Des­obe­dien­cia

No es nues­tra pre­ten­sión ahon­dar en este artícu­lo en el con­cep­to de des­obe­dien­cia, en su desa­rro­llo o en su con­cre­ción his­tó­ri­ca. Sim­ple­men­te tra­ta­re­mos algu­nas cues­tio­nes que nos sir­van de palan­ca y nos ani­men a pos­te­rio­res opi­nio­nes sobre este tema.

Pen­sa­mos que es un asun­to de inte­rés para cual­quier posi­ción eman­ci­pa­do­ra y más des­de un pun­to de par­ti­da revo­lu­cio­na­rio. Cree­mos asi­mis­mo que en su for­mu­la­ción más sen­ci­lla, pero a la vez con cla­ro con­te­ni­do libe­ra­dor, es váli­da para cual­quier lati­tud. Otra cosa será el aná­li­sis con­cre­to de tal o cual reali­dad. Segu­ro que todas serán bien com­ple­jas y ten­drán que desa­rro­llar for­mu­la­cio­nes propias.

Des­de la base seña­la­da, pen­sa­mos que la des­obe­dien­cia pue­de ser un acto indi­vi­dual o colec­ti­vo, más o menos nume­ro­so. Des­de una pers­pec­ti­va indi­vi­dual pue­de dar­se una opción que, toda­vía sin un desa­rro­llo sufi­cien­te de inte­rio­ri­za­ción popu­lar, será un acto de afir­ma­ción rebel­de y nega­ción de la auto­ri­dad impues­ta que ten­drá nece­sa­ria­men­te efec­tos limi­ta­dos, sin entrar en el gra­do de res­pues­ta repre­si­va que pue­da con­lle­var. Tam­bién pue­de ser un acto indi­vi­dual, por­que la pues­ta en esce­na así lo exi­ge, pero que mul­ti­pli­ca­do por otros tan­tos actos indi­vi­dua­les, le con­fie­ren un enfo­que y una diná­mi­ca colectiva.

La des­obe­dien­cia, tam­bién pue­de serac­tos colec­ti­vos. Actos lle­va­dos a cabo des­pués de un pro­ce­so de infor­ma­ción, deba­te e inte­rio­ri­za­ción. Y ello con­lle­va­rá ensa­yos varios, refuer­zo del sen­ti­mien­to colec­ti­vo y deseo del bien­es­tar gru­pal, colec­ti­vo, de cla­se. Y tam­bién exi­gi­rá aná­li­sis de la situa­ción antes, duran­te y des­pués de su comien­zo y desarrollo.

Siguien­do con el supues­to de des­obe­dien­cia colec­ti­va, habrá que estu­diar tam­bién la pla­ni­fi­ca­ción en cuan­to a con­te­ni­do, for­ma, rit­mo, inten­si­dad y opcio­nes de recon­duc­ción. Exi­gi­rá al mis­mo tiem­po nive­les de con­cien­cia­ción ele­va­dos. De entre­ga sin obte­ner nada en un pla­zo pre­vi­si­ble. Habrá que estu­diar cuán­do y cuán­to se pue­de estan­car la situa­ción, cuán­do hace fal­ta un esfuer­zo supe­rior, cómo coger aire en el camino…

Exi­ge con­tar con nues­tras pro­pias y exclu­si­vas fuer­zas, las del pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co. Tenien­do en cuen­ta tam­bién y sabien­do que el enemi­go tie­ne una inmen­sa fuer­za coer­ci­ti­va autóctona/​cipaya y la pro­pia de los dos Esta­dos. Y si en un momen­to dado fuer­za de cho­que les fal­ta­ra, en el mun­do sobran agen­cias que ofre­cen ejér­ci­tos de mer­ce­na­rios como actual­men­te actúan en diver­sos con­ti­nen­tes del planeta.

Y no pode­mos olvi­dar todos los medios que tie­nen los Esta­dos en tan­to que ins­tru­men­tos del capi­tal y sus bur­gue­sías. Es decir, no olvi­dar a los par­ti­dos del sis­te­ma (antes se decía del régi­men, por cier­to y sal­van­do las dis­tan­cias). No olvi­dar a los medios de comu­ni­ca­ción, a la igle­sia… Tam­po­co al mie­do sem­pi­terno que nos han meti­do en el cuer­po des­de que naci­mos. Mie­do prác­ti­ca­men­te a todo, pero sobre todo mie­do a libe­rar­nos y a tomar el des­tino en nues­tras manos, jus­ta­men­te fue­ra del alcan­ce del patriar­ca­do, de la bur­gue­sía y de todos los pode­res e ins­tru­men­tos que sus­ten­tan este sistema.

