Del todos con­tra Fran­co al todos con­tra ETA

Si los euro­peos son de dere­chas, al menos des­de el Plan Marshall, y los espa­ño­les neo­fran­quis­tas, des­de Aznar como poco, los vas­cos son feni­cios des­de Sota. O sea, des­de que Sota tras la muer­te de Ara­na asal­tó el batzo­ki. Esto quie­re decir que, como si nada, los vas­cos son neo­ca­pi­ta­lis­tas. O capi­ta­lis­tas a secas. Y ya se sabe los neo­ca­pi­ta­lis­tas, o capi­ta­lis­tas a secas, no tie­nen patria. De ahí que a los sotis­tas y al par­ti­do de Sota, mayo­ri­ta­rio don­de lo haya, nun­ca les ha impor­ta­do depen­der de Espa­ña. O del sur­sum cor­da si es nece­sa­rio, con tal de no pagar o de pagar lo menos posi­ble. La socie­dad vas­ca, mayo­ría de cla­ses medias vas­quis­tas, mino­ría de cla­ses altas espa­ño­li­za­dí­si­mas, tie­ne un alto poder adqui­si­ti­vo. Y esto lo sabe todo el mun­do. Pero solo el PNV se apro­ve­cha de ello. Una vez cada cua­tro años y lue­go todo el tiem­po que sigue.

Cuan­do Fran­co, la socie­dad vas­ca vivía sus peo­res momen­tos, en tan­to el par­ti­do en medio de las lar­gas vaca­cio­nes del 36 le pedía pacien­cia y bara­jar. Este aprie­to solo se vió ali­via­do, des­de los años sesen­ta, con las acti­vi­da­des y accio­nes de una orga­ni­za­ción nue­va y des­co­no­ci­da, a la que nadie augu­ra­ba nada bueno… ni dura­de­ro. La ofen­si­va polí­ti­co mili­tar de ETA, con­tra Fran­co, fue sin embar­go apro­ve­cha­da, aun­que sin creer en ella, por los par­ti­dos de la sies­ta. Duran­te años, sus arries­ga­das accio­nes sir­vie­ron al menos para evi­tar que el nacio­na­lis­mo vas­co des­apa­re­cie­ra en el Museo de la His­to­ria. Y para que toda una gene­ra­ción cre­ye­ra en que las cosas podían ser de otro modo. A la cabe­za de los opor­tu­nis­tas esta­ba, cómo no, el par­ti­do de Sota. El PNV, con el avis­pa­do Aju­ria­ge­rra al fren­te, se daba cuen­ta que per­dían a las nue­vas gene­ra­cio­nes y que sus cas­po­sos mili­tan­tes se des­en­gan­cha­ban a toda velo­ci­dad de la nue­va resis­ten­cia anti­fra­quis­ta. Sus anqui­lo­sa­das e ino­cuas estruc­tu­ras ape­nas les per­mi­tían poco más que algu­na afa­ri-merien­da, en los Abe­rri Egu­na pari­si­nos y la tra­di­cio­nal alo­cu­ción, de Gabón, radia­da des­de Venezuela.

Sin embar­go, un día Fran­co va y se mue­re, y a la lec­tu­ra del tes­ta­men­to acu­den todos los del relai­xing cof­fee. Y se encuen­tran con algu­nos com­pe­ti­do­res nue­vos y peli­gro­sos. El PNV enton­ces ace­le­ra y se lan­za ense­gui­da a la pis­ci­na medio lle­na, con el agua del Man­za­na­res, en mar­zo de 1977. Solo cua­ren­ta años des­pués de su últi­ma asam­blea. Pero pro­me­tien­do lo de siem­pre. Y recor­dan­do que ellos son el par­ti­do que más ha hecho por Eus­ka­di en esos cua­ren­ta años sin hacer nada etc. El PNV echa­ba a andar su obso­le­ta maqui­na­ria post­fra­quis­ta, con la ayu­da polí­ti­ca y finan­cie­ra (que al final todo se sabe) de Suá­rez el bene­fac­tor. Los batzo­kis reabren, se lega­li­zan las iku­rri­nas, la afi­lia­ción se dis­pa­ra y el sotis­mo es acep­ta­do de los pri­me­ri­tos. Sin embar­go, el PNV reini­cia su bio­gra­fía polí­ti­ca, no con­tra la ocu­pa­ción espa­ño­la, no con­tra el impe­rio… como había pro­me­ti­do Arza­lluz. Ni con­tra el pseu­do­re­for­mis­mo de la Tran­si­ción, sino con­tra su peor enemi­go: ETA. Es decir, con­tra el inde­pen­den­tis­mo vas­co que ame­na­za, y a veces ocu­pa, des­de fina­les de los sesen­ta su hege­mo­nía polí­ti­ca en el territorio.

