En el prin­ci­pio de todo está el dine­ro, la rique­za y el poder

Los indi­vi­duos de todos los pue­blos vemos nues­tro por­ve­nir en la pro­pia liber­tad de exis­tir y gozar de una vida pla­cen­te­ra. Nun­ca nos plan­tea­mos, por regla gene­ral, nues­tro futu­ro en la cons­truc­ción colec­ti­va de una socie­dad soli­da­ri­dad y equi­ta­ti­va de la que for­ma­mos parte.

Nues­tros ante­pa­sa­dos, no tan leja­nos, lucha­ron con­tra los pode­res auto­ri­ta­rios dic­ta­to­ria­les ‑fas­cis­tas por qué no decir­lo- y tras años de sufri­mien­tos pero de enco­na­da y per­ti­naz lucha con­si­guie­ron, mejor aún con­quis­ta­ron, unos míni­mos dere­chos tan­to indi­vi­dua­les como colec­ti­vos que les per­mi­tió trans­mi­tir a sus hijos y des­cen­dien­tes un rit­mo, un esti­lo de vida, lige­ra­men­te más humano; no sólo eco­nó­mi­ca­men­te sino en sani­dad, ense­ñan­za, edu­ca­ción, cul­tu­ra, par­ti­ci­pa­ción ciu­da­da­na y solidaridad.

Pero hoy, influi­dos por unos pre­ten­di­dos líde­res natu­ra­les, pre­sun­tuo­sos diri­gen­tes «inte­lec­tual­men­te abier­tos», «rela­cio­nal­men­te socia­les», cons­ti­tui­dos a sí mis­mos como pre­sun­tos cabe­ci­llas de movi­mien­tos popu­la­res, noso­tros, tam­bién supues­tos mili­tan­tes, des­cen­dien­tes de nues­tros ante­pa­sa­dos com­ba­tien­tes, hemos cam­bia­do de ter­cio o más bien nos están hacien­do cam­biar de ter­cio, para des­gra­cia nuestra.

Sus­traí­dos de la mise­ria abso­lu­ta, uno se plan­tea y pone como obje­ti­vo úni­co, no vol­ver a caer en ella. Y para no regre­sar a las anda­das, des­pre­cia­da y olvi­da­da la lucha, pare­ce que solo se ve como solu­ción vital el obe­de­cer y some­ter­se a jefes y cabe­ci­llas, a todos los que man­dan lo mis­mo en la empre­sa a tra­vés de los sin­di­ca­tos, que en el pue­blo, la calle, y los gru­pos polí­ti­cos a tra­vés de enti­da­des, la mayo­ría de ellas some­ti­dos al poder polí­ti­co, supues­ta­men­te ele­gi­do en libertad.

Sí, los indi­vi­duos de todos los pue­blos auto­de­no­mi­na­dos demo­crá­ti­cos solo ven su por­ve­nir en la sim­ple liber­tad de exis­tir y gozar per­so­nal e indi­vi­dual­men­te. Nun­ca vemos el futu­ro en la cons­truc­ción colec­ti­va de una socie­dad solidaria.

El éxi­to de la dere­cha entre el pue­blo, ni se expli­ca ni se jus­ti­fi­ca por el talen­to de sus repre­sen­tan­tes, sino más bien por el mie­do y debi­li­ta­mien­to de los colec­ti­vos obre­ros y mili­tan­tes que ha con­du­ci­do a los elec­to­res, de ingre­sos insu­fi­cien­tes, a vivir tam­bién la polí­ti­ca de un modo más cal­cu­la­dor, sin crí­ti­cas, al menos públi­cas, y en total sumi­sión y obe­dien­cia a los que mandan.

A los súper ricos les cono­ce­mos y vemos en la tele­vi­sión y la pren­sa, como un espec­tácu­lo cine­ma­to­grá­fi­co; pero a la mise­ria impo­ten­te, degra­da­da no sólo eco­nó­mi­ca sino inclu­so físi­ca­men­te, la tene­mos a nues­tro lado. Pero no la vemos… no que­re­mos hacer­lo… siem­pre bajo el pre­tex­to de que nos dan pena. Has­ta la expre­sión, «peón», peo­na­je, es cada vez menos uti­li­za­da como si no existieran.

