­que fue una prác­ti­ca gene­ral des­de antes de la lle­ga­da de los comer­cian­tes por­tu­gue­ses, pero igno­ra­mos si las hubo en los bar­cos que les con­du­je­ron a Por­tu­gal. Sí sabe­mos con mucho deta­lle cómo mal­vi­vía el «oro negro» en las tra­ve­sías atlán­ti­cas gra­cias entre otras obras a la rigu­ro­sa inves­ti­ga­ción de M. Redi­ker que comien­za su impres­cin­di­ble libro sobre los bar­cos que lle­va­ban escla­vos, ima­gi­nan­do cual sería la reac­ción de estos al ser intro­du­ci­dos vio­len­ta­men­te en aque­llas cosas que nun­ca habían visto:

Lo que todos ellos encon­tra­ban en el bar­co de escla­vos era una extra­ña y poten­te com­bi­na­ción de máqui­na de gue­rra, pri­sión móvil y fábri­ca. Arti­lla­do con caño­nes y pro­vis­to de un extra­or­di­na­rio poder de des­truc­ción, el bar­co, con su capa­ci­dad béli­ca, podía emplear­se con­tra otros navíos, fuer­tes y puer­tos euro­peos, en una gue­rra tra­di­cio­nal entre nacio­nes, o, algu­nas veces, con­tra navíos y puer­tos no euro­peos, en misio­nes impe­ria­les de comer­cio o con­quis­ta. En el bar­co de escla­vos se desa­rro­lla­ba una gue­rra inter­na, dado que los miem­bros de la tri­pu­la­ción (con­ver­ti­dos en guar­dia­nes de pri­sión) com­ba­tían con­tra los escla­vos (los pri­sio­ne­ros) apun­tán­do­les con sus armas cuan­do pla­nea­ban fugas e insu­rrec­cio­nes. Los mari­ne­ros tam­bién «pro­du­cían» escla­vos en el bar­co en su con­di­ción de fábri­ca al dupli­car su valor a medi­da que se tras­la­da­ban de un mer­ca­do en el Atlán­ti­co orien­tal hacia otro en el Atlán­ti­co occi­den­tal y con­tri­buían a crear fuer­za de tra­ba­jo que ali­men­ta­ba una eco­no­mía mun­dial en cre­ci­mien­to a par­tir del siglo XVIII. Al pro­du­cir tra­ba­ja­do­res para las plan­ta­cio­nes, el bar­co-fábri­ca tam­bién pro­du­cía «raza». Al ini­cio de la tra­ve­sía, los capi­ta­nes con­tro­la­ban una tri­pu­la­ción hete­ro­gé­nea de mari­ne­ros que, en la cos­ta afri­ca­na, se con­ver­tían en «blan­cos». Al ini­cio de la ruta los capi­ta­nes lle­va­ban a bor­do una suma mul­ti­ét­ni­ca de afri­ca­nos que, en el puer­to de las Amé­ri­cas, se trans­for­ma­ban en «negros» o en «raza negra». Por tan­to, el via­je trans­for­ma­ba a quie­nes lo hacían. La capa­ci­dad béli­ca, el apro­vi­sio­na­mien­to y la pro­duc­ción fabril de fuer­za de tra­ba­jo y raza depen­dían de la vio­len­cia8.

Esta des­crip­ción del bar­co de escla­vos como una máqui­na de gue­rra, una pri­sión y una fábri­ca que pro­du­cía fuer­za de tra­ba­jo, y que fun­cio­na­ba gra­cias a la vio­len­cia que con­tro­la­ba su lucha de cla­ses inter­na, es un símil casi per­fec­to de la socie­dad bur­gue­sa: es un micro­cos­mos capi­ta­lis­ta flo­tan­te en el océano de la pro­duc­ción de fuer­za de tra­ba­jo y de ganan­cia. La esen­cia del bar­co escla­vis­ta como micro­cos­mos del capi­tal es la que expli­ca que las rebe­lio­nes en su inte­rior, la lucha de cla­ses entre amos occi­den­ta­les y escla­vas y escla­vos afri­ca­nos duran­te la tra­ta, reper­cu­tie­ra nega­ti­va­men­te en la tasa media mun­dial de ganan­cia como ya se admi­tía por los comer­cian­tes en 1731. Dado que, la media era de una insu­rrec­ción por cada diez bar­cos los gas­tos sobre­ve­ni­dos por la lucha de cla­ses duran­te el tras­la­do eran con­si­de­ra­bles9.