Se decla­ra así, pri­me­ro, una gue­rra fría entre vas­cos. Y lue­go, ya con la poli­cia arma­da vas­ca de por medio, una calien­te mini-gue­rra. La fecha inau­gu­ral de esta rup­tu­ra es octu­bre de 1978. La pri­me­ra mani­fes­ta­ción con­tra ETA, en la calle Jose Anto­nio Pri­mo de Rive­ra (hoy Sabino Ara­na). En ella los jel­ki­des y los socia­tas de Sures­nes, recla­ma­ron su sitio y la des­apa­ri­ción de ETA. Aque­lla mani­fes­ta­ción, ante la que se horro­ri­za­ba Mon­zón en un artícu­lo de Egin, y que fue con­tes­ta­da por la Izquier­da Aber­tza­le con una para­le­la en la pla­za Etxe­ba­rrie­ta, de Bil­bao, se lla­mó de las palo­mas. El PNV sol­tó un par de palo­mas y dijo que eso y la derro­ta de ETA, era la paz. Y aquel día se esce­ni­fi­có el nue­vo tea­tro vas­co. Entre otras cosas, por­que mien­tras los soti­tas y sus ami­gos del PSO Espa­ñol, cami­na­ban al son ale­gre de la paz, entre ban­de­ras vic­to­rio­sas, los demás éra­mos apa­lea­dos en las sie­te calles por sus cole­gas de uni­for­me gris.

Lue­go todo fue muy rápi­do. En Eus­ka­di, más que en cual­quier otro terri­to­rio ocu­pa­do. Prue­ba incon­tes­ta­ble de la impor­tan­cia que la acti­vi­dad de ETA apor­ta­ba al caso. Y de la bue­na sin­to­nía con Madrid, para su tra­ta­mien­to. Así como de la exis­ten­cia de acuer­dos incon­fe­sa­bles. En los años ochen­ta comien­za a actuar la «gue­rra sucia». Pri­me­ro será el Bata­llón Vas­co Espa­ñol, lue­go el GAL y lue­go ya direc­ta­men­te la poli­cía arma­da vas­ca. Se ace­le­ra la pseu­do­re­for­ma. En 1980, elec­cio­nes vas­con­ga­das. En 1981, visi­ta «can­ta­da» del rey a Ger­ni­ka, para hacer la risa de jurar los Fue­ros. Allí fue don­de los berro­cis del PNV (poli­cía para­le­la ale­gal, auto­ri­za­da por Madrid) estre­na­ron las habi­li­da­des apren­di­das de sus ins­truc­to­res del Mos­sad. Encar­gán­do­se de man­te­ner el orden auto­nó­mi­co en la sala. En 1982, Madrid auto­ri­za la joya de la coro­na vas­con­ga­da: la crea­ción de la Ertzan­tza. Y se trans­fie­re el orden públi­co (o sea, la lucha con­tra ETA) a los here­de­ros de Sota.

Ese mis­mo año, es impues­to en Nafa­rroa un Ame­jo­ra­mien­to foral anti­de­mo­crá­ti­co, que ni se con­sul­ta. En 1983, el PNV se estre­lla en las elec­cio­nes del ter­cio nava­rro y se ini­cia un pro­ce­so de esci­sión que cul­mi­na con la fun­da­ción de EA en 1986. Para las elec­cio­nes vas­con­ga­das de ese año, una inge­nua HB que cree en papa Noel ofre­ce a PNV-EA una alian­za nacio­nal. No nece­si­to hablar de la res­pues­ta. En 1987, comien­za la apli­ca­ción de duras medi­das de cas­ti­go y dis­per­sión con­tra los pre­sos polí­ti­cos vas­cos, que pro­ta­go­ni­za el PSOE y apo­ya el PNV. Las sinies­tras cár­ce­les de Espa­ña, se adue­ñan del espa­cio polí­ti­co. En 1990, sabien­do que no sir­ve de nada, el PNV se suma a un acuer­do par­la­men­ta­rio vas­co a favor del dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción. Ardan­za dice, con su pro­ba­da saga­ci­dad, que «solo es para qui­tar ban­de­ras a ETA». Mien­tras Ana­sa­gas­ti, a la sazón de pal­me­ro en Madrid, tran­qui­li­za a dies­tros y sinies­tros ase­gu­ran­do que sabe de bue­na tin­ta (la de la Cons­ti­tu­ción espa­ño­la cla­ro) que si se inten­ta apli­car este acuer­do, el ejér­ci­to espa­ñol inter­ven­drá. En 1990, la Ertzai­na estre­na su pal­ma­rés con­tra ETA, con las pri­me­ras deten­cio­nes de mili­tan­tes. Y al año siguien­te, pro­fun­di­za en este enfren­ta­mien­to con una embos­ca­da en Bil­bao en la que mue­ren un mili­tan­te vas­co y un ertzaina.

