Salud de la mujer y repre­sión patriarcal

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La vio­len­cia, la opre­sión sobre las muje­res ha sido la más dura­de­ra, la más exten­di­da en el tiem­po, por lo que cree­mos nece­sa­rio dete­ner­nos en los pro­ce­sos his­tó­ri­cos que lo han ori­gi­na­do. Enten­der cómo empe­zó el patriar­ca­do, al menos en sus aspec­tos más esen­cia­les, cómo con­ti­nuó y sus cau­sas, nos ayu­da­rán a rever­tir esta situa­ción a tra­vés del cono­ci­mien­to y la acción. El sis­te­ma patriar­cal supu­so, y aún supo­ne, una situa­ción de opre­sión y sufri­mien­to de las muje­res,… que requie­re un esfuer­zo de supe­rar obje­ti­va y sub­je­ti­va­men­te toda una pra­xis que ha pesa­do sobre las cabe­zas de muje­res –y de hom­bres– duran­te mile­nios1.

Para ayu­dar­nos a enten­der como la for­ma­ción del capi­ta­lis­mo supu­so un recru­de­ci­mien­to de la repre­sión patriar­cal, resul­ta impres­cin­di­ble el minu­cio­so estu­dio de Sil­via Fede­ri­ci: «El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria». En este libro se argu­men­ta como la «caza de bru­jas» que tor­tu­ró y ase­si­nó a miles de muje­res en la Euro­pa de los siglos XVI y XVII, fue una de las medi­das cru­cia­les para inten­si­fi­car la opre­sión con­tra las muje­res en el sur­gi­mien­to del capi­ta­lis­mo, y que las con­fi­nó aún más en el tra­ba­jo repro­duc­ti­vo2. Pre­via­men­te, la cri­sis demo­grá­fi­ca pro­vo­ca­da por la pes­te negra y las ham­bru­nas diez­ma­ron a la pobla­ción, un 30 – 40% de la pobla­ción euro­pea, y cam­bió pro­fun­da­men­te la vida social y polí­ti­ca de la Euro­pa de los siglos XIV y XV. Fue un perio­do don­de las jerar­quías socia­les y su dis­ci­pli­na se debi­li­ta­ron; la gen­te no se preo­cu­pa­ba por tra­ba­jar para el señor feu­dal ni aca­tar las regu­la­cio­nes socia­les y sexua­les. Al diez­mar­se la mano de obra, su cos­te cre­ció y se for­ta­le­ció la deter­mi­na­ción de la gen­te por libe­rar­se de las ata­du­ras del domi­nio feu­dal. Fue­ron siglos de enfren­ta­mien­tos y poder tan­to del cam­pe­si­na­do como de los emplea­dos de la ciu­dad, inclui­das las muje­res3.
Esta situa­ción pro­vo­có la res­pues­ta de las cla­ses domi­nan­tes, los inqui­si­do­res amplia­ron sus acu­sa­cio­nes a media­dos del siglo XIV y a prin­ci­pios del siglo XV, la «bru­ja» se con­vir­tió en el obje­ti­vo de la per­se­cu­ción con­tra la lla­ma­da here­jía, per­so­nas de las cla­ses rura­les y urba­nas bajas que pro­pug­na­ban la igual­dad. A fina­les del siglo XV se pro­du­ce una auten­ti­ca con­tra­rre­vo­lu­ción que actuó en todos los aspec­tos de la vida social y polí­ti­ca y que afec­tó espe­cial­men­te a las muje­res. En algu­nos Esta­dos, como el fran­cés, se dejó de con­si­de­rar deli­to la vio­la­ción si las víc­ti­mas eran de cla­se baja. Se creó un ambien­te inten­sa­men­te misó­gino y la pobla­ción se iba insen­si­bi­li­zan­do fren­te a la vio­len­cia con­tra las muje­res. Se ins­ti­tu­cio­na­li­zó la pros­ti­tu­ción e inclu­so la Igle­sia lo vio como una acti­vi­dad legí­ti­ma, que pasó a ser admi­nis­tra­do por el Esta­do como for­ma de fre­nar las prác­ti­cas sexua­les orgiás­ti­cas y un reme­dio para la sodo­mía, así como tam­bién un medio para pro­te­ger la vida fami­liar4.
Ade­más, los tres pri­me­ros siglos del capi­ta­lis­mo, del siglo XVI al XVIII, la bur­gue­sía emer­gen­te cre­ció impo­nien­do la escla­vi­tud y nue­vas for­mas de tra­ba­jo for­za­do (en Ingla­te­rra la escla­vi­tud no se abo­lió has­ta el siglo XVIII). En el Nue­vo Mun­do, mul­ti­tud de per­so­nas die­ron su vida sacan­do pla­ta y mer­cu­rio de las minas, en Euro­pa orien­tal se ori­gi­nó una segun­da ser­vi­dum­bre, en la occi­den­tal se die­ron los cer­ca­mien­tos5 y la caza de «bru­jas» (que demo­ni­zó cual­quier for­ma de con­trol de la nata­li­dad y de la sexua­li­dad no pro­crea­ti­va). Se extien­de el con­trol del Esta­do a cual­quier aspec­to de la repro­duc­ción: Sexua­li­dad, pro­crea­ción y sobre la vida fami­liar: polí­ti­cas pro-nata­lis­tas para aumen­tar la pobla­ción (se nece­si­ta­ban per­so­nas para la pro­duc­ción y las gue­rras) y comien­zo del regis­tro demo­grá­fi­co6; fomen­to y pro­tec­ción del matri­mo­nio y la fami­lia para el cui­da­do de los meno­res; divi­sión del pro­le­ta­ria­do feu­dal –lucha de los hom­bres con­tra las muje­res – ; edu­ca­ción alie­na­da y some­ti­da al tra­ba­jo que comien­za en la casa. Aspec­tos esen­cia­les de la acu­mu­la­ción pri­mi­ti­va que nece­si­ta el capi­ta­lis­mo inci­pien­te. Todo ello jun­to a una recia dis­ci­pli­na social que ata­ca­ba la cul­tu­ra popu­lar de aque­lla épo­ca, la socia­bi­li­dad y sexua­li­dad colec­ti­va, depor­tes, dan­zas, fes­te­jos y ritos grupales.
Los jui­cios a las «bru­jas» por «crí­me­nes» repro­duc­ti­vos fue una con­se­cuen­cia de las altas tasas de mor­ta­li­dad infan­til de los siglos XVI y XVII, debi­do a la pobre­za y des­nu­tri­ción; y la preo­cu­pa­ción por el tama­ño de la pobla­ción y la crea­ción de fuer­za de tra­ba­jo de la nue­va cla­se capi­ta­lis­ta, la nacien­te bur­gue­sía. Un inten­to de poner el cuer­po de la mujer al ser­vi­cio de la repro­duc­ción y acu­mu­la­ción de fuer­za del tra­ba­jo en la épo­ca mer­can­ti­lis­ta7. Vemos, como en dife­ren­tes con­tex­tos his­tó­ri­cos y polí­ti­cos, las muje­res han sido fre­cuen­te­men­te for­za­das a pro­crear en con­tra de su volun­tad ade­más de ver­se some­ti­das a polí­ti­cas nata­lis­tas y pre­sio­nes oscu­ran­tis­tas, reli­gio­sas, que han coar­ta­do su posi­bi­li­dad de deci­dir sobre su pro­pio cuer­po y sexua­li­dad. Tam­bién para el desa­rro­llo del capi­ta­lis­mo fue fun­da­men­tal la cons­truc­ción de un nue­vo orden patriar­cal, que hacía que las muje­res fue­ran sir­vien­tas de la fuer­za de tra­ba­jo mas­cu­li­na8.
Pos­te­rior­men­te, el avan­ce del capi­ta­lis­mo adop­tó nue­vas for­mas e intere­ses siem­pre con el obje­to del máxi­mo bene­fi­cio eco­nó­mi­co. Así, al comien­zo del siglo XIX, la bur­gue­sía indus­trial no dudó en uti­li­zar masi­va­men­te la mano de obra feme­ni­na e infan­til, muy bara­ta, para aumen­tar la pro­duc­ción que nece­si­ta­ba las nue­vas indus­trias. Aho­ra no se duda­ba en cues­tio­nar (al menos par­cial­men­te) la auto­ri­dad pater­na y mari­tal, para con­ver­tir a las muje­res en «tra­ba­ja­do­ras libres» de ven­der su fuer­za de tra­ba­jo sin la auto­ri­za­ción de sus maridos.
Tras este bre­ve reco­rri­do his­tó­ri­co de dos hitos impor­tan­tes en la con­for­ma­ción del sis­te­ma hete­ro­pa­triar­cal actual, al menos en el ámbi­to occi­den­tal, pode­mos esbo­zar como las con­di­cio­nes obje­ti­vas y sub­je­ti­vas han sido –y son– esen­cia­les para man­te­ner dicha opre­sión. Con­di­cio­nes ambas, que se unen más cla­ra­men­te cuan­do la cla­se en el poder uti­li­za el terror, la vio­len­cia abier­ta o sote­rra­da sobre las muje­res, para doble­gar­las cuan­do las medi­das ante­rio­res no resul­tan sufi­cien­tes. Vio­len­cia que se mues­tra en toda su cru­de­za con los femi­ni­ci­dios, vio­la­cio­nes y tra­ta de mujeres.