Uno de los pro­ble­mas que debían resol­ver las y los escla­vos era la diver­si­dad de len­guas por la mayor o menor diver­si­dad etno-cul­tu­ral de los gru­pos escla­vi­za­dos, pero la crea­ti­vi­dad clan­des­ti­na podía solu­cio­nar­lo con ges­tos, mue­cas y rudi­men­tos de un len­gua­je bási­co de super­vi­ven­cia for­ja­do fre­cuen­te­men­te median­te can­tos colec­ti­vos10. Otras veces, hubie­ra o no una prác­ti­ca pre­via de auto­or­ga­ni­za­ción clan­des­ti­na, eran las accio­nes indi­vi­dua­les las que hacían de chis­pa para el incen­dio o de lla­ma para la con­cien­cia con la inmo­la­ción de una per­so­na que se deja­ba morir de ham­bre aguan­tan­do todas las vio­len­cias para que clau­di­ca­ra comien­do: «En más de un sen­ti­do, la tra­ta atlán­ti­ca fue una huel­ga de ham­bre de cua­tro­cien­tos años de dura­ción. Des­de el ini­cio del comer­cio humano a tra­vés del mar a prin­ci­pios del siglo XV has­ta su ter­mi­na­ción a fina­les del siglo XIX, hubo afri­ca­nos escla­vi­za­dos que se nega­ban a inge­rir la comi­da que se les pro­por­cio­na­ba»11. Otras veces la pro­tes­ta, la for­ma de lucha –o de esca­pe– era arro­jar­se por la bor­da de mane­ra indi­vi­dual o en gru­po en un momen­to o tras ser derro­ta­da una suble­va­ción falli­da12. Pero las accio­nes indi­vi­dua­les o en gru­pos ais­la­dos y derro­ta­dos, por heroi­cas que fue­ran, no tie­nen tan­ta efec­ti­vi­dad como la rebe­lión colec­ti­va bien organizada:

Pero la insu­rrec­ción no era un pro­ce­so espon­tá­neo y natu­ral. Por el con­tra­rio, era el resul­ta­do de un esfuer­zo humano deli­be­ra­do: una comu­ni­ca­ción cui­da­do­sa, una pla­ni­fi­ca­ción deta­lla­da, una eje­cu­ción pre­ci­sa. Cada insu­rrec­ción, con inde­pen­den­cia de si logra­ba el éxi­to o no, era un logro nota­ble, por­que el bar­co negre­ro esta­ba orga­ni­za­do en casi todos los sen­ti­dos para impe­dir­la. Los comer­cian­tes, los capi­ta­nes, los ofi­cia­les y la tri­pu­la­ción pen­sa­ban en ella, se preo­cu­pa­ban por ella, adop­ta­ban medi­das prác­ti­cas con­tra ella. Todos y cada uno asu­mían que los escla­vos se alza­rían lle­nos de furia y los des­trui­rían si se les daba la menor opor­tu­ni­dad. Para quie­nes espe­ra­ban el bar­co de escla­vos, una insu­rrec­ción era, sin dudas, la peor pesa­di­lla. Podía dar al tras­te con ganan­cias y vidas en un explo­si­vo segun­do13.

Las escla­vas tenían diver­sas fun­cio­nes en las resis­ten­cias y en bas­tan­tes insu­rrec­cio­nes tuvie­ron un papel pro­ta­gó­ni­co, y los y las niñas tam­bién rea­li­za­ban tareas clan­des­ti­nas de infor­ma­ción, men­sa­je­ría, etc.14 La liber­tad se enfren­ta­ba a tres obs­tácu­los: librar­se se las cade­nas, armar­se y saber gober­nar el bar­co15. Eran los mis­mos que fre­nan la vic­to­ria del socia­lis­mo. Uno, sobre todo, crear con­cien­cia de liber­tad, ven­cer el mie­do y asu­mir la nece­si­dad de la vio­len­cia jus­ta; y simul­tá­nea­men­te crear auto­or­ga­ni­za­ción a pesar de las repre­sio­nes, del espio­na­je, las trai­cio­nes y las tram­pas y pro­me­sas de los amos. Dos, ven­cer en la insu­rrec­ción, o en caso de derro­ta, reor­ga­ni­zar la resis­ten­cia con los super­vi­vien­tes. Y tres, en caso de vic­to­ria saber mane­jar la extre­ma com­ple­ji­dad de la nave­ga­ción a vela y diri­gir el bar­co hacia tie­rras libres.