El PNV ha teni­do siem­pre bien cla­ro que su enemi­go prin­ci­pal era ETA. No era la Espa­ña de Fran­co o sus con­ti­nua­do­res monár­qui­cos, ni la aco­ge­do­ra Fran­cia. No eran los par­ti­dos espa­ño­les de la Con­jun­ción repu­bli­cano-socia­lis­ta de 1930. Ni los del con­tu­ber­nio de Munich, del 62. Ni siquie­ra el PCE anti­fran­quis­ta, o sus esci­sio­nes de resis­ten­tes con­tra Fran­co. Nin­guno de ellos podía dispu­tar­le las len­te­jas auto­nó­mi­cas. Si había alguien que podía des­en­mas­ca­rar­les en su pro­pia casa e impe­dir que las fala­cias del 77 y las renun­cias pos­te­rio­res pudie­sen gober­nar la CAV, no era otro que ETA. O quie­nes fue­sen que con­ti­nua­sen o apo­ya­sen su obra polí­ti­ca. Los jel­ki­des sabían que sus car­tas más fuer­tes las tenían que jugar en casa y con­tra el enemi­go de casa. De ahí que, en Madrid, sus pro­to­co­la­rias visi­tas nun­ca hayan pasa­do de algu­nos fue­gos de arti­fi­cio elec­to­ral, un sarao de acuer­dos o acuer­di­llos y el repar­to del cofre foral con los par­ti­dos del turno: UCD, PSOE y aho­ra el PP de Rajoy el incorrupto.

Con estos alia­dos con­tra ETA, que gus­tó­sa­men­te se pres­ta­ron a faci­li­tar los pla­nes del sotis­mo, no es extra­ño que la auto­no­mía vas­ca se ade­lan­ta­se y mejo­ra­se sus­tan­cial­men­te a las demás. Inclu­so a la todo­po­de­ro­sa cata­la­na del seny y los Pujol. Es asom­bro­so que Espa­ña que rega­tea­ba (y rega­tea) lo inde­ci­ble en sus trans­fe­ren­cias colo­nia­les, per­mi­tie­ra tan dili­gen­te y rápi­da­men­te armar­se a la poli­cía vas­ca. La Ertzain­tza, que no podía caer en otras manos, fue el buque insig­nia del par­ti­do de Sota. Con la pro­me­sa cons­ti­tu­cio­nal de incor­po­rar­la, como una poli­cía más, a la lucha con­tra ETA. Espa­ña que toda­vía (2017) se resis­te a trans­fe­rir algo tan ino­cuo como las pri­sio­nes, en cam­bio, se apre­su­ró a per­mi­tir en pro­ce­di­mien­to de urgen­cia el desa­rro­llo (con­tro­la­do, eso sí) de los ertzai­nas. ¿Hubie­ra hecho lo mis­mo si en Lakua estu­vie­ra HB, o una coa­li­ción de par­ti­dos no pre­fe­ren­te­men­te anti-ETA?. Pues no, evi­den­te­men­te no. Lo que hubie­ra hecho el gobierno espa­ñol enton­ces sería refor­zar la pre­sen­cia poli­cial e inclu­so mili­tar en Eus­ka­di. Y vete a saber si no hubie­ra traí­do a la Aco­ra­za­da Bru­ne­te al cuar­tel de Gare­llano. Pero no cabe duda nin­gu­na sobre la trans­fe­ren­cia express de la poli­cía arma­da vas­ca que for­ma­ba par­te de un pac­to de no agre­sión con­tra Espa­ña y de máxi­ma beli­ge­ran­cia con­tra ETA. O sea, aque­llo de una «poli­cía inte­gral» que tan­to gus­ta­ba al señor Atutxa. El polí­ti­co vas­co favo­ri­to de los españoles.