Ser de izquier­das hoy es obe­de­cer a unos líde­res cuyo fun­da­men­tal obje­ti­vo no es des­truir la dere­cha opre­so­ra, sino ocu­par su pues­to de poder.

«Hay que luchar para tomar el poder y así, lue­go podre­mos cam­biar la legislación.»

Y yo me pre­gun­to ¿cómo vas a poder tomar el poder si ni siquie­ra eres capaz de enfren­tar­te a los pode­ro­sos polí­ti­cos para con­se­guir de ellos el míni­mo valor de jus­ti­cia, equi­dad, de supre­sión de la mise­ria, de la eli­mi­na­ción del robo, del latro­ci­nio de todos aque­llos confabulados?

¿Yo? ¿Con la izquier­da en el con­gre­so, sub­ven­cio­na­da por el pode­ro­so, para que cie­rre mi boca?

¿Yo? ¿Jefe sin­di­ca­lis­ta, tam­bién sub­ven­cio­na­do y que tam­bién, eso sí, inclu­so he con­se­gui­do que mis adhe­ren­tes pue­dan en la decla­ra­ción de la ren­ta, des­con­tar lo que a mí me pagan? 

«En el prin­ci­pio de todo está el dine­ro, la rique­za y el poder. Y jun­to al dine­ro, el ímpe­tu de domi­nar, some­ter y ava­sa­llar, pro­vo­can­do mie­do.» Lo escri­bió Kar­butz tras leer a Daniel Cohen, en su libro La pros­pe­ri­dad el vicio.

Des­de el siglo XIV y en la mayo­ría de los paí­ses euro­peos se ven apa­re­cer asam­bleas con dis­tin­tos nom­bres: «Esta­dos Gene­ra­les», «Cor­tes», «Par­la­men­to»… Estas asam­bleas tie­nen carac­te­rís­ti­cas comu­nes y res­pon­den a la mis­ma nece­si­dad, la de hacer fren­te a las supues­tas nece­si­da­des pre­su­pues­ta­rias de los Estados.

Fue en Ingla­te­rra don­de mejor se pre­sen­tó la ori­gi­na­li­dad del pro­ce­so empren­di­do: Los baro­nes que avan­zan sobre Lon­dres, aquel 16 de mayo de 1214, con­si­guie­ron que Juan sin Tie­rra renun­cia­ra a su deci­sión de hacer­se con una tasa excep­cio­nal para los varo­nes que no le acom­pa­ña­ran en com­pa­ña, el camu­fla­je. Juan se ve obli­ga­do a recu­lar y acor­dar la Car­ta Mag­na, docu­men­to que anti­ci­pa en varios siglos la decla­ra­ción de los dere­chos del hom­bre. Los baro­nes obtie­nen así el com­pro­mi­so del rey de ase­gu­rar una jus­ti­cia impar­cial y de garan­ti­zar las liber­ta­des indi­vi­dua­les. Nace la demo­cra­cia repre­sen­ta­ti­va. Pero lo que se halla en el cora­zón del tex­to es la cues­tión fis­cal. Los impuestos.

Como diría Mar­cel Gau­chet, los polí­ti­cos viven como si tuvie­ran enor­mes dere­chos suple­men­ta­rios sobre el res­to de la población.

En el ori­gen esta­ba y está el dine­ro. Así fue­ron nacien­do las pre­ten­di­das demo­cra­cias, que no son sino pre­sun­tas «con­ce­sio­nes» de quie­nes pre­ci­san enri­que­cer­se cada día más, sin lími­te, fren­te a una ple­be, humi­lla­da y empobrecida.

Los pode­ro­sos lo lla­man dere­chos que con­ce­den para no fre­nar su enri­que­ci­mien­to, y empo­bre­cer aún más a los ciu­da­da­nos de «a pie»

Fer­min Gongeta

13 de enero de 2018

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