  1. Cruz-Rojo, C., Gil de San Vicen­te, I: Dere­chos huma­nos como arma de des­truc­ción masi­va, Boltxe, 2015. p. 385.
  2. Fede­ri­ci, S.: El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2010, p. 26.
  3. Fede­ri­ci, S.: El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2010, pp. 73 – 74.
  4. Fede­ri­ci, S.: El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2010, pp. 78 – 80.
  5. Los cer­ca­mien­tos o pri­va­ti­za­ción de la tie­rra, supu­so ampliar la exten­sión de las pro­pie­da­des de los anti­guos o nue­vos due­ños (nobles o nue­va bur­gue­sía) y la apro­pia­ción de las tie­rras comu­na­les que eran uti­li­za­das por el pue­blo como ayu­das ali­men­ta­rias y de recrea­ción colectiva.
  6. Orga­ni­za­ción de cen­sos, regis­tros de las tasas de mor­ta­li­dad, nata­li­dad y matri­mo­nios. Lo que en la actua­li­dad cons­ti­tu­ye el Regis­tro Civil.
  7. Fede­ri­ci, S.: El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2010, pp. 249 – 250.
  8. Fede­ri­ci, S.: El Cali­bán y la bru­ja. Muje­res, cuer­po y acu­mu­la­ción ori­gi­na­ria, Edi­to­rial Crí­ti­ca, Bar­ce­lo­na 2010, pp.140 – 141.

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