En el trans­fon­do de este tea­tro auto­nó­mi­co, ETA ya sabía que no podía solo con sus pro­pios medios des­es­ta­bi­li­zar a los gobier­nos espa­ño­les. Mucho menos des­pués de la OTAN. Pero el PNV no lo sabía. O no lo sabía bien. Quie­ro decir, que era lo que menos le impor­ta­ba. Lo que que­ría, a cual­quier pre­cio, eran man­te­ner su reduc­to vas­con­ga­do bajo con­trol. Evi­tan­do que pudie­ra caer social y polí­ti­ca­men­te del lado «equi­vo­ca­do». O sea del lado de la recién fun­da­da Herri Bata­su­na, que ade­más de sin­to­ni­zar con ETA ame­na­za­ba con lle­var a la prác­ti­ca sus inten­cio­nes inde­pen­den­tis­tas y socia­lis­tas. O por lo menos inten­tar­lo. Con lo con­mo­cio­nan­te que esto hubie­ra sido para el par­ti­do del mar­qués de Llano. Y enton­ces fue cuan­do se dise­ñó el «todos con­tra ETA», inau­gu­ra­do en pri­mi­cia por el PNV en la mani­fes­ta­ción de las palo­mas citada.

Des­pués de aquel 1978, una serie de hechos polí­ti­cos, socia­les, ins­ti­tu­cio­na­les y mili­ta­res segui­rán enfren­tan­do al sotis­mo y a ETA o su ámbi­to polí­ti­co social (HB, LAB, Ges­to­ras…) En 1981, la lucha anti­nu­clear con­tra la cen­tral de Lemoiz (cons­truc­ción apo­ya­da por el par­ti­do) cul­mi­na con la muer­te del inge­nie­ro Ryan y una ofen­si­va de lar­go alcan­ce del PNV. Con­vo­ca­to­ria de huel­ga, mani­fes­ta­ción nume­ro­sa, ofen­si­va de decla­ra­cio­nes, etc. Ese mis­mo año, con el inten­to del 23‑F el PSOE y los demás se ponen las pilas anti-inde­pen­den­cia. Y, por fin, con el PSOE en el poder (1982), un par­ti­do ex-repu­bli­cano que per­dió la gue­rra con­tra Fran­co, empie­za a gober­nar el Esta­do auto­nó­mi­co sin pro­vo­car dema­sia­do a los cuar­te­les, entran­do en la OTAN, en el MEC y un lar­go etcé­te­ra de arre­pen­ti­mien­tos, entre ellos una LOAPA anti­au­to­nó­mi­ca, que no lle­gó a eje­cu­tar­se. En los años ochen­ta la ofen­si­va con­tra ETA, empie­za a tomar cuer­po social y sub­ven­cio­nes ofi­cia­les. Ges­to por la Paz, que inven­ta­rá el lazo azul, pre­ce­de al Pac­to de Aju­ria Enea (1988) fir­ma­do por PNV, PSOE, AP, EA, EE y Ardan­za, en nom­bre de la enti­dad finan­cie­ra. Tan­tas moles­tias para aca­bar con ETA, que hacía lo mis­mo que con Fran­co. Aun­que más a menu­do. Su vio­len­cia y accio­nes arma­das, bom­bas o dis­pa­ros, esta­ban diri­gi­das a los obje­ti­vos de siem­pre. Pero con la sal­ve­dad que aho­ra no favo­re­cían los intere­ses y pro­gra­mas de los par­ti­dos del Pac­to. Aho­ra los obje­ti­vos podían ser inclu­so los pro­pios suce­so­res del nego­cio del cau­di­llo. En este pun­to la ideo­lo­gía de jus­ti­fi­ca­ción del sis­te­ma afir­ma­ba que lo que esta­ba bien con­tra la dic­ta­du­ra, o sea matar, esta­ba mal con ellos que eran los demó­cra­tas. Y la gen­te de los 25.000 dóla­res de ren­ta per capi­ta, como había supues­to López Rodo y otros tec­nó­cra­tas del fran­quis­mo, empe­zó a creérselo.