En fin. Hablar de des­obe­dien­cia colec­ti­va es hablar de soli­da­ri­dad, de pri­mar lo colec­ti­vo sobre lo indi­vi­dual, del auzo­lan, de los batza­rres. De nues­tra ley. La ley del ocu­pan­te no tie­ne o no debe­ría tener valor en nues­tra colec­ti­vi­dad. Otra cosa es cuán­do, cómo y de qué mane­ra deci­di­mos poner­la en mar­cha. Ten­drá que ser con unas sufi­cien­tes con­di­cio­nes obje­ti­vas y sub­je­ti­vas por supues­to y ahí entra tam­bién el con quién, con qué rit­mo, com­pro­mi­so, has­ta dónde…

Ten­dre­mos que tener en cuen­ta los ensa­yos y prác­ti­cas que ha teni­do nues­tro Pue­blo. Las posi­ti­vas y las nega­ti­vas. No olvi­de­mos quién pue­de ir has­ta el final y a quién no le intere­sa ni le inte­re­sa­rá jamás un cam­bio total­men­te radi­cal de la pro­pie­dad de los medios de pro­duc­ción. Quien opta­rá siem­pre por la demo­cra­cia bur­gue­sa vas­ca y quien por la demo­cra­cia socia­lis­ta vasca.

No pode­mos olvi­dar nun­ca que cada posi­ción de cla­se, y en este caso la bur­gue­sa, exi­ge y lucha por su entra­ma­do, sus valo­res, sus leyes, su repar­to del poder y rique­za para poder seguir per­pe­tuán­do­se. Y exi­ge obe­dien­cia. Ade­más, habre­mos de ser siem­pre cons­cien­tes que la cla­se social al man­do, tenien­do todos los medios de trans­mi­sión en su poder, con­si­gue inclu­so con­ven­cer a quien opri­me para que éste le apo­ye y defien­da fren­te a sus igua­les, fren­te a sus her­ma­nos. Y a menu­do lo consigue.

Y cuan­do la cla­se de arri­ba, la que está en el poder, la cla­se bur­gue­sa ve peli­grar su esta­tus, tam­bién tie­ne otros recur­sos como son las posi­cio­nes social­de­mó­cra­tas. Opción ideo­ló­gi­ca esta, aquí en Eus­kal Herria, que no pone en cues­tión las bases nece­sa­rias para derro­tar a la bur­gue­sía y no abo­ga por la tomar del poder por par­te del pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co y sus capas populares.

Y así des­ac­ti­van los momen­tos de peli­gro para la cla­se bur­gue­sa. Por medio de las elec­cio­nes y del voto, de los par­ti­dos obe­dien­tes a la demo­cra­cia de la bur­gue­sía y sos­te­ne­do­res de la mis­ma con su dia­rio queha­cer. Siem­pre encon­tra­rán un medio para con­du­cir al pue­blo, a la mayo­ría, por cami­nos que nada tie­nen que ver con la eman­ci­pa­ción del pro­pio pue­blo trabajador.

Sue­len actuar bajo pará­me­tros simi­la­res: en demo­cra­cia todo se pue­de, todas las ideas son váli­das y pue­den ser desa­rro­lla­das en liber­tad y en igual­dad de con­di­cio­nes, hay que res­pe­tar la ley, eso no se pue­de hacer, no es legal, no se pue­de hacer eso, no se pue­de plan­tear eso por­que es pro­pie­dad pri­va­da, a fin de cuen­tas son los ban­cos quie­nes gene­ran dine­ro… no te esfuer­ces ni deses­pe­res, pues siem­pre ha sido así, la ver­dad es que los tra­ba­ja­do­res tam­bién somos unos vagos, es que todas que­re­mos más y no pue­de ser

Y no nos olvi­da­mos que esta­mos hablan­do de des­obe­dien­cia colec­ti­va. Des­obe­dien­cia como pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co del que for­ma­mos par­te para cons­truir una Eus­kal Herria Sozialista.

Ocu­rre que depen­dien­do de los intere­ses de cla­se de cada cual ten­drá que acla­rar para quién y por qué vamos a mojar­nos. En base a ello, unos verán cómo man­te­ner o aumen­tar la tasa de ganan­cia y com­pe­tir con otros y reba­jar los pro­pios cos­tes para por ava­ri­cia sobre-explo­tar a los que ven­den su fuer­za de trabajo…

Otros, pen­san­do quién es (quié­nes somos) real­men­te el suje­to revo­lu­cio­na­rio que cons­cien­te­men­te va a tirar de ese carro y de otros para ade­lan­te… quién no va a ser nues­tro alia­do sino cir­cuns­tan­cial­men­te, dejan­do cla­ri­to que lucha­re­mos para la mayo­ría, para los de aba­jo, para el pue­blo tra­ba­ja­dor vas­co y que ahí no hay tra­to (acuer­do entre dife­ren­tes), ni chan­chu­llos bur­gue­ses de turno. Ni lo habrá.

Juan­jo Gonzalez

5 de abril de 2017

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