Como se apre­cia, la heroi­ci­dad e inte­li­gen­cia afri­ca­na ade­lan­ta­ba pun­tos cen­tra­les del socia­lis­mo. Inclu­so, podría supo­ner­se que una adver­ten­cia cla­ve escri­ta en el Mani­fies­to comu­nis­ta ya esta­ba con­fir­ma­da por esta lucha de cla­ses: la des­truc­ción mutua de los ban­dos en lucha por­que más de un bar­co se hun­dió al hacer­se ingo­ber­na­ble por las pro­pias con­tra­dic­cio­nes del escla­vis­mo, lo que exi­gía a las y los revo­lu­cio­na­rios una pre­pa­ra­ción con­cien­zu­da para evi­tar­lo. Por esto, algu­nas insu­rrec­cio­nes toma­ron medi­das que pos­te­rior­men­te serían tam­bién apli­ca­das por los bol­che­vi­ques des­de 1917: «De ahí que algu­nos insu­rrec­tos se empe­ña­ran en man­te­ner vivos a varios miem­bros de la tri­pu­la­ción, para que los ayu­da­ran con la nave­ga­ción y el retorno del bar­co al Áfri­ca»16.

El inter­na­cio­na­lis­mo y el anti­im­pe­ria­lis­mo, tal cual se prac­ti­ca­ba en la épo­ca, fue­ron señas de iden­ti­dad de las luchas de las y los escla­vos una vez ven­di­dos en el mer­ca­do capi­ta­lis­ta, unién­do­se a las resis­ten­cias de las pri­me­ras nacio­nes, de los cam­pe­si­nos mes­ti­zos, de los arte­sa­nos… No pode­mos alar­gar­nos en estas prác­ti­cas de huma­nis­mo que empe­za­ron des­de que fue­ron lle­va­dos los pri­me­ros escla­vos en 1511, con la suble­va­ción con­fir­ma­da por escri­to en 1533 y en la rebe­lión de 1538 con indios cuba­nos y yuca­te­cos, al igual que otras acae­ci­das en aque­lla épo­ca17, exten­dién­do­se por Anti­llas, Bra­sil, Pana­má, Colom­bia, Perú, Méxi­co…18 Siem­pre debe­re­mos recor­dar en Vene­zue­la y en Nues­tra­mé­ri­ca al Negro Miguel19, escla­vo de ori­gen afri­cano que diri­gió la revo­lu­ción de 1553, y al Gobierno Revo­lu­cio­na­rio de Guai­cai­pu­ro en esa mis­ma épo­ca, un gobierno comu­ni­ta­rio y colec­ti­vis­ta, pro­te­gi­do por su pro­pio ejér­ci­to popu­lar para defen­der­se del «enemi­go his­tó­ri­co era: el inva­sor espa­ñol»20. Y sin apu­rar la lis­ta, recor­de­mos la suble­va­ción de indios y escla­vos negros de 1809 en la boli­via­na San­ta Cruz de la Sie­rra que fue des­cu­bier­ta, logran­do huir algu­nos diri­gen­tes pero la mayo­ría de los insu­rrec­tos fue­ron exter­mi­na­dos21.

Al igual que aho­ra, el sis­te­ma ente­ro de alie­na­ción, enga­ño, ame­dren­ta­mien­to y terro­ris­mo esta­ba dise­ña­do para impo­ner y man­te­ner a los escla­vos en la doci­li­dad y la cola­bo­ra­ción por soborno o mie­do con el amo. Pero las lec­cio­nes de la vida eran tan tre­men­das que «otros veían en las rebe­lio­nes la mejor razón para librar­se de la escla­vi­tud. Con la expan­sión de esta últi­ma en el mun­do atlán­ti­co des­pués de 1750, cre­cie­ron el núme­ro y la mag­ni­tud de las suble­va­cio­nes de escla­vos. La revo­lu­ción de Hai­tí, la mayor con dife­ren­cia, fue la úni­ca que triun­fó. Pero la fre­cuen­cia de las rebe­lio­nes ele­vó, por más que estas fue­sen sofo­ca­das, los cos­tes de la escla­vi­tud para los plan­ta­do­res y dis­mi­nu­yó sus bene­fi­cios y su segu­ri­dad. Las comu­ni­da­des de escla­vos fugi­ti­vos (cima­rro­nes) ame­na­za­ban algu­nos lati­fun­dios»22.