A par­tir de aquí son varios los aten­ta­dos y fre­cuen­tes los enfren­ta­mien­tos, deten­cio­nes, acu­sa­cio­nes de tor­tu­ras, etc. Hacia 1996, la con­se­je­ría de inte­rior vas­con­ga­da pare­ce tomar el man­do y rele­vo en lucha, no solo con­tra ETA, sino con­tra cual­quier resis­ten­te, sim­pa­ti­zan­te, cola­bo­ra­dor o mani­fes­tan­te en su favor. La poli­cía espa­ño­la y la guar­dia civil prác­ti­ca­men­te des­apa­re­cen de las calles y los guar­dias vas­cos ocu­pan su lugar y papel en la repre­sión. En 1997, con la muer­te de Blan­co, con­ce­jal del PP en Ermua, el PNV cree encon­trar la oca­sión de «rema­tar» al enemi­go toca­do. Para ello uti­li­za a la cria­tu­ra del Pac­to de Aju­ria Enea «Ges­to por la Paz», cuyo alum­bra­mien­to y nutri­ción ha sub­ven­cio­na­do. Se con­vo­ca una mani­fes­ta­ción mons­truo­sa (de mons­truos) en Bil­bao, con­tra ETA, en la que el des­plie­gue infor­ma­ti­vo y la apues­ta por el asal­to final ame­na­za con ser defi­ni­ti­va. Arza­lluz, Ardan­za, Atutxa y los otros jel­ki­des reco­rren las calles de la invic­ta villa, cogi­dos del bra­ze­te de Aznar, y rodea­dos de espa­ño­les con sus ban­de­ras bico­lo­res. El PNV supo que había dado la vuel­ta a la situa­ción y man­da­do a sus com­pe­ti­do­res inde­pen­den­tis­tas a las cata­cum­bas polí­ti­cas. Pero tam­bién se dio cuen­ta que se habia que­da­do solo… con Espa­ña. Y una cosa mala es ser espa­ñol en Eus­ka­di, pero otra peor es pare­cer­lo. Eso, en Eus­ka­di, es un sui­ci­dio polí­ti­co. Y el PNV lo sabía. Lo sabe.

Por esta, o por otras razo­nes, que con­ve­nían a algu­nos, alguien inven­tó lo de Liza­rra-Gara­zi. Una sali­da en la que según pare­ce solo creían ETA y HB. Y que, estan­do el par­ti­do del Mar­qués por medio, no podía tener más que un final infe­liz y lamen­ta­ble. No es nece­sa­rio con­tar nada sobre aque­lla frus­tra­ción, con tre­gua inclui­da, de la que le cos­tó mucho salir a ETA y a la izquier­da aber­tza­le. Mien­tras el PNV se las arre­gla­ba, una vez más, para caer de pie en el char­co. Si en algo es mag­ní­fi­co el par­ti­do de Sota es en man­te­ner­se por enci­ma de todos, iden­ti­fi­car­se con una socie­dad con­ser­va­do­ra y echar la cul­pa de todos los males a sus adver­sa­rios. Para ello, el PNV y sus alia­dos espa­ño­les, par­ti­da­rios de la auto­no­mía, tie­nen y emplean pode­ro­sos medios, sobre todo de comu­ni­ca­ción, edu­ca­ción, into­xi­ca­ción y com­pra-ven­ta, que se ponen al ser­vi­cio de crear una ima­gen de ETA, como enemi­go públi­co. Recu­pe­ran­do la idea y la ima­gen de ETA que tenía la pro­pa­gan­da fran­quis­ta. Para ello, los ingen­tes recur­sos, trans­fe­ri­dos por Espa­ña al gobierno vas­con­ga­do, han per­mi­ti­do la crea­ción de perió­di­cos, radios, tele­vi­sio­nes, revis­tas y pre­mios a inte­lec­tua­les y otros cola­bo­ra­cio­nis­tas. Tam­bién una uni­ver­si­dad cuya úni­ca fina­li­dad es ser­vir de aco­mo­do a una gene­ra­ción de inte­lec­tua­les orgá­ni­cos, para los que se han crea­do depar­ta­men­tos y orga­nis­mos, reple­tos de espe­cia­lis­tas de la inves­ti­ga­ción con­tra ETA. Enemi­gos del nacio­na­lis­mo vas­co y favo­ra­bles a la auto­no­mía. Todo un pese­bre sucu­len­to, al que acu­den en mana­da los arre­pen­ti­dos, con­ver­sos y clien­tes polí­ti­cos, don­de se ali­men­tan con cáte­dras y empleos, pues­tos en par­ti­dos, sin­di­ca­tos, ins­ti­tu­cio­nes y orga­nis­mos como EITB. En defi­ni­ti­va pues­tos clien­te­la­res de fun­cio­na­rios men­ta­les y ofi­ci­nis­tas de sala­rio y sub­si­dio. A los que se ha hecho creer que sus empleos, suel­dos y super­vi­ven­cia, depen­dían en exclu­si­va de la des­apa­ri­ción de ETA. Aho­ra que lo han con­se­gui­do, que Sota les ampa­re. Ya vere­mos cómo.

Jose­ma­ri Loren­zo Espinosa

21 de mayo de 2017

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