  1. Tha­lif Deen: Escla­vi­tud moder­na, el cri­men orga­ni­za­do en su máxi­ma expre­sión, 26 de febre­ro de 2019 (http://​www​.ips​no​ti​cias​.net/​2​0​1​9​/​0​2​/​e​s​c​l​a​v​i​t​u​d​-​m​o​d​e​r​n​a​-​c​r​i​m​e​n​-​o​r​g​a​n​i​z​a​d​o​-​m​a​x​i​m​a​-​e​x​p​r​e​s​i​on/).
  2. Rafael AR Esca­lan­te: Abu­sos con­tra niños migran­tes en EEUU: una reali­dad horro­ro­sa, 18 de octu­bre de 2019 (http://​www​.laiz​quier​da​dia​rio​.com/​A​b​u​s​o​s​-​c​o​n​t​r​a​-​n​i​n​o​s​-​m​i​g​r​a​n​t​e​s​-​e​n​-​E​E​U​U​-​u​n​a​-​r​e​a​l​i​d​a​d​-​h​o​r​r​o​r​osa).
  3. Hon­du­ras: 400 niñas y niños des­apa­re­ci­dos y 24.000 víc­ti­mas de tra­ta, 24 de abril de 2019 (http://​www​.resu​men​la​ti​no​ame​ri​cano​.org/​2​0​1​9​/​0​4​/​2​4​/​h​o​n​d​u​r​a​s​-​4​0​0​-​n​i​n​a​s​-​y​-​n​i​n​o​s​-​d​e​s​a​p​a​r​e​c​i​d​o​s​-​y​-24 – 000-vic­ti­mas-de-tra­ta/).
  4. Ceci­lia Zamu­dio: Tra­ba­ja­do­ras migran­tes explo­ta­das y vio­la­das en la UE: bar­ba­rie capi­ta­lis­ta, 31 de agos­to de 2018 (https://​kao​sen​la​red​.net/​t​r​a​b​a​j​a​d​o​r​a​s​-​m​i​g​r​a​n​t​e​s​-​e​x​p​l​o​t​a​d​a​s​-​y​-​v​i​o​l​a​d​a​s​-​e​n​-​l​a​-​u​e​-​b​a​r​b​a​r​i​e​-​c​a​p​i​t​a​l​i​s​ta/).
  5. Tré­von Aus­tin: Casi 200 millo­nes de per­so­nas son escla­vos moder­nos o hacen tra­ba­jo infan­til, 21 de noviem­bre de 2017 (https://​www​.wsws​.org/​e​s​/​a​r​t​i​c​l​e​s​/​2​0​1​7​/​1​1​/​2​1​/​e​s​c​l​-​n​2​1​.​h​tml).
  6. Imma­nuel Wallers­tein: «El con­flic­to social en el Áfri­ca negra inde­pen­dien­te: nue­vo examen de los con­cep­tos de raza y gru­po de sta­tus», Raza, nación y cla­se, IEPALA, San­tan­der 1991, pp. 285 – 311.
  7. Anthony Pag­den: Pue­blos e Impe­rios, Mon­da­do­ri, Bar­ce­lo­na 2002, pp 131 – 132.
  8. Mar­kus Redi­ker: El Bar­co de Escla­vos, Ima­gen Con­tem­po­rá­nea, La Haba­na 2014, p. 9.
  9. Mar­kus Redi­ker: Idem., p. 325.
  10. Mar­kus Redi­ker: Idem., pp. 306 – 311.
  11. Mar­kus Redi­ker: Idem., p. 312.
  12. Mar­kus Redi­ker: Idem., pp. 314 – 317.
  13. Mar­kus Redi­ker: Idem., p. 318.
  14. Mar­kus Redi­ker: Idem., pp. 307 y 319.
  15. Mar­kus Redi­ker: Idem., p. 321.
  16. Mar­kus Redi­ker: Idem., p. 323.
  17. R. L. López Val­dés: Com­po­nen­tes afri­ca­nos en el etnos cubano, Cien­cias Socia­les, La Haba­na 1985, pp. 19 – 21.
  18. Vicen­ta Cor­tés Alon­so: «El negro en la Amé­ri­ca Virrei­nal», GHU, CIL, Madrid 1986, tomo 29, p. 64.
  19. J. M. Herre­ra Salas: El Negro Miguel y la pri­me­ra revo­lu­ción vene­zo­la­na. La cul­tu­ra del poder y el poder de la cul­tu­ra, Vadell, Cara­cas 2003, pp. 95 – 165.
  20. Luis Bel­tran Acos­ta: El pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio del caci­que Guai­cai­pu­ro, ICAP, San­tia­go de Cuba y Cara­cas 2002, pp. 163 – 198.
  21. E. Giro­na: Indios y escla­vos en armas, Ins­pi­ra­ción Cards, La Paz, Boli­via 2009, pp. 242 – 243.
  22. J.R. McNeill y William H. McNeill: Las redes huma­nas, Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2004, p. 286